CAPÍTULO 30
<<Aleeza>>
Me obligo a despertar cuando mi móvil suena indicándome que debo empezar a prepararme para ir a clases.
¡Mierda!
Se nos había olvidado que papá no estaba y no iba a poder llevarnos.
—¡Alda!, ¡Alda!, ¡despierta!, ¡se nos hará tarde!.
—Cinco minutos más...
–¡NO!—le aviento una almohada—¡Son las 6:30!.
—¡¿QUÉ?!, ¡¿por qué no me hablaste antes?!.
—¡Sólo apúrate!.
—Bien, me baño rápido y...
—¡No hay tiempo!—digo mientras hago brincos tratando de ponerme los calcetines—¡vámonos ya!.
Rápidamente salimos de la habitación, no nos daría tiempo ni de hacer el desayuno. Sin embargo, algo nos robó el total asombro.
En la mesa, ya se encontraban Ximena, Natalia y Ulises muy bien aseados y desayunando. Aldair y yo nos miramos confundidos.
—Pero como...
—¡Hey!, ¡hola!—soy interrumpida por una voz que proviene de la cocina.
A continuación, sale de ahí Dave sostienendo un par de emparedados.
—Ellos se despertaron muy temprano—continuó mientras nos observaba—también me desperté y me dijeron que los estaban esperando porque ustedes los irían a dejar ya que sus padres no están. Y bueno...al ver que no salían, me tomé la libertad de prepararles el almuerzo antes de irse.
Mi cara de asombro no podía ser más que obvia.
—¡Están muy buenos!—dijo Ulises.
—Pueden mejorar—dijo Ximena encogiéndose de hombros sin importancia.
—Eh...supongo que gracias, es muy lindo de tu parte—le digo mientras le paso su emparedado a Aldair y yo tomo el mío.
—Tenemos que irnos ya. O llegaremos tarde—habla esta vez Aldair.
—¡Cierto!, agarren sus cosas y súbanse a la camioneta.
Rápidamente todos lo hicimos. Aldair ya estaba montado junto con los demás.
Antes de salir me volví hacia Dave.
—Tenemos que...
—Sí, sí, yo entiendo. Debes ir a la universidad.
—Tú...puedes quedarte, y bueno, ahí está la cocina para lo que se te ofrezca y puedes marcarme en caso de que...
—No te preocupes por mí, ¿sí?. Estaré bien—dice mientras se acerca a mí.
Está sumamente cerca de mi, puedo sentir su aliento chocando contra el mío. Puedo ver muy de cerca sus ojos.
Si antes me había hecho perder la razón, esta vez, teniéndolos tan cerca me dejaba totalmente paralizada.
Miles de recuerdos regresan a mí. Esa mirada tan profunda, la cual, pedía cada noche que me mirara. Y por fin, estaba sucediendo.
—¡Hey, Aleeza!, ¡¿Qué haces?!, ¡apúrate!—escucho como suena el claxon con desesperación.
—Debo irme.
Le digo saliendo de mi aturdimiento.
—¿Llevas todas tus medicinas?—me pregunta.
Lo miro todavía atónita.
—Sí, de hecho, ya me la voy a tomar. Nos vemos luego—sin más qué decir salgo de ahí y subo al asiento del copiloto de la camioneta.
Y durante todo el trayecto me sumo en mis pensamientos.
—¿Entonces tendrás casa sola todo un mes?—me pregunta Edwin mientras le da un mordisco a su manzana.
—Eso parece—digo encogiéndome de brazos.
—¡Hagamos una fieeesta!.
—Basta de fiestas, Edwin—dice Gian riendo.
—No sé de qué te quejas, Gian. Tú te la pasaste super bien, ¡te quedaste la noche con Megan!. Menudo suertudo—a la mención de ello una ligera incomodidad se acentuó en mí.
¿Por qué Gian se había quedado toda la noche con ella?, ¿no que le caía mal?, al menos, eso parecía. ¿Será que fue por eso que no me llamó?.
Lo miré con el ceño fruncido un poco divertida, fingiendo la ráfaga de celos que comenzaba a crecer en mi.
Él se movió un poco incómodo y me miró.
—Ya era noche, y es mujer. Estaba muy ebria, por más que la aborrezca. No pude dejarla sola.
—Eso no parecía cusndo al principio le echaba ojitos—hablo esta vez Pamela. Edwin la miró.
—Eso fue antes.
—¿De qué?.
—De que...
Estaba esperando a que responderia cuando lo interrumpio la voz que me causa gastritis. Aparte de la medicina.
—¡Giiii!.
—Hablando del rey de Roma...
—El que se asoma—finaliza Pamela complementando a Edwin.
En ese momento mi estómago se revuelve aún más cuando veo que ésta rodea con sus esqueléticos brazos el cuello de mi Gian.
Lo único que me reconforta es ver cómo él intenta zafarse.
—La pasamos muy bien anoche, ¿no, Gi?.
—Claro, vomitaste mi auto de tan ebria que estabas.
Todos comenzamos a reír. A Megan le venían miles de colores a la cara.
—Lo siento mucho. Si quieres, puedo ir a lavarlo y...
—No es necesario, ya lo he hecho.
Al no tener más qué decir, ella se levantó y se retiró.
—Está que babea por ti, no te hagas el duro—le digo un poco disgustada pero tratando de sonar despreocupada.
—No me gustan las babosas—me mira y me guiña un ojo. Me río.
—Cambiando de tema...he notado a Aldair un poco raro.
—¿Qué?, ¿a qué te refieres?—habla rápidamente Pamela mirándome.
—Creo que es una chica. Que Aldair está, posiblemente, saliendo con alguien—continúa Gian.
—Sí, tuvimos una conversación un poco extraña hace poco...y, ha estado saliendo más por la tarde. Está muy pensativo, no lo sé.
—Quizá sea sólo la escuela. Él va en último año, Aleez, es más estresante—dice Pamela un tanto nerviosa.
La miro tratando de entender qué sucede. Sin embargo, Edwin me gana.
—Vaya, tranquila o sino terminarás arrancándote los dedos.
No habíamos notado ello, sus dedos estaban blancos de tanto que los apretaba. Se sacudió rápidamente y nos sonrío. Inició otro tema de conversación y fue así en cómo se nos fue el día.
—Bien, llegamos—Gian estaciona su auto en frente de mi casa.
—Perfecto, fue una tortura venir en el asiento en el que seguramente Megan se vomitó, dije rodando los ojos mientras Gian se reía.
—¿Celosa?—me pregunta mirándome.
—Como no tienes idea—le respondo sarcásticamente.
—¡Vamos, nena!—toma mi mano y la lleva directamente hacia su pecho—tú eres dueña de esto.
—¡No seas payaso—digo riendo pero todavía con mi mano en él.
—Bueno, también eres dueña de otra cosa. Pero no sé si sea buena idea que pongas ahí tu mano. Aunque si quisieras...
—¡Ugh, Gian!—digo mientras hago una cara de asco y sacudo mi mano.
Él explota en carcajadas.
Estoy apunto de invitarlo a pasar como siempre pero me acuerdo de mi pequeño problema.
—Eh, Gian...—lo volteo a ver.
—¿Sí, patrona?.
Río y ladeo la cabeza.
—Disculpa que hoy no te pueda invitar a pasar. Es sólo que...tengo que hacer otras cosas y no podré tener mucho tiempo libre—le digo un tanto nerviosa.
—Creí que te ayudaría a llevar a tus hermanos a sus clases—me frunce el ceño.
—Oh cierto, de eso no te preocupes—hablo rápidamente—ya me las arreglaré.
Finalmente le sonrío y salgo de su auto.
—Bien...—habla con cierta incredulidad—te hablo más tarde.
—Bien—le sonrío y doy media vuelta.
Sin embargo, antes de entrar me llama.
—Aleez.
—¿Sí?.
—Te quiero.
Aquellas palabras me cayeron como una gran bomba.
¡Gian había dicho que me quería!
Y yo...yo le había mentido.
No supe qué decir. Simplemente le sonreí y entré.
—Entonces vendremos por tus hermanos en una hora—me pregunta Dave mirando el reloj de su muñeca
—Sí—le respondo sin mucho ánimo.
—Mmm, me gustaría conocer la ciudad.
—No alcanzaría una hora.
—Lo que alcance, entonces.
Lo observo, tiene una ligera sonrisa de lado, me mira atento esperando mi respuesta. Sus ojos detonan sinceridad. Quizá estaba siendo muy dura con él.
—Está bien, vamos.
Comenzamos el recorrido únicamente por la zona del centro, ya que en esa área era la escuela de natación de mis hermanos y no podía alejarme mucho.
De igual forma, yo era nueva, así que no sabía mucho. Le expliqué lo poco que me acordaba que Gian me había explicado de las primeras veces que habíamos salido.
Al recordar ello, sonreí.
Llegamos a una heladería y me invitó uno. Nos sentamos en una banca del parque a esperar la hora de ir por los pequeños.
—¿Qué tal la universidad?—le pregunto rompiendo el silencio.
—Muy buena. Ahorita tengo un mes de vacaciones, es por eso que aproveché a venir a verte—me sonrió.
—Pensé que irías a ver a tu madre.
—Mi motivo para regresar está ahora aquí, en Mérida.
Lo miré incrédula.
—¿Por qué, Dave?.
—¿Por qué qué?–me pregunta confundido.
—¿Por qué de pronto actúas como si yo te importara?, ¿como si realmente me...quisieras?.
—Porque es así, Aleeza. ¿Por qué te cuesta tanto creerme?.
—¡¿Todavía preguntas?!, ¿no te acuerdas las veces que me dejaste plantada?, ¿las veces en las que, con la única persona con la que quería platicar porque me sentía de lo peor eras tú pero nunca estabas?, ¿no te acuerdas cuando le prometías a otra chica ser su novio mientras yo estaba...? ¡AGH!, olvídalo.
—Aleeza...
—¿Sabes?, ni siquiera tengo porqué ponerme así. Tú y yo nunca fuimos nada. Tan sólo me hice creer que sentías algo por mi.
—Siempre lo he sentido.
—Uy sí, cla...
—¡Es verdad!—lo miré cuando alzó la voz—Cada día que no hablo contigo, simplemente no es bueno. He pasado cada noche deseando que me hablaras, deseando agarrar valor y hacerlo yo, ¡pero simplemente no sabía cómo!. Me acuerdo de cada una de las cosas que te hacen feliz. Me encanta tu manera de ver el mundo y pese a que no nos conocimos por mucho tiempo en persona, te volviste alguien muy especial para mí. Es por eso que he venido, porque quiero que nos demos la oportunidad que no nos dimos. Ya estamos más grandes, más maduros. Quizá pueda funcionar, pero sólo dame la oportunidad.
Su forma de hablar, de mirarme...aquel chico no era el Dave arrogante que había conocido. Era diferente, más grande, más maduro.
¿Sería buena idea?, había esperado tanto por este momento, ¿por qué no me sentía feliz?.
—Las cosas han cambiado, Dav. Debo pensarlo y...
—No lo pienses—tomó mi mano y depositó un pequeño beso—sólo hazlo.
Me sonrió. Luego de un rato le devolví el gesto y retiré mi mano.
No tenía nada qué perder, ¿o sí?.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro