23. " Aislamiento "
Luz saltó lejos de la puerta, estrellándose contra Amity, tirandola al piso. -¡Ella viene!-. Las palabras rasgaron su garganta.
-¿Qué?-. Se arrastró hacia ella.
-¡Mary! ¡Está ahí! ¡Se llevó a Boo!-. Las puertas dobles al final del pasillo se abrieron de golpe, una ráfaga de viento flotando dentro del pasillo.
-¿Qué en la tierra pasa aquí?-. La señorita Odalia pisó fuerte por el pasillo, llevando una rebanada de pan tostado a medio comer. -¡Lucía Noceda! ¿Exactamente qué crees que estás haciendo?-.
Luz tropezó con sus pies y se giró hacia ella. -Señorita Odalia, tiene que ayudarnos. Ella tiene a Boo-. Confusión arrugó el rostro de la anciana.
-¿Qué? ¿De qué hablas?-.
Tirando de su manga, Luz la arrastró lejos de la puerta del baño. -Mary. Lilith Mary Worthington. Se llevó a Willow y ahora viene detrás de nosotras también-. La expresión de la señorita Odalia cambio de molestia a una de preocupación.
-Luz, querida, tienes que calmarte. ¿Estás bien? Y, ¿quién es esta joven?-.
Amity dio un paso hacia adelante. Gotas de sudor brillaban en su frente. -Le dice la verdad. Hay un fantasma ahí dentro-. Señaló a la puerta con un dedo tembloroso. Y la molestia regresó.
-¡Oh por el amor de Dios! ¡Paren con estas tonterías de inmediato! ¿Dónde está Boscha?-.
-¡Deje de hacer preguntas!- espetó Luz. -¡No hay tiempo!-.
-Esa NO es forma de hablar a los miembros del personal-. La delgada y angular silueta de la Dra. Blight se situó en el marco de la puerta. Sus brazos cruzados y labios fruncidos. Lucía, tienes exactamente un minuto para explicar por qué hay una chica aquí que no pertenece Hexside, y por qué gritas por los pasillos a las ocho de la mañana-. Su voz era tan plana como siempre.
Luz no pudo contenerse por más tiempo. Perder a Boo perforó un agujero en la presa y ahora el torrente de emociones que había estado conteniendo, se derramó por completo.
-Dra. Blight. Por favor, por favor ayúdenos. Tiene que hacerlo. Tiene que ayudarnos-. Su nariz goteaba. No le importaba.
-Luz, para esto ahora. Contrólate-.
-Pero se llevó a Boo. Se llevó a Willow-.
-¿De quién demonios hablas?- exigió Blight.
- De Lilith Mary Worthington-. Luz tuvo que detenerse de gritar el nombre. La directora rodó los ojos, con una frágil sonrisa en sus labios.
-Oh por Dios, Lucía, no tengo tiempo para historias tontas-.
-Tiene que creernos- gruñó Amity.
Blight le golpeó con una explosión de frialdad ártica, tratándole con disgusto poco disimulado. -Está violando propiedad privada. No quiero una palabra de su parte-. Luz se aferró salvajemente a su directora, todo su autocontrol desaparecido.
-¡Es cierto! Hace cinco días dijimos su nombre en frente de un espejo. Al quinto día ella viene por ti. ¡Está ahí ahora! ¡Se llevó a Boo!-. La terrible verdad se hundió. Si hubiera tenido algo en su interior lo habría arrojado; mientras su estómago solo padecía dolorosas arcadas. -Se llevó a Boo-.
Blight se pellizcó el puente de la nariz y suspiró. -Justo cuando crees que has escuchado todas las excusas del mundo. Quiero decir que esto realmente es el colmo, Luz-. Sus tacones repiquetean sobre las baldosas mientras se acerca al baño de los prefectos.
-¡No! ¡No abra la puerta! ¡Mary está ahí!-.
-Está cerrada desde el interior- le recordó Amity. La Dra. Blight golpeó sobre la madera.
-¿Boscha Reed? ¿Estás ahí? Soy la Dra. Blight, déjame entrar inmediatamente-. No hubo respuesta. Blight tomo la manija.
-¡No!- gritó Luz.
La Dra. Blight giró el pomo y, sin ninguna resistencia, la puerta se abrió, el vapor rodando dentro del pasillo. -Ni siquiera está cerrada con llave-.
-¿Qué? De ninguna manera- Amity frunció el ceño. -Juro que estaba…-.
-¿Pensé que le dije que no quería ni una palabra?-. -Blight entró a la habitación. Luz se obligó a mirar.
Mary, por supuesto, se había ido.
Se preguntó si físicamente no podía manifestarse a quienes no la invocaban. Eso de alguna manera explicaba por qué Kellie y Cat no fueron perturbadas la noche que Willow desapareció.
Se limpió la cara mojada. Por ahora, se encontraban a salvo. El agua aún se balanceaba de un lado al otro en la bañera, asentándose.
-Lucía, ¿qué pasa?-.
-Ya se lo dije- dijo, sintiéndose más fuerte.
-¿Dónde está Boscha?-.
Era demasiado tarde. Llegaron demasiado tarde. Boo se había ido. No parecía posible.
¿Cómo podía algo tan importante como Boo desaparecer con tan poca ceremonia?
La tristeza la inundó. No sabía qué era lo que le deparaba el futuro a Boo, pero cualquier cosa que hiciera, hubiera sido espectacular. La visión de Luz se volvió borrosa.
-Lilith Mary se la llevó- susurró. -Nos va a llevar a nosotras también-.
Una pequeña congregación de las chicas que se quedaron, se reunieron para ver de qué se trataba la conmoción. Trinaban como gorriones malintencionados, susurrándose las unas a las otras. Luz estaba demasiado nerviosa para importarle que Amelia y Cat estuvieran entre los espectadores.
-¡Esto es suficiente!-. Blight levantó la voz por primera vez. -Esto es serio. Lucía Noceda, ¿dónde está Boscha?-.
-¡Se lo dije! ¡Mary se la llevó!-. La voz de Bobbie se volvió más aguda y fuerte.
La Dra. Blight arqueó una ceja. -Bueno, esta es la última advertencia. No se me hablará así. ¿Dónde. Está. Boscha?-. Luz se sentía como una banda de goma, siendo estirada a su límite. Y entonces se rompió.
-¿Cuál es el punto? ¡Usted no nos va a creer! Estoy diciendo la verdad. Mary mató a Boscha y ahora nosotras, Amity y yo, vamos a morir también si no nos escucha, ¡será su culpa!-. Se giró hacia su pequeña audiencia. -¡Amelia! ¡Amelia, tú estabas con nosotros! Dile lo que hicimos, ¡dile sobre el reto!-.
Amelia hizo una pausa antes de levantar sus manos vacías. Una sonrisa casi imperceptible en sus labios. -Dra. Blight, no tengo idea de lo que está hablando-.
-¡Perra!- chilló Luz.
-¡Miente!- añadió Amity.
La Dra. Blight se ubicó entre Luz y Amelia. -¡Suficiente!
Hablaremos de nuevo cuando pueda comportarse como una señorita de Hexside. Señorita Odalia, Amelia, ¿me ayudarían a acompañar a la señorita Noceda a la habitación de aislamiento?-.
-Por supuesto-. Amelia no podría haber estado más ansiosa de ayudar.
-¡No me puede poner ahí!- Luz retrocedió, adentrándose más en la casa Dickinson, pero Amelia y Odalia se movieron a su lado. -No voy a ser capaz de salir si ella…-.
-No la toques-. Amity dio un paso en la trayectoria de Amelia, pero ella no parecía perturbada por su altura en lo más mínimo y la empujó lejos como una mosca.
Blight tomó a Amity por el brazo y la guío hacia la puerta. Ella se apartó. -Si no sale de las instalaciones de mi escuela en los próximos dos minutos llamare a la policía, ¿está claro?-.
-¡No puede!-.
-Pruébeme-. La Dra. Blight dirigió el camino hacia la escalera principal. -Lucía, se calmará en la habitación de aislamiento hasta que pueda hablarme con madurez, ¿entendido?-. Amelia y Odalia comenzaron a arrastrarla hacia las escaleras.
-¡Por favor… no! ¡Por favor no me ponga ahí!-.
-No te estoy dando una opción al respecto-.
Mientras la arrastraban, vió cómo empujaban a Amity fuera de la entrada principal y la puerta se cerró en sus narices. Luz todavía podía oírla golpeando la madera mientras la llevaban a la celda.
-Por favor- suplicó. -¡No me dejen sola!-.
-Tienes que calmarte- repitió la Dra. Blight, dirigiendo el camino.
-¡Si me dejas sola, me atrapará!-.
-¿Tal vez deberíamos llamar al Dr. Porter?- sugirió la señorita Odalia.
-Vamos a ver. Si no deja de despotricar y delirar tendremos que ver cómo podemos sedarla-. Luz dejó de luchar de inmediato. Si era sedada no había manera de que fuera capaz de luchar cuando Mary viniera a por ella.
-Por favor. Solo… ¿puede alguien vigilarme?-.
La Dra. Blight la miró con algo parecido a compasión. -Le aseguro que vamos a estar vigilándola-. Entró en la habitación de aislamiento y mantuvo la puerta abierta. -Ahora entra. Quítate las gafas por favor. Es evidente que ha estado haciéndose daño a sí misma-.
En medio del caos, se olvidó de que su rostro se hallaba cubierto de marcas. Resignada Luz entregó sus gafas y de inmediato estuvo desorientada. Amelia innecesariamente disfrutó empujándola dentro de la habitación en forma de caja. Era un estrecho cuboide con solo dos altas y delgadas aspilleras en lo alto de la pared del fondo. Debajo de ellas había una sola cama de hospital sin mantas.
-Entra- dijo la Dra. Blight. Luz arrastro los pies entrado más en la habitación. En un día brillante, estaría húmeda. En un día frio y húmedo era opresivamente oscura. -Volveré para comprobar cómo estás en una hora-. Se giró hacia la señorita Odalia. -Tenemos que buscar a Boscha. Si está desaparecida necesitamos a la policía aquí lo antes posible-.
La puerta se cerró, encerrándola en la caja de concreto. Luz no era buena con los espacios pequeños, incluso los ascensores la hacían sentirse claustrofóbica y, mientras la cerradura en la puerta crujía, se sintió peor. La policía, pensó, buena suerte con eso. No encontrarían a Boscha. Nadie lo haría. Ella se había ido.
Al pensar en Boo, un dolor agudo estalló en el esternón de Luz. Se mordió la lengua para contener un grito.
Se desplomó sobre la cama, los resortes resistiéndose con un chirrido malhumorado. Cerrando los ojos, Luz se centró en tomar largas y profundas respiraciones, exactamente lo que le diría su madre que hiciera si estuviera aquí. Eso le trajo escaso consuelo. Amity se encontraba afuera, sola, en un mundo lleno de espejos. No solo espejos, cualquier cosa reflectante. Era como si estuviera muerta.
Escaneando la habitación, la única cosa positiva de su celda era que no había nada reflectante en absoluto. Eso significaba que era la única que quedaba: Willow, Boo, Amity en cualquier momento, y ella permanecía en cautiverio. Fueron vencidos. Luz nunca se sintió tan inútil. Lo único que podía hacer era esperar.
La única cosa que tenía en el calabozo era tiempo para pensar.
Por más que intentó mantener los recuerdos de Boo fuera de su cabeza, no podía: la fiesta en que se fueron disfrazadas como Bellatrix y Dobby; Boo manoseando los traseros desnudos de las estatuas en el museo británico antes de ser escoltadas fuera del sitio por un guardia de seguridad, la “anónima” tarjeta de San Valentín que Boo le enviaba cada año sin falta. Luz la iba a extrañar tanto. Sofocó una resignada sonrisa; había un poco de consuelo en saber que solo sentiría ese hueco en su corazón por máximo doce horas. Quien sabía, tal vez todos volverían a reunirse.
También pensó en Amity.
Ella hizo realidad su cuento de hadas: la despertó con un beso. Vivió más en cinco días que en sus dieciséis años. Ahora se había ido y la quería como nunca quiso otra cosa (incluyendo la antigua máquina de escribir por la que rogó cuando tenía doce).
En la habitación de aislamiento no tenía forma de saber cuánto tiempo había pasado. Aún se encontraba en pijama, sin reloj y sin teléfono. Afuera escuchó las olas rompiendo contra los acantilados y el golpeteo constante de la lluvia en el patio. Una canaleta o algo debían tener una fuga también, porque un continuo goteo salpicaba en la senda fuera de su ventana.
No… espera. Por supuesto, pensó.
Mary… goteando sobre las baldosas de la sala; el cuarto de baño; el baño de los profesores. Había estado oyendo ese goteo toda la semana… apenas fuera del alcance del oído. Ahora llegó a su punto culminante.
Luz permaneció en la cama, hasta que sus piernas y nalgas estuvieron tan entumecidas que recurrió a pasear para mantener la circulación fluyendo; no es que hubiera mucho espacio para pasear.
La habitación se hizo más y más oscura, y aparentemente más y más pequeña, mientras la tormenta afuera empeoraba. Un trueno comenzó a retumbar como si el cielo tuviera hambre y un relámpago brilló en nerviosos intervalos.
De vez en cuando una cara borrosa aparecía en el panel de plexiglás esmerilado en la puerta. Luz supuso que era Blight revisándola, pero no podía estar segura. Mientras los minutos se convertían en horas (probablemente), Luz podía sentir su agarre aflojándose. Amity y Boo, Boo y Amity. El pánico se convirtió en rabia, sus manos se retorcían con energía nerviosa.
Finalmente, explotó y se lanzó hacia la puerta. No podía esperar ni un segundo más. Obligando su voz a mantenerse uniforme y sensata, llamó a través del cristal.
-¡Hola! ¿Hay alguien ahí? ¡Estoy tranquila ahora! Estoy lista para hablar-. No hubo respuesta. Presionó su rostro contra la ventana, pero no podía ver ni oír nada en el pasillo. -¿Puede alguien decirme que está pasando?-.
