Ocho
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Había llorado, había orado para que el pecado se saliera de mí. Quería volver a ser el mismo Miguel blanco, pálido, sin una gota de color... Pero no podía.
Mi abuela, Miranda, no sabía cómo hacerme entender que lo que hacía estaba mal. No sabía cómo explicarme que no quería que me convirtiera en mi mamá y me alejara de todos por algo que nunca pasaría ni en mis más remotos sueños.
No soy Romina, ella no es como mi Daniel... Astrid no es... mía. Astrid no es...
—¿Te encuentras bien? —me preguntó Sofía, agarrándome con suavidad el brazo.
Al parecer me encuentro evasivo con todos hoy. Mi madre quiere hablar conmigo, y en realidad no sé si pueda hablar con ella después de que supe que Daniel le triplicaba la edad, y que ahora, yo me veo envuelto en una situación similar que la de ella cuando tenía mi edad...
¿Por qué me has contagiado madre? ¿Por qué me enfermaste sabiendo que no hay cura para esto?
—Sí, me encuentro bien, ¿por qué me lo preguntas?
—Bueno, David te ha notado algo raro desde la mañana —rodé los ojos al escuchar semejante verdad—, y me hizo que te preguntara si estás bien. La verdad es que no quería hacerlo, para no empezarte a atosigar tanto... Sé que quieres tu espacio, así que trato de respetarlo.
Mi pequeña Sofía, siempre tan indecisa, cautivante e insegura... ¡Ay Sofía! Si tan solo supieras que tu cabello ya no brilla como el sol, que tus ojos pasaron de ser dos lindas almendras a ser dos granos de café sin vida...
—... ¿Miguel?
—¿Qué pasa? —pregunté, volviendo a la absorta realidad—. ¿Te encuentras bien?
—Sí —soltó una ligera carcajada—. Es solo que... No sé si tu madre te lo recordó... —la miré, con una ceja encarnada— Sobre que le harán una pequeña celebración a tu primo en cuanto termine su caso, y me preguntaba si...
—¿Si estás todavía invitada? ¡Seguro! ¿No acaso volvimos a retomar nuestra relación? —la tomé de la mano, y me di cuenta que ya me había acostumbrado a tocar otras manos que no eran las de Sofía—. Pero dudo que eso me quisieras decir.
—Bueno si decías que seguía invitada, te iba a pedir de favor si me acompañabas a comprar un vestido para esa noche.
—¿Un vestido? No va a ser tan formal, ¿sabes? Será en mi casa, sólo mi tía y mi abuelo vendrán... pero...
—Por favor, quiero verme linda esa noche... Para ti.
Tenía que hablar con mi madre, no podía seguir así. No podía seguir relacionando todas las cosas con Astrid, imaginándome sus ojos viéndome con esa mirada especial, o haciendo más bocetos de ella. Mi cuarto estaba atiborrado de su rostro por doquier. Y si alguien sabía la forma en la que olvidaría a Astrid de una vez por todas, esa sería Romina.
Estaba ansioso, me carcomían los nervios por llegar a casa y escuchar que puedo ser salvado. Quería ser salvado.
Las clases pasaron demasiado rápido, y en las últimas más, cuando no ponía demasiada atención por ver a Sofía sentada al frente. Trataba de convencerme de que yo no caería en el pecado que ha venido con la herencia genética de mi madre, intentaba recordarme una y otra vez que yo no era Romina en hombre, que yo no sería como mi madre a su edad, que yo seguiría mi camino pulcramente blanco. Me sentía ansioso, justo como el color naranja, y crispado como el color rojo...
Hoy no iría con Charlie, podría arreglárselas sin mi ayuda. Podría estar más tiempo con su novia, (a la cual deseo como nunca), y terminar con todo este embrollo en el que me metió. Tan solo pensar en Charlie me hacía enojarme como nunca antes, la chispa color amarillo que corroía mi cuerpo se transformaba en una flama extensa de color rojo, que podía ser sosegada con el azul de Astrid.
Mi padre me esperó para llevarme a casa. A lo que él decía, me veía impaciente, y ajeno a todo lo que me rodeaba. Incluso empezó a darme un monólogo para que dejara de ser tan patán con Sofía, la cual me quería mucho, y me enfocara en mi relación con ella y no la dejara por alguien más.
¿Alguien me puede decir cómo no me puedo impregnar de todo este pecado, cuando mi padre dejó a su prometida por mi madre; Y mi madre se enamoró como una loca empedernida por alguien mucho mayor que ella?
¿Acaso simplemente es el destino dictándome que yo SERÉ como ellos? ¡Cómo no querían que fuera un revoltijo de emociones, colores e ideas en ese momento! ¡CÓMO NO ME HE DADO CUENTA! Todos los errores de los cuales mis padres se arrepienten y se avergüenzan, ahora los viven con su propio hijo, el cual está condenado a irse al Infierno por seguir con la tradición de lo gris, turbio e inmoral en la familia. ¡Pero que torpe soy! Nunca podré escapar de algo que estoy destinado a ser...
—¡Mamá! ¡Mamá! —entré a la casa, como un loco, gritando por todas partes—. ¡Necesito hablar contigo ahora!
