Capítulo 24
Despierto alterada, sintiendo un sudor frío recorrer mi espalda y mi rostro empapado de sudor.
He vuelto a tener otra pesadilla, al parecer mis fantasmas siguen haciendo de las suyas logrando asustarme.
Me doy una ducha y me cambio de ropa para después preparame el desayuno e irme al casino.
Da igual el día que sea, yo siempre estoy trabajando porque es el único medio donde mi mente está ocupada y donde me siento rodeada de personas.
Al llegar al casino hablo con algunos empleados y algunos clientes.
Así voy pasando el día hasta que en la tarde mientras me tomo un cocktail escucho que alguien me llama.
Ligeramente me volteo para ver de nuevo a Mijaíl.
Con su habitual sonrisa seductora se acerca a mí para tomar mi mano y besarla con galantería.
Toma asiento en la banqueta de al lado y se pide la misma bebida que yo.
En parte tengo ganas de huir, siento presión y la amenaza de lo que me dijo Julien, pienso que acabaré rindiéndome y terminar haciendo aquello que no deseo hacer pero que la maldita curiosidad me está matando por querer al menos pasar una noche con un amante experto.
Sacudo mi cabeza quitándome esa idea de la cabeza, cuadro mis hombros para continuar hablando con Mijaíl hasta que me propone de ir a un restaurante a cenar.
No me preocupa mi atuendo, simplemente me dejo guiar por sus atenciones mostradas en mi.
Llegamos al restaurante, al parecer Mijaíl ya había hecho una reserva.
Un camarero nos lleva hasta un reservado donde nos hace entrega de la carta de los menús.
Leo con atención lo que hay escrito aunque para mí pesar no logro concretarme con el efecto que causa Mijaíl en mi.
Al final, me decanto por pescado y una ensalada.
Durante la cena Mijaíl me habla de sus continuos viajes, de cómo le fue su matrimonio concertado e incluso me habla de lo solo que se siente.
Miro el pescado en silencio llegándome a cuestionar que en cierto modo hay demasiadas personas que lo tienen todo y se sienten unos desdichados.
Clavo mis ojos en él comenzando a expresar lo que por tanto tiempo llevo guardando para mí.
— Vaya, veo que hablo mucho, si te aburro simplemente debes decírmelo.
— No me aburres, es que me estoy dando cuenta que tenemos mucho en común.
Al igual tú, vivo sola, solo tengo una amiga que pronto se va casar, conozco pocas personas y soy muy desconfiada por culpa de mi miedo.
Son tantas las heridas que me han provocado, que a veces siento que no tengo lágrimas y mi corazón está completamente roto.
Perdí a mis padres, mataron a mi familia, la única que sobrevivió fue yo, vine en circunstancias lamentosas a este país donde viví con una anciana racista amargada de la vida.
Estudié para ser alguien en la vida, me casé con la ilusión de poder conocer el amor y lo único bueno que obtuve de ese matrimonio fue tener a mi hijo, pero también acabé perdiéndolo para siempre.
Siento un vacío en mi interior, a veces me cuestiono si en verdad me merezco que me quieran aunque sea por unos instantes.
No conozco el amor, solo he conocido el maltrato en mi cuerpo y el dolor que conlleva tener que reponer tus fuerzas para seguir adelante.
— Lo siento mucho Samira. Yo...no sé qué decirte. — Veo en su mirada compasión y lástima.
— No te preocupes, ya me acostumbré a vivir con mis cicatrices, esas que te recuerdan cada día porqué están ahí y hasta que tenga uso de razón, no podré olvidar los malos ratos en lo que me vi sometida sin pedirlo.
Cuando aquel enfermero abusaba de mí sin mi permiso era el miedo quién me hacía una inútil. Veía en sus ojos la maldad y lujuria donde con su fuerza siendo yo débil se aprovechaba de mí callando me con golpes y amenazas donde no había nadie quién me ayudara a poder salir de ese infierno hasta que al fin me dijeron que una señora mayor me había adoptado para servirle de criada hasta que se murió.
— Samira... Es tan importante lo que me cuentas y tan desdichada debes de sentirte que no sé cómo pude atreverme a proponerte algo así. Discúlpame, no era mi intención.
— Tranquilo, si de algo estoy segura es que si quiero estar con un hombre lo haré, no descarto llevar una vida normal haciendo aquello que las personas de mi edad hacen. Bueno, depende de lo que sea.
— Sabes algo, me gustaría invitarte a una fiesta que voy a dar en mi yate.
Quiero que vayas aunque habrá más personas yo haré lo posible para que te diviertas. Nadie ni nada te hacer de retrocer en el tiempo para que calmes tu dolor y recuperes a tus seres queridos, pero piensa que la vida continúa y debes de aprovechar cada minuto de ella.
— Bueno, no sé qué decirte. Ya te diré algo después. — Sonrío tímidamente limpiando me las lágrimas con disimulo.
Terminada la cena, Mijaíl me lleva a un bar de copas donde al llegar al lugar hay bastante gente, algunas personas bailan en mitad de la pista y otros grupos simplemente charlan animadamente.
Mijaíl y yo tomamos asiento en una mesa, la camarera nos deja nuestro pedido y se marcha dejándome sola de nuevo con este hombre que poco a poco ha comenzado a caerme bien.
Tomamos unas copas y bailamos un poco hasta pasada la media noche.
Mijaíl me propone de acompañarme a mi casa. Ante su insistencia acepto.
Subo en el asiento de atrás de su auto y él a mi lado.
De pronto siento un calor abrasador por la cercanía de Mijaíl, me cruzo de piernas porque no sé exactamente como debo de actuar.
Mucha experiencia no tengo con hombres, de hecho me siento torpe en estos momentos donde los nervios me comen por dentro.
Miro la mano de Mijaíl pensando cómo sería su tacto en mi piel, contemplo su perfil embelesada mientras el habla por teléfono.
Es muy bello este hombre en todos los sentidos. Trago saliva intentando hacer algo para atraer su atención o debo esperar que sea él quien tome la iniciativa.
Al final, hemos llegado a mi casa. Me quedo sentada unos minutos en silencio clavando mis dientes en mi labio jugando con mis dedos en mi regazo pensando si es correcto que lo bese o espero que me bese él.
— ¿Te ayudo a quitarte el cinturón? — Me pregunta sacándome de mis pensamientos.
— Eh...Gracias, ya lo hago yo. — Maldita sea porqué no me besa. ¿Debo hacerlo yo? No me atrevo hacerlo, de hecho no sé besar ya que con Julien fueron tan pocas ocasiones las que tuve para besarlo que ya no recuerdo cómo se hace.
— Samira me ha gustado mucho esta noche. Me gustaría que se repita en más ocasiones.
— Sí, claro. Yo también me he divertido mucho y eres un hombre que sabes escuchar y tratar a las mujeres. Disculpa por haber pensando mal de tí.
— Tranquila todo está solucionado. Que tengas buena noche. — Sus labios rozan ligeramente mi mejilla.
— Igualmente, que tengas buena noche. — Desanimada salgo del auto donde el chófer me abre la puerta.
Me despido de Mijaíl y agradezco el detalle al chófer para volver a entrar de nuevo en mi casa cabizbaja.
Respiro hondo pensando que por haberme encerrado tanto en mi dolor me estoy prohibiendo de ver mundo y hacer aquello que siempre he deseado. Miro el apartamento, no le falta detalle alguno, pero está muy silencioso porque no tengo compañía, y la única que tengo no se ve pero se aprecia.
Al día siguiente, llamo a Ilse para que me dé algunos consejos, necesito contarle a mi amiga lo que me sucede con Mijaíl, estás ganas que tengo de poder disfrutar en la intimidad de su compañía.
Ilse me advierte de cosas, me da sus consejos y me anima a ir a la fiesta y disfrutar dejando caer que quizás sea Mijaíl el hombre con el que siempre he soñado.
Risueña con la idea, Ilse me ayuda a vestirme de una manera algo provocadora.
Miro el vestido que me comprado dejándome guiar por los consejos de mi amiga de seducir a Mijaíl, pero no estoy muy conforme.
Yo no estoy acostumbrada a vestir con un vestido con tan poca tela, más bien me gusta ir más tapada.
Ella me hace un recogido y me maquilla diciéndome lo hermosa que luzco.
No sé si darle la razón o quitarme el vestido, no me siento cómoda y enseñar tanta carne no es de mi agrado.
En fin, todo sea por cumplir una de mis fantasías.
El chófer de Mijaíl llega a mi casa a la hora acordada, me monto en el auto y el chófer me lleva hasta las afueras de la ciudad donde está atracado el yate y desde fuera ya se escucha la gente hablando y la música alta.
Sigo al chófer hasta llegar a la popa donde veo grupos pequeños de personas hablando con sus copas en las manos.
Sigo caminando detrás del chófer hasta llegar a un camarote donde al entrar veo a Mijaíl vestido con unos jeans, un polo y va descalzo con su cabezo azabache desaliñado dándole un toque demasiado sexy para mi gusto.
Lo que más me desconcierta es la manera de dirigirse a su empleado tan brusca, voy a responder cuando veo a una mujer de unos veinte años salir del baño envuelta en una toalla.
Miro atónita a Mijaíl y a la joven que no hace nada salvo bajar su mirada al piso.
— Disculpen, me he equivocado de camarote es que voy algo hebria. Lamento si les interrumpido. — Me giro sobre mis talones y me marcho del lugar intentando darle alcance al chófer, pero a pesar de mis esfuerzos por querer llamar su atención él hombre desaparece y yo me quedo sola y sin saber qué hacer exactamente.
