Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23

Ir a trabajar al casino se ha convertido en mi rutina, apenas salgo de la oficina y casi no coincido con Julien, en parte eso me alegra demasiado porque cada vez que nos vemos es tener que acabar discutiendo.
Escucho que alguien toca la puerta, se trata de mi secretaria la cual me dice que en una hora debo de tener una reunión y el señor Káiser me espera para hablar conmigo.
Asiento con mi cabeza y ordeno de que puede irse a casa.
Estíbaliz me agradece mucho de que la deje pasar más tiempo con su hijo. No digo nada, porque en mi interior aún sigue vivo el recuerdo de Ismael.
Nos despedimos en el pasillo y antes de tocar la puerta de la oficina de Julien sale abrirme.
Paso en silencio notando su mirada glaciar en mi nuca.

— ¿Qué tenemos que debatir señor Káiser? — Mascullo las palabras mirando al frente mientras él sigue detrás mío callado.

— No quiero hablar de negocios contigo Samira.

— Pues entonces me voy. — Me volteo y él más hábil me agarra por mi brazo para que me pare.

— No sé cuáles serán tus intereses en trabajar aquí, tampoco me explico cómo has acabado convirtiéndote en la mejor amiga de la bruja. Pero, quiero que sepas que yo no voy a ponerte las cosas tan fáciles.

— Escúchame Julien, estoy harta de tus comentarios, ve y pregunta a tú abuela porqué lo hizo. Yo simplemente estoy aceptando lo que me corresponde.

— Siempre has sido muy ambiciosa Samira y esto te gusta demasiado no lo niegues.

— Hasta aquí te aguanto tus comentarios Julien. Me tienes harta, y para que te enteres, mis padres me educaron para respetar a las personas y para no quedarme con lo que no es mío. Yo no nací en una cuna de oro, pero tuve el cariño de mi familia, mi cuna fue de madera y acabó quemándose cuando estalló la guerra en mi país y perdí todo.
Vine a este país huyendo de la miseria llegando a temer por mí vida, tuve que vivir con unas costumbres muy distintas a la de mi país y lo poco que he tenido desde que vine lo he logrado por mí misma.
Llevo una cruz muy pesa sobre mis hombros y lucho sola, jamás te he pedido nada el tiempo que vivió mi hijo, tuve que apañarmelas como pude porque jamás obtuve un céntimo de vuestro dinero.
Escogiste el dinero, tú ambición te superó niño caprichoso, no supiste valorarme y menos quererme, si es que sabes querer alguien aparte de tí.
— Julien intenta besarme pero yo soy más rápida y acabo dándole un bofetón.

— ¡Jamás vuelvas a tocarme Julien! ¡Jamás! — Salgo de su oficina descompuesta en nervios, alterada y muy enfadada.
Tanto como para irme hasta el bar del casino y pedirme una copa.

Tomo asiento en la barra y al momento un hombre algo mayor que yo toma asiento a mi lado comenzando hablarme con galantería.
Mi humor no estaba para flirtear con ese desconocido por lo que me levanto sujetando mi copa y me voy hacia otro lugar.
El desconocido me sigue y me anima apostar en la ruleta.
En un principio no quiero hacerlo, no está bien.
Pero quiero divertirme, poder olvidarme de todo y en especial de mi pasado.

— Soy Mijaíl y mi bella dama ¿Cómo se llama?

— Samira. — Le digo mi nombre observando al hombre que me mira con sus ojos marrones y una sonrisa de medio lado besando mi mano muy galante.

Le sonrio haciéndome la interesante y empezamos a jugar en la ruleta.
Apostamos durante un par de horas hasta que cansados del juego vamos hacia una mesa privada y bebemos hasta que comienzo a decir estupideces y sentir que todo me da vueltas.
Mijaíl me sujeta por mí cintura llevándome hasta su auto donde ya no recuerdo nada más.

Me voy despertando poco a poco e inmediatamente siento un fuerte dolor de cabeza y hasta la luz del sol me molesta. Miro a mi alrededor y no conozco nada del lugar. Mierda, ¿Donde estoy?
Salto de la cama viendo que estoy vestida, respiro más aliviada y me dirijo al baño cuando entro veo la silueta de un hombre detrás de los cristales  de la mampara del baño.
Me quedo quieta observando al hombre alto y complexión normal como termina de bañarse.
Siento inmediatamente un calor abrasar me, quizás sea porque no estoy acostumbrada a ver hombres desnudos y mucho menos desconocidos.

— Samira, ¿Eres tú?

— Sí, disculpa...yo había entrado al baño para...asearme un poco...— Me doy pequeños golpes en mi frente con la palma de la mano repitiéndome lo tonta que soy por hablar tartamudeando como si fuera una adolescente.

— De acuerdo, ahora mismo termino para que puedas hacer tus cosas. — Me responde con voz calmada buscando una toalla.

Salgo del baño para que se ponga la ropa Mijaíl, mientras yo espero intranquila que salga del baño.
A decir verdad, no esperaba ver lo simplemente con una toalla atada a su cintura.
Me fijo en su cuerpo como aún hay gotas y su pelo mojado le da un toque más hermoso de lo que es.
Su cabello azabache resalta sus facciones y su sonrisa me enciende por completo.
Noto como mis mejillas se prenden y mi cuerpo parece una antorcha, no me lo pienso y entro al baño para apagar este incendio que me ha provocado Mijaíl.
Me lavo repetidas veces la cara hasta al fin apagar la llama que me ha hecho se sonrojarme.
Me aseo un poco y veo como mi ropa está arrugada.
Salgo en busca de mi teléfono para avisar a mi chófer de que me traiga ropa cuando de nuevo veo a Mijaíl desnudo con sus boxer puestos.
Me quedo quieta, carraspeo mi garganta hablando y actuando torpe buscando en mi bolso mi teléfono.

— ¡Oh, no! Ahora no tengo batería. — Pronuncio enfadada por cómo voy a resolver la situación.

— Disculpe Samira, ¿Necesita algo?

— ¿Me podría dejar su cargador? Es que necesito hacer una llamada.

— Tome mi teléfono puede hacer la llamada con el.

— Sí, la haría en el caso que me supiera el número de teléfono.

— Dime qué necesita y yo le ayudo.

— Verá, me da vergüenza pero es que iba a darme un baño y me he dado cuenta que mi ropa está un poco desastrosa y necesito ropa limpia.

— Entiendo. Déjeme a mí yo me encargo de que le traigan lo necesario. Dígame su talla de ropa y mandaré que le traigan lo que necesite.

— No quiero molestarlo.

— Para nada. Dígame estoy llamando a mi asistente personal. — Comienzo a decirle la talla de mi ropa, y lo que necesito muy avergonzada, tanto que no dejo de mirar la alfombra que hay en el suelo.

— En unos minutos tendrá lo que necesita. Si lo desea puede acompañarme a desayunar.

— Yo...— Hacia mucho que no me sentía tan cohibida con un hombre.
A pesar de sus modales tan magnánimo, debo de admitir que me siento cohibida ante su amabilidad de hacerme sentir bien.

— ¿Puedo saber dónde nos encontramos? — Pregunto viendo la gran suite.

— En la suite donde me hospedo. Yo he viajado a Berlín tan solo por motivos de negocios y bueno para descansar un poco

— ¿Puedo saber de dónde es? — Siento que mi pregunta le incomoda.

— Soy de Rusia, soy banquero inversionista y hace poco que me divorcié de mi esposa después de tres años de matrimonio.
De momento, quiero estar solo y disfrutar de lo que me ofrece la vida y a ser posible en compañía de una bella dama como tú.  — Su mirada me traspasa como una flecha llegando a inquietarme.

— Yo soy empresaria, trabajo en el casino y también estoy sola, hace cuatro años que me divorcié y no he encontrado al marido perfecto. Vivo sola y el mayor tiempo lo paso en el trabajo. Soy muy solitaria la verdad, desde mi divorcio no he salido con otro hombre y aún no me explico que hago aquí en su suite, vestida y sintiéndome alto abochornada. — Mijaíl se echa a reír con ganas parece que mi comentario le ha hecho gracia.

— Disculpe pero debo de ser sincero contigo, quería divertirme y me recomendaron ir al casino, pero cuando te vi más bien quería otro tipo de diversión.
Pero al parecer bebiste mucho y no sabía dónde vivías por lo que te quedaste dormida en mi auto y tuve que traerte aquí. No te preocupes que no hemos dormido juntos, tampoco me he aprovechado de tí. Diríamos que me gusta que mi compañera esté completamente cuerdo para disfrutar juntos. — A través de su mirada lascivia puedo llegar a entender a lo que se refiere.
Lo siento por él, pero yo no soy esa clase de mujeres.
Yo quiero encontrar un hombre perfecto que me haga feliz para toda la vida no conocer a un hombre de negocios muy caballeroso para que me convenza y acabar en la cama y a otro día hacer que no nos conocemos.
Niego con mi cabeza y me levanto de la silla disculpándome por no querer aceptar tener algo con él.
Me disculpo y busco mi bolso y mis zapatos para marcharme.
Mijaíl me retiene con su mano puesta en mi muñeca, al mirarlo con furia quita enseguida su mano puesta en mi muñeca.

— Samira, pienso que somos adultos y eres una bella dama. No entiendo dónde está el problema que pasemos algunos días juntos. Disfrutemos uno del otro y después podemos quedar como buenos amigos.

— Debo decirte que yo no pienso como tú. Yo necesito un hombre que me haga feliz y me apoye en los momentos buenos y malos de mi vida, que sea mi amigo, mi compañero y mi amante. Porque nadie como mi marido me va ofrecer algo que otro hombre quiera darme.
Una cosa es la lujuria, el morbo de querer descubrir placer en otro cuerpo, pero tontos de nosotros por no valorar a la persona que nos ama con el corazón.

— Vaya, veo que tienes la ideas claras. No eres una mujer fácil, pero... ¿Sabes algo?

— Tampoco me interesa.

— Me gusta los desafíos, y no te voy a dejar ir tan fácilmente. Haré que caigas rendida a mi encanto y terminemos en la cama donde te mostraré lo que es el sexo consentido donde disfrutarás como nunca.

— No me hagas de reír. No creo que tengas problemas para encontrar a una mujer que quiera tener la mejor noche de sexo de su vida.

— Te quiero a tí en mi cama, y da por hecho que acabarás terminando sucumbiendo a mis encantos.

— Sigue soñando porque cuando digo no, es no. Sé perfectamente lo que quiero y no quiero gritar de placer por unos minutos y cuando me levante de tu cama tendré que volver a mi vida cotidiana. Sola.

— Darlo por hecho Samira. Voy a ganar el reto, porque todo lo que me propongo acabo obteniendo lo.

— Muy seguro de tí mismo estás. — Somos interrumpidos por el camarero teayendo el desayuno y por su asistente personal cargado con bolsas.

Agradezco al hombre que se ha encargado de buscar mi ropa y él sin decir nada más se retira dejándome nuevamente sola con Mijaíl.
Le hago una señal de ir al baño, y cargando las bolsas paso lo más rápido posible al baño para cambiarme de ropa y darme una ducha.
Cuando ya estoy lista, me miro en el espejo preguntándome que estoy haciendo.
He aceptado un regalo de un hombre que solo busca en mi sexo, y todo porque le llevo la contraria.
Debo de admitir que el vestido es muy sencillo y perfecto, el conjunto de lencería es de encaje y me sienta perfecto. Reconozco que el ruso tiene buen gusto, además de ser todo un caballero y no haberse propasado conmigo.
Mijaíl es un hombre muy perfecto a simple vista, te puede interesar inmediatamente y volverte loca de deseo para querer terminar en la cama con él.
Entiendo que desde que estuve con Julien no he vuelto a estar con nadie más, dedicando mi tiempo en sacar adelante a mi hijo buscando soluciones para poder tener una mejor vida.
Al parecer mi lucha fue en vano, de nuevo caí en el abismo de la tristeza sin obtener recompensa.
Solo Diana me ha dado dinero para obtener su paz, se ha portado bien conmigo rectificando sus errores pero todo el lujo en el que me rodeo en estos momentos no me cura las cicatrices que hay marcadas en mi cuerpo.

