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CAPÍTULO 47

Los meses pasaron, cada vez se acercaba más la fecha para ir a aquel concierto y no podría estar más que emocionada.

—Gian, hace poco hablé con tu mamá. Me dijo que se acerca tu cumpleaños—dije acariciando su cabello mientras estaba recostado sobre mi pecho.

—Ya tengo planes para ese día.

—¿Ah sí?, ¿cuáles?.

—Tendremos la cita perfecta.

Desconcertada lo miré, él me sonrió.

—Iremos al concierto de los Rolling Stones, ¿lo recuerdas?.

—¿Qué?, ¿tu cumpleaños es ese día?.

Gian rió.

—Es chistoso que seamos novios y no sepas el día de mi cumpleaños. A una parte de mi le dolió.

—Lo siento, Gian. Soy pésima para las fechas y tienes razón. Nunca te pregunté—mi rostro demostraba cuán apenada me sentía con él.

Se levantó, pasó un abrazo a través de mis hombros y besó mi frente.

—Mientras no te olvides de mí, lo demás no me importa.

Luego de la plática con mi padre acerca de que Gian y yo éramos novios, tuve que hacerlo con mi madre y mi familia. Ellos lo aceptaron gustosamente y para mi cumpleaños esperaban que fuera conmigo.

Y hablando de familias, este fin de semana me invitó la suya a un pequeño viaje al pueblo mágico de Valladolid. Sin duda alguna, un lugar maravilloso.

En un principio mi padre dudó en dejarme ir, puesto todas las precauciones que debo llevar, pero un ángel llamado Aldair lo convenció.

—Bien...¿Estás lista?—preguntó Gian mientras ajustaba bien la correa a mi cintura para no caerme.

—Sigo creyendo que esto es una pésima idea, Gian.

Se le había ocurrido aventarnos por tirolesa por encima de un pequeño cenote.

¿El error?, haber aceptado sabiendo que no puedo recibir impresiones fuertes desde el preinfarto.

—¡Agárrate bien, preciosa!.

Y temblando, apreté con todas mis fuerzas la cuerda. Cerré los ojos en cuanto sentí el aire pegar en mi rostro.

—¡Abre los ojos!, ¡observa este bello lugar!—gritaba Gian a través del aire.

Lentamente lo hice y poco a poco fui perdiendo el miedo. La vista era increíble. El cenote, con su agua tan clara, te hipnotizaba, el aire chocando contra tu cara era tranquilizante. Sonreí al girar mi rostro y ver cómo Gian ponía cara de niño emocionado al ver tan hermoso lugar. La luz del sol reflejaba su perfecto y simétrico perfil, dejándome ver toda aquella perfección que aquel chico representaba.

El tramo duró poco tiempo y cuando pisamos tierra, me ayudó a quitarme todo.

—¿Qué tal estuvo?—preguntó mientras me sonreía.

—No quería subir en un principio por lo del corazón, pero luego...

—¡Mierda!, ¡se me olvidó completamente!, ¡¿por qué no me acordaste?!, ¡te pudo haber pasado algo y yo!...

—¡Hey!, pero no pasó y a mi también se me olvidó completamente...todo está bien, ¿sí?.

—No me perdonaría si algo te pasara—me abraza.

—Nada me pasará.

El resto del día pasamos haciendo más actividades con el resto de su familia.

Su padre y su madre cantaron, algo increíble, sus voces eran como las de ángeles comparadas con las de Gian y Alexis.

Éste último se comportó muy amable conmigo, por supuesto, no faltó que dejara de molestar al pobre de Gian.

Mi padre me marcaba a cada rato para preguntar por mi, al igual que Aldair. Simplemente les respondía que no podía estar mejor.

Me sentía muy bien, sorprendentemente no había sentido nada de dolor.

La tarde llegaba, nos quedaríamos a dormir en una cabaña a las afueras del pueblo pero lo suficientemente cerca para poder ir al centro rápidamente.

—Aleeza...

Sentí cómo las manos de Gian se posaban en mi cintura mientras me susurraba.

—Ven, acompáñame.

Tomando su mano lo seguí.

Llegamos a una pequeña cabaña, la cual estaba sorprendentemente muy bien adornada, con luces ténues hermosas, pétalos de rosas dispersos en todos lados.

—Gian...¿Qué es todo es...?

Cuango giré a verlo Gian caminaba hacia mí con una gran sonrisa. Atrás de él habían varias personas con instrumentos quienes empezaron a entonar una de mis canciones favoritas.

As the world falls down.

Hay un amor tan triste
En lo profundo de tus ojos
Una especie de joya pálida
Abierto y cerrado dentro de tus ojos Colocaré el cielo
Dentro de tus ojos

—Una de las ventajas que tuve de leer tu diario, fue saber que siempre has querido bailar también esta canción con una persona especial—me tomó de la cintura mientras yo pasaba mis manos atrás de su cuello—Espero serlo.

Hay un corazón tan tonto
Latiendo tan rápido
En busca de nuevos sueños
Un amor que perdurará
Dentro de tu corazón
Colocaré la luna
Dentro de tu corazón
Mientras el dolor atraviesa
No tiene sentido para ti
Cada emoción se ha ido

La voz de Gian hacía vibrar todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Hacía que mi alma se sintiera en paz, en tranquilidad.

No fue muy divertido en absoluto Pero estaré ahí para ti
Mientras el mundo se derrumba
Que cae
Cayendo Enamorarse
Te pintaré mañanas de oro
Te haré girar las tardes de San Valentín

Nuestros cuerpos se movían al son de aquella hermosa melodía. Mis ojos, mi ser, se perdieron en aquellos cafés, en aquel ser que llenaba de luz mi existir.

Aunque somos extraños hasta ahora Estamos eligiendo el camino
Entre las estrellas
Dejare mi amor
Entre las estrellas
Mientras el dolor atraviesa
No tiene sentido para ti
Cada emoción se ha ido
No fue muy divertido en absoluto Pero estaré ahí para ti...

Con una sonrisa en mi rostro y mis ojos cristalizados, le contesté:

—Eres la persona por la que esperé toda mi vida.

Nuestros labios se conectaron de una manera suave y tierna, terminando aquel momento único, uno que nunca sería borrado de nuestra historia.

Se apartó y con una gran sonrisa se arrodilló en frente mi, del bolsillo de su pantalón sacó una pequeña caja y la abrió en frente de mi. Las lágrimas no tardaron en salir, no podía creer lo que veía.

—Sé que somos muy jóvenes. Nos falta terminar nuestros estudios y muchas cosas más. Sin embargo, sé que quiero pasar el resto de mi vida contigo—hizo una pausa y prosiguió—quiero regalarte este anillo como representación del pleno compromiso que a partir de hoy tengo contigo. De esta manera te prometo que únicamente seré tuyo, por toda la vida. Y espero que tú, Aleeza Luján, me aceptes de la misma forma.

Tomó mi mano y puso aquel pequeño pero hermoso anillo. Se levantó y juntó nuestras frentes.

—Te amo, Gian. En verdad lo hago.

—Vivo por ti, Aleeza. Y siempre lo haré.

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