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CAPÍTULO 27

<<Aleeza>>

El día está un poco atareado.

El proyecto con Edwin ha ido excelente, puedo decir que somos los más adelantado en la clase. En aproximadamente una semana estaremos presentándolo ante toda la universidad.

Cuando llega la hora del receso me dirijo al lugar de costumbre donde almorzamos.

Ya extrañaba tanto este lugar.

—¿Qué tal va todo, futuros empresarios?.

—De maravilla. Dominaremos el mundo dentro de poco—le respondo a Pamela ubicándose al lado de Gian.

—¿Cómo estás el día de hoy?—me pregunta.

—Muy bien, puedo decir que es de esos días en los que amanezco contenta. No sé, quizá tiene algo que ver con lo de ayer—le guiño un ojo y el sonríe de lado.

—¿Qué pasó ayer?—pregunta Edwin.

—Nada—le sonríe Gian.

—Ustedes actúan muy sospechoso. Por el bien de todos, es mejor no saber—responde Pamela.

Continuamos platicando mientras devorábamos nuestros alimentos.

Sobre todo Edwin, empiezo a creer que al pobre chico no le dan de comer en su casa.

—¿Gi?—una voz sumamente chillona suena detrás de nosotros.

Volteamos a ver y nos topamos con una chica alta, tez morena clara, con ojos color verde claro y una extensa melena castaña.

—Eh...hola, Megan—responde Gian, mientras vuelve a su posición original.

Ok, entonces tú eres la famosa Megan.

No me importa, no me preocupas.

¿Por qué le dices 'Gi'?, ¡qué ridículo apodo!.

—Me preguntaba si irías a la fiesta del viernes.

Ese instante Pamela, Edwin y yo intercambiamos miradas. Decidí seguir concentrándome en mis alimentos.

—Lo siento no puedo. Saldré ese día con Aleeza—rápidamente lo miro confusa.

—¿Qué?, tienes que ir Gi, por favor. Sería una lástima que no fueras.

Una parte de mí agradecía que Gian no quisiera ir con esa cuerpo de barbie mal fabricado, pero no tenía porqué mentir y sobre todo, involucrarme.

—Creo que podemos dejarlo para después, Gian. Deberías ir y divertirte—le sonrío.

No entiendo qué estoy haciendo, parte de mí admite que detesta la idea de que esté cerca de ella. Pero no debo demostrarlo, Gian no debe de saber.

—Tengo más diversión contigo, créeme.

—Hazle caso a la huesitos, Gi. Ven conmigo a la fiesta.

Esperen, ¿qué?.

—¿Qué dijiste?—le preguntó indignada.

—Oh cariño, es tu apodo, ¿no te has visto?.

En ese mismo instante quería agarrarla de esa extensa melena y darle vueltas como Tronchatoro con Lavanda.

Pero no quería problemas, no ahora que todo marchaba bien. Y mucho menos por un chico, aunque ese fuera Gian.

Ignoré muy difícilmente su comentario. Esto no se quedaría así.

—Ve Gian, no te preocupes. Ya saldremos después. Ve con plástico—me dirijo a Gian sonriéndole.

—¿Plástico?.

—Oh cariño, es tu apodo, ¿acaso no te has visto los pechos?.

En ese instante todos estallaron en risas. Hasta Gian estaba rojo de la risa.

La barbie también lo estaba pero del coraje. Sin embargo, al igual que yo, ignoró el comentario y siguió.

—Gian, me debes un favor también. Pretendo que lo pagues yendo.

Gian rodó los ojos poniéndose de pie frente a ella.

—Megan, entiendo que no quiero ir y nada...

—Gian—le hablo haciendo una mueca de disgusto.

Me levanto y me pongo a su lado.

El timbre suena y junto a mí llegan Pamela y Edwin.

—Ve—le deposito un beso en la mejilla mientras agarro su mano.

Él gira y me mira sorprendido luego volteo a ver a Megan.

—De todas formas, tú y yo nos veremos más noche—y le sonrío con suficiencia para salir directo a mi salón con mis amigos.

Puedo notar la sonrisa de Pamela y la cara burlona de Edwin. Megan tenía la boca abierta totalmente indignada mientras Gian me mira con una sonrisa de lado intentando aguantar la risa.

—¿Y qué tal el día?—me pregunta Ulises cuando llego a la casa.

—Uff, ya extrañaba el estrés—le respondo sonriendo y sentándome junto a él.

—No lo extrañes tanto—me responde y río.

—¿Y Gian?—me pregunta Ximena.

—Tenía unas cosas que hacer y no pudo venir a dejarme.

—Es un alivio, ese chico debería apellidarse parlachín—respondió Aldair.

—Diablos, quería mis cheetos—dice Natalia.

Y sí, Ximena y Natalia siempre que viene Gian le piden algo, y como saben que él nunca se niega, sobre todo, la última abusa de ello.

No sé si preocuparme o alegrarme de que en un futuro, Natalia va a ser una mujer sumamente lista.

Aldair y yo comenzamos a hacer la comida. Manteníamos un silencio agradable en la cocina cuando me habló.

—Aleeza, ¿puedo preguntarte algo?.

—Claro, dime.

—¿Qué es lo que te atrae de Gian?.

—¿Qué?—respondo nerviosa—¿a qué te refieres?.

—No me puedes mentir, sé que sientes algo por Gian. Pero no me interesa eso, sólo quiero saber qué es lo que te hace sentir eso.

Lo miro confundida mientras analizó su pregunta.

—Supongo que es su forma de ser y la manera en que me trata. Se preocupa mucho por mí y es algo que agradezco profundamente. Y...bueno, sus lunares le sientan bien.

Él sigue con su vista en la cebolla que está picando, está muy sumergido en sus pensamientos.

—¿Crees que yo tenga ese algo que pueda atraer a alguien?.

¿Está conversación era real?, ¿Aldair preguntándome acerca de la atracción o interacción con alguien más?.

Él notó mi sorprendimiento.

—Olvídalo—dice mientras termina lo que estaba haciendo y sale de ahí.

—¡No, Alda!, ¡espera!—se voltea a verme un tanto irritado—Tú tienes lo que cualquier chica quisiera. Eres el chico más inteligente que conozco, eres simpático y protector. Sabes cuidar y querer a los tuyos. Y no tengo la menor duda de que más de una chica babea por ese cabello castaño y ojos color miel.

Le muestro una sonrisa sincera a manera de disculpa por no saber qué decir en un principio.

Él me mira y se tranquiliza, me sonríe levemente de lado y finaliza.

—Y tú eres muy torpe.

—¿Y bien?, ¿qué dices, Edwin?.

—No lo sé bro, lo mío no son las fiestas. Estoy en el equipo de fútbol, eso no se lleva con el acohol.

—Te estoy pidiendo que me acompañes, no que tomes. Yo tampoco lo haré—responde Gian rodeando los ojos.

El club de los cuatro, como ahora solíamos llamarnos, manteníamos una video llamada.

Gian llevaba más de media hora tratando de convencer a Edwin de que lo acompañara, se negaba a ir solo.

—Ve Edwin, quizá y cazas algo por ahí, tigre—le dice Pamela riendo.

—¿Habrá refresco?.

—De todos los sabores.

—¿Botana?.

—Hasta que no puedas comer más.

—¿Payasos?.

—Eh...no, pero me aseguro de que haya.

—Entonces voy.

Pamela llevaba varias veces revisando la hora y de un momento a otro se despidió.

—Bueno, tengo que irme chicos. Hablamos luego.

—Cuídate—dijimos todos al unísono.

Seguimos platicando y a los minutos escuché la puerta cerrarse. Ximena entró a mi habitación a buscar algo.

—¿Quién salió?—pregunté.

—Alda—dijo sin importancia y salió cin unas tijeras en las manos.

—Bien, también debo irme. Debo comenzar a prepararme para la fiesta, bueno, ayudar a mi hermano. Edwin, paso por ti en una hora.

—De acuerdo, pero ni creas que me bañaré.

—¿A poco sí conoces el agua?—Edwin rodó los ojos y se desconectó, yo seguía riendo.

—¿Estás segura de esto?

—¿De qué?

—De que vaya a la fiesta, con Megan.

De tan solo escuchar ese nombre, los retortijones en mi estómago aparecían.

—¿Y por qué no?, tú eres el que va a disfrutar, no yo—traté de ocultar mi voz de irritación.

Gian me observó un rato con los ojos entre cerrados y luego sonrió de lado.

—Bien, pero me debes una por obligarme a ir.

—¿Cuánto es caro, eh?—le contesto riendo.

—Una visita a los cenotes. Tú y yo el domingo de la próxima semana. Y ahí de ti, si me cancelas.

—¿Ese es tu precio más caro?—le pregunto vacilante.

—A menos que quieras ser mamá a los 19.

—Domingo a las 5, ¿te parece?.

Él carcajeó.

—No dejaré de pensar en ti durante toda la fiesta.

—Dicen que cuando piensas mucho en alguien le quitas el sueño. Yo sí quiero dormir mis ocho horas diarias, Gian. O me pondré de malas.

Rió y ladeó varias veces la cabeza.

—¿Ya tomaste todas tus medicinas?

—Ya.

—¿Ya cenaste?

—También.

—¿Te sientes cansada?, ¿te duele algo?.

—Gian estoy perfectamente bien.

—No debes confiarte. De hecho, te veo un poco pálida, quizá deba ir allá a cuidarte y...

—¡Gian, basta!, me sé cuidar muy bien y no me agarres de excusa para no ir a la fiesta—le digo mientras ríe.

—Hablo en serio, quiero asegurarme de que estés bien.

—Lo estoy si lo estás tú.

—Y yo lo estoy mientras lo estés tú.

—Entonces, no hay nada de qué preocuparse.

—Bien, te marco más tarde. Espera mi llamada.

Y colgó.

<<Gian>>

La fiesta está sumamente aburrida.

Hace unos minutos que Edwin me ha abandonado. Está devorando todo el tazón de frituras.

Empiezo a creer que no lo alimentan en su casa.

—¡Giiii!, ¡qué bueno que llegaste!.

—Hey Meg—ahí vamos de nuevo a soportar la irritante voz.

—Ven, vayamos a mi mesa.

Casi arrastrándome, me llevó a donde estaba ella junto a otras de sus amigas. Le hice señas a Edwin hacia dónde me dirigía para que pudiera alcanzarme más tarde y así lo hizo.

La música sonaba, las luces de colores se reflejaban por todos lados, yo únicamente me limitaba a tomar mi refresco.

Edwin la pasaba muy bien, ya había sacado a bailar, al menos, a tres chicas.

—Ufff, no sabía que una fiesta era así de buena.

—Claro, no sales de las infantiles—le respondo y se ríe.

—¿Por qué no bailas?.

—No me apatece.

Mentira, claro que sí, pero no tenía pareja, no tenía a Aleeza.

—Tu amigo tiene razón, Gi; bailemos..

—Ahorita no, Meg. Ahí está Gabriel, baila con él.

—Pero quiero bailar contigo.

—Sí, pero yo no.

No me molesté si quiera en mirarla.

La fiesta continuó. Después de un rato, Edwin se fue, ya era tarde así que cogió un taxi.

Megan había bebido y bailado demasiado. Yo ya quería irme, pero no podía dejarla ahí sola.

—Megan, vámonos ya. Iré a dejarte a tu casa—la tomé del brazo y la llevé nuevamente a la mesa.

—Suueeeltameee, estoyyy bieeenn. No pien...hip...so irme.

—Has bebido demasiado. Vamos a mi auto.

—No. Aún no obtengo lo que quieeeeroooo—dice mientras se ríe perdidamente.

Ruedo los ojos, mi límite de paciencia está llegando al final.

—¿Y qué diablos quieres?.

Ella me guiña un ojo. Voltea hacia su amiga que está en frente de nosotros y le hace una señal como si estuviera tomando una fotografía.

No entiendo a qué se refiere, así que me acerco a ella para tomarla del brazo y llevarla arrastras a mi auto cuando gira bruscamente y toma mi rostro entre sus manos.

Justo en el momento es que un flash sale en nuestra dirección ella planta sus labios con sabor a alcohol sobre los míos moviéndolos desesperadamente.

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