Kytzia corría como loca por el pasillo del laboratorio en el que trabajaba, en la universidad de Harvard. Había salido a toda prisa del laboratorio de seguridad nivel 4, la más alta, en el que se encontraba tratando de entender cómo era posible lo que había pasado.

Todo se les había ido de las manos. Aquel laboratorio sólo había sido un lugar en el que encontrar la cura a todos los males de la humanidad. En los años que vivían, el cáncer ya no era un problema, aquello había sido sólo en el siglo XXI. A finales de aquel siglo, Evelyn Lincoln había conseguido encontrar la cura total de este, ganando con ello un premio Nobel de medicina.

La enfermedad del siglo XXII era el envejecimiento. Años atrás, la Organización Mundial de la Salud había decidido que el envejecimiento podría considerarse una enfermedad, era un desgaste del cuerpo, una enfermedad molecular que afectaba, sin excepción a todo el mundo. Tenía un 100% de mortalidad. Los esfuerzos de finales del siglo anterior y del nuevo, que acababa de comenzar, se basaban en curar esa enfermedad, así como otras muchas que habían tenido grandes repuntes debido a la resistencia de muchas bacterias a los antibióticos por el excesivo consumo de estos.

Un gran científico, años atrás, Ethan Peterson, había descubierto que, si se modificaban correctamente ciertas bacterias y virus, podrían actuar contra ellos mismos, haciendo, de esa manera, un sistema inmune prácticamente perfecto.

Sobre eso investigaban en el laboratorio de Kytzia, antes de aquel día. Ese día las alarmas sonaban por todo el edificio. De alguna manera que nadie era capaz de entender aún, había habido una fuga.

Ella trabajaba con el virus de la viruela que, tras las mutaciones que le habían causado los científicos en años de investigación, había pasado a denominarse virus D1093 y había perdido prácticamente toda su patogenicidad. Al menos hasta donde ellos sabían.

Evidentemente, aquel no era el único virus ni bacteria con la que trabajaban en aquel laboratorio, había una amplia selección de candidatos para el estudio que estaban llevando a cabo y no tenían ni la menor idea de cuál era el que había conseguido, por arte de magia, salir de aquel nivel. Lo que estaba claro es que algo había salido de allí y, hasta que no supieran qué era, no podrían hacer nada. Lo cual era sumamente peligroso puesto que no sabían a ciencia cierta cómo aquellos experimentos podrían comportarse en la vida real, fuera de sus laboratorios. Podrían causar algo bueno o... La mayor de las masacres.