UN POCO DE TODO
Comenzaba un nuevo año y qué mejor manera de aprovecharlo que con un cambio personal, pero no tenía idea por dónde comenzar. Comencé trabajando en el mismo lugar del verano pasado y, sin duda, que sería el último verano que trabajaría, o eso era lo que pretendía.
—¡Vamos, es un nuevo comienzo! —me decía a mí mismo mientras caminaba hacia la oficina.
Ya camino a mi casa un día me topé con una librería en la cual atendía una señora muy anciana y decidí comprar un libro solo por ella. Sin idea de qué libro comprar, me dispuse a comprar lo primero que vi y así fue como compré un libro sobre creencias de los nativos norteamericanos.
Cuando decidí ojear este libro al llegar a mi casa, comencé a comprender que nada pasa al azar y que por algo llegué a ese libro en ese preciso momento, ya que empecé a notar algo familiar en ese libro, y es que tocaba temas muy parecidos a los libros que mi compañero el alegre me había compartido hace ya tiempo, pero a diferencia de ese entonces, ahora comprendía totalmente los temas que abordaba.
—Solo las personas preparadas podrán comprender. Y si no lo comprendes, espera a que llegue tu momento —leí en una de las páginas.
Quizás este es mi momento, pensé, y decidí dejar de creer que todo pasa porque sí. A pesar de eso, me costaba mucho concentrarme, ya que era demasiada información para mí.
Muchas cosas que jamás comprendí y que una tras otra se me revelaban. Ahí fue cuando volví a recordar a Valeria. Ya hacía tiempo no sabía nada de ella, pero su último consejo no se me olvidaba y estaba decidido a seguirlo.
Aunque no sabía cómo empezar, ya que ella me dijo que meditara, pero no me dijo cómo empezar. Solo me dijo que encontrara mi manera de hacerlo; que yo debía hacerlo y eso hice.
Así me lo pasé los meses que duró el verano: todos los días, de forma constante, meditar al menos 20 a 30 min. El comienzo no fue alentador, pero una energía interna me motivaba cada día a hacerlo.
Ya hacía tiempo no tenía esos pensamientos abruptos que no me dejaban en paz y, a pesar de trabajar en el verano, no hice mucho más. Tantas cosas cambiaron en mí que no podría enumerarlas, pero solo yo era capaz de darme cuenta de aquello, porque los cambios eran internos. Si bien todos me seguían viendo de la misma manera, o eso pensaba yo, me sentía otra persona.
Mi capacidad de concentrarme aumentó considerablemente, ya que sufría problemas de atención desde pequeño. Siempre necesité dormir al menos unas 8 horas para poder rendir en mi día, pero ahora me bastaban no más de 4 horas y tenía incluso más energía.
Luego descubrí que habían técnicas para poder trabajar la vista o audición y mejorarlas también. Lo único que quería era contarle al mundo cuánto me había servido y que siguieran mi consejo, pero nadie parecía creerme una palabra, ya que lo único que tenía para entregarles eran eso, simples palabras, pero no les bastaba.
Entonces lo comprendí: no todos están preparados para enfrentarse a la verdad. Comencé a darme cuenta que, como todo en la vida, lo que estaba viviendo tenía su lado oscuro. Luego de calmar mi mente, empecé a indagar en mí mismo y descubrí cosas hermosas en mí que no tenía idea que existían, y esa sensación pocas veces la sentí.
Pero ya me habían advertido de esto; la misma chica que me recomendó meditar y autoconocerme me dijo que descubriría las cosas más hermosas en mi vida, incluso donde menos lo esperaba encontrar, pero también iba a descubrir mi lado más oscuro, que permanecía oculto pero a plena vista.
No supe qué hacer cuando descubrí que el aspecto que más podía amar de mí mismo desde que tenía memoria era lo que me provocaba cada error que cometía y que, en definitiva, había sido eso mismo lo que me había hundido. Eso me desmotivó muchísimo, al punto de que dejé de meditar por un tiempo.
Me costó, pero acepté cada sentimiento como lo que es. Dejé de proponerme ser feliz en la vida, ya que es algo onírico. Siempre habrá tristeza y dolor, y no debía porque ser una mala experiencia vivirlos; era parte de vivir.
Lo más lindo fue descubrir que llegué a este momento gracias a las decisiones que yo mismo tomé. Quizás me ayudaron otros, pero en definitiva, tomé yo cada decisión que me llevó donde estaba y me enorgullecía de mí mismo, y no hay mejor sensación que esa.
También comprendí que siempre iba a tener un vacío, ya que mi mundo de cierta forma se había ordenado, pero había otro mundo superior que compartía con todas las otras personas y eso era una mierda total, ya que todos deben poner de su parte para hacer de ese mundo que compartimos uno mejor, pero no parece importarle a nadie. Pero ya no tenía vuelta atrás; pude vivir como un ignorante pensando que todo estaba bien, pero decidí abrir los ojos, descubrir la verdad y vivir con ello, sin saber que ahora me sentiría más solo que antes.
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