Un camarero viene a mi encuentro cargando una bandeja bebida. Agarro una copa mientras observo a mi alredor como varios hombres me lanzan miradas de sensualidad.
He visto muchas veces ese tipo de miradas y no quiero ser una presa fácil por lo que empiezo a caminar viendo cómo las demás personas se divierten y otras practican sexo sin importarles nada.
Ver aquellas escenas hace que se remueva el estómago, o será por el vaivén del yate.
Sigo dando pequeños pasos hasta que al fin logro ver a Mijaíl.
Sin decirme nada me lleva a parte para hablar sin ser molestados.
— Samira, ¡creí que no vendrías!
— He tomado una decisión a última hora y creo que no hecho bien en venir sin avisar.
— Si te refieres a lo que has visto, debes entender que soy hombre y tengo necesidades y no me importa pagar por ello.
— Yo no pido que me des explicaciones alguna de tu vida privada. Cómo me dijiste he venido a divertirme y si surge algo, ya se verá.— Mijaíl me sonríe aliviado aunque yo en cierto modo estoy molesta por haberlo visto con otra mujer aunque la haya pagado.
Mijaíl me lleva hasta la proa donde hay varias personas bailando, hablando, tomándose fotos.
Mijaíl me presenta a las personas, conocidos suyos o hijos de algunos de sus clientes.
Tomo otra copa e intento entablar conversación con algunas personas para poder disfrutar de la noche aunque me resulta algo complicado porque mis ojos no miran otra cosa que no sea Mijaíl y como hace de buen anfitrión.
Un rato después, nos despedimos para marcharnos hacia una pequeña piscina donde varias mujeres están metidas en el agua esperando a Mijaíl.
Él me anima a meterme en el agua pero yo me niego incluso le pido que se quede conmigo.
Él, ignorando mis palabras se quita su ropa donde debajo no lleva nada y no tarda en meterse en el agua donde varias mujeres lo rodean tocándole con sus manos su pecho, alguna incluso lo besa y otra le da un masaje en sus hombros.
Miro molesta la escena.
¡Qué esperaba!
Con disimulo desaparezco del lugar tropezando me con varios hombres que quieren invitarme a una copa. Paso de ellos buscando un camarote donde poder pasar y quedarme sola.
Veo que hay uno abierto, creo de haber estado antes aquí o esque son todos iguales.
No sé, por si caso yo hecho el pestillo y al fin puedo decir que puedo respirar tranquila.
Miro por la pequeña ventana la noche y el mar.
Un mar que me trajo hace más de diez años a este país donde nunca he logrado la felicidad.
Huí de mi destino y vine a encontrar otro mejor, se suponía.
Pero no es del todo cierto que cuando sales de tu casa, de tu país dejando atrás una vida, una infancia, tú familia, tus amigos cargando una maleta sin nada salvo con la ilusión de poder encontrar en un país que no es el tuyo estabilidad y tener una vida digna sin faltarte nada.
El comienzo fue muy difícil, no entendía el idioma, las costumbres en este país son muy diferentes a las de mi país, la gente vive de otra manera y existen leyes para todo a diferencia de mi país que hay libertad en las calles, hablabas con los vecinos, podías reunirte con tu familia en fiestas, ibas a cualquier lugar y siempre había alguien que te conociera y estaba dispuesto ayudarte. Sin embargo, en este país no hay nadie quién te ayude al menos que te conozca o algún alma caritativa que esté dispuesto hacerlo.
Nada es igual que tú mi país, debí de acostumbrarme a vivir en una tierra helada, con gente nada simpática que vive su vida a su manera evitando ser molestados.
Paso al baño y veo un albornoz colgado en la puerta, me lo pongo encima de mi vestido y me tumbo en la cama haciéndome un ovillo donde trato de sujetar mis lágrimas pero no lo consigo.
Quiero obtener un minuto de paz, necesito estar en mi ambiente, con gente que me aporte y no que me utilice, deseo obtener menos pero vivir feliz y agradecida.
Definitivamente, yo no sirvo para vivir entre el lujo, me conformo con menos pero al menos sabré que hago lo que más deseo sin miedo y sin rencores.
Decidida a terminar con esta vida que no me aporta nada, donde quiero tener una pareja y no ser usada como un clinex por obtener sexo y después arrepentirme o ser vista como una zorra por hacer algo normal pero que a ojos de las malas lenguas siempre acabarás terminando siendo "la cualquiera".
Llamo a Diana y le propongo de vernos, ella pregunta lo que me ocurre y tomando asiento en el borde de la cama le cuento todo lo que me sucede dejándole claro de renunciar a todo lo que me ha dado. Ella trata de convencerme de seguir aprendiendo y trabajando en el casino, niego con mi cabeza porque he tomado una decisión y pienso llevarla hasta el final.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro