Un encuentro sorprendente
- Te cito Andrés, porque tu caso particular a mí me llama la atención.
Nosotros, como en todas las profesiones, tenemos que cumplir con un código de ética respecto a la confidencialidad de la información y diálogos con nuestros pacientes. Sin embargo, al dialogar con vos, los datos que me diste se asemejan y complementan, por así decirlo, al de otro paciente mío. Me tomé el atrevimiento de indagar más en profundidad e investigar donde vivías, más allá de lo que vos me contas en nuestras sesiones, y considero que este encuentro es muy oportuno y será positivo y muy enriquecedor para ambos.
Quiero que quede en claro que como médica sé que entré y me involucré en algo que me es ajeno, pero mi única intención es ayudarte.
Demás está decir que tenes entero mi apoyo en lo que está por venir.
- Bueno Doctora, usted dirá... yo estoy dispuesto a escucharla.
- Te quiero presentar a alguien. Es importante que escuches con atención lo que tiene para decirte. Estaba entusiasmado por conocerte.
(Un hombre delgado, alto, moreno, de ojos castaño claros, cabello corto que parece combinar a la perfección con su color de ojos, y una sonrisa amplia que se dirige exclusivamente hacia Andrés, entra en el consultorio.)
- Buenos días. Así que vos sos Ángel. Escucho sobre vos desde hace varios días y déjame decirte que tu historia es fascinante, casi de película.
Tenía ganas de que podamos hablar para conocernos, ¿te parece bien?
- ¡Claro, si!... Usted ya está intrigándome y parece que siente lo mismo por mi... Yo soy Ángel Andrés Molina... ¿Y usted?
- Soy Jonathan Ezequiel Miranda.
(Andrés se queda estupefacto al escuchar el nombre de quien está en frente suyo. Sabe de inmediato de quien se trata.)
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