CAPÍTULO 2
Abro mis ojos de una manera sumamente lenta. No quiero hacerlo al cien por ciento.
Tuve una noche bastante larga, no pude conciliar el sueño. Es algo hasta cierto punto "normal" por mi padecimiento, y aunque estoy acostumbrada a que me pase seguido, lo detesto con todo mi ser.
Veo la hora. 6:30 de la mañana. Es hora de tomar mi primer pastilla.
Luego de ello, me meto a bañar y arreglarme.
No es por nada, pero gracias a mi abuelita, sé cocinar muy bien y muchas cosas, por lo que yo sola me preparo mi desayuno y también, cuando puedo, le preparo a los demás.
—Buen día, hija. ¿Ya estás lista?—sale mi papá medio adormilado pero arreglado decentemente para irme a dejar.
—¡Wow!, papá, apenas son las siete. Creí que despertarías más tarde y a prisas—le sonrío al mismo tiempo que río al ver su cara de adormilado.
Mi papá siempre es puntual, aunque haga las cosas de última hora;pero realmente me sorprendió que se despertara tan temprano en aquella ocasión, pues para mí, no era algo tan relevante.
—Es tu primer día en la universidad, hija. Quiero que llegues a buena hora, te tomes tu tiempo y te adaptes bien. Quiero asegurarme de que lo estarás.
—Lo estaré, papá. No tienes por qué preocuparte. Además, no es mi primer día, tan sólo es una guía—le sonrío tratando de hacer que se calme y se sienta alivianado de saber que me siento muy bien.
Le estiro un par de hot cakes que he acabado de hacer junto unas entomatadas. Sin más que decir nos dirigimos a la mesa y comenzamos a desayunar.
—Quiero, por favor, que cualquier cosa me marques. No importa si lo que sientes crees que es insignificante. No importa si sólo quieres venir a dormir o simplemente quieres irte de ahí. Si me necesitas, márcame a cualquier hora. Siempre estaré cuando me necesites.
Mi rostro muestra una gran sonrisa al ver que tengo a mi papá por fin a mi lado. Después de tantos años en los que siempre mantuvimos el contacto a través de llamadas y mensajes, pero no la cercanía.
—Te quiero mucho, papá. Estaré bien y cualquier cosa, serás el primero en saber.
—Te amo, hija. Y sé que lograrás todo lo que quieras. Ahora hay que apurarse que debes estar ahí a las nueve, son las ocho, pero es media hora de viaje.
Rápidamente arreglamos las pocas cosas que faltaban.
Yucatán es un estado sumamente hermoso. Claro, no tanto como mi casi perfecto Oaxaca, pero da una tranquilidad bastante enorme. Al menos eso provoca en mí.
En el recorrido logro visualizar el precioso muelle. La temprana hora ayuda a ver un color de cielo esplendoroso, la brisa que pega a través de la ventana es tan relajadora, que no me importaría quedarme así por el resto de mi vida.
Al abrir mis ojos luego de contemplar ese pequeño placer, vuelvo a mirar el muelle y recuerdo una publicación que vi en Facebook hace tiempo. Era sobre una boda maya celebrada en Cancún. Era un acto sumamente encantador, me dejó sin palabras y supe desde ese instante que yo quería celebrar mi boda de igual forma.
Sin embargo, hay algo que me dsitrae.
Su recuerdo. Sus palabras.
Simplemente él y esa mirada que no deja de rondar en mi cabeza.
Nuestra boda será... Espéralo... ¡Legendaria!
Aleeza 9:30 pm.
Será más grande que una celebración de calenda, futura esposa.
Dave 10:15 pm.
Aunque, me gustaría una boda maya, son sumamente hermosas.
Aleeza 10:20 pm.
Le estaría faltando el respeto a mis dioses aztecas, pero todo sea por ti, mi bella luna.
Dave 10:37 pm.
Una sonrisa nostálgica aparece en mis rostro al recordar aquellas antiguas conversaciones que, si quisiera releerlas, no podría. Se ha borrado todo, todos esos bellos recuerdos que, en algún momento, me los imaginé.
¿Por qué nunca obtenemos lo que queremos?, ¿o tan sólo parece que no lo obtenemos?.
Quiero decir, muchas veces anhelamos algo con toda nuestra alma. Sin embargo, en ocasiones no se cumple, pero dicen que si no llega es porque algo mejor llegará.
Está bien, no te obtuve a pesar de anhelarte tanto. ¿Dónde está lo mejor?, ¿qué es lo que valdrá más que tú como para esperar tanto?
O más bien... ¿Quién será?
—Bien, hemos llegado—dice mi papá mientras estaciona el coche.
¡Ya era hora!, si de por sí soy una tabla creo que ahora terminé sacando astillas.
—De imaginar que tengo que recorrer toda esta distancia para venir a la universidad me da una hue...—mi padre frunce el ceño—Hue...sera, síp, una huesera necesitaré para este dolor de espaldas que me dejará.
—A veces sueles ser tan exagerada y tan incoherente como tu mamá.
—No es mucho, pero es trabajo honesto—le guiño un ojo y salgo del coche—Te marco en cuanto tengas que venir por mí. Te quiero, papá.
Le sonrío y le hago gesto con mi mano para despedirme de él, a lo que responde que el sentimiento es mutuo y me esboza una sonrisa llena de nerviosismo pero a la vez de felicidad.
Comienzo a caminar tranquilamente hacia la entrada que está bastante retirada del estacionamiento, cuando mi celular comienza a sonar.
—Papá, apenas estoy llegando a la entrada. No, no quiero regresarme a casa y no, no porque sea universitaria significa que me embriagaré.
—No, sólo quería preguntar si trajiste todos tus medicamentos.
—Ah—contesté algo apenada—Todos y cada uno de ellos.
—Que no se te pase ninguno, por favor.
—A sus órdenes, jefe—cuelgo con una sonrisa al escucharme tan ridícula.
—Buen día, ¿viene por informes?—me pregunta el guardia de seguridad.
—Vengo por la guía de estudiantes. Soy de nuevo ingreso.
—Adelante, por favor anótese en la libreta.
Sigo las indicaciones y como buena curiosa que soy, comienzo a indagar en la lista de los demás preuniversitarios.
Fajardo. Gallur. Ibars. Cedeño.
Tantas personas por conocer. Tantos mundos por descubrir.
Sin embargo, uno me llama la atención.
Decock
¡Qué extraño apellido!.
Sonrío al leerlo de nuevo y lo pronuncio por debajo. Suena bien.
Era el primer apellido que mencionaba en aquella nueva escuela.
Pero no sabía que era lo último que salvaría mi aliento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro