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25. " La verdad "

Con las manos extendidas, Luz atravesó el espejo y aterrizó en el centro de una muy usada alfombra.

Rodando sobre su espalda, se quedó sin aliento, como si hubiera estado ahogándose en la oscuridad. Sentía como si el vacío llenara sus pulmones. Revisándose, Luz se miró para asegurarse que regresó en una sola pieza. Dos brazos, dos piernas... estaba bien.

¿Qué era ese lugar? Sentía como... como el olvido. Se había sentido tan perdida y sola. En ese desierto, no había tenido alguna forma, ni sensación física, solo una débil conciencia siendo arrastrada sobre olas tormentosas.

-¿Amity?- chilló con voz ronca -¿Amity?-. No hubo respuesta.

Pero era su voz. Su voz la había guiado hacia el espejo, así que, ¿dónde estaba? ¿Se encontraba todavía en esa... pesadilla?

Luz se obligó a respirar de manera constante y tomó nota de sus alrededores. Se hallaba en una habitación sucia, llena de humo.

Había aterrizado frente a una mesa de café alrededor de la cual se situaban cuatro sillones mullidos, pasados de moda, de cuero color verde oscuro con tonalidades de gris, con clavos atornillados al material alrededor de la estructura. Un cenicero lleno en el centro de la mesa.
Bajo la oscura ventana, brillaba una pequeña lámpara verde sobre un escritorio repleto de libros de ejercicios, listos para revisar.

Sintiéndose fuerte, Luz se alejó de la alfombra, todavía con sus piernas temblorosas, pero al menos podía sentirlas. Espera un momento... conocía esta habitación.

Era la oficina de la Dra. Blight. El espejo del que había caído era el gran espejo dorado.

El poderoso escritorio de la Dra. Blight no estaba allí, pero el llamativo espejo dorado aún colgaba como siempre lo hizo. Luz se contempló y vio que regresó en la versión áspera del antiguo uniforme de Hexside.

Era Mary otra vez.

La puerta se abrió y Luz se encogió detrás de uno de los sillones, casi esperando a que Mary entrara sin anunciarse. En su lugar, un familiar cuerpo masculino ocupó la puerta.

Alador Blight Millar.

La notó y su boca se abrió con horror. -Mary, ¿qué demonios estás haciendo en la sala de profesores?-. Ah, así que en 1954, la oficina del Director era una sala de profesores. -¿Qué estás pensando? Se suponía que íbamos a reunirnos en el cementerio a las once, como siempre-.

-Lo siento- dijo Luz, incapaz de contener las palabras. Mary tenía el control de ella. Las palabras eran suyas, incluso la voz. Mary era fuerte ahora. Y con Mary manipulándola ahora como un invisible titiritero, se puso de pie. Esto no era un sueño; estaba viviendo el recuerdo de Mary y se encontraba impotente para detener su avance.

Su profesor sonrió y miró por encima del hombro para comprobar que la costa estuviese despejada. -No hay que preocuparse. Ahora estás aquí, y se está poniendo un poco fresco para el cementerio, ¿no es así? De todos modos no creo que haya nadie más alrededor para escuchar-. La tomó en un abrazo y la besó con fuerza en los labios.

Sabía a cigarrillos y café fuerte. Con el brillo de ensueño despojado de nuevo, era asqueroso. Ella se echó hacia atrás. -¿Qué pasa, mi flor?-.

Luz sintió una lágrima caer por su mejilla. No sus lágrimas, sino las de Mary. Luz podía adivinar la siguiente frase antes de que Mary moviera su boca para decirla: -Señor, creo que podría estar embarazada-.

Él se estremeció como si lo hubiera golpeado. -¿Qué?-. Exhaló largo y lento. -¿Eso crees?-.

-Yo... lo hago, señor. Debo estarlo. Por favor, no se moleste conmigo-. Luz no podía detener las palabras. La historia se reproducía a través de su cuerpo y ahora su mano descansaba sobre su abdomen.

Alador Blight se aferró a la parte posterior del sillón más cercano, amenazando con volcarla. -¿Esto es una especie de broma?-.

-No... no, señor-.

Se volvió hacia ella, sus ojos fríos y crueles. -Y... y ¿cómo sé que este niño es mío?-.

Más lágrimas cayeron. La cabeza de Luz se llenó de la confusión de Mary. ¿Por qué él se comportaba así? -Usted... usted es el único hombre con que he...-.

Él se burló. -¿Qué se supone que debo pensar? He oído todas las historias... todos los chicos de Radley. Quiero decir, que sin duda parecías saber lo que hacíamos-.

Luz sintió con vivacidad la perplejidad de Mary, su incredulidad. Este hombre amable y tierno: era como cuando un perro se rebela contra su dueño… rápido, feroz y violento.

-Juro que no hay nadie más. Este bebé es tuyo, lo prometo-. Apenas podía respirar por  las lágrimas. Sosteniendo los brazos abiertos hacia él. -Por favor, abrázame. Tenía tanto miedo de contártelo-.

Alador se acercó a la ventana, alisándose su cabello con sus manos. Se dio la vuelta y de mala gana la sostuvo contra su pecho, acariciando su cabello sin entusiasmo. -No, no. No es el fin del mundo; está bien. Tenías razón para venir a mí. Vas a estar bien. Todavía me queda mucho dinero y voy a... voy a pagar para que desaparezca-.

Luz sollozó, sintiendo cada parte del dolor de Mary. Él me ama, entonces, ¿por qué está diciendo estas terribles cosas?

Se apartó de él, mirándolo horrorizada. -Pero... ¡pero eso ni siquiera es legal!-.

-¡Por todos los cielos deja de lamentarte, chica!- gritó, olvidándose claramente de que podía despertar a toda la escuela. -¿No lo entiendes? ¡Ya tengo un bebé en camino!-.

-¿Qué?-.

-Mary, estabas al tanto de la situación-. El cómo había escapado de su atención hasta ahora era un misterio, pero había una sencilla alianza de oro en su dedo anular. Tal vez no había querido darse cuenta. -Mira. Aquí tengo una oportunidad real de convertirme en el nuevo subdirector del colegio. Difícilmente dejaré que algún error tonto se interponga en el camino de todo eso-.

-¡Por favor!- rogó Luz. -¡Dijiste que me amabas!-.

-Oh, Mary. Un día vas a entender de qué se trataba esto. Solo un poco de diversión. Está bien tener un poco de diversión, todo el mundo lo hace, pero eso es todo lo que esto puede ser- murmuró, tratando de calmarla. -Te divertiste, ¿no? ¿Lo entiendes?-.

-¡No! No, ¡no lo hago! Este es nuestro bebé-. Luz sintió una oleada de amor… el amor puro y abrumador que Lilith Mary sentía por su futuro hijo.

Sus ojos se oscurecieron de nuevo. -Oh, ¿ese es tu plan? ¿Quedarte embarazada así dejaría a mi mujer? Bueno, no va a funcionar, Mary, ¿me oyes? ¿Qué? ¿Pensabas que podíamos jugar a las familias felices? ¿Qué íbamos a fugarnos a alguna parte? Eso no es posible, Mary. Tú eres mi alumna, solo una chica-.

Luz se limpió su mejilla con el dorso de una manga. Él la había traicionado. La única cosa buena en su vida había muerto con ella ahora. No hay razón para continuar, no hay razón para probar. Todo el amor en su corazón se oscureció, veneno en sus venas. Iba a causarle dolor.

-¡No me puedes hacer esto! Y... voy a decirle a la gente lo que hiciste-.

Él casi se rio en su cara. -No harás tal cosa-.

-¡Lo haré!-.

-Ah, ¿y quién le va a creer a una vagabunda común como tú? Una gitana. De tal palo tal astilla-. Él se acercó y sintió su respiración sobre su cara.

Luz se mantuvo firme, quería hacerle tanto daño como él le había hecho. -Lo haré. Voy a tener este bebé y le diré a todos los que quieran escuchar. ¡Diré que te aprovechaste!-. Al llegar a la puerta, él la agarró por los brazos y la arrastró lejos.

-Escúchame, perra-. Luz luchó contra él, retorciéndose fuera de su alcance. Corrió hacia la puerta, pero él agarró un puñado de su cabello para arrastrarla nuevamente. Luz aulló de dolor. -No hay manera de que tengas a ese... ese bastardo, ¿me oyes? No me importa si tengo que sacártelo yo mismo-.

Luz gritó tan fuerte como pudo, el grito sacudió las paredes. Blight trató de sujetar una mano sobre su boca, pero ella se retorcía lejos.-¡No te muevas!-.

-¡Ayúdenme!- exclamó. La adrenalina corría por su cuerpo e hizo una poderosa suplica final, por la libertad, pero Blight tiró de su brazo, balanceándola como un lanzador de martillo olímpico. Dos veces su tamaño, la envió tambaleándose por la habitación. Incapaz de detenerlo, sin tiempo ni siquiera para cubrir su rostro, Luz corrió rápidamente al espejo dorado. A medida que su nariz se puso en contacto con el vidrio, al mismo tiempo que lo sitió, se escuchó un doloroso crujido. No estaba segura qué se rompió en primer lugar; sus huesos o el espejo.

Aturdida y mareada, Luz se desplomó en el suelo, tratando de utilizar el marco gigante para mantenerse erguida. Su cabeza le daba vueltas, estrellas negras bailando en su visión borrosa. Hubo un fuerte chasquido, como una cuerda de violín rompiéndose. El suelo debajo de ella se sentía como si diera vuelta.

Mary!- gritó Alador. No era el suelo inclinándose hacia arriba, era la pared ladeándose. No, no la pared, el espejo. La pared se encontraba intacta.

No había nada que se pudiera hacer.

El espejo se desplomó encima de ella, y la última cosa que Luz vio fue la sangrienta cara de Lilith Mary Worthington, aterrorizada.


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