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Capítulo único


No había nada satisfactorio para Do KyungSoo en Los Ángeles, pensó. En la ciudad dejaba un caminillo de sueños rotos, desplantes cada tanto y la sensación de perderse en una relación que sacaba lo peor de él; sí, la había jodido en grande, reflexionó con sus maletas en la mano. Debió ver las señales antes de comprometerse con su esposo, era un estúpido por haber llegado tan lejos, casarse en un país extranjero para vivir una relación perfecta en la superficie y turbia en las profundidades.

Esa era su última noche en ese país, había dejado los papeles del divorcio sobre la cama que compartía con su esposo, ni siquiera había querido darle la cara. KyungSoo era como un copa de vino, elegante y distinguida, pero vacía al fin y acabo, según Louis, su esposo, no, futuro exesposo; que alguna vez lo había comparado de esa manera, y sus palabras se quedaron cerca de él.

En su última noche, no quiso quedarse ni siquiera cerca de lo que fue su hogar. Louis era alérgico a las uvas —qué irónico—, por lo que KyungSoo nunca disfrutó de una copa de vino en esos tres años de matrimonio, y en un acto de rebeldía, o mejor, de un nuevo comienzo, viajó hasta Calabasas, donde estaban los mejores viñedos de toda California, y allí se hospedó en un hotel que tenía su propio viñedo.

Tras pasar una hora encerrado en su habitación, comiéndose la uñas, se dio cuenta de lo imbécil que era, estaba en un grandioso hotel y seguía manteniéndose oculto como si hubiese cometido un crimen, cuando no era así. KyungSoo solo quería sentirse bien consigo mismo, alejarse de eso que le hizo tanto daño y estaba en el camino de lograrlo.

Con aire renovado, KyungSoo descendió las gradas que del primer piso lo conducían hacia al bar especializado en vinos, ubicado a un nivel más bajo. Las gradas eran estrechas y el lugar era un poco oscuro. A esa hora de la noche, no parecía haber demasiados clientes, mientras una canción de RnB sonaba suavemente.

Se sentó a gusto en uno de los bancos frente a la barra mirando a su alrededor. El local tenía una atmosfera retro que no supo precisar exactamente a qué década pertenecía, aún así, le pareció acogedor. Inconscientemente KyungSoo frotaba sus manos sobre sus piernas.

—¿Viaje de negocios?

KyungSoo abrió grandes los ojos y dirigió su mirada al joven alto, que se encontraba al otro lado de la barra. No pudo evitar observar de más su mandíbula marcada y unos pequeños ojos rasgados, cuya mirada parecía remover algo en su interior.

—Es mi última noche aquí —respondió tardíamente, dejándose consumir lento por esa mirada.

El joven arrugó su frente como si evaluara su respuesta. KyungSoo estaba curioso con lo que tendría por decir.

—Dice que es su última noche aquí, sin embargo, es la primera vez que lo veo en este lugar.

Se le escapó una risa. El aire confiado con el que se expresaba el joven era encantador para él.

—Es mi última noche en el hotel y decidí venir al bar —KyungSoo, que hacía mucho había dejado de sentir algo remotamente cercano al coqueteo, dejó que las palabras fluyeran de sus labios—... O tal vez no recuerda haberme visto aquí antes.

El joven bartender meneó la cabeza hacia un lado y discretamente se aproximó al cliente que había llegado al bar con una expresión perdida.

Quería saber qué ocurría con él, y por curiosidad, se había acercado al pelinegro de ojos grandes, con la primera pregunta que le vino a su mente.

—Es imposible las dos opciones. —Miró al cliente y se detuvo por un segundo, fijando su atención en sus labios rellenos—. Las personas que se hospedan en este hotel vienen en su primera noche aquí, porque seamos honestos, todos quieren probar un poco del mejor vino de Calabasas —añadió con falsa molestia.

—¿Y la segunda opción, es imposible porque...?

—No podría simplemente olvidarme de su cara, señor —respondió sin dejarlo de observar.

Ni siquiera creía que pudiera ser demasiado mayor, tal vez, cinco años, solo que con ese traje a la medida y su cabello peinado con gel hacia un lado, le daba un toque de madurez excepcional.

—Do KyungSoo, llámeme KyungSoo.

Estrechó su mano extendida cuando se presentaron.

—Soy JongIn, pero puede simplemente llamarme Kai.

Empezó a estrechar la distancia entre los dos, con la intención de tocar esas mejillas que se iban ruborizando frente a sus ojos. Era claro para él, que el hombre pelinegro no estaba acostumbrado a que alguien le coqueteara, parecía un poco tímido, aunque intentara demostrar lo contrario... encantador; sin embargo, JongIn se detuvo cuando vio en su dedo anular una argolla de matrimonio y su sonrisa se desvaneció por completo. Por supuesto, si no estabas allí por un viaje de negocios, solo había otra explicación: una aventura.

—¿Qué desea beber, señor Do? —Le molestó, y ni siquiera tendría él que sentirse agraviado. Enderezó su espalda y dio un paso hacia atrás.

KyungSoo se sintió perdido por un segundo, él pensó que le estaba coqueteando, ¿Había imaginado a Kai observando sus labios en más de una ocasión? Qué estúpido de su parte pensar que alguien con ese atractivo pudiera verse interesado por alguien como él.

—Yo... —Se sentía cohibido y sus hombros se encorvaron un poco— no suelo beber vino, así que-.

—Le traeré una copa de merlot ¿Le parece?

—Sí, está bien —contestó tímidamente.

Lo que sea que estaba sucediendo con el otro hombre, había llegado a un abrupto final.

El vino se sintió amargó en su boca, intentó no hacer una mala cara, pero el olor de uvas era demasiado fuerte. Luego de pagar y dejar una propina al joven con el que había intercambiado un par de palabras, subió a su habitación y rápidamente cayó en un sueño profundo.


🍷🌙🍷


Siete meses después, KyungSoo estaba de regreso a Los Ángeles para los últimos trámites de su divorcio.

Los primeros meses después de su separación, Louis no había querido dar su brazo a torcer, se negaba a conciliar con su abogado respecto a las propiedades compartidas. En ese tiempo KyungSoo había regresado a Seúl, solo para darse cuenta que en una cultura tan cerrada y homofóbica como esa, no podía estar de nuevo.

Así que de regreso a California, esta vez decidió establecerse en San Diego. Llevaba escasos dos meses intentando darle un orden a su vida, también había hablado con Louis, finalmente estaban de acuerdo en los términos del divorcio.

El viaje hasta San Diego no era largo, es más, KyungSoo esperaba regresar ese mismo día después de firmar los papales en Los Ángeles, y que su abogado se encargara del resto; pero hubo algunos contratiempos, y para el tiempo en el que el matrimonio se disolvía era ya demasiado tarde y no le apetecía manejar de noche, nunca le había gustado.

Sin proponérselo y sin buscarlo, KyungSoo terminó hospedándose en el mismo hotel en Calabasas, esta vez con un equipaje más liviano y un peso menos sobre sus hombros, lo que significaba ser un hombre soltero de nuevo.

Bajó las escaleras que lo llevaban hacia el bar del hotel. Sí, se sentía como el iluso más iluso al pensar que se encontraría con aquel joven de la vez pasada, KyungSoo, solo por curiosidad, deseaba verlo, así tuviera que observar de lejos. Negó con la cabeza, era una idea estúpida, ni siquiera esperaba que lo recordara entre todos los rostros que llegaban en busca de una copa de vino... además, tendría que contar con mucha suerte que estuviera en su turno.

Se sentó en el lugar de la vez pasada, por un momento se sintió abrumado con los últimos acontecimientos de su vida. Siete meses atrás había dado el primer paso y hoy, tras dar el último, estaba en el mismo lugar, dando por concluida esa etapa en su vida. Incluso había traído el anillo consigo en el bolsillo de su jean, había pensado que después de firmar los papeles, se lo tiraría en la cara a su exesposo... bastante maduro de su parte.

JongIn rápidamente había reconocido a KyungSoo cuando estaba bajando las escaleras, un rostro como ese, le había dicho la vez pasada, era difícil de olvidar. ¿Cuánto había pasado? ¿Más de medio año?

Sonrió perezosamente al verlo sentado en el banco mientras JongIn terminaba de limpiar un par de copas. Esta vez no había un traje formal que costara más que el alquiler mensual de su apartamento, KyungSoo lucía prendas simples, un jean azul claro y una camisa negra, mientras su cabello caía sobre su frente. Y como la primera vez, fue inevitable que se acercara al hombre que lucía perdido en sus pensamientos.

—Me da gusto verlo de nuevo, señor Do —saludó formal, aunque su sonrisa era coqueta. Sus ojos descendieron hasta sus largos dedos, no argolla a la vista... Eso debía ser una buena señal ¿verdad?

—¿Me recuerda? —Lo que debía sonar como una afirmación, salió de sus labios como una pregunta dudosa, que hizo que el hombre de piel levemente morena sonriera con todos los dientes.

