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8: Quédate...

Dedicatoria #3: Esa parte al final... ¿Cuántas veces no quise decírselo cuando me preguntaba que pasaba? ¿y si no quería lo mismo? Rendirme luego de construir un castillo de barajas viejas era menos bochornoso.

Tu personalidad podía llegar a ser tan pesada, tan inquietante, que inconscientemente me retaba. Andar tras de tu juicio me mantenía al filo de tu expectativa, pero me daba completamente igual.

Yo no perdería tu atención por tonterías como esas. Y sí, hice muchas cosas que lo pusieron en juego, pero al final, siempre me concediste una y otra vez, un: otra vez.

Y sin motivos, ni explicaciones, volvería a ti como una niña que adora, o como una chica que sueña, o como una mujer que desea, o como si nunca hubiéramos decidido huir

Volvería a ti todas las veces que fuera necesario demostrarte que no soy capaz de abandonarte, ni alejarme, ni dejarte de ver de esa forma tan específica en la que solo a ti te miro.

Tu energía siempre fue clave, pude notar tu ausencia más de una vez, pero nunca, créeme, nunca, mi energía pudo zafarse de ti una vez que la tuya la atrapaba.

Como odiaba tener que fingir que me eras indiferente, sobre todo cuando te aproximabas tan bobamente, tan como solo tú podías hacerlo.

Creí por momentos que mi solución sería ignorarte, pero que errada, a la niña le encantaba seguirte el juego.

Y me rendí, detestaba ver como regresabas, eso solo significaba una cosa. Algún día sería definitivo, algún día me quedaría esperándote y no, ni la costumbre te volvería a traer a mí.

Una vez me atreví a pedirte algo: que de una buena vez pudieras dejarme en paz. Era yo la que confesó que no podía alejarse. No me fiaba de ti, de tus actitudes contradictorias.

Debías despedirte de mí, de mis malos tratos, de que jamás estaríamos de acuerdo en una sola cosa. Ni en esto, tampoco tuviste la valentía de marcharte, ese día, si te odié.

Yo tan apasionada de lo antipático, y tú quebrantando mi voluntad. Hacías de todo para acabar con mi paciencia.

Corrompías con mi naturaleza. Disfrutaba del sentimiento que emergía cuando lo lograbas, aunque pusiera toda la resistencia posible.

Siempre, lo juro, siempre que dabas la vuelta, dejaba de aguantar la sonrisa estúpida que no se me borraría en horas.

Soñaba por instantes contigo, dormida o despierta.

Eso me hacía consciente de que debía olvidarte, o empezar a aprenderlo, sino mi subconsciente terminaría traicionándome nuevamente.

Un recordatorio sutil de que me tocaba hacer un curso intensivo para borrar esa faceta tan estúpida que fue creada para ti. ¿Estúpida? Tal vez porque me hacías olvidar todo berrinche y en su lugar siempre terminaba una sonrisa.

No puedo compararte con nada, solo con lo pésimo, era pésima intentando disimular que no eras importante.

"Con él nada que ver", "Por esta vez, le haré caso", "¿Estaré siendo tonta?".

Tú pasaste y punto, no voy a quitarte el crédito. Salvaste la poca valentía y coraje que me quedaba.

Fuiste un proceso tan atroz que pudiera condenarnos por ello, pero no puedo, simplemente no puedo.

Contigo todo lo que parecía malo al principio se convirtió en mi única esperanza.

No puedo recuperarte, nunca te he perdido, ante mis ojos no, jamás te has ido de mí, y si te vas quizá siga siendo la misma, pero ¿de verdad crees que con alguien más me pasara lo mismo?

No quiero a nadie más que a ti, lo que hay en mí no necesita a nadie más que a ti. Y si no puede tenerte a ti se conformará con tu recuerdo, pero nadie ocupará tu lugar cuando te vayas.

¿Un lugar? No fuiste un lugar, un destino fijo. Fuiste un camino tan estresante, un camino al que creo que me devolvería si me promete algo diferente. Si me promete algo tan real como lo que siento ahora.

No te quería para un rato, te quería para mil. Nunca podría conformarme con tener migajas de ti.

Exprimiría toda oportunidad y me lanzaría ante cualquier consecuencia si la causa es sincera.

Afanada me llaman, pero quería ser de ti, me importaba una mierda el feminismo, ¿sabes lo irreal que parece eso? Siempre quise tener a mi disposición un hombre como tú.

Me desanimaba tu miedo, porque en mí liberabas de todo menos miedo.

Primera vez en mi vida que quería que alguien tomara el control e hiciera de mí lo que quisiera. Podrías destruirme y volverme a construir y no me importaría.

Yo no tengo nada que ofrecer, que demostrar, que dar, no, de mí solo puedes obtener una única cosa: a mí.

Las mujeres temerarias no tienen miedo a quemarse, yo sí, hay fríos como tú que queman pareciendo fuego y no, fue un espejismo, me daba tanta rabia equivocarme.

"Si me preguntaras que necesito de ti diría: toma de mí todo lo que quieras y vete, o deja que tome todo lo quiera de ti y quédate". 

NOTA DE AUTORA:

4/5

Corregí tantas veces como pude para que su acabado fuera excepcional, me sentía orgullosa de haber conseguido soltar todo, de por fin saber que sucedía conmigo. ¡JA! Se predecía un potente giro a la trama.

Los casi algo duelen más... ¿Están de acuerdo conmigo?

¿Qué método les funcionó para superarlos? ¿Contacto cero o de choque?

Da tanta rabia no poder borrar algo que no tiene nombre, ni mucho menos figura en nuestro historial amoroso.

¿Cuántos son de esta generación? (16-25 años)

¿Es cierto el rumor que tenemos miedo a sentir?

Consejo: Lo que está destinado a ser será sí, pero el tiempo no precisamente te condiciona a olvidarte de que también importas.

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