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Capitulo 16

Hola, antes de seguir leyendo por favor lean lo siguiente:
Advertencia: este capítulo contiene lemon, si no se sienten cómodas con esto por favor no lo lean, pero igual he de aclarar que no es explícito y trate de hacerlo más de una forma que se viera la conexión emocional más que la física.
Espero sea de su agrado y si les gusta o disgusta me gustaría saberlo.
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Habían pasado ya dos semanas desde aquel día, aquel día donde el había probado sus labios, no sabia si había sido bueno o malo, a decir verdad si lo sabía, había sido increíble, pero ahora no podía sacar esa imagen de su mente ni esa sensación de sus labios, si antes pensaba en ella constantemente ahora lo hacía de manera permanente, la deseaba, con locura, había tratado de alejarse, de concentrarse en otras cosas, de estar con su novia pero nada había funcionado, su cuerpo le decía a gritos que tenía que verla de nuevo, que tenía que besarla de nuevo, pero no podía hacerlo, las palabras de Milo resumbaban en sus oídos, y no era por miedo a ellas que no lo hacía, era por qué no quería lastimarla, era lo que menos quería, pero de igual forma eso no le impedía a su cuerpo y mente necesitarla con tanta desesperacion.

Aioria suspira mientras camina por el santuario tratando de despejar su mente, su novia había sido enviada a una misión lejana y faltaba bastante para su regreso, la extrañaba aunque no sabía bien por qué, era por qué la amaba, ¿verdad? Eso quería creer, eso era mejor que pensar en que la necesitaba para tratar de olvidar lo que realmente deseaba, el joven suspira mientras niega con su cabeza, debe dejar de pensar de esa forma.

Siguió caminando hasta que una voz lo saco de sus pensamientos.

—Aioria -dice el caballero con sonrisa ladina acercándose a el.
—Angelo -dice el rubio mientras lo mira con la misma sonrisa-
—¿ya te enteraste? -dice el caballero de la cuarta casa mientras camina a su lado.
—¿de que? -pregunta Aioria mientras observa a su alrededor.
—de la fiesta -dice Angelo sonriendo ampliamente.
—¿fiesta? -pregunta el rubio confundido —¿con qué motivo? -dice cruzándose de brazos. A lo que el caballero de púrpuras cabellos rueda sus ojos.
—¡no lo sé Aioria! Creo que es algo relacionado con motivar a los caballeros o algo así, la verdad no importa, lo importante es que habrán muchas chicas bellas allí -dice sonriendo de lado mientras levanta las cejas de manera insinuante. Ahora es el turno de Aioria de rodar los ojos.
—sabes que tengo novia -dice el ojiverde mientras lo observa serio.
—la bella Marín, si todos lo sabemos pero... -dice Angelo sonriendole a su compañero — ella no va a estar allí así que no tiene nada de malo que te diviertas un poco
—no soy ese tipo de hombre -dice Aioria firmemente.

Angelo suspira pesadamente.

—Eres un aburrido Aioria pero igual, la fiesta es hoy espero verte allá -dice para luego alejarse rápidamente.
—lo dudo -dice Aioria para seguir su camino.

La joven se mira en el espejo, se ha probado ya más de 7 vestidos o más bien sus amigas han hecho que se pruebe más de 7 vestidos, e igual ninguno le convence, de por si no está segura de querer ir a la dichosa fiesta, aún no se siente del todo segura.

—vamos, ese te queda hermoso -dice Akane sonriendo ampliamente.
—estoy de acuerdo, creo que ese es el elegido -dice Tamara mientras sonríe.

La joven tenía puesto un vestido azul oscuro, ceñido hasta su cintura con un escote en V y la espalda descubierta con un escote de la misma forma, la falda era ancha y le daba hasta arriba de la rodilla, un moño adornaba la parte baja de su espalda para dejar que cayera la tela en una suave cascada del color del océano.

—no lo sé...me recuerdan ¿por qué vamos a esta fiesta? -pregunta la joven aún dudosa
—por que tienes que distraerte y divertirte -dice Tamara mientras se arregla un poco su cabello.
—¿pero qué tal si él está ahí? -dice la joven algo insegura mientras jugaba con las puntas de su cabello.
—mejor, así te ve radiante -dice Akane mientras termina de ponerse los zapatos.

La joven duda, no se siente capaz aún de ver al caballero de leo, reza a todos los dioses para que él no se presente en aquella fiesta, desea con todas sus fuerzas que está noche sea tranquila, da un gran respiro para luego salir con sus amigas en dirección a la dichosa fiesta.

El lugar está lleno, hay mucha gente que no conoce y muchas caras conocidas, busca con la mirada y no puede divisar a aquel joven de rubios cabellos y ojos esmeralda que se encarga de atormentar sus pensamientos, suspira aliviada, sonríe mientras se adentra en la fiesta hablando con algunas personas, riendo un poco y compartiendo algunas anécdotas, desearía que Milo estuviera allí con ella, pero entiende que primero están los deberes y las misiones eran el deber principal de un caballero, pasa algún tiempo y la joven empieza a aburrirse, busca con la mirada a sus amigas, Tamara baila con el caballero de acuario y a Akane no la ve por ningún lado, suspira mientras bebe un poco de champagne, tal vez esperaría unos minutos más y partiría a casa, lo pensó mejor, no esperaría, tomo su bolso, se abrió paso entre la gente y salió del lugar.

El caballero de leo dudo mucho en ir al evento, pero al estar solo en el templo de leo, sumido en sus pensamientos que ahora eran su némesis, decidió que tal vez aquella fiesta sería una distracción, al menos temporal, se arregló un poco, unos jeans con una camisa blanca y sobre ella una chaqueta de cuero, algo muy casual, tampoco se iba a esforzar mucho, se puso algo de colonia y salió en dirección de aquel lugar sin saber lo que la noche le deparaba, esperaba que fuera algo positivo.

La joven caminaba tranquilamente hacia su pequeña cabaña, el clima era fresco, no hacía frío pero tampoco hacía calor, era perfecto, ella miró al cielo por un momento distrayéndose con las estrellas que allí brillaban, se veían tan claras y tan irónicamente cercanas, la chica siguió caminando con su vista fija en el firmamento, no se percató que alguien venía, el tampoco lo hizo ya que su cabeza sumida en pensamientos lo tenía observando fijamente el suelo.

—Perdón -dice ella mientras recoge su bolso —no me fijé…-se queda sin palabras por unos segundos al ver que tiene nada más ni nada menos que a Aioria de leo frente a ella.
—hola -dice el rubio mientras pone sus manos en los bolsillos de sus pantalones no sin antes observar a la joven de arriba a abajo, no puede evitar morder su labio al verle pero sin embargo no dice nada.
—ahm -dice la joven para luego aclarar su garganta, ¿desde cuando su relación se había vuelto tan complicada e indescifrable? Por qué no podían volver a ser chiquillos que reían por horas y hablaban de bobadas, un suspiro sale de sus labios. —Disculpa Aioria, no veía por donde caminaba, espero pases buena noche -dice mientras se dispone a seguir su camino pero una mano en su muñeca la detiene.
—¿A donde vas? -pregunta el oji verde sin soltar el agarre en la joven, mirándola fijamente, ella siente débiles las piernas de solo ver esos ojos que a la luz de la luna tienen un color manzana que hace juego con el tono dorado que toman sus cabellos.
—A mi casa -dice observándolo para luego soltarse de su agarre y darse vuelta empezando a caminar.
—¿te puedo acompañar? -pregunta Aioria mientras camina a su lado.
—¿No ibas a la fiesta? -Voltea a verlo y levanta una ceja.
—si, pero igual no tenía muchas ganas de ir, ya sabes que no soy mucho de ese tipo de eventos -dice encogiéndose de hombros a lo que ella no puede evitar sonreír.

Ambos caminan en silencio, el por su lado trata de descifrar lo que siente, en este momento es claro que ella le atrae, pero ¿hay algo más? El la quiere, por supuesto que sí, pero ¿tanto como para dejar a la que el creía era el amor de su vida? No, el la quería como una hermana pero también la deseaba, ese instinto de hombre orgulloso no dejaba que ella estuviera con otro hombre que no fuera el, el no podía amarla como ella quería pero tampoco podía dejarla ir.

Ella por su parte lo había descifrado hacia ya un tiempo, le amaba y no valía la pena negarlo más, tanto tiempo luchando y al parecer entre más luchaba contra ese sentimiento peor terminaba, así que lo aceptaría con valentía, no esperando que el le correspondiera, si no más bien para aprender a vivir con el, en algún momento sabía, o más bien, esperaba, que se fuera aquel sentimiento.

Caminaron un largo rato hasta finalmente llegar a la casa de ella, la joven abrió la puerta y volteo a ver al joven caballero que aún tenía sus manos en sus bolsillos y ahora se balanceaba en sus pies de lado a lado, ella dudo.

—¿quieres…pasar a tomar algo? -pregunta dudosa a lo que el joven simplemente asiente entrando en la pequeña cabaña cerrando la puerta a su paso.
—bueno, quieres ¿café o té? -pregunta ella mientras deja su bolso en la mesa, el no dice nada, este es el momento, es ahora o nunca, ella voltea a verlo esperando su respuesta pero se sorprende al encontrarlo a escasos centímetros de ella, siente como su corazón se agita de nuevo y su respiración se detiene por unos segundos.

—_______ -dice en un susurro el caballero mientras posa su mano en la ahora sonrojada mejilla de ella, le encanta ver cómo su cuerpo reaccióna ante sus pequeños toques, una sonrisa aparece en los labios del ojiverde, ella simplemente lo observa, esperando su siguiente movimiento, su cabeza le grita que lo aparte de nuevo, que lo aleje, pero su cuerpo parece hacerse de oídos sordos. 

Sin previo aviso Aioria rosa sus labios con los de ella, en un toque tan sutil y tan inocente que se siente como su primer beso, al ver que ella no se apartaba el aprovecha para unir sus labios en un beso lleno de ternura, sus suaves labios eran lo único que deseaba en este momento, y fue en ese instante que el lo decidió, ella sería suya, no le importaban las consecuencias de su desalmado acto, la deseaba. 

Ella se separó de el observándolo fijamente, ¿está haciendo lo correcto? Tal vez no, lo más seguro es que esto fuera el peor error de su vida, pero ¿que tal que no?, ¿que tal que el correspondiera sus sentimientos?, ¿que tal si el también la amaba?, iba a dejar pasar esta oportunidad, ¿iba a negarse a la oportunidad de sentirse amada por el? no, no iba a hacerlo, una sonrisa apareció en sus labios, ella estaba dispuesta a entregarse en alma y cuerpo a ese hombre que amaba.

El la observa, tratando de descifrar sus expresiones pero esa sonrisa es suficiente para el y sin pensarlo mucho, dejándose llevar por el deseo que lo consumía por dentro, sus labios estaban nuevamente sobre los de ella, probando aquel néctar prohibido de nuevo que se había convertido en una obsesión para el, ella dudo, era de esperarse, pero cedió, cedió ante las sensaciones que los labios de aquel caballero causaban en ella, pronto se encontró correspondiendole, enredando sus brazos en su cuello, a lo cual el joven no dudó en apegarla a él como era físicamente posible. Sus besos habían perdido la inocencia que acarreaban al principio de este frenesí en el que se encontraban sumidos ahora, el le dió un simple rose a su labio inferior, suplicándole por entrada a lo que la joven no tuvo la voluntad para negarse dándole acceso a ese lugar tan deseado por sus hábiles labios, su lengua batallo por poder pero ganó fácilmente ante la poca voluntad de resistencia que oponía ella, la deseaba, ahora más que nunca, nada más le importaba, ya era el primero en tener sus labios y seria el primero en tener su cuerpo, ella podría luego estar con alguien mas, besar a alguien más pero ella jamás podría borrar los primeros besos que el le dió de sus labios ni tampoco podría remover de su piel las caricias que el propiciaría, sería suya, por siempre.

Ella se separó de el por falta de aire, su pecho se levantaba respirando agitadamente, sus labios entreabiertos, su cabello algo desordenado y sus mejillas sonrojadas, tal vez era lo más hermoso que Aioria había visto en toda su vida, tal vez no, estaba seguro, era lo más hermoso que había visto en toda su vida. Pero su voz rompió aquel silencio que lejos de ser incómodo era invitante y deseoso.

—Aioria...tengo que saber...te haré la misma pregunta que te hice aquel día...¿Marín? -dice ella frunciendo un poco el ceño, Aioria veía la duda en sus ojos, el miedo de su respuesta pero la ilusión de la esperanza. El joven la observa por unos segundos, las palabras de Milo resumbaban en sus oídos al igual que sus mismas palabras, no quiere hacerle daño, no debe hacerle daño, frunce el ceño, su corazón palpita con fuerza y es de nuevo prisionero de sus deseos.

—Ella ya no hace parte de mi vida -dice en un susurro, miente, de una manera tan hábil y tan sutil mientras deja que sus labios rosen suavemente las acaloradas mejillas de la joven, sus manos aún puestas firmemente en la cintura de ella, y su voz le da a ella escalofríos al escucharla tan cerca de su oído —solo estás tú, siempre serás solo tú -mintio de nuevo, ¿Por qué lo hacía? No lo sabía, no quería pensar en ello, simplemente quería dejarse llevar, queria sumergirse en los placeres de su cuerpo, tal vez así lograría dejar de pensar en ella, quería probarse a si mismo que lo que sentía por ella no era más que deseo, era egoísta y no lo negaba pero ¿quién podría culparlo? En este momento poco le importaba.

La joven sonrió y sus ojos tomaron un brillo que indicaba que las lágrimas los invadían, el sintió un pequeño toque de culpa, pero fue olvidado al momento en que los labios de ella hicieron contacto nuevamente con los suyos, en ese momento lo supo, tenía su aprobación, lo había logrado. El separó aquel acalorado beso para recorrer su mejilla y llegar a su cuello depósitando leves besos aquí y allá, inhalando ese dulce olor que provenía de ella, ese aroma que salía de sus cabellos y de su piel, era intoxicante.

La joven tímidamente removió la chaqueta del rubio a lo que él no se opuso, separando un poco sus brazos para ayudar a que aquel pedazo de tela quedará descartado en el suelo, sus manos volvieron a ella casi de inmediato subiendo lentamente por su cintura hasta llegar a su cuello donde suavemente hicieron que ella pusiera a su disposición de nuevo esos labios suyos para que él los devorara.

Ella se dejaba llevar y casi involuntariamente paso sus manos por el pecho de el, atreviéndose a aventurarse bajo la suave tela de su camisa, tocando su acalorada piel, detallando los músculos de su torso perfecto, el se estremecía ante su toque, sentía electricidad por donde ella tímidamente pasaba sus delicados dedos, y una sonrisa apareció en sus labios al sentir como ella lentamente lo despojaba de aquella prenda que se interponia en sus caricias, nuevamente el la ayudo queriendo de nuevo sentir el toque de ella en su piel.

Sin más, el atrapó de nuevo sus labios en un beso carente de inocencia y por el contrario lleno de deseo y urgencia, sus manos hábilmente llegaron a la espalda de ella bajando aquel cierre que era la llave del objeto de ropa que mantenía aprisionado el esplendor de su cuerpo que él deseaba ver, la chica dejo que su vestido cayera sobre sus hombros dejándola expuesta ante el, ahora solo unas pequeños trozos de tela cubrían su cuerpo, el la observó de arriba a abajo con su labio atrapado entre sus dientes, quería grabar en su memoria cada centímetro de su piel, forjar a fuego en sus manos cada curva de su cuerpo, estaba sumido en un trance del que no estaba seguro de querer salir.

La joven sonrojada busca cubrirse con sus brazos lo que más puede, a lo que el rubio suelta una risilla pícara tomando sus brazos antes de que logren entorpecer la maravillosa vista de su cuerpo.

—Eres hermosa...-dice en un susurro haciendo que los brazos de ella se enreden en su cuello, apegando su torso al de ella —Eres perfecta -dice de nuevo mientras rosa sus labios en su cuello dejando pequeños besos tan sutiles que se confunden con el toque del pétalo de una flor, la joven suelta un suspiro cerrando sus ojos dejando que su piel experimente aquel delicioso toque del hombre que amaba.

El se aventura a recorrer su cuerpo con sus manos, lentamente acaricia su cintura, su espalda y suavemente llega a su pecho cubierto por ese incómodo trozo de tela que se interponia entre el y ella, sus hábiles manos logran deshacerse de aquel molesto artefacto para luego posarse en la suave piel que sus pechos de ofrecían, la joven no pudo contener el gemido que salió de sus labios ante ese toque en su virgen piel, era nuevo para ella, tan exótico pero tan delicioso, al escuchar el sonido proveniente de los labios de ella una sonrisa ladina apareció en sus facciones, quería volverla a escuchar y perderse en la melodía que compondría el mismo.

Lentamente dió algunos pasos sin despegar sus labios de los de ella hasta llegar al lecho donde la haría suya por primera vez, ambos se dejaron caer, ella lo observaba con adoración, con su mano acarició su mejilla y con su dedo tocaba sus labios, ella también quería memorizar sus facciones, quería grabar en su memoria este momento, tenía miedo y el lo sabía, pero ella confiaba plenamente en el, el no sería capaz de lastimarla, ni físicamente como tampoco lastimaria su alma.

El joven le dedicó una suave sonrisa, lo cual no hizo más que relajar un poco las rápidas palpitaciones de su corazón, ella le devolvió el gesto mientras se atrevió a enredar sus dedos en los suaves cabellos dorados del caballero, el no dudó y comenzó a repartir besos por su cuello dejando un camino húmedo por todo su torso, ella ya no le veía sentido a tratar de contener los gemidos que provenían de sus labios así que los dejaba ahora salir libremente a disposición de el.

El rubio subió nuevamente su rostro para besar sus labios de manera urgente, sentirla así, a su disposición, tan bella, tan frágil bajo el, ni en un millón de años se hubiera imaginado lo que estaba sintiendo en ese momento, su mano danzaba libremente en el cuerpo de ella llegando a el único lugar cubierto para su acceso, suavemente le dió una caricia sobre la tela a lo que ella soltó un gemido tan delicioso que le costó toda la voluntad que su cuerpo podía producir, no tomarla en ese mismo instante.

La joven no sentía más que dicha, el miedo, la pena, la incertidumbre se habían borrado de su mente, ahora solo estaba el allí, con ella, solo eran ellos dos, nada más importaba, esta noche era de ellos dos y de nadie más, tomo coraje y soltando un suspiro desenredo una de sus manos del cuello de el y bajando lentamente llego hasta su entrepierna lo que provocó un gemido gutural salir de los labios de el.

Las caricias habían dejado atrás la inocencia y ahora estaban cargadas de deseo y de una pasión que no parecía poder ser contenida, rápidamente el resto de las prendas habían sido descartadas y se encontraban ahora en algún lugar de esa pequeña habitación, pero eso era lo que menos importaba ahora.

