✿ Capítulo 9 ✿
Diana se dirigió hacia donde estaba Ada, le dio un beso en la mejilla y la abrazó.
—Hola, Adita.
—Hola —dijo mi amiga con un gesto de sorpresa.
Detrás de ellas, estábamos mi madre, Blanca y yo. La madre de Ada hizo un gesto de desgano. Era evidente que no le hacía mucha gracia encontrar a la chica ahí.
—Buenas tardes, jovencita —habló en voz alta la señora.
—Buenas... —señaló Diana casi arrastrando las palabras. Era como si tuvieran que arrancarle el saludo a regañadientes.
—¿Saben tus padres que has venido a Lima? —preguntó Ada.
—Sí, me estoy alojando en casa de unos tíos.
—¿Qué haces aquí, jovencita? —la interrumpió la señora Villarreal, hablando de mala gana.
—Vine para hablar con Lucho. Lo estuve llamando a su celular desde hace días, pero parece que ha cambiado de número y como nunca contesta cuando lo llamo a su casa...
—Mi hermano no para en casa últimamente, pero si deseas, puedes esperarlo adentro.
—Gracias.
—¿Pasamos todas a la sala, por favor? —dijo Ada, quien ya había abierto la puerta de su casa. Con un gesto de mano nos invitó a entrar.
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
Ya en la sala, mamá y yo estábamos sentadas en el sofá de dos cojines. Diana estaba sentada al frente de nosotras. Ada se fue a tomar un duchazo y a cambiarse. La mamá de Luis se fue a la cocina a preparar unos aperitivos para nosotras.
Diana miraba al suelo y a las paredes de la habitación con un gesto de nerviosismo. Estrujaba sus dedos una y otra vez. No paraba de cambiar de posición de sus piernas. De cuando en cuando asomaba la vista a la ventana de la sala que daba a la calle, supuse que estaba esperando a que llegara Luis. Y estaba en lo cierto, porque yo también esperaba a que él regresara para ver su reacción cuando la viera.
En una de esas ocasiones, en que la contemplé viendo la ventana, ella volteó a observarme. Y no reaccionó de buen modo. Me dio una mirada fulminante como diciéndome ‹‹¿Qué me estás viendo?››. ¿Era eso o había intuido que yo también esperaba impaciente a que viniera Luis?
—¿Sabes dónde queda el baño? —habló mi madre.
—Sí, aquí a la derecha. Al fondo —le indiqué.
Mamá se fue de la habitación y ahí la situación se puso más tensa. Diana y yo estábamos solas.
Sería la intuición femenina que nunca fallaba en este tipo de situaciones —y más cuando se trataba de una rival de amores— que ahí me fijé que Diana no me quitaba la vista de encima. Me observaba con mucha suspicacia. Era comprensible, porque yo hacía lo mismo con ella.
—¿Eres amiga de la familia? —me preguntó.
—Sí.
—Supongo que los conoces antes de que se mudaran a Arequipa.
—Así es. —Asentí con la cabeza.
—Los padres de Lucho y los míos son amigos porque mi papá y el de él trabajaban juntos en la base militar de La Joya, en Arequipa. Los conozco desde hace varios años.
—¡Qué bien!
La verdad era que me sentía muy incómoda con su conversación. En situaciones como estas, la locuacidad no era una de mis virtudes. Así que, hice lo que siempre hacía en ocasiones así: responder con simples monosílabos.
—Yo también soy amiga de la familia —señaló. Luego empezó a rizar su cabello con su mano derecha y me observó con una cara desafiante—. Aunque claro, con el tiempo que tengo de novia con Lucho, tres años, se puede decir que soy casi de la familia —indicó.
Soltó una sonrisa hipócrita y de satisfacción.
Al escuchar lo último que afirmó, ‹‹Con el tiempo que tengo de novia de Luis››, tuve la sensación de que una punzada me atravesaba el corazón. Sentí que tenía la garganta seca. Creí que mi corazón se quería salir de mi pecho por la tristeza que me provocaba enterarme de aquella noticia.
Quise gritar, llorar, decirle ‹‹¡Es mentira! ¡Yo soy la novia de Luis y no tú!››.
¡Dios mío! ¿Por qué Luis me había engañado? ¿Por qué él no se había sincerado conmigo y me había dicho que había dejado a una novia en Arequipa?
En tan estado de shock me encontraba, que cogí rápidamente el vaso de jugo de naranja que Blanca nos había invitado y el cual estaba sobre la mesa de la sala. Ansié percibir algo líquido en mi garganta que me hiciera pasar esta mala noticia. Como lo que acababa de enterarme era tan doloroso, cogí de manera torpe el vaso y lo hice caer al suelo. Se rompió en mil pedazos, tal y como mi corazón se encontraba en ese instante.
—Uuups —dijo ella sonriendo muy maliciosa.
El ruido del vaso rompiéndose debió de escucharse en toda la casa, ya que la señora Villarreal salió de la cocina y entró a la sala para ver qué sucedía.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
—Lo... lo siento —agregué muy avergonzada.
—Huy, suegrita parece que la amiga de la familia es muy torpe. —Se tapó la boca con una mano, conteniéndose la risa.
Me observaba muy burlona. Quise levantarme de mi asiento y estrujarla contra la pared.
—¡Cállate, jovencita! No seas impertinente y no la llames así a Margarita. Más respeto hacia mi invitada.
—Perdón —dijo la chica en un tono que me resultó tan falso.
—Y mucho menos me llames ‹‹suegrita››, que entre tú y mi hijo no hay nada hace tiempo.
¿Que no había nada entre ellos hace tiempo? Sin saberlo, Blanca dijo unas palabras que dieron mucha esperanza a mi sufrido corazón.
—¿Eso les ha contado Lucho? —insistió Diana, volteando el rostro hacia la señora.
—Sí.
—¡Ay, Dios! Este chico siempre soltando cuentos chinos a su mamá. ¿Cuándo cambiará? —acotó mientras cruzaba las piernas y volvía a mirar a la ventana de la calle por enésima vez.
—¡Mi Luchito no me cuenta ningún cuento chino! Siempre creeré la versión de mi hijo respecto a lo que pase entre ustedes dos. Así que, compórtate, si no quieres que me arrepienta de haberte dejado entrar a mi casa. —Levantó la voz.
La señora estaba muy enojada. Nunca, ni aun cuando se había enterado de que Ada le había mentido en su adolescencia —para salir muy tarde o con otros chicos que no eran de su aprobación— la había visto así.
—Perdóname, Margarita.
—Discúlpeme usted por mi torpeza.
—No es nada.
Diana seguía observando por la ventana esperando a que llegara Luis. Su comportamiento dejaba mucho que desear, ya que, era evidente que ignoraba a la señora, quien, más que bien, si de verdad era su ‹‹suegrita››, se merecía un mejor trato de su parte.
Decidí hablar para aliviar la tensión en el ambiente. Le pedí a Blanca limpiar el estropicio que había ocasionado por mi nerviosismo. Me informó que, en el patio, al lado de la cocina, estaban la escoba y el recogedor para la limpieza.
Cuando salí me encontré a un viejo conocido. The Notorius B.I.G. estaba echado en el suelo, con la cabeza pegada al suelo al igual que todo su cuerpo. Parecía que estaba muy aburrido, pero con solo verme su estado de ánimo cambió. No dejó de mover su cola y saltar juguetonamente hacia donde estaba. Se acordaba de mí a pesar de no haberlo visto hacía varias semanas atrás. Y en todo este tiempo había crecido mucho. Se lo veía muy gordito y más saludable que nunca.
—Hola, amiguito.
Como lo vi muy ávido de jugar conmigo, lo cogí en mis brazos y lo abracé muy cariñosa. El perrito quiso lamerme el rostro y debí tener cuidado para que no me besara. Lo esquivé, moviendo mi mejilla hacia un lado para que no lo hiciera.
Luego de eso, lo bajé al suelo para que anduviera a sus anchas. No obstante, cogió una pequeña pelota de plástico que había en el piso y me la puso muy cerca de mis pies, un indicativo de que quería jugar conmigo.
Tomé la pelota y se la lancé. El cachorro, muy obediente, me la trajo. Pero, después de que se la tiré por segunda vez, no me la devolvió. Un ruido dentro de la casa captó su atención, provocando que entrara rápido a la sala.
Fui tras la pelota que había lanzado y que había caído sobre el jardín para guardarla en un pequeño anaquel de madera que era el depósito de los juguetes del cachorro. Cuando estaba caminando con cuidado —para no pisar a las margaritas y otras flores que adornaban aquel—, algo escrito sobre el gran pino que adornaba el centro del jardín llamó mi atención.
Sobre el tronco del árbol se podía observar que alguien había dibujado sobre aquel un gran corazón. Cuando me acerqué mejor para contemplarlo, me fijé que alguien había escrito dos letras. ¡Las iniciales ‹‹L y D››!
¿L y D? ¡Las iniciales de Luis y de Diana! ¡Dios mío!
Entonces, ¿lo que decía aquella chica era verdad? ¡Ella aún era la novia de Luis! ¡Y era este el que había estado engañando a sus padres al decirles que había terminado con ella! Lo peor de todo, ¡también me había mentido!
Con el corazón de nuevo saliéndose de mi pecho por la verdad que acababa de descubrir, salí del patio con la escoba y el recogedor con dirección a la sala para limpiar lo que había derramado.
Tuve que hacer un gran esfuerzo para que las lágrimas no me traicionaran. Si mi madre o alguna de las Villarreal me observaban, me preguntarían por qué lloraba. ¡Yo no podía delatarme! No ahora. Menos frente a esa chica, Diana, quien no se cansaba de observarme con suspicacia y diversión a la vez.
Al llegar a la sala, el escenario que vi ante mí fue tan impactante: Luis acababa de llegar, estaba sentado al lado de Diana y conversando con ella. Esta lo cogía del brazo muy cariñosa y apoyaba su cabeza en su hombro, aunque él no hacía lo propio con ella.
The Notorius B.I.G. movía muy cariñoso la cola para saludar a su dueño. Su madre ya no se encontraba en la sala, pero la mía estaba muy cómoda sentada en otro de los sillones.
Cuando Luis me observó llegar, pude percatarme de que le incomodó mi presencia en esa habitación. Sus ojos se pusieron como un plato y, de manera rápida, esquivó la mirada hacia otro lado.
En ese instante sentí que mi corazón, el cual se contenía por no salirse del pecho y romperse en mil pedazos, finalmente se quebró; de forma imaginaria derramó al suelo la sangre que bombeaba, tal y como el zumo de naranja que yo había desparramado antes.
¿Por qué Luis reaccionaba así al observarme? ¿Era porque se había visto descubierto? ¿Porque me había dado cuenta de que todo lo que me había dicho era mentira y que nunca me quiso como yo creía?
De solo pensar en que todos mis temores eran ciertos, quería desfallecer. Me habían defraudado en el amor dos veces en menos de un año.
¿Por qué tenían que pasarme todas estas cosas a mí? ¿POR QUÉ?
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