—Se lo dije. ¿Y qué le trae por aquí de nuevo? ¿Viajes de negocio o de placer?

KyungSoo tragó saliva nervioso, negando con la cabeza ¿Por qué estaba nervioso en primer lugar? Juraría que la forma de pronunciar la última palabra fue seductora, no podía saberlo, pero esa mirada tan intensa, como recordaba, estaba allí de nuevo, haciendo que sintiera un leve cosquilleo en su vientre ¿Mariposas? ¡Qué jodido estás, Do KyungSoo!

—No y no —contestó verbalmente—. Solo estaba... ahm cerrando ciclos —agregó sonriendo brevemente.

—Espero no implique un corte de cabello... me gusta así —susurró Kai esto último. Lo que debía ser solo un pensamiento salió inadvertidamente de sus labios, llamando el interés del pelinegro.

—¿Ah sí? —preguntó arqueando una ceja. Sin una gota de alcohol y KyungSoo ya se sentía con aire renovado que lo llenaba de valentía cuando preguntó—: ¿Hay algo más que le guste? Si me lo permite saber.

—Hay algo que me gusta —murmuró sin perder su sonrisa—, pero que se quede como algo privado. No hay razón para elevar su ego.

La mirada que le dio el hombre moreno hizo que sus mejillas se calentaran. ¡Debería ser ilegal! KyungSoo no estaba malinterpretando las señales, Kai veía directo a sus labios.

—Estoy sediento —dijo con una sonrisa coqueta—. ¿Qué vino me recomendará esta vez?

—Un Cabernet Sauvignon, cosecha 2018.

Kai regresó con una botella en mano y una copa, estaba por darle un espectáculo visual a KyungSoo. Descorchó la botella, en seguida, con una mano la sostuvo de la base y con la otra puesta sobre el cuello de esta, inclinó la botella en sentido horizontal y dispuso a servir el vino, alejándose de la copa, para que el líquido cayera de gran altura y bañara lentamente las paredes del cristal, de esta manera se aseguraba de decantar el vino. Ni una gota fuera de la copa, Kai sonrió satisfecho de su trabajo y se la entregó al hombre que lo miraba fascinado

El vino se sintió suave y exquisito en su paladar. KyungSoo agitó su copa en círculos suaves, como le había indicado Kai, para una mejor experiencia. Bebía poco a poco, siempre bajo la mirada de Kai que ahora estaba atendiendo a un par de clientes en la otra esquina de la barra.

Una segunda copa fue bebida con igual delicadeza que la anterior, KyungSoo ya sentía sus mejillas ruborizadas con el alcohol en su interior.

—¿Me acompañará para una tercera copa, Kai? —le propuso sin una pizca de vergüenza, cortesía del vino haciendo estragos en su interior.

JongIn no quería declinar la oferta, realmente se veía tentado en beber con el hombre que había llamado su atención desde el primer momento, incluso llegándose a sentir molesto cuando descubrió que estaba casado.

—Por mucho que me gustaría aceptar, porque en verdad lo hago —le aseguró—, tengo prohibido aceptar invitaciones de los clientes mientras trabajo.

—Nunca dije dónde —Soltó con una sonrisa seductora.

La respuesta le sorprendió por un segundo, KyungSoo había dejado de ser tímido para tomar la iniciativa, aunque estaba casi seguro que se debía a las dos copas de vino... le pareció lindo.

—Mi turno termina en una hora más ¿Esperarías por mí?

JongIn sonó tan ridículamente cursi, como esas frases de esas películas de románticas que a veces miraba.

KyungSoo rió de manera adorable, de acuerdo a Kai, como si hubiese también comprendido su ridícula línea.

—Es solo una hora, está bien, esperaré.

Por el bien de su cuerpo y mente, KyungSoo no bebió más vino, en su lugar, pidió una limonada a la cual solo le dio un par de sorbos.

—¿Sabes? Tuve que ir a la cocina de hotel —Kai se le acercó con aire jovial—. No me creían que alguien pidiera una limonada. Ahora eres toda una celebridad, KyungSoo.

El aludido rio por lo exagerado que era. Sí, era absurdo pedir una limonada en un lugar especializado en vinos.

Se mantuvieron hablando de temas banales entre los espacios que Kai tenía disponible, así la hora pasó rápida entre risas y coqueteos, porque eso era lo que estaban haciendo y KyungSoo no objetó.

Vio a Kai, quitándose el delantal y luego regresó vistiendo un pantalón negro y un suéter lila que le quedaba algo grande. Esa imagen de rompecorazones se desdibujaba un poco y en su lugar, veía a un chico joven de cabello castaño, algo largo, luciendo adorable. Solo se llevaban 6 años de diferencia en edad, no parecía demasiado, excepto que Kai ahora se veía mucho menor.

—¿Vamos?

KyungSoo se puso de pie a un lado de Kai, claramente él era más bajo. Antes de retirarse, se giró y dejó caer la argolla de su pasado matrimonio dentro de la copa de vino ahora vacía.

Kai había alcanzado a ver lo que depositó KyungSoo en la copa de vino, las palabras cierre de ciclo, cobraban sentido ahora y se sintió satisfecho cuando subían al ascensor al quinto piso, donde estaba su suite.

Cuando entraron a la habitación, el pelinegro se sintió nervioso, llevó una mano a su nuca y con gran vergüenza le confesó sobre su situación sentimental al joven que le miraba atento.

—Yo no acostumbro hacer esto, Kai... y antes de lo que sea que vaya a suceder, tienes que saber —Tomó una gran bocanada de aire y cerró los ojos—. Que soy un hombre recién divorciado y-.

Kai dejó un beso en sus labios, deleitándose con el irresistible sabor a vino que desprendían estos, su aliento se sentía cálido cuando profundizó el beso y su lengua se enredó con la otra, al tiempo que sus manos firmes se deslizaron lentamente hasta terminar sobre su cadera, acercando al más bajo, quien terminó enrollando sus brazos alrededor de su cuello.

Los dos se separaron tras una acalorada sesión de besos, Kai se relamió sus labios con sus ojos aún cerrados, podía sentir un poco del sabor del vino en sus propios labios, suave y seductor, su sabor lo llamaba.

Kai quería dejarse embriagar con sus labios delineando y marcando su piel, mientras decía su nombre una y otra vez. La luz de una lámpara, permitió ver su silueta delgada, Kai se sintió completamente extasiado con la imagen.

KyungSoo se quitó su camisa, tragó saliva visiblemente nervioso con la mirada de Kai sobre él. El más alto empezó a depositar besos más intensos sobre su cuello pálido hasta su clavícula.

En algún punto, KyungSoo no estaba seguro, terminaron desnudos en la cama, el cuerpo del más alto cerniéndose sobre el suyo con la calidez del momento. Sus labios pedían por más, mientras su piel parecía arder bajo un rastro de sudor, y el cosquilleo en la parte baja de su vientre aparecía cuando Kai tomó una de sus piernas, dejando caer algunos besos entre sus muslos.

KyungSoo gemía audiblemente apretando entre sus manos las sábanas bajo él, pidiendo por más, que se acercara sin temor a su miembro y lo invitara dentro de su boca.

En el arte de catar vinos, JongIn era un experto, se jactaba por poder reconocer entre un catálogo de vinos, secos o dulces, jóvenes o de reserva, cada botella de vino era especial, ya sea por la cepa de uvas, podría ser un merlot o chardonnay. Y en ese momento, al dejarse embriagar con la fragancia de Do KyungSoo, detectaba su aroma masculino mezclado con algún fruto cítrico, mientras sus dedos reconocían su piel suave como las uvas.

Kai probaba más de él, enterrando su propio miembro en su interior, haciendo que gimiera su nombre en cada embestida. KyungSoo deslizaba sus dedos en su espalda, hasta que su liberación se dio entre sus abdómenes. Kai profundizó sus embestidas, más rápidas y certeras hasta que alcanzó su propio orgasmo.

Piel contra piel, la suya más dorada, KyungSoo siendo solo un par de años mayor que él, y con la gracia de las uvas que van madurando elegantes y pequeñas.

Kai se sintió como el mayor catador de KyungSoo. Aquel hombre, que lo había descrestado desde el primer momento, era como un suave Riesling, un vino blanco, con un alto contenido de azúcar que explotó en su boca. Una botella de vino que recién abierta, tendría que beberla y degustar lenta y tortuosamente, hasta que su fragancia se impregnara en su propia piel y la cosecha perdurara.

Los dos se miraron sonriendo. KyungSoo no era una copa vacía, era el mejor vino de la cosecha y Kai había tenido el honor de decantar el mejor vino que nunca antes probó.

Porque solo bajo los brazos de Kai, se sintió valorado. KyungSoo despertó al siguiente día con la vista del viñedo en su ventana y al hombre de piel dorada entre sus sabanas. 


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Con tanto contenido KaiSoo  que tuvimos en el fanmeet, me sentí inspirada y les traje esta corta historia, espero les haya gustado!  💜

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