Para ella solo importaba el y para el solo importaba ella, estaban juntos, completamente expuestos el uno al otro, el, más experimentado y ella, dulce e inocente, sin embargo en ellos ardía el mismo deseo y el mismo anhelo, el estaba listo pero quería tener la certeza de que ella lo estaba, la observó fijamente a los ojos a lo que ella hizo igual, sus antebrazos se apoyaban a los lados de la cabeza de ella, no quería perderse ninguna expresión, por mínima que fuera, quería tenerlas todas para el y solo el, su pecho tocaba levemente el de ella, sentía su piel ardiente y el calor que emanaba de su respiración agitada, beso nuevamente sus labios en un acto que solo podía ser interpretado como la solicitud de autorización a lo que ella responde ferozmente recorriendo los músculos de sus brazos llegando hasta sus ahora algo húmedos cabellos. Se separa de el por falta de aire y sutilmente asiente con su cabeza, ella estaba lista, el rubio baja un poco su mano para acariciar su mejilla con sus dedos, sumergido en el éxtasis que es su piel para el, lentamente se abre camino entre sus piernas entrando en ese lugar prohibido que ahora es conquistado por el y solamente el, la joven suelta un quejido ante la intrusión, cerrando sus ojos y aferrándose fuertemente a los hombros de el.

El joven la observa con simpatía, no quisiera causarle este dolor pero tampoco puede evitarlo, le besa la frente, las mejillas y finalmente los labios tratando de calmar ese dolor que ella siente, espera pacientemente que ella se acostumbre a su presencia mientras besa sus labios con dulzura.

—perdon cariño...-dice mientras besa sus labios una vez más sintiendo ahora como el fuerte agarré en sus hombros se suavizaba y como ella ahora le correspondía sus afanados besos, el entendió la señal y comenzó a moverse tan lentamente como le era posible, ella se mordía el labio con fuerza aún con los ojos cerrados, el la observaba a detalle tratando de descifrar sus gestos, pronto los quejidos que salían de sus labios fueron reemplazados por leves gemidos, la chica abrió los ojos para encontrarse con esas orbes esmeralda que la hipnotizaban, ahora era completamente suya, no había duda de ello, su alma, su corazón y su cuerpo le pertenecían por completo. Lentamente subió su mano y la poso en la mejilla del chico perdiéndose en esos avismos que eran sus verdes ojos.

—Te amo -dijo ella tan inocentemente, su voz suave y levemente entrecortada, su mirada tan ilusionada y tan llena de ternura. Quería demostrarle lo que sentía de verdad, tal vez en ese momento las acciones no eran suficientes y ella quería que el supiera de sus labios que le amaba, le amaba con todo su ser. El al verla así, no pudo mentirle en aquel momento, la observó por unos segundos para acallar sus palabras con un acalorado beso. No era que el no la amara, simplemente, como se lo había dicho hacía ya tanto tiempo, el la amaba pero no dé la forma que ella deseaba que el lo hiciera.

El cuerpo de la joven respondía ante su toque y le daba lo que el deseaba más que nada, esos gemidos de placer que solo el podía producir, ella se dejó sumergir en las aguas profundas que eran el cuerpo de el y se dejó llevar ante las sensaciones y sentimientos que el roce de su piel con la de ella producían en su interior.

En un abrir y cerrar de ojos se encontraron sumidos en un baile carnal que ninguno quería finalizar, un Vaivén de caderas que provocaba en ambos melodías compuestas de suspiros y gemidos, nada más podía ser escuchado en aquella pequeña cabaña, solo ellos dos, esos sonidos producto del choque de sus cuerpos y esos deliciosos cantos provenientes del dulce acto de amor, amor que al menos uno de ellos sentía.

Pronto ella sentía que no podía aguantar más, el mar de sensaciones se hacía cada vez más profundo y luchaba ahora por mantenerse a flote, sus labios no acallaban los grandes gemidos mientras que sus manos recorrían con sus uñas dejando un rojizo camino a su paso en la espalda del rubio.

—No te contengas linda...quiero verte -susurro el ojiverde retirando con sus dedos un mechón de cabello que se interponia en su deseo de ver su rostro por completo mientras se seguía moviendo tan deliciosamente en su cuerpo volviendola completamente loca, la sabía tocar con hábiles manos como si fuera un instrumento hecho y tallado específicamente para ser tocado solo por el, la joven lo observó por unos segundos para luego soltar un gran gemido al sentir aquel nudo en su estómago deshacerse de la manera más exquisita. El por su parte la observaba fijamente, tallando en roca esa imagen de su rostro contorsionado de manera tan dulce y tan delicada, tan tierna y tan frágil, esa imagen sería suya para siempre, suya y de nadie más, dando unos movimientos más sin apartar la vista de ella llega a su punto máximo de placer soltando un gemido sordo pronunciando su nombre en el oído de ella, aunque él no lo quisiera aceptar, en ese momento el también era suyo. 

Ahora las respiraciones agitadas de ambos era lo único que se escuchaba en la habitación, ella sentía el peso del cuerpo de el sobre ella pero poco le importaba, con su mano jugaba un poco con los húmedos cabellos del caballero para luego acariciar suavemente su espalda, se sentía plena y completa, una sonrisa aparece en sus labios, finalmente siente que todo encaja.

El suavemente se apoya en su brazo levantandose lo suficiente para verla, con su mano libre acaricia su mejilla y con su pulgar recorre sus ahora enrojecidos y prominentes labios, si eso no era lo más bello que sus ojos podían ver en su vida, definitivamente no tenía interés alguno en conocer eso que si lo era.

Los respiros de ella se calmaban poco a poco pero los latidos de su corazón seguían su fuerte golpeteo al ver sus brillantes ojos.

—Te amo -dice de nuevo la joven en un suspiro mientras sus ojos muestran ese brillo peculiar que ahora solo es propiedad del caballero de Leo. El ahora siente culpa, se siente miserable, pero aún así no le miente, besa de nuevo sus labios y luego su frente para luego suavemente acomodarse a su lado atrayendola para que reposará en su pecho, ella acepto su invitación ofreciendole una suave sonrisa, acomodando su rostro en el cuello de el mientras lo abrazaba y se acurrucaba a su lado de la manera más tierna que jamás haya experimentado. El acariciaba su espalda y sus cabellos hasta sentir que ella suelta un cálido suspiro que hace que su piel se estremezca, había caído dormida en sus brazos.

Sabia que al otro día debía irse de su lado, y dejar en el pasado este momento, da un gran suspiro no queriendo pensar más allá y dejándose abrazar por la calidad del cuerpo de ella, cayó dormido con una sonrisa triunfante en sus labios. Eres un bastardo Aioria de Leo. Susurro una vocecilla en su interior. 

Ella despierta con los rayos de sol golpeando su rostro, se remueve en su cama sintiendo ahora las consecuencias en su cuerpo de sus actividades nocturnas, sin embargo una sonrisa aparece su rostro al recordar quién la acompañaba, se voltea pero para su sorpresa no hay nadie allí con ella, frunce el ceño mientras se sienta cubriendo su pecho con una sabana. 

—¿Aioria? -pregunta asustada, su corazón palpita con fuerza, no, no la iba a dejar así verdad, el no sería capaz, su mente divagaba en los peores y más recónditos temores de su ser pero se detuvo en seco cuando escucho su voz, aliviada dio un suspiro.

—_______ -dice el caballero apareciendo por la puerta de la habitación completamente vestido, ya estaba por salir pero no tuvo el corazón para irse al escuchar que ella pronunciaba su nombre. —Debo irme, lo siento -dice el rubio sin entrar en más detalle, ¿por que hacerlo más complicado? Ella frunce el ceño y lo mira confundida, el suspira, verla así, el cabello algo desordenado, sus labios aún algo rojizos y prominentes a causa del uso ardiente de ellos la noche anterior, su mirada inocente buscando en el respuestas que no podía dar en ese momento, Dios se sentía horrible, quería tomarla en sus brazos y volver con ella, pero ¿por qué no podía hacerlo? Por qué no la amas, dice de nuevo esa voz en su cabeza. Ella rompe el incómodo silencio —pero…te veré…¿luego? -pregunta con ilusión en su voz, con tanta dulzura que el no fue capaz de negarse ante tal petición —Claro preciosa, te veo luego -dijo regalándole una sonrisa ladina para luego salir de allí lo más rápido que pudo, tratando de ignorar el sollozo que escucho antes de cerrar la puerta.

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Bueno espero les haya gustado, espero sus comentarios

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