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CAPÍTULO 39

<<Aleeza>>

Me siento débil, mi cuerpo no da para más.

Escucho muy a lo lejos la voz del profesor dando las indicaciones que debemos hacer. Estamos en clase de educación física y he pedido poder sentarme en las gradas. El sol me quema al rojo vivo la piel, sé que es malo para mí pero no tengo ni la más mínima intención de moverme, no tengo la fuerza.

—Muévete de ahí, Aleeza. No puedes estar en sol—Edwin se acerca a mí al tiempo que toma grandes tragos de agua y regula su respiración.

—No quiero—mis ojos siguen cerrados y mi brazo los cubre de la luz.

Siento cómo sus brazos me toman y me cargan llevándome a un lugar con más sombra. Quiero intentar safarme pero es inútil.

—Está bien que te sientas deprimida, pero no permitiré que por eso después te estés muriendo. Al menos espérate a después de la presentación. Necesito mis puntos extras—reí ante su comentario y me incorporé para observar la clase.

A lo lejos pude observar el grupo de los físico-matemáticos, Pame estaba junto a un grupo de varias chicas haciendo, lo que creo yo, eran planos. Desvié mi mirada y choqué con la de él. Muy a lo lejos se encontraba Gian, observándose finjamente, ninguno apartaba la mirada hasta que un cuerpo esquelético con larga melena nos interrumpió interponiéndose. Gian no la alejó, ni siquiera hizo un gesto de desagrado como en otras ocasiones.

La copia barata de Barbie se giró a verme y me recorrió con la vista a la vez que hacía una sonrisa de suficiencia de lado, lo tomó de la mano y se perdieron entre sus demás compañeros.

Regresé mi vista al frente, mi pecho me dolía y no me refería sólo a lo emocional, si no también a lo físico. Tenía que descansar o pronto me vería en una situación que tanto trato de evitar.

Terminó el día y ocurrió lo mismo que los días anteriores: un día aburrido.

Al día siguiente, jueves, Edwin y yo nos dedicamos todo el día a practicar para nuestra presentación. Pese a que era algo fácil, para mí fue lo más pesado, mi cuerpo se sentía sumamente débil, mi respiración era más pesada y por más que intentara el cansancio me vencía.

—¿Todo bien, señorita Luján?—preguntó el profesor al ver que era la quinta vez que me sentaba a medio discurso.

—Sí eh...estoy casanda únicamente.

—Nos han informado muy bien sobre su estado de salud. Si por el momento se siente indispuesta para continuar, puede retirarse a casa.

—No, estoy bien. Solo...

—Aleez, ve a descansar, no te miras bien. Estás muy pálida y necesitas hacerlo para estar bien mañana.

—Con cuerdo con su compañero, señorita. Necesita descansar, vaya a casa.

Haciendo caso al profesor y a mi amigo, decidí marcarle a Alda para que me llevara a casa. Llegó muy rápido para mi sorpresa, todo el camino fue cuestionándome e intentando convencerme de ir al doctor. Sin embargo, al final gané yo haciéndole saber que lo único que necesitaba era descansar.

Llegamos a casa y fui a mi habitación, boté todo y me olvidé del mundo por un instante, con el dolor pisando cada parte de mi cuerpo me sumergí en un sueño profundo.

<<Aleeza>>

—¿Y qué haremos hoy, Gi?—Megan masticaba un chicle mientras jugaba con un mechón de su cabello sobre mis piernas.

Era una posición sumamente incómoda.

—Nada, iré a mi casa—solté secamente.

—¿Ocurre algo?—preguntó enfocando su atención en mí.

—Nada—respondí de igual forma que la anterior. Ella seguía observándose mientras yo lo hacía con mi celular. Rápidamente me lo arrebató de las manos. No tenía la menor intención de pelear, así que la ignoré.

Sacó el suyo y escuché cómo me llegaba un mensaje. Ella se había enviado algo. Siguió tecleando en el mío y finalmente me lo entregó con una sonrisa.

Ignorando lo que había hecho guardé mi celular.

Pasaron las horas y consigo las clases. Al final del día, como era mi costumbre, puse toda mi atención en la salida esperando a ver aquella larga melena castaña. Sin embargo, no estaba.

Revisé la hora de mi celular, era temprano y siempre tardaban en llegar por ella.

A lo lejos observé cómo Aldair esperaba a alguien en la salida, para mi sorpresa era Pamela. Esperé pero en ningún momento llegó Aleeza. Los nervios me invadieron pero decidí finalmente acercarme.

—Eh...hola—hablé tratando de no demostrar el nerviosismo que me invadía.

—Hola, Gian—ambos me saludaron a lo que yo jugaba con mis manos.

—¿Y Aleeza?—solté de pronto.

—La llevé a casa.

—¿Por qué?.

—No se sentía bien—ante esta respuesta me limité a agradecerles e irme de ahí.

Aleeza nunca se iba de la escuela, por más mal que se sintiera. A menos que realmente estuviera mal, como aquella vez. Saqué mi celular, iba a marcarle, a saber de ella, ¡a la mierda mi maldito orgullo!, necesitaba saber que estuviera bien.

Justo en el momento que iba a teclear su nombre para hacer la llamada, un mensaje me llegó.

Uff, hermanito. Sí que la has pasado bien en aquella fiesta.
Alexis 3:27 pm.

¿De qué hablas?
Gian 3:29 pm.

¿De qué más, idiota?. De la foto que has subido a tu estado.
Alexis 3:33 pm.

Confuso, me dirigí a los estados.

Mi estómago se revolvió al ver la foto que aparecía ahí.

Megan y yo estábamos besándonos, fue aquella noche en la que Aleeza me había obligado a ir prácticamente, cuando las cosas aún marchaban bien.

Varios contactos míos ya la habían visto, mi corazón comenzó a acelerarse en cuanto pensé en una sola persona.

Aleeza.

Revisé rápidamente y efectivamente, ya había visto aquel estado.

Ahora entendía lo que había hecho Megan hace un rato con mi celular. Me maldecí por dentro al ser tan estúpido por no revisar en el momento, ahora Aleeza pensaría lo peor de mí.

Rápidamente borré aquel estado y me senté en la cera de la calle.

Nada iba bien, ¿acaso podía empeorar?.

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