Nada.
Estaba fría. Se frotó los brazos para entrar en calor y se inclinó de nuevo en la cama plegable. Apoyó la espalda contra el yeso fresco y fijó sus ojos en la puerta. Se sentía tranquila ahora, pero no mentiría. Si era necesario, empezaría desde un principio y contaría toda la historia: el reto, Willow, Edalyn, Kiki. Tan loco como todo sonaba, nadie podía negar que algo imposible, la definición de diccionario para paranormal, estaba sucediendo. Dios, si tenía que hacerlo, Luz obligaría a Blight a llamar a Kiki o al hospital. Todas las pistas se hallaban allí si las mirabas lo suficientemente fuerte, alguien vería un patrón extraño.
Luz cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared. Fuera de la ventana, el hilo de agua se redujo a un preciso goteo, goteo, goteo.
Goteo, goteo, goteo.
Sus ojos se abrieron. Por el rabillo del ojo, en los bordes de su visión periférica, algo se movió.
Luz gritó y rodó fuera de la cama al suelo. Donde la pared una vez fue lisa y plana, ahora había una impresión de un rostro mirando, un rostro de una chica. La pared se estiró y flexionó como si estuviera hecha de látex, dedos presionando a cada lado de la cara, como si estuviera intentando forzar su camino a través de la pared.
Sin atreverse a mirar hacia otro lado, retrocedió por el suelo sobre su trasero. La cara se hundió de nuevo en el yeso y era solo la pared una vez más. Oh Dios… La pared a su izquierda, la más cercana a ella, onduló y una mano trató de empujar una vez más su camino a través de ella, como si estuviera ciega.
Luz gritó y se puso de pie, presionando su espalda contra la pared opuesta. Dos delgados brazos lograron atravesarla, arañando por ella. Las manos fantasmales no la podían alcanzar. Se retiraron.
Un segundo después, la impresión de la cara de Mary surgió justo al lado de la suya. Luz se giró de regreso hacia la puerta.
-¡Déjenme salir!- gritó, golpeando la madera. -¡Intenta entrar! ¡Por favor!-. Era consciente de que esto no ayudaría a su suplica de cordura, pero mejor loca que muerta. -¡Por favor! ¿Alguien puede oírme?-.
El rostro de Lilith Mary, con su boca abierta, se zambulló a través de la pared, alargando toda la superficie, estirándola mientras intentaba abrirse paso a través de ella. Luz giró para enfrentarse a la chica muerta. -¡No hay espejos aquí, Mary! No va a funcionar-. El contorno de la cara se detuvo y se giró con curiosidad hacia ella. -¿Qué es lo que quieres?- murmuró Luz, aterrorizada. -He hecho todo lo que querías… Traté y traté de ayudarte… ¿Por qué no me dejas en paz?-.
¿Por qué ella? ¿Por qué, de todas las chicas en todo el mundo que han dicho su nombre? ¿Por qué Mary se aferró a ella como un parásito?
La cara se retiró, lentamente, casi como en trance. Luz se aferró al marco de la puerta como si fuera su tabla de salvación. El poder de Mary era más fuerte que nunca, pero al parecer aun necesitaba una superficie reflectante para cruzar propiamente a la realidad.
-Déjenme salir-. Luz apoyó la cabeza contra la puerta, sabiendo que nadie la escuchaba. -Por favor- añadió débilmente.
La lúgubre habitación se hallaba en silencio. Las paredes eran solo paredes. El único sonido era el de su propia respiración entrecortada. Luz, con la espalda pegada a la puerta, escaneó la celda. Mary no se rendiría tan fácilmente, no cuando tenía un público cautivo.
-¿Mary?- susurró Luz. -¿Dónde estás?-.
Goteo.
El ruido era más fuerte que nunca. Más cerca.
Goteo, goteo.
Luz lo vio. Por encima de su cabeza, tubos de calefacción cruzaban el techo, desapareciendo en la pared a ambos lados. Había una pieza oxidada en el centro de la anticuada tubería y vio una gruesa y gran gota fugándose de la pieza defectuosa. Se resbaló por esta, agrupándose como una lágrima, colgando por un segundo antes de caer al suelo con un húmedo plaf.
La boca de Luz se abrió. Eso era Mary. Estaba haciendo que eso sucediera.
Goteo, goteo, goteo.
Las gotas comenzaron a acumularse en el centro del linóleo. Mary creaba una manera de entrar. Las gotas se volvieron un hilo, la fuga empeoraba.
Luz se giró hacia la puerta y la golpeó con ambos puños. -¡Oh Dios mío, sáquenme de aquí!-.
Una mano blanca como la tiza logró atravesar el charco.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro