Capítulo 1
Cualquier persona con un poco de razonamiendo lógico consideraría que pasar una tarde con su pareja sería un panorama de lo más estupendo o cuanto menos entretenido.
Pero...
Si existía algo en este jodido planeta que poco soportaba era al susodicho usando la consola de videojuegos como si su vida dependiera de ello. Aparentemente este aparato parece más interesante que la chica adormilada que yace a su costado con las extremidades entumecidas. Sus bonitos ojos observan sin pestañear la pantalla de cuarentena y dos pulgadas que reposa sobre el estante caoba de su cuarto, hipnotizado por los pixeles que la misma refleja, los dientes se le encajaban fuertemente en el labio inferior adornado por un piercing mientras sus dedos realizan una danza bien estructurada sobre el mando de la PS5.
Sinceramente no tengo conciencia alguna de cuanto tiempo lleva de esa manera, tal vez una hora o más.
Al llegar a la puerta de su casa, golpeé con suavidad el material hecho de madera oscura, impaciente por verlo después de unos días en los que estuvimos alejados. Por suerte, enseguida recibí una respuesta desde su interior, reconociendo el timbre de aquella voz que me resultaba inconfundible, y ni bien lo vi asomarse, mis sentidos se alborotaron, como si una cantidad enorme de serotonina se hubiese liberado de repente por todo mi sistema nervioso.
Fui incapaz de controlar aquel arrebato emocional que navegaba por mi cuerpo, así que lo abracé por el cuello con algo de torpeza, acortando el espacio entre nosotros. A él le tomó unos instantes reaccionar a mi gesto, pero me correspondió con más fuerza de la que esperé. Sus poderosas extremidades me sostuvieron contra su cuerpo y no pude ignorar los latidos desbocados de mi corazón. Seguido de eso, posé mis labios encima de los suyos y lo besé con un fervor apabullante porque lo extrañé en todos los sentidos.
Jungkook se había ido durante dos semanas al extranjero junto a sus padres, o técnicamente, mis suegros. Según sus palabras, ellos querían obsequiarle algo a cambio de su ingreso a la universidad después de tres años alejado de los estudios, y como era de esperarse, aquello supuso un logro muy significativo e importante, por lo cuál estaban orgullosos.
Yo también estoy feliz por él, eso es innegable. Fui testigo de lo mucho que se esforzó por alcanzar ese objetivo, pero no puedo evitar sentirme extraña, puesto que en estos últimos días -incluso mucho antes me atrevería a decir- Jeon se comportaba de una manera impropia a su personalidad y carácter tan definido. He reprimido en lo más profundo de mi ser preguntarle la o las razones de su actitud, y no es por temor o algo semejante, es sólo que lo "entiendo" de algún modo. Debe ser una locura tener que lidiar con su vida.
Suspiro largamente con los párpados a medio cerrar, supongo que tendré que cuestionarlo en algún momento, no puedo callar lo que siento por muy tonto que pueda parecer y estoy segura de que él no desea que hayan secretos en nuestra relación.
— ¿Preciosa, estás bien? —pestañeo un par de veces para salir de mi ensoñación al oír su voz. Lo veo mirándome atento, con algunos cabellos rebeldes cayendo sobre su frente.
Ah, ¿ahora me prestas atención?
—No. Tengo sueño. —en parte es cierto, no había podido conciliarlo durante las anteriores horas. Lo peor es que resulta tan fácil despertarme, y papá hoy se levantó temprano para hacer aseo en casa. Ya deben hacerse una idea.
El castaño eleva un poco una de sus bien definidas cejas mientras frunce el ceño en un gesto lleno de complicidad.
— ¿Despertaste temprano hoy? —cuestiona, y ni bien abro la boca, se me adelanta con una respuesta de lo más acertada —. Déjame adivinar, no has dormido bien desde que te conté que iba a llegar, ¿cierto? —inquiere, cambiando sus gestos característicos por una pequeña sonrisa.
Rodo los ojos, negando con la cabeza mientras se me escapa una risilla —: Que comes que adivinas. —me recuesto de espaldas sobre la extensa cama del cuarto, mirando el techo del espacio cuadriculado cuyo color es blanco, aunque tenía una no muy evidente mancha grisácea.
— ¿Me extrañaste mucho? —él se apoya de tal forma a mi lado que queda con la parte derecha de la cabeza descansando sobre su mano. Lo miro de reojo, notando como este no aparta sus orbes marrones de mi persona.
La manera en la que lo hace me agrada tanto que no consigo describir el sentimiento con palabras existentes o simplemente ahora se niegan a venir mi mente. De pronto, y casi de forma imperceptible, el que parecía ser enojo por la situación que revolvía mis pensamientos hace minutos atrás, desaparece como por arte de magia.
Otra cosa que odio es que este sujeto tenga la capacidad innata de hacerme olvidar los problemas así de sencillo.
—Haz preguntado eso un millón de veces. Ya sabes la respuesta. —me limito a farfullar atontada por la maravillosa vista que me ofrece. Él hace un puchero y con su dedo índice dibuja pequeños trazos en mi abdomen, haciéndome cosquillas.
—Quiero oírla otra vez. —insiste, acercando sus labios a mi mejilla para depositar un sutil, pero dulce beso que deja a su paso hormigueos por toda la zona —. Vamos. —susurra en voz baja.
—Te extrañé muchísimo. —cedo ante su pedido, sintiéndome tímida de un momento a otro. Jungkook se queda unos segundos como asimilando mis palabras para luego soltar una carcajada para nada disimulada — ¿Por qué... ?
Quedo de piedra, intentado entender hasta que de pronto se detiene, acariciándome la comisura del mentón.
—Es que te amo.
Dios, ¿por qué me haces esto?
—Yo también te amo. —siento como una sonrisa tonta se dibuja en mis labios mientras doy pequeños mimos sobre su aterciopelado cabello. Él se inclina por segunda vez, desviando su boca a mi frente para regalarme un cálido beso que se extiende lo que parece ser una eternidad. Seguidamente, acomoda su rostro en el espacio vacío que existe entre mi cuello y hombro, provocando escalofríos por toda la extensión de mi piel debido a su tibia respiración chocándome de lleno.
—Quiero quedarme así hasta la eternidad. —admite, apretándome contra su fornida anatomía. Mis dedos viajan por segunda vez hasta su pelo color castaño para hundirlos en las hebras del mismo, acariciándolo de forma lenta y acompasada, sin prisas.
Para ser francos, yo también deseo fundirme en sus brazos.
—No me has contado como fueron las vacaciones. —comienzo a hilar esas palabras, notando como Jungkook se pone tenso al instante. Desde mi posición no logro visualizar la expresión enmarcada en su rostro, pero estoy segura de que no es precisamente pacífica —. Mis suegros solo me dieron su perspectiva, pero quiero oír la tuya, ¿cómo la pasaste? —sigo con la indagación, intuyendo ya su contestación. Jungkook ni bien acabo, sale de su escondite y toma cierta distancia de mí, con el ceño fruncido.
—Fue aburrido. Repetitivo. No me sorprende. —en ninguna oportunidad se digna a conectar miradas conmigo, manteniendo la vista fija en algún punto de la habitación —. La única razón por la que accedí a ir a ese viaje de mierda fue porque pensé que tendría una oportunidad con ellos. —explica con un deje de resentimiento en la voz —. Me equivoqué.
— ¿Intentaste trasmitirle lo que sientes? —él me contempla, negando y al mismo tiempo apretando los labios.
—No... No pude. Cada vez que quería tocar el tema de Jungwoo y mío, ellos simplemente... — baja la cabeza, mostrándome a través de su lenguaje corporal lo mucho que lo frustran sus propias palabras —. Yo... No sé que debo hacer, ¿sabes? A veces me dan ganas de mandarlos al carajo.