—En la cocina... —se escuchó con voz cantarina.
Corrí hasta allá, pero antes de llegar empecé a hablar:
— ¡Necesitamos hablar es sobre mi..! —no dije nada más. Me quedé más frío que el color azul en invierno—. ¿Qué hacen ellos aquí?
—Tu mamá nos ha invitado a comer el día de hoy —contestó Charlie, sonriendo victorioso de algo que ni yo sabía había ganado—. Al parecer se dio cuenta que comemos cualquier cosa que esté al alcance y no le pareció saludable. Espero no tengas algún inconveniente, primito...
La voz de Charlie era diferente, con un tono retador, esperando a que yo le siguiera el juego. O como si se hubiera enterado de que me gustaba su novia, la cual estaba a su lado, muy sonriente, con esas pecas jugando en sus mejillas y haciéndola lucir sumamente atractiva.
—También he invitado a Sofía —comentó mi mamá, tratando de quitar esa tensión entre nosotros— para que no te sientas incómodo al verlos a ellos tan melosos...
Con una mirada hice que mi mamá saliera de la habitación. ¡Pero cómo te atreves Romina! Fuimos a la sala, en lo que mi padre bajaba y les hacía compañía a los dos tortolos en el comedor.
—¿¡Por qué la trajiste!? ¿No te das cuenta que estoy sufriendo un ataque de celos en estos momentos?
—Lo hice para que veas que Astrid —bajo demasiado el volumen de voz— le es fiel al amor que siente por tu primo. ¡Para que reacciones, mi pequeño, de que ella nunca podrá decirte te quiero!
—¡Ah claro..! Y es que ves que no puedo sacármela de la cabeza, y la traes como prueba de lo fuerte que soy... —carraspeé—. Dime mamá... ¿Cómo es que permanecías tan tranquila cuando veías a tu propia madre coquetearle al hombre que te gustaba?
—Para eso tenía una forma de tenerlo conmigo siempre —bajó la mirada, y tragó saliva con fuerza—. Yo escogí plasmarlo por siempre como un recuerdo de lo inmoral que alguien puede ser, en una fotografía. Era fanática de las fotos, y quería mantenerlo como un secreto de uno, en el que nadie podría verlas, porque sabían que eran mi adoración...
Llegó Sofía, y empezamos la hora de la comida, con una amena plática, en la cual yo dejaba de escuchar en cuanto volteaba y me encontraba con el perfecto rostro de mi más grande secreto, de una fotografía que nunca podría ser mostrada...
—... ¿Cuándo irán?
Sofía me soltó un codazo por debajo de la mesa para que nadie la viera. Desperté de mis infinitas ganas de cambiarle el asiento a mi engreído primo Charlie.
—¿De qué hablamos? —pregunté, mirando de nuevo a Astrid.
Soy blanco, no soy gris. No soy mi madre. No puedo cometer los mismos errores que mi madre.
—Sofi nos dijo que irán al centro comercial —me contestó Astrid—. Bueno... Ella irá a comprarse algo para la cena que tendremos cuando ganemos el caso —le acarició con suavidad el brazo a Charlie, y de pronto vi que me sonreía, con un gesto que incluso yo desconocía, pero parecía querer que viera su gesto hacia mi primo—. Y ya que Charlie ha dicho que no tiene el tiempo suficiente para acompañarme, Sofi —de nuevo había dicho el diminutivo del nombre de mi novia, y se oía bien— ofreció que podríamos ir ambas de compras, así que si no quieres venir estará bien.
—¡Con gusto! Nada será mejor que acompañarlas a ambas —rodeé con mi brazo el cuerpo de Sofía, besé su mejilla y esperé ver qué hacía Astrid; La cual, solo abrió demasiado los ojos, y bebió un largo trago de agua para disimular cuan rojas estaban sus mejillas en esos momentos.
Acabó la cena, y al irnos a despedir Charlie me llevó delante de todos, dejando muy por atrás a los demás.
—¿Qué quieres Carlos?
Charlie volteó, y con sus ojos marrones observó que nadie estuviera tan cerca como para escucharlo. Fingió darme una palmada suavemente en la espalda, sonrió y sin hacer contacto visual, dado a que no quería que lo descubrieran dijo:
—¡Aléjate de Astrid lo más posible! Ella es mi novia, y dudo que mete haga caso. Así que te lo advierto de una vez Miguel... Si no quieres amanecer con costillas rotas será mejor que dejes en paz a mi chica.
No le tomé importancia a la advertencia que Charlie, mi primo, me había hecho. Ahora tenía mejores cosas en las que pensar, cómo en qué hacer para que Sofía no fuera de compras con Astrid, o que ambas no se relacionaran más.
Sin darme cuenta ya estaba enredado en un triángulo amoroso peor del que había imaginado nunca. Iba a salir con la mujer que me traía loco, y con una muchacha que ya no sabía si en verdad amaba.
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¡Capítulo 9 de DEEP COLORS! Dios mío... nunca pensé que tan pronto acabara la secuela de COLORS.
¿Cómo creen que termine todo esto? ¿A quién shippean más?
#TeamMastrid o #TeamMofía
Están rarrritos los nombres de shippeo, así que si tienen algunos serán bienvenidos.
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