Una semana había transcurrido desde aquel incidente en el boliche. Mis hermanos, curiosos, me cuestionaron sobre la marca en mi frente. Siguiendo el consejo de Sebastián, les di una explicación evasiva para evitar preocuparlos.

En el colegio, finalmente tuve la oportunidad de hablar con Lucas. Después de aquella noche en el boliche, había estado notablemente ausente, sin responder a ninguno de mis mensajes. Me dijo que su hermana no se encontraba bien y que necesitaba de su compañía. Aunque sus palabras sonaban sinceras, algo en mi interior dudaba de su veracidad.

Ahora me encontraba en casa, con Sofía ayudándome en la elección de mi atuendo para la noche. Tenía una cita en el cine con Gonzalo. A pesar del beso que compartimos en el boliche, y de las conversaciones que habíamos mantenido desde entonces, notaba cierta frialdad en sus mensajes, como si estuviera molesto por algo. Decidí que está noche le preguntaría al respecto.

—Listo, ya estás — dijo Sofía con una sonrisa radiante—. Te he dejado aún más hermosa de lo que ya eres.

—La verdad es que sí, gracias amiga —le respondí, devolviéndole la sonrisa y envolviéndola en un abrazo.

Salimos juntas de casa, manteniendo la fachada de que íbamos al cine juntas. Si mis hermanos llegaran a descubrir que en realidad tenía una cita con un hombre, seguramente me encerrarían en mi habitación.

Al llegar al cine, me despedí de Sofía y me quedé esperando a Gonzalo. Cuando apareció, su saludo fue un beso frío en la mejilla. Siendo tan directa como soy, decidí enfrentarlo y preguntarle qué le pasaba.

—Vamos, la película está a punto de empezar —dijo Gonzalo, con un tono más serio de lo habitual.

—Sí, pero antes de entrar, vas a decirme qué te pasa —repliqué.

—No me pasa nada, Coni —respondió, manteniendo su seriedad.

—¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué estás tan serio y me saludas con un beso en la mejilla? —pregunté con sarcasmo—. Desde lo que pasó en el boliche, has estado así. Algo te molesta —afirmé.

—¿Y a ti qué te pasa con el chico que te salvó? —preguntó Gonzalo, con un tono celoso.

—¿Con Sebastián? —pregunté, confundida.

—Ah, así que se llama Sebastián. Parece que lo conoces bien —dijo, aún serio.

—Es el mejor amigo de mis hermanos y no me pasa nada con él —aclaré.

—¿Y por qué no me dejaste acompañarte cuando te llevó al hospital, Coni? —preguntó, su celos eran evidentes.

—No lo sé, no pensé en eso en ese momento. Además, Sebastián me sacó rápidamente de allí, no tenía tiempo para pensar en nada —expliqué.

—Está bien, pero me cuesta creer que no pase nada entre ustedes —dijo Gonzalo, con seriedad mezclada con un toque de celos.

—Créeme, de verdad no pasa nada. Sebastián es solo el mejor amigo de mis hermanos. Además, eres tú quien me interesa —le dije, acercándome a sus labios para besarlo.

Después de aquel beso apasionado, Gonzalo y yo entramos al cine y disfrutamos de la película juntos. Al terminar, decidimos ir a merendar para seguir conversando.

Charlamos animadamente durante un largo rato, sumergiéndonos en interesantes y divertidas conversaciones. El tiempo pasó volando y, cuando nos dimos cuenta, era de noche. Gonzalo se ofreció a acompañarme unas cuadras hasta mi casa para evitar ser vistos por mis hermanos.

Al llegar a casa, me encontré con Camilo, uno de los amigos de mis hermanos.

—¡Hola, Coni! ¿Todo bien? —me saludó con una sonrisa.

—Hola, Cami. Sí, todo bien. ¿Y tú? —respondí, devolviéndole la sonrisa.

—Sí, muy bien. ¿Estás por salir? —preguntó.

—Me alegra que estés bien. No, acabo de regresar del cine con Sofía y ahora me... —estaba a punto de responder cuando alguien nos interrumpió.

—Perdón, hola, Coni. ¿Cómo estás? —preguntó Sebastián, apareciendo de repente.

—¡Hola, Sebas! Bien, ¿y tú? —respondí.

—Bien, bien —contestó él.

—Bueno, como te estaba diciendo, Cami, ahora me voy a descansar un poco, así que si pueden bajar un poco la música, sería genial —les dije, sonriendo tanto a Camilo como a Sebastián.

—Claro, Coni. Descansa bien —dijo Camilo.

—Que descanses —añadió Sebastián.

Los saludé y me dirigí a mi habitación, sintiéndome satisfecha y feliz por el día que había tenido.

Eran las 2 de la mañana cuando, de repente, sentí a alguien acostarse a mi lado y abrazarme. Al darme vuelta, me encontré con Sebastián. La sorpresa me invadió por completo, dejándome sin palabras.

—Sebas, ¿qué haces aquí? —pregunté, todavía sorprendida.

—Shh —dijo, poniendo su dedo en mis labios para que me callara y luego besarme.

No podía creer lo que estaba sucediendo. Me encontraba besando a alguien que era diez años mayor que yo y, además, el mejor amigo de mis hermanos.

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Nota de la autora:
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