Me parte el alma verlo en ese estado tan vulnerable, expresándose esa manera. Los destellos llenos de ácidos sentimientos que oscurecen sus ojos marrones son capaces de hacerme flaquear y su expresión bañada en angustia me recuerdan a la un niño pequeño y frágil. Se siente como si tuviese que decir algo para reconfortarlo. Quiero hacer una cantidad enorme de cosas para mermar sus dolorosos pensamientos y recuerdos que lo tormentan, pero sé que no podré.
—Creo que ellos no lo hacen a propósito, deben te...
—Hana. —interrumpe de golpe —. No quiero tocar ese maldito tema por ahora, ¿te parece? —inquiere, queriendo escapar indiscutiblemente de la situación abordada.
He perdido la cuenta de las veces que Jungkook me ha negado ver más allá de lo que mis empobrecidos sentidos me permiten percibir. A veces, me es imposible entenderlo y cuando por fin parece que he progresado con él, su actitud cambia de forma radical. Hay días en los que está bien, otros en los que simplemente parece ignorarme y odiar al mundo entero. Sin embargo, aún sigo aquí porque lo amo y tengo la esperanza de que algún día va a superar toda esta mierda que carga sobre los hombros.
—Lo único que me mantuvo cuerdo estas semanas fue hablar contigo. —admite, clavando sus orbes en los míos, que lo observan atentos a cada movimiento que realiza. Tengo que reunir toda mi fuerza de voluntad para no caer en la falacia que contengo en la punta de la lengua, expresamente relacionada con la reciente búsqueda de respuestas —. Tomé fotos y vídeos hermosos. —el semblante le cambia al notarme forzar una sonrisa ante su declaración llena de dulzura y orgullo —. Algunos paisajes me recordaron a ti, ¿te acuerdas los que te envié? -asiento. La calidez de su entusiasmo extrañamente me tranquiliza, pues es sólo en momentos así que soy capaz de disfrutarlo al máximo —. Bueno, allí tienes. Siempre te tengo en mi mente, y aquí también. —posiciona un dedo sobre donde descansa su corazón, derrientiendo el mío de paso.
—Ay Jeon Jungkook, eres tan lindo. —rio dichosa y con las mejillas quemándome. Sabe de sobra que me pone nerviosa cuando usa el romanticismo en mi contra —. Y tan cursi. —ruedo los ojos al cielo mientras él forma esa típica sonrisa de conejito que tanto me gusta — ¿Por qué no me enseñas lo que pudiste captar?
Se le iluminan los ojos cuando me oye darle el pase libre para que me muestre aquellas fotografías, procede a sacar el teléfono de su bolsillo y me transporta a su galería repleta de bellos paisajes, amaneceres, cenas, entre otras cosas que estuvo haciendo durante las vacaciones. A decir verdad, me enternece el notarlo tan sumergido en darle un contexto o explicación a cada cosa, al menos me quedo con la "tranquilidad" de que algo bueno había conseguido sacar de este viaje.
—Diablos, mamá va a matarme. —casi me da algo al notar la hora. Mierda, estaba tan entretenida en las variopintas narraciones de Jungkook que literal el tiempo se pasó volando. Rápidamente me levanto de la cama, y seguido de aquella acción procedo a colocarme el abrigo a la velocidad de la luz ante la mirada atónita del castaño.
— ¿Qué sucede? —pregunta extrañado, imitando mi acto para luego posicionarse a mi lado.
—Le prometí a mamá que la ayudaría con la cena, y ya son las ocho. —aclaro un tanto exasperada, tanteando mi ropa en busca del aparato telefónico que no me toma tiempo encontrar. Al extraerlo y ver la pantalla me doy un golpe mental por mi evidente torpeza —. Oh no, cinco llamadas perdidas. Estoy frita. —abro la puerta de su habitación, deslizándome fuera sin importarme el hecho de que el susodicho vaya pisándome los talones al intentar seguirme la corriente.
—Pequeña, no te preocupes, yo te acompaño y... —me detengo en medio de la escalera, volteando y a su vez, chocando de lleno con su pecho. Levanto la cabeza para mirarlo mucho mejor, ya que me ganaba en altura debido a la posición imponente que ejercían esos centímetros ganados por los escalones.
Arrugo el entrecejo, confiando en que mi expresión lo va a intimidar, sin embargo él levanta una ceja burlesco y, como es costumbre, intuye mis intenciones —: Ni lo sueñes Jeon, debes descansar. Además, si mamá te ve no te dejará ir. —reclamo sin más, girando para seguir mi camino hacía la puerta principal sin esperar una replica de su parte. No puedo como es obvio, ver su reacción, pero estoy segura de que ahora mismo debe estar pasándose la mano por el cabello al notarme cero flexible.
—Es de noche ya, hace frío y no quiero pensar ni siquiera en la idea de que te pase algo malo. —recalca en forma de reclamo. Y antes de girar el pomo de la gran entrada, le dirijo una mirada que busca tranquilizarlo, notando el deje de preocupación que empañan sus facciones.
—Son solo un par de cuadras. No te preocupes. —apenas puedo terminar de decir aquello cuando me decido salir de la estancia, sintiendo el contacto del aire frío golpear mi rostro ligeramente acalorado —. Te marco al llegar, ¿sí? —al no oír respuesta busco su mirada — ¿Sí? —insisto.
—Vale, pero lo haces. —la súplica en su voz es notoria y no lo culpo, pero en verdad no me molesta irme sola por estos lares, estaba acostumbrada a ello. Me aproximo unos cuantos pasos a él con la clara intención de besarle, sin embargo reemplaza todos mis planes con un simple abrazo que me toma desprevenida -Mándale saludos a tu madre, mañana iré a verlas. -murmura en mi oído.
—Anotado. —de pronto, Jungkook se aleja y luce avergonzado por nuestra reciente separación, como si hubiese sido golpeando en el estómago de repente, como si hubiese recordado algo específico, y antes de que pueda procesar la información que recibo, me cierra la puerta de golpe, dejándome a merced de la confusión y el mal sabor de boca —. Te amo tonto. —rio sin humor, camuflando esa ligera presión instalada en mi pecho mientras llevo profundamente clavada aquella frase que se lleva el viento.
Tranquila Hana, solo está cansado. Trato de alejar todo pensamiento extraño de mi cabeza y tomo una inspiración profunda antes de lanzar un suspiro enorme, me aliento un poco antes de dar los primeros pasos que me llevarán a casa e intento no prestarle atención a lo que acaba de pasar.
Desearía poder recurrir a alguien para relatarle todo lo que ahora pasa por mi mente. Hace tres meses me gradué de la escuela y cumplí mis dieciocho e inmediatamente las personas en las cuales confíe y consideraba amigos dejaron de hablarme, cortaron comunicación conmigo de un segundo a otro. Esa abrupta decisión por su parte me empujó a buscar respuestas, y en el instante en que las conseguí, aquellas rompieron una pequeña parte de mí corazón.
Admitieron que jamás les caí bien, que solo me incluyeron en su grupo por lástima y porque los ayudaba con tareas y trabajos.
No puedo negar que dolió. Ellos me mantuvieron pensando un tiempo si en algo había errado, si yo era la del problema o si debía cambiar mi actitud, sin embargo más temprano que tarde llegué a la inevitable conclusión de que fui una ilusa que se dejó llevar por la corriente, que no puse límites en nuestra relación de "amistad". Aquellos que decían que no perderían contacto conmigo, que prometieron seguir frecuentándome y que seguiríamos unidos fueron los primeros en desaparecer.
Y honestamente es patético...
Desconozco cuanto tiempo llevo andando, pero estoy tan cerca que no me permito parar. Cuando me percato que estoy a unos cuantos pasos de doblar la reconocida esquina que me lleva a casa, me detengo abruptamente como si hubiese un muro invisible delante de mí, pues visualizo con claridad a tan solo unos metros la figura de dos individuos golpeando a otro que yace en el suelo a penas cubriéndose.
Mis manos tiemblan de un momento a otro, todo mi interior es un huracán de emociones inconexas y el aturdimiento no tarda en invadir cada recoveco de mi cuerpo. El tiempo parece haberse detenido un nanosegundo, ya que todo se siente como si marchara en cámara lenta.
Ellos ni siquiera se inmutan de mi presencia y por supuesto no detienen su brutal ataque contra aquel sujeto encogido sobre el pavimento. Me desconcierta y aterra tanto la escena que volteo rápidamente después de meditar lo que parece ser una eternidad, fuerzo a mi cerebro a enviar señales precisas a mis extremidades para que se muevan en dirección contraria y pueda ocultarme en un diminuto callejón ubicado en la zona residencial, al menos hasta que todo pase.
Necesito calmarme.
Tomo inspiraciones profundas, sintiendo los latidos desbocados de mi corazón martilleando mi caja torácica con fuerza aniquiladora. Anhelo inconscientemente que ese par de chicos no me haya visto o me encuentren de causalidad mientras me refugio en mis brazos, totalmente alerta. Quisiera poder tomar otro camino, pero esta era la única ruta que me llevaba a casa.
Minutos después oígo unas sonoras pisadas que se acercan a una velocidad vertiginosa junto a unos murmullos, y ese sólo ruido ambiental me hace por reflejo extraer mi teléfono del chaleco e ingresar al chat de Jungkook, lista para enviar un audio o mensaje de auxilio, sin embargo observo a dos figuras pasar de largo e ignorarme. Los reconozco de inmediato, por lo que espero a que estén a una distancia prudente.
Al perderlos de vista, salgo de aquel sitio todavía con el aparato electrónico aferrado a mi palma, preocupada por todo lo acontecido. Trago saliva que se desliza por mi seca garganta para luego continuar a paso ralentizado, no tardando en encontrarme con ese mismo muchacho tendido en el piso, inerte. Temiendo lo peor, me acerco despacio, sigilosa y precavida, al mismo tiempo que paseo la vista por el perímetro, solo para asegurarme de que esto no fuese una especie de trampa tramada por ellos. Una vez estoy lo suficientemente cerca, soy capaz de notar a la perfección su estado y me congelo.
Es terrible. Su cara yace llena de ese particular líquido carmesí que escurre como un chorro limpio desde su nariz y parte posterior de su cráneo, soy capaz de oírlo murmurar cosas ininteligibles mientras respira con pesadez y de forma forzada. Sus ropas de igual manera son cubiertas por salpicaduras de su propia esencia, en realidad esta hecho un desastre y temo que esté al borde de la muerte. Me agacho a una distancia considerable, viendo que ni siquiera se inmuta de mi presencia a pesar de que tiene sus ojos medio abiertos.
—Hola, ¿puedes oírme? —murmuro con suavidad. Al decir aquellas palabras, él intenta responder, sin embargo sigo sin comprenderlo. Pediría permiso para hacer lo que haré, pero no tengo opción dadas las circunstancias, así que extiendo la mano libre para posicionar mis dedos índice y medio directo sobre su cuello.
Mierda, sus latidos son sumamente lentos que me sorprende que todavía pueda mantenerse consciente.
—Escucha, voy a llamar a emergencias. —aparto la vista de su maltratada anatomía, desbloqueo el celular y voy directo a las llamadas con el alma pendiente en un hilo.
Cuando estoy a punto de marcar la última cifra del número soy capaz de oír un tenue y casi imperceptible; -No. -su timbre de voz es arrastrado y grave, distingo una cierta desesperación oculta en su petición mientras intenta a toda costa mantenerse despierto.
Joder...
¿Por qué su voz se me hace tan familiar?
Sin embargo, no puedo ponerme a debatir en este fatídico minuto, pues él está en peligro y no debe interesarme porqué le preocupa más el hecho de que estoy comunicándome con el hospital para ayudarlo que el que su vida corra peligro.
Lo ignoro, pero con las casi inexistentes fuerzas que le quedan procede a elevar su brazo, y en un seco y rápido movimiento logra botarme el teléfono directo al frío concreto, sorprendiéndome hasta la médula por su accionar repentino. Vuelve a quejarse entre dientes, empuñando los párpados y gimoteando poco después.
—No. —demanda.
¿Pero qué mierda... ?
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