Salgo del baño y veo que Mijaíl al fin se ha quitado la bata y se ha vestido.
Sus ojos me escanean despacio, casi puedo decir que me devora con la mirada. Me hace de temblar su manera de tratarme de hacerme sentir estas emociones sin apenas tocarme.
Debo calmarme o acabaré haciendo lo que él me está pidiendo.
No quiero que todo esto se convierta en un desafío, por ello hablo con él dejándole claro que no quiero volverlo a ver más.
El niega con su cabeza, encima es terco.

— No me voy a rendir tan fácil Samira, de hecho no acepto un no como respuesta.

— De verdad que me agotas. Comeré un poco y me iré a trabajar, te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí. ¿Quieres que te pague algo?

— No. Tómalo como un regalo y si quieres devolverme el favor cena conmigo esta noche. Te buscaré en el casino. — Me susura en mi odio mientras voy saliendo de la habitación.

Me subo en el auto que hay aparcado en la acera conducido por uno de sus empleados.
Pido que me lleve al casino, el hombre sin decir nada asiente con su cabeza empezando a conducir hasta mi destino.

Al bajarme, le doy las gracias al chófer y empiezo a caminar hacia el casino donde me espera en la puerta Julien.
Ruedo mis ojos buscando algo que no tengo. Paciencia.

— Buenos días Samira, veo que ha tenido contacto con el señor Sokolov, puesto que ha llegado en uno de sus autos.

— Vaya, qué alegría me da de saber que estás pendiente de mi vida. Lamento decirte que no tengo más información para darte. Pero seguiré informándote Julien de eso no te preocupes.

— Deja tus sacarmos y mírate.

— Me miro todos los días al espejo. — Respondo encogiéndome de hombros.

— Pues no lo parece, porque si lo hicieras no estarías jugando con fuego. Ese hombre solo busca en tí el poder, a través de tí quiere comprar el casino y tú se lo vas a regalar. Piensa bien lo que haces Samira porque este casino ha permanecido a mi familia y no voy a permitir que caiga en otras manos. Piensa bien lo que haces.
— Su voz me anuncia del peligro que estoy corriendo y en parte agradezco su comentario aunque me lo diga de malas maneras, en cierto modo me está advirtiendo de lo que me podrá suceder si doy un mal paso.

Sin añadir nada más, dejo a Julien atrás para irme directa a mi oficina.
Donde al entrar veo por las cámaras de seguridad como la gente se divierte entre los juegos de azar y el alcohol y los empleados hacen su trabajos presionados con ir a la cárcel si cometen cualquier delito.
Este es el circo donde he tratado de huir, esto es la ambición y yo siento que no estoy en el lugar correcto.
Me limito a trabajar para no pensar en nada que no sea hacer mis labores lo mejor que sé y pueda hasta que llega la noche y decido irme a casa.

Al llegar a casa y quitarme la ropa me quedo pensando cómo he podido aceptar algo de un desconocido cuando jamás he aceptado algo de alguien que no conozco.
En mi país nos está prohibido aceptar algo de otra persona sin el consentimiento de mi familia.
Siempre he tenido que decir las cosas que me suceden en casa, avisar a mis hermanos donde iba y ocultarme bajo un gran trapo que solo me permitía ver por una rendija el exterior.
Y ahora que vivo como una mujer normal fuera de mis costumbres, siento que aún llevo ese velo que me impide ver el cielo, que al llorar nadie me ve y debo de secarme mis propias lágrimas curándome mis heridas yo sola.
Al menos cuando vivía en mi país tenía el consuelo de mis padres, su protección y el amor incondicional de ellos.
Ahora no los tengo, ni consuelo, ni amor y sigo secándome las gotas de amargura yo sola.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro