Siempre he pensado que la vida es como una caja de chocolates. Nunca sabes qué sabor te tocará pero depende de ti si decides adaptarte al sabor y disfrutarlo...u odiarlo y lamentarte por siempre de tu suerte o tu destino. Como lo quieras ver.

Sin vida. 

Es como describo mi cabello en este preciso momento mientras lo trenzo.

El suave toque que se siente, el roce, me hace recordar todo por lo que he tenido que pasar.

Miro al suelo y está obscuro debido a la prometedora fría noche que se asoma. Miro al frente y sé que en la otra habitación está mi mamá, aquella persona que conmigo, ha tratado de sobrellevar todo esto.

Regreso mi rostro a la ventana, logro sentir aquel aire fresco chocar contra mi rostro, reconfortándome en mis propios pensamientos de que, algún día, estaré sintiendo aquella brisa que tanto anhelo, respirando aquel aire lleno de vida y mirando aquel mar que llenará mi alma de gozo al saber que, por primera vez en mi vida, soy feliz, libre y yo misma.

Recuerdo el cambio que todos los medicamentos, las hospitalizaciones, las recaídas han hecho en mí, ¿es que acaso el sufrimiento seguirá?, ¿habrá algún momento en el que por fin termine todo esto?.

Tu enfermedad lamentablemente es incurable.

Y desde esa fecha...desde esas palabras...el sentido de la vida para mí dejó de existir.