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CAPÍTULO 32

<<Gian>>

Aleeza se estaba comportando raro, desde el lunes.

Primero, no me invitó a pasar a su casa como solía hacerlo siempre.

Claro, no es que tenga que hacerlo siempre, pero me tomó por sorpresa.

No quiso que fuera a verla a su casa...dijo que estaba muy atrasada con su proyecto y...esa voz.

Me había mentido con que era Aldair, ¿por qué?. Y si realmente era Dante, ¿por qué querer ocultarlo?.

Quizá sólo estaba jugando.

¿Y si ya no quería tenerme cerca?, ¿y si huelo mal?.

Sin pensarlo alcé mi brazo y olí mi axila.

No, no olía mal. ¿O será que ya estoy acostumbrado a mi hedor?.

Basta de ser tan paranoico.

Tomo mi celular y le marco por videollamada a Edwin.

—¡Giiii!, ¡hola babyyyyy!—contesta tratando de imitar la voz chillona de Megan.

—Imbécil—le respondo mientras me río.

—¿Qué tal todo, mi don Juan?

—Más o menos.

—¿Qué ocurre?.

¿Podía confiar en Edwin?, quizá el podría ayudarme a saber qué ocurría con Aleeza, él estaba más tiempo con ella en la faculta. Aunque...si le contaba a Aleeza, podría creer que estoy desesperado por estar con ella...

—¿Cómo vas con tu proyecto?—pregunto haciendo caso omiso a su pregunta e intentado obtener información.

Hasta donde sabía, él y Aleeza trabajaban juntos en el proyecto.

—Bien, de hecho, hasta ahorita somos los mejores y más adelantados. En dos semanas se presenta, el viernes nos dirán los representantes.

—¿Osea que tú y Aleeza no están saturados de trabajo?.

—¡Para nada!, esa mujer es muy rápida en todo lo que hace...no te conviene, seguramente es igual en la cama.

Ruedo los ojos ante su comentario y río.

—¿Seguro que estás bien?.

—Eh sí, ¿por qué?.

—¿Por qué me preguntas por eso?, te ves...no sé, alterado.

—¿Qué?, ¡no!, yo...quería saber para poder ayudar a Aleeza si es que lo necesita.

—¿Y por qué no le preguntaste directamente?.

—Ella...está ocupada. Y me da pena.

Edwin me mira entre cerrando los ojos por un largo rato, como si a través de la pantalla estuviera analizándome.

—Te gusta, ¿no es así?.

—¿Qué?—pregunto sacudiéndome y prestándole atención.

—¡Por Dios, Gian!, cualquiera sería un estúpido si no se da cuenta que babeas por esa neurótica.

—No le digas así.

—¿Ves?, la defiendes.

—Eso no prueba nada.

—Claro que sí, y mucho.

—¡Que no!.

—Gian, contéstame algo. Y quiero que seas lo más sincero que puedas.

Su semblante es serio y el mío también. Luego de un pequeño silencio finalmente pregunta.

—¿Se te para cuando piensas en ella?—su rostro demostraba tanta seriedad que con esa pregunta tan estúpida me hizo estallar en carcajadas.

—¿Es en serio?—digo entre risas.

—Muy en serio. Él, es el principal en saber quién es la indicada.

—Estás muy idiota.

—Aún no respondes—me mira con una sonrisa burlona.

Mi semblante cambió a uno de sorpresa. Realmente nunca había puesto atención en ello.

La recordé aquella vez que fuimos al muelle, con aquel vestido corto de girasoles. Recordé las veces en que, a lo lejos, la veía con sus shorts para educación física aunque no hiciera nada.

Su mirada, sus ojos, su forma tan sexy de hacer muecas cuando se concentraba en hacer algo.

Ella, simplemente ella...

¡Diablos, señorita!.

Salgo de mis pensamientos y lo miro aturdido.

—Excelente, eso me lo confirma—se ríe.

—Da igual—ruedo los ojos—ella simplemente me ve como su mejor amigo, no llegaremos a más.

—Eres un imbécil—rueda los ojos—es más que obvio que también le gustas. ¿No te diste cuenta de su enojo al ver cómo se te acercaba Megan?, ¿el cómo la provocó con comentarios de ti para hacerla enfadar?, ¿acaso no ves cómo te mira?.

—Pero...

—Tienes que ser muy estúpido para no darte cuenta. Me sorprende que estés estudiando arquitectura.

—¿Entonces por qué me dijo mejor amigo?

—¿No es obvio?—deja caer un gran suspiro—a veces me da vergüenza saber que me cuelga lo mismo que a ti. Sólo que a ti te hace falta ponerlos en acción.

Lo miro irritado.

—Obviamente Aleeza no te dirá de la noche a la mañana: te amo Gian, hazme tuya vaquero. No. Tú tienes que dar el paso, tienes que decírselo.

—Se lo dije.

—¿Cómo se lo dijiste?.

—Que me dejara entrar a su corazón.

—¡Aghhh!—rueda nuevamente los ojos— ¡Díselo directo!, ¿qué es esa mierda de déjame entrar a tu corazón?. No te pases, ridículo.

—¿Y cómo hago eso?, también, ¿podrías dejar de insultarme por al menos...¡¿CINCO MINUTOS?!.

—No lo dejaré de hacer hasta que no dejes de serlo. Simplemente ve, ponte en frente de ella y dile: Aleeza Luján, estoy enamorado de ti. Quiero platicar contigo siempre, saber de tu día, qué comiste; discutir todas tus teorías aunque estén equivocadas. Más que entrar en tu corazón, quiero entrar entre tus...

—¡Basta!, ¡ya entendí!—el río. Y luego me miró serio.

—En serio hazlo, o sino, alguien más listo y atrevido que tú, te la robará. Y no estás como para perder chicas, ¿acaso no te has visto?, tus padres no te hicieron con amor, amigo.

Ruedo los ojos y cambio de conversación. Sin embargo, tengo presente su consejo.

Edwin tenía razón, tenía que decírselo ya a Aleeza, tenía que arriesgarme. No podía perderla.

—Entonces es de ahí de donde se saca la vainilla.

—¿Me estás diciendo que uno de los sabores más exquisitos viene del trasero de los castores—pregunta Pamela con una cara totalmente asqueada.

—Efectivamente.

—¿En dónde diablos leíste eso, Edwin?—pregunto con el ceño fruncido.

—Facebook.

—A veces eres tan...

El sonido en su celular, interrumpió sus palabras. Ella hizo una mueca de sorpresa al verlo y rápidamente se alejó indicándonos que tenía que contestar.

—¿No la han notado un poco extraña?—pregunta Pamela.

—¿Verdad que sí?. No me ha dejado ir a su casa—le respondo mientras sigo con la mirada puesta en Aleeza.

—Sí, ni él a mí...

—¿Quién?—pregunta Edwin y los dos la volteamos a ver.

—¿Qué?, nada. No dije nada.

—Dijiste él, ¿a quién te refieres?.

—Pfff, a veces digo cosas sin coherencia—dice despreocupada—no me hagan caso.

Estaba a punto de hablar cuando Aleeza regresó.

—Disculpen, era una llamada importante.

Continuamos la plática. Tocaron el timbre y teníamos que volver. Antes de comenzar su camino, me dirigí a ella.

—Aleez, estaba pensando en que saliendo de la escuela, podría llevarte a tu casa y de ahí...no sé, ir a mostrarte lo que...

—Lo siento, Gian. No puedo.

—¿Por qué?.

—Ya te he dicho, el proyecto. Estamos muy...

—Adelantados.

—¿Qué?.

—Sí, Edwin está contigo en ese proyecto y él está muy despreocupado. Por ende, van muy bien.

—Es porque me ha dejado todo el trabajo a mí.

Está mintiendo. Está nerviosa.

¿Qué ocurre?.

El enojo e incertidumbre comienza a apoderarse de mi, pero trato de controlarlo.

—Quizá sea eso—digo finalmente derrotado soltando un suspiro.

Ella me mira un poco triste. Se acerca a mi y toma mi mejilla con una de sus manos y me sonríe levemente.

—Yo también te quiero, no lo olvides—luego de eso me dio un beso en la mejilla y se fue.

Aleeza había dicho que me quería.

El día llegó a su fin, estaba aguardando a Aleeza en la salida como siempre lo había hecho.

Si no podía llevarla a casa, al menos me despediría.

A lo lejos la visualicé, venía caminando sumamente rápido, como si la estuvieran persiguiendo.

—Hey, wowow, tranquila, ¿ocurre algo?—pregunto preocupado por su comportamiento.

Ella me mira sorprendida, luego hacia la puerta y nuevamente a mí.

Frunciendo el ceño volteo a ver hacia donde ella lo hizo pero me lo impide al regresar mi rostro con su mano.

—Es que, si no me apuro, llegaré tarde por mis hermanos. Te hablo más tarde, ¿sí?.

—Eh...sí—ni bien termino la palabra y ella retoma su carrera a la puerta.

Me quedo observando hasta que se pierde. A paso rápido me acerco a la puerta y me asomo.

En la esquina veo como gira y se pierde.

Sin embargo, no iba sola.

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