Capitulo 4
Hola! Aquí está el capítulo 4, las cosas ya se ponen interesantes jaja (o eso espero) ojalá les guste!
A/N: imagen no me pertenece, créditos al autor
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Todo cambio a partir de ese día.
Aioria y yo tratamos de seguir con nuestras vidas de la misma forma pero no fue posible, al no estar Aioros, todo cambió y por orden del santuario no podíamos seguir viviendo solos sin supervisión, éramos apenas unos niños, así que Aioria fue a vivir con los demás niños del santuario y yo fui al recinto donde habitaban las aspirantes a caballero femenino.
Esto nos afectó demasiado, yo no quería separarme de Aioria, mucho menos ahora que Aioros no estaba, pero tristemente esto no fue lo peor que sucedió.
Luego vinieron los rumores.
—ahí va, el hermano del traidor –gritaba un joven señalando a un cabizbajo Aioria.
—seguro tú también lo eres –decía otro.
—deberían expulsarte del santuario –gritaban otros chicos.
—traidor, traidor, traidor –gritaban todos en unisono.
Aioria solo agachaba la cabeza y seguía su camino, tratando de ignorar los comentarios horribles que hacían aquellos niños, yo solo podía observar de lejos con tristeza la escena, "Aioria..." Pensaba. —hey ______, concéntrate! –dijo mi nueva "maestra" sacándome de mis pensamientos, haciendo que pusiera mi atención en ella y en la sesión de entrenamiento que se estaba llevando a cabo. —tienes que poner atención, tu oponente puede aprovechar esos momentos para atacar –dijo con tono severo pero dulce a la vez, —si maestra, disculpe –dije agachando la cabeza, —está bien, que no vuelva a pasar –dijo antes de continuar con la sesión.
Después del entrenamiento no podía dejar de pensar en Aioria, cada día los rumores seguían y seguían, todos decían que Aioros era un traidor que había tratado de asesinar a la diosa Athena, sin embargo yo no podía creer eso, yo conocía a Aioros, y sabía que él sería incapaz de hacer algo así, y estoy segura que Aioria pensaba lo mismo, pero los niños pueden ser muy crueles y sus palabras pueden herir más profundamente que sus puños.
Aioria estaba sufriendo, lo pude ver en su expresión ese día, quería ayudarlo, al menos hablar con él, la verdad lo extrañaba muchísimo.
Desde aquel día que nos separaron habían pasado 6 meses en los cuales no habíamos podido vernos, las reglas eran estrictas en el santuario y debíamos acatarlas, sin embargo no podía seguir así, viendo a lo lejos como sufría sin que nadie estuviera a su lado para apoyarlo, debía hacer algo.
Así que esa misma noche tome cartas en el asunto, y cuando todas estuvieron dormidas, logre escaparme del recinto de las amazonas, corrí sigilosamente cuidando que los guardias del santuario no me vieran, y me escabullí en en campo de entrenamiento donde ahora vivía Aioria.
Lentamente me aproximé a la casa donde dormían los niños, me asomé por la ventana y ahí estaba, Aioria estaba profundamente dormido en una habitación que tenía varias camas más donde dormían los demás niños, sonreí al verle nuevamente.
Cuidadosamente tratando de no hacer ruido, abrí la ventana, tome unas piedritas del suelo y comencé a arrojarlas en dirección a Aioria, las primeras no le hicieron ni cosquillas, pero una que le cayó directamente en la cara hizo que se retorciera incomodo, sonreí "ya casi lo logro" pensé , así que tire una piedrita más a su cara y ahí estaban, esos ojos verdes brillando en la oscuridad, Aioria frunció el ceño confundido mientras miraba de lado a lado tratando de encontrar la fuente de su molestia. —psss Aioria! –dije susurrando, el niño volteo a verme al escuchar el sonido de mi voz, sus ojos se abrieron como dos platos, se paró rápidamente de su cama y se dirigió hacia la ventana donde me encontraba. —______ , ¿que haces aquí? ¡Si te encuentran de seguro te darán un castigo horrible! –dijo Aioria mirando de lado a lado vigilando que nadie pudiera verlos —yo también estoy feliz de verte –dije cruzando mis brazos sobre mi pecho, mirándolo seriamente. Aioria suspiro mientras cerraba los ojos, —me alegra mucho verte _____ pero debes irte –dijo Aioria en voz baja. —que gallina eres Aioria, nadie nos va a encontrar si somos cuidadosos, mejor sal y vienes conmigo –dije sonriéndole, Aioria parecía dubitativo, yo lo mire suplicándole con mis ojos y el no pudo resistirse, así que tomando una gran bocanada de aire, abrió la ventana más ampliamente y ágilmente salió por ella, apenas estuvo a mi alcance, me arrojé hacia él y le di un abrazo, el inmediatamente devolvió aquel gesto, ambos lo necesitábamos.
