Un dia desperté pensando en ella, fue algo inusual, ya había sentido esa emoción esa pequeña arritmia cardíaca que te hace saber sobre ese sentimiento exquisito que caracteriza la atracción, y si, ese día desperté y de pronto la vi más hermosa de lo normal y pensaba en su sonrisa y su mirar, ya no la miraba igual.

Y entonces pasaban las horas de aquel día y no entendía ¿porque? Por que esa necesidad tan abrumadora de escuchar su voz, de escucharla un instante reír, pues empecé a notar que su voz me resultaba la melodía más hermosa.

¿Será que me enamoré?  Pero no, no puede ser es que a ella no debo mirarle como mujer, o si tal vez no lo sé...  Pero desde aquella vez, cada que la veo, siento que muero y al tiempo vuelvo a la vida, una nueva vida, y esa sombra que en mi habita cuando estoy cerca de ella se ilumina.

Y si dichosos mis ojos que le han visto, sonreír y contemplar su mirada, tan llena de todo eso que me falta, fascinante ilusión de la cual temo debo desistir.

Es tan ilógico estar al lado ella y extrañar le, escucharle hablar de sus sentimientos y respirar profundamente por lo que de seguro no va ha ser.

No soy amante a la tortura pero vale la pena si lo que es mi tortura me permite pasar 5 minutos disfrutando de ella secretamente en silencio desearle y sentirme en el cielo por un instante.

Estar al ladito de ella es volver a encontrarle y recordar las mil y una ocasiones que intente buscarle sin encontrarle y pensarle simplemente pensarle.

Igual ya le agarre amor a la soledad incrustada en mi, y al final no importa por que las dos juntas no podrían convivir.