— ¿Vos? — respondí asombrada. — ¿Sebastián? — pregunté, finalmente reconociendo su rostro.

Aún un poco mareada y confundida por el golpe, agradecí su intervención.

— Gracias, Sebastián — dije, sintiendo una mezcla de gratitud y sorpresa.

— Coni, necesitamos hacer unos puntos. Te llevaré en mi auto al hospital donde trabajo y yo mismo me encargaré de curarte — dijo, su voz llena de preocupación.

Asentí, confiando en su experiencia y sabiendo que estaba en buenas manos. Sebastián colocó su mano reconfortante en mi espalda y salimos juntos del boliche, dirigiéndonos hacia su auto. Me abrió la puerta del asiento del acompañante y nos dirigimos al hospital.

Camino al hospital, casi no hablamos y me di cuenta de que nunca había tenido una conversación real con Sebastián, ya que es diez años mayor que yo y simplemente es el mejor amigo de mis hermanos. Aunque nos conocíamos, nunca habíamos tenido la oportunidad de conectar de verdad.

Finalmente, llegamos al hospital y no pude evitar sentir que estaba en una de esas series médicas que tanto me gusta ver. Todo parecía tan real y emocionante cómo en las series.

Sebastián tomó algunas cosas necesarias para curarme y nos dirigimos a una habitación.
Mientras Sebastián me curaba, comencé a sentirme nerviosa. Estábamos muy cerca el uno del otro en esa pequeña habitación.

No pude evitar notar lo atractivo que era, con su piel morena, sus ojos celestes como el agua, su boca carnosa y su musculatura. Sus manos eran perfectas. Sin embargo, rápidamente recordé que era el mejor amigo de mis hermanos y traté de alejar esos pensamientos de mi mente.

— Listo — dijo Sebastián, sonriendo. — Si tus hermanos preguntan qué te pasó, diles que te golpeaste con algo y te hiciste una pequeña herida.

Sebastián conocía muy bien la actitud celosa y controladora de mis hermanos hacia mí. Aunque no habíamos tenido muchas conversaciones profundas, sabía que no le gustaba cómo mis hermanos me controlaban.

— Te llevo a tu casa – Dijo Sebastián.

— okey, Gracias - Dije.