Después de un tiempo, nos separamos, yo le sonreí y lo tome de la mano para llevarlo a un lugar donde no pudieran encontrarnos, Aioria dejó que yo lo guiará, sabía perfectamente a dónde íbamos, y luego de unos minutos de caminata llegamos, era un pequeño lago que quedaba cerca al santuario, nadie pasaba por ahí. Aioria y yo lo habíamos encontrado un día que salimos a buscar algunas frutas para hacer un postre, hacía ya bastante tiempo,, cuando todavía nada había cambiado.
Nos acercamos a la orilla y nos sentamos en el pasto, hubo un rato de silencio, solo observábamos el panorama, la luna se reflejaba en el agua, el viento creaba algunas pequeñas ondas en el lago y a su vez hacía que las ramas de los árboles se movieran creando un sonido tranquilizante.
—te extrañe mucho Aioria –dije volteando a verle, Aioria dirigió su atención hacia mi y sonrió melancólicamente, —yo también ______ -dijo, suspire. —todo esto...ha sido difícil –dije, Aioria agacho su mirada y asintió —no debes poner atención a todo lo que dicen, tú sabes que son solo mentiras –dije tratando de animarlo, sin embargo la mirada de Aioria seguía fija en sus manos que arrancaban el pasto que tenía a su alcance mientras su ceño se fruncía profundamente, yo lo mire confundida —¿sabes que son mentiras verdad? –dije una vez más —¿verdad Aioria? –el rubio volteo a verme, su mirada estaba llena de tristeza y decepción, me rompía el corazón, el pequeño suspiro, —dicen tantas cosas _____, ya no sé qué creer –dijo, yo no podía creer lo que me estaba diciendo, ¿en serio estaba dudando de su hermano? —no puedes estar diciendo eso Aioria, Aioros sería incapaz de hacer eso que dicen, ¡él no es un traidor! –dije algo enojada —entonces, ¿ por qué huyó así esa noche? ¿Por qué no nos dijo nada, o nos dio una explicación? –dijo Aioria levantando la voz —no...no...no se, pero tendría sus razones...-dije agachando mi mirada, Aioria suspiro por doceava vez esa noche —no sé qué pensar _____, pero algo si lo tengo muy claro... – dijo el oji verde mirando hacia el frente con convicción, yo lo miraba atentamente —voy a entrenar cada día más duro para convertirme en caballero, voy a limpiar su nombre y el mío, recuperare la confianza y el respeto del santuario a como dé lugar.
para ese momento, Aioria estaba apretando sus puños tan fuerte que sus nudillos estaban blancos y sus ojos se tornaban aún más brillantes por las lágrimas que se asomaban, al verle así, las lágrimas no tardaron en salir de mis ojos y sin pensarlo dos veces lo abrace, Aioria me abrazo mientras sentía sus lágrimas caer en mi cabello —Aioria...-dije aún abrazándolo —sea lo que sea, yo siempre te voy a apoyar y siempre voy a estar a tu lado, no lo olvides, no te voy a dejar solo –Aioria al escuchar mis palabras apretó sus brazos más fuerte alrededor mío.
No quería que se sintiera solo, quería que supiera que a pesar de no estar junto a él físicamente, siempre estaría ahí en espíritu y siempre que él me necesitará yo estaría para el.
Los días pasaron, luego se convirtieron en meses y luego en años, Aioria y yo nos escapábamos constantemente para vernos a escondidas, siempre en aquel lago. Esos pequeños momentos en aquellas hermosas noches nos ayudaron a sobrepasar los malos ratos que pasábamos durante el día, siempre no las arreglábamos para reír y para charlar en esos cortos pero bellos encuentros.
Habían pasado ya 8 años desde aquel día en el que Aioros se había ido, sin embargo, cada día nuestra amistad crecía y con el pasar de los años se hacía más fuerte.
Un día particularmente soleado, me encontraba preparando un delicioso pastel, Aioria había cumplido 15 años hacia algunos días y no podía pasar sin celebrárselo, así que me las Ingenie para hacerle llegar un mensaje para que nos encontráramos en el lugar de siempre esa noche, quería felicitarlo y darle su tarta de frutas favorita como regalo, sonreí al imaginarme la cara que pondría cuando la viera.
El día pasó increíblemente rápido y cuando menos lo pensé, ya me encontraba sentada en la orilla del lago esperando a Aioria, todo estaba tranquilo y en silencio, el único sonido lo hacia el viento al rozar con las hojas de los árboles, cerré mis ojos para disfrutar un poco de la brisa que acariciaba mi piel y movía mis cabellos; sin embargo, algo interrumpió mi momento de relajación, un sonido, eran pasos, pero no parecían los de Aioria, se sentían más pesados. dirigí inmediatamente mi mirada hacia el lugar de donde provenía el sonido, no veía con claridad nada pero pude divisar un destello dorado a medida que el sonido se hacía más fuerte "no puede ser, ¡un caballero dorado! Si me encuentran aquí de seguro me matará!" Pensé, estaba muerta del susto, había escuchado que los castigos que propiciaba el santuario a los que incumplían alguna de las reglas eran todo menos agradables y honestamente no quería experimentarlo de primera mano, pensé en correr, en esconderme, pero no tenía tiempo, entre en pánico y lo único que pude hacer fue ponerme de pie y en posición de pelea, sin embargo, mi posición se desvaneció apenas pude divisar al caballero dorado que se acercaba a mí con una sonrisa orgullosa en su bello rostro juvenil.
Mis ojos abiertos en sorpresa —¡Aioria! –dije casi gritando de emoción, el caballero se detuvo a unos pasos delante mío e hizo un gesto de negación con su mano —no, no, no, ahora soy Aioria de Leo, caballero dorado de Athena –dijo con esa sonrisa orgullosa en sus labios, yo me abalancé hacia él y rodee su cuello con mis brazos, Aioria había crecido bastante y ahora era mucho más alto que yo, sin embargo, eso no impedía que lo abrazara, el soltó una pequeña carcajada ante mi pequeño acto de euforia mientras ponía sus manos en mi cintura, me separé un poco de él y lo mire nuevamente más detalladamente, lentamente solté mis brazos de su cuello y comencé a bajar mis manos por su torso, detallando su brillante armadura con mis dedos, el me miraba atentamente, una sonrisa se asomaba en sus labios al ver mi expresión de asombro y encanto a medida que mis dedos recorrían su armadura. —Aioria...esto es...es ¡increíble! Estoy muy feliz por ti –dije mirándolo nuevamente a la cara, sus manos aún estaban en mi cintura mientras que las mías se encontraban posadas en su pecho, sus ojos verde esmeralda me miraban fijamente y no pude evitar sonrojarme ante la cercanía, así que di unos pasos hacia atrás haciendo que sus manos soltaran mi cuerpo.
—¿Sorpresa? –dijo el rubio encogiéndose de hombros, yo no pude evitar soltar una carcajada, me acerqué nuevamente a él y le di un pequeño empujón a lo cual el dio un paso torpe hacia atrás —eres un idiota –le dije, Aioria río —y ahora yo que hice? –dijo aún en tono burlón —¿te parece poco no avisarme que hoy era la ceremonia de entrega? –dije cruzándome de brazos, Aioria sonrió —¡quería que fuera una sorpresa! –lo mire incrédula —no me convences -dije dándome la vuelta para darle la espalda, ante este gesto, Aioria se acercó a mí y me abrazo por detrás poniendo sus brazos alrededor de mi cintura. —vamos ______ no te puedes enojar con un caballero dorado, además creí que íbamos a celebrar mi cumpleaños –dijo susurrando en mi oído, al escuchar sus palabras no pude evitar girar mis ojos en exasperación, —eres un engreído –le dije aún de brazos cruzados, Aioria soltó de nuevo una carcajada y separándose de mí se dirigió hacia dónde se encontraba la cesta que traía conmigo para celebrar su cumpleaños —pero así me quieres ¿no? –dijo volteando a mirarme brevemente con esa sonrisa confiada de medio lado que se había vuelto tan común en el, suspire mientras empezaba a caminar siguiéndole —¡espera Aioria que te conozco y luego no me dejas nada de comer! –dije apresurando el paso.
Esa noche fue maravillosa, reímos, hablamos y celebramos, yo no podía estar más feliz, Aioria por fin después de tanto esfuerzo había conseguido convertirse en un caballero dorado, su más grande anhelo, podía ver en sus ojos ese fuego que este nuevo logro le otorgaba, estaba lleno de vida y de orgullo, verlo así alegraba a mi corazón.
Sin amargo, yo aún no conseguía mi armadura, pero eso no impedía que cada día me entrenará con más dedicación para conseguirla y debido a mis esfuerzos no tarde en lograrlo.
A decir verdad si tarde un poco, pero lo importante era que lo había logrado, habían pasado dos años desde que Aioria había conseguido su armadura y aquí me encontraba yo, en mi combate final para conseguir la tan anhelada armadura de plata de grulla, sin embargo yo no soy tan buena con las sorpresas como Aioria y este se enteró días antes que hoy era el día, por lo que ahí estaba el, observándome atentamente desde las gradas, su presencia era reconfortante, sentía que con su apoyo podía lograrlo.
Y así fue, ese día me hize portador oficial de la armadura de grulla, era por fin un caballero de Athena, la felicidad no cabía en mi cuerpo, y apenas me fue entregada la caja de Pandora que contenía mi armadura, corrí a darle un abrazo a Aioria, no me importaba lo que pensaran los demás presentes, la alegría y emoción me invadían y no podía evitarlo.
—felicidades pequeña, sabía que lo lograrías –dijo Aioria sonriéndome ampliamente mientras nos separábamos de nuestro abrazo, —a quien le dices pequeña, gato, ¡soy mayor que tú! –le dije apoyando mis manos en mis caderas, pero sin que mi sonrisa de desvaneciera de mis labios —puedes ser mayor pero sigues siendo una enana –dijo mientras revolvía mi cabello con su mano, yo mientras tanto agarraba su brazo y trataba de alejarla de mi, el solo reía, sin embargo nuestro pequeño momento fue interrumpido
—felicidades _______ - dijo la pelirroja con tono amable, voltee para verla, —¡gracias Marín! –dije dándole un fuerte abrazo —ya te estabas tardando ¿eh? –dijo la chica en tono burlón, yo le hice una mueca, pero cuando estaba a punto de responderle fui interrumpida. —eso estaba apunto de decirle yo –dijo Aioria, voltee a verlo, el miraba fijamente a Marín con una sonrisa coqueta en sus labios, fruncí el ceño ante esta acción, pero decidí ignorarla. —qué modales los míos –dije aclarándome la garganta —Aioria, te presento a mi buena amiga, Marín, Marín, él es Aioria –dije haciendo las debidas presentaciones, Aioria tomó la mano de Marín y depósito un pequeño beso en ella —mucho gusto, Marín, soy Aioria, caballero dorado de Leo, es un placer conocerte, _____ no me había dicho que tenía amigas tan hermosas –dijo el rubio con su tono más seductor, —el gusto es mío –dijo Marín, y aunque no podía ver su expresión por la máscara que llevaba puesta, sabía que la chica estaba sonriendo, yo simplemente observaba la escena y un sentimiento se hizo presente, aunque no podía descifrar exactamente qué era.
No me gustaba ver el el tono en el que Aioria le hablaba a Marín, ni mucho menos como ella le correspondía, pero ¡Aioria era mi amigo! y ¡Marín también!, ¿no sería bueno que ellos se involucraran sentimentalmente? Me dije a mí misma, ¡NO! No era bueno! Me respondí mentalmente, ¿Por qué no? Pregunte de nuevo, ¡Por qué NO! Y punto.
Y ahí, en ese instante lo comprendí, aquel sentimiento, que me carcomía por dentro en ese momento, eran celos, estaba celosa... y definitivamente ya no veía a Aioria como solo un amigo...
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Fin del cuarto capítulo! Gracias por leer y espero que les haya gustado ^^, no olviden darle click a la estrellita y dejarme sus comentarios, las quiero!
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