04 ⁝ Capítulo 4
05/12/2023
—No dejes que tu espíritu muera. Sólo es un conflicto de la mente—
—¿Quieres otro? —Shunsuke miró a Niko y asintió con una sonrisa contenida a lo que el rubio le respondió con una sonrisa emocionada antes de servirle otro hot cake.
En media hora debían estar todos en el edificio donde los citaron, por eso se habían reunido para desayunar juntos antes de presentarse. De todas formas ellos dos habrían desayunado juntos como hacían siempre.
Aunque el ambiente siguiera alegre como siempre, sí que se notaba más tensión de la habitual. Era obvio, muchos estaban nerviosos.
En los dos meses que llevaban de conocerse, Niko nunca había visto a Shunsuke repetir ninguna comida. Desde que Shun llegó al Trance hacerlo comer fue todo un problema.
Nada más llegar fue enviado con Raiden, y poco a poco consiguió que comiera tres veces al día todos los días. Su caso era peculiar, difícil pero no tanto como otros que había tenido.
La primera semana Raiden tenía sesiones diarias con él, y además de hablar, lo pesaba todos los días, así Shun se convencía de que sin importar cuánto comiera, su peso no cambiaría mientras estuviera en el Trance. Una vez lo aceptó y perdió el miedo a comer que lo había llevado a entrar al proyecto así como mejoró un poco emocionalmente, llegó el momento de enseñarle la foto de cómo se veía él en ese instante en el mundo real.
Evidentemente lo más impactante para todos era siempre verse a ellos mismos con tantos cables, en una habitación aislada y completamente inconscientes. Después Shun se dio cuenta de cómo su cuerpo estaba extremadamente delgado, y aunque Raiden le dijo que la pérdida de peso era algo normal en todos los pacientes, también le dijo que su caso extremo no había sido causado por las dos semanas en coma, sino por los casi dos años que lo habían llevado al proyecto.
Fue la primera vez en dos años que se veía como realmente era, pues antes ningún espejo o imagen lograba mostrárselo, o al menos él no lo interpretaba así.
La tía de Shun vivía en Polonia desde que él recordaba, su esposo era de Varsovia así que ambos vivían en esa ciudad aunque frecuentemente iba a visitar a su hermana a Japón.
Cuando Shun tenía dieciséis años su madre estuvo de acuerdo en mandarlo un tiempo con su tía. Al inicio estaba algo asustado pues esto significaba que estaría casi todo un año escolar fuera de su país, en un país completamente diferente donde no conocía siquiera el idioma. Pero nada más salir de la presión de su vida diaria sintió como si estuviera respirando por primera vez en años.
La única condición de su madre era que debía seguir en el instituto y no descuidar sus calificaciones a pesar del idioma y estar en una especie de vacaciones, y la segunda era que no dejara la gimnasia. Desde pequeño entrenó, su madre como deportista olímpica frustrada lo presionó a ello, y por suerte a él le gustaba. De niño disfrutaba ir a entrenar, tenía amigos allí, iban a competencias locales e incluso nacionales, lo veía como cualquier actividad extraescolar. Pero cuando cumplió los trece años fue cuando finalmente lo inscribieron en el programa de preparación olímpica, en la categoría infantil, la más joven, pero donde ya se comenzaba a preparar a los niños para dicha competencia. Ahí fue cuando dejó de gustarle, cuando dejó de ser un pasatiempo.
Su rutina se basaba en salir de la escuela, ir a recoger sus cosas a casa, comer algo rápido e irse directamente el gimnasio donde pasaba de dos a tres horas al día, luego volvía a casa, hacía sus tareas o estudiaba y caía dormido para repetir lo mismo al día siguiente. A los pocos meses dejó de comer antes de entrenar, la intensidad de los entrenamientos le daba náuseas y a veces terminaba vomitando al igual que varios de sus compañeros.
Lo que hacía era desayunar bien, comer en la escuela y luego cenar todo lo que pudiera antes del día siguiente, una rutina similar a la de varios de sus compañeros. Después de un año aquel ritmo pudo con él, ya no le gustaba ir a entrenar, antes era divertido, ahora era una obligación.
Su madre lo chantajeaba diciéndole que no podía quejarse, que todos sus compañero actuales entraron al programa pre-olímpico a los doce años, que ella le había regalado un año más, que ahora a cambio él debía llegar al nivel de los demás. En verdad Shunsuke era bueno, pero no excelente y eso era lo que tanto le pesaba a su madre. Era bueno por llevar tantos años practicando, por entrenar dos horas cada día, pero no tenía el mismo talento innato que otros compañeros tenían, y el haber perdido el gusto por el deporte no ayudaba a que destacara.
La tregua de diez meses que tuvo en Polonia lo hicieron darse cuenta de la vida que quería llevar: salir con sus amigos después de clases, hacer otras cosas que le gustaban, pasar tiempo con su familia... Por no ser polaco y no estar federado en el país no podía entrar en algún gimnasio de alto rendimiento así que simplemente entrenaba dos veces a la semana en una academia local. Ahí recuperó el gusto, no debía ser el mejor, no debía compararse con otros, sólo hacer algo que supuestamente le gustaba y pasar las tardes ahí.
Su rutina era diferente, tenía muchísima menos presión, tenía tanto tiempo que a veces no sabía que hacer con él, mientras que en Japón muchas veces antes de dormir fantaseaba con tener un solo día libre. Y en aquel nuevo estilo de vida también repercutió la comida. En Polonia tenía una vida sana.
Por eso sufrió tanto cuando regresó. De repente todos le hacían comentarios sobre cómo había subido de peso, incluso cuando estaba en un rango de peso normal y sano para un chico de diecisiete años. En Polonia nadie le decía nada, mucho menos cuando su complexión seguía siendo bastante más pequeña que la del resto de sus compañeros y amigos, pero al volver todo el mundo se lo comentaba.
Al principio él no veía el problema, él se veía normal, se sentía normal, no es como si su ropa dejara de servirle, todo lo contrario, se le veía mucho mejor al rellenarla un poco más.
El primer comentario de su madre sobre su peso fue cuando lo recogió en el aeropuerto, ahora lo recordaba bien pero durante los últimos años parecía haberse borrado de su mente. El coche avanzaba por la autopista llena de luces rojas y naranjas por los faros de los demás autos que circulaban por la noche. En la radio sonaban los locutores comentando mientras que entre los dos había un silencio del cual Shun no captaba la tensión por estar mirando su teléfono.
—Shun —ella lo llamó y él hizo un gesto con la cabeza para escucharla mientras seguía escribiendo el mensaje—. ¿Qué comías en Varsovia?
Interrumpió el mensaje por lo extraño que le pareció el comentario, miró a su madre aún con aquella cara de extrañeza.
—Lo que preparaba tía o lo que pedíamos en los restaurantes, no sé... Pierogi, golanka y otras cosas para que las probara. ¿Por qué? Es una pregunta un tanto abierta, ¿no? —rio un poco por lo rara que le había parecido la pregunta. Era raro porque él le mandaba fotos, porque su tía le escribía sobre los lugares a los que lo llevaban, además no es como si su madre no tuviera idea de comida polaca.
Pero la pregunta no iba por ahí.
—Subiste de peso, ¿no?
La extrañeza ahora fue mayor por su parte. La volvió a mirar con una expresión casi preocupada, no tenía idea del rumbo de aquella conversación, no le veía sentido alguno.
—Sí, algo, ¿por qué?
—Debes cuidar eso, Shun, sobre todo tú no puedes permitirte subir de peso. Se te nota y tienes que-
—¿Eso qué, mamá? —rodó los ojos cada vez menos tolerante con la conversación, con la repentina actitud de su madre. Terminó de enviar el mensaje y entonces volvió la vista a ella— Seguí entrenando y mi rendimiento no ha bajado, además peso normal.
Pero ella siguió hablando del tema mientras Shun la ignoraba y le escribía a uno de sus amigos polacos sobre el repentino brote neurótico de su madre, de lo que ambos se rieron por encontrarlo completamente sin sentido.
No le importaba, era una realidad que le daba igual, de hecho le gustaba notarse ligeramente más fuerte por el aumento de músculo que le beneficiaba en los entrenamientos a pesar de su complexión naturalmente pequeña. Por eso tampoco le daba importancia, ni cuando una vez sus compañeros se lo mencionaron.
—Oye Shun, te engordaste —cuando oyó aquel comentario un día que fueron a la playa y sus compañeros se percataron de cómo sus huesos se transparentaban menos, sólo se volteó a verlo y con con seguridad.
—¿Y a ti qué te importa?
Empezaron a reírse y entonces otro de ellos quiso excusarse pues sabía que el comentario anterior no había ido con mala intención.
—No, lo que quiso decir es que antes estabas más delgadito porque-
—Sí, claro —a los dos les sorprendió la respuesta seca y segura de Shun, y no esperaban lo que venía después—. Pero ustedes la tienen chiquita y tampoco les estoy diciendo nada, no es como que me importe el tema. ¿O lo dicen porque me quieren manosear?
Los tres se lo tomaron a risas, pues no era algo importante.
Pero con el tiempo se dio cuenta de que para su madre sí que era algo grave, cómo quería que fuera algo grave. El mundo se le vino abajo cuando indirectamente su ella le dijo que hubiera preferido que usara drogas en vez de engordar.
A partir de ahí empezó el infierno. No sólo volvió a la rutina de antes, sino que ahora no le dejaban cenar todo lo que no había comido en el día, le empezaron a restringir y vigilar casi todo lo que comía. Al inicio sólo le seguía la corriente a su madre, cuando bajara los cinco kilos que había ganado todo volvería a la normalidad. Al salir de la gimnasia compraba algo de camino a casa y comía a escondidas para que al llegar pudiera cenar lo que le sirvieran sin dormir con las tripas sonando. Pero cuando regresó a su antiguo peso y nada cambió él también empezó a creer que sí importaba, que sí era algo grave.
Y entonces entró en declive.
Ya no comía a escondidas, ya no se quejaba, ahora dejaba a la mitad los tazones de arroz en la cena, ahora sí que se miraba en el espejo con frustración. Para que no recayera en los malos hábitos que tenía antes según su madre, ella nunca dejó de insistir en que todavía no pesaba lo que debería. Poco a poco y aprovechándose de su vulnerabilidad y frustración le metió esa idea a Shun, y él lo creyó por completo.
Siguieron pasando los meses, al ver que no parecía haber mejoría en su físico el propio entrenador lo expulsó del gimnasio por su propio bien, esto sólo le ganó una mayor culpabilidad bien apoyada por su madre. Se le caía el cabello, le costaba dormir incluso cuando estaba cansado todo el día, dejó de soportar el frío en absoluto, se le aceleraba el corazón incluso cuando sólo estaba sentado o de pie.
Su tía fue a visitarlos y nada más ver a Shunsuke comenzó una discusión entre las hermanas que concluyó con su tía Azumi llevándoselo a un centro especial donde lo tratarían. Se lo llevó en el momento ideal, pues tan sólo tres días después le llamaron desde el centro diciéndole que Shunsuke se había puesto muy mal, tanto que lo llevaron a emergencias por temor a que la arritmia que había desarrollado pudiera acabar en un paro cardíaco.
Entró en paro cuando su tía llegó a verlo, pero pudieron estabilizarlo en poco tiempo. Para ese entonces Shun ya era mayor de edad, estaba a pocos días de empezar su segundo semestre de carrera, por eso su tía le dijo que nada más le dieran el alta lo llevaría de vuelta a Polonia al ya no necesitar el consentimiento de su madre. Shun estuvo de acuerdo, sabía que estaba enfermo, que algo estaba mal con él, pero aún no terminaba de tener claro lo que sucedía. ¿Por qué estuvo tres días internado en un centro para pacientes con anorexia cuando su madre le decía que tenía sobrepeso? ¿Por qué en el hospital le repetían todo el tiempo que su mayor factor de riesgo era su bajo peso? Para ese entonces ya empezaba a dudar de la realidad en la que se había encerrado, pero seguía confundido.
Sólo quería volver a tener una vida normal, y pensar que su tía se lo llevaría de vuelta a Polonia ya fuera por sobrepeso o por anorexia era como un sueño. No quería volver a sentirse al borde la muerte, incluso cuando en los últimos meses a veces sólo pensaba en cómo quizá sería la única forma de dejar de vivir así.
Esperaba con ansias recuperarse para poder ir, parecía tener buenos pronósticos incluso para alguien tan inestable emocionalmente como él. Y aunque aún tenía miedo y culpabilidad por comer, su tía le llevaba hot cakes cada vez que podía, era lo que más le gustaba en el mundo, era lo único que comía sin culpa.
Antes de que Azumi lo internara, de vez en cuando recordaba el día en que en Varsovia hicieron hot cakes para desayunar, palacinky como los llamaba su tío, recordaba sin culpa cómo pudo comerse cuatro y sólo sentir felicidad después de ello. Era su único recuerdo feliz con la comida, algo tan chocante para él que a veces cuando lo recordaba se ponía a llorar o vomitaba.
En el hospital comía lo que le daban haciendo su mejor esfuerzo por terminar los platos, pero apenas tenía que esforzarse para comerse un panqueque entero cuando su tía se los llevaba. Recuperaron la esperanza, con un tratamiento psicológico y nutricional sumado a un mejor ambiente familiar podría recuperarse. Pero un par de días después volvió a ponerse grave, había llevado a su cuerpo al límite y estaba sufriendo las consecuencias finalmente.
Esta vez el fallo cardiorrespiratorio fue mucho más difícil de sobrellevar. Estuvo casi media hora con ventilación mecánica y RCP, consiguieron que después de eso su corazón siguiera latiendo, incluso después de haberle roto una costilla por la presión constante en el pecho, y al no tener un pronóstico para nada bueno lo llevaron al proyecto Smirnov ocupando una vacante que quedó libre tan sólo horas atrás.
Gracias a Raiden fue mejorando, aquella terapia que iba a necesitar meses en el mundo real se vio reducida a días. Y cuando finalmente se estabilizó lo suficiente como para hacer más esporádicas sus consultas con Raiden, llegó a él la verdadera cura que necesitaba: Nikolas.
Shun siempre fue amigable, se llevó bien con los demás chicos del grupo, conocía a más personas por pasear tanto por la ciudad, pero cuando Nikolas se unió al equipo y lo fue a conocer hubo una conexión inmediata entre los dos. Makris era algo más reservado, le costaba bastante más hacer amigos, pero con Shun fue inmediato. Gracias a él se integró mejor en el grupo de hecho.
Pasaban mucho tiempo juntos, paseaban casi todos los días, al cabo de tres semanas ya eran tan importantes el uno para el otro como las personas que llevaban años conociendo en la vida real. Fue una amistad inmediata y al poco tiempo se convirtió en atracción mutua.
La idea de que cuando salieran del proyecto Shun se iría a Polonia era algo que los emocionaba a ambos, pues era muchísimo más fácil ir de Grecia a Polonia y viceversa, que hacer todo el viaje desde Grecia hasta Japón.
Shun le contó todo a Niko y él también. Nikolas sólo le había contado la historia de su madre a Milan, su mejor amigo desde los diez años, él vivió con él todo el proceso de adopción, lo vio tener un cambio radical en su vida, él era el único además de sus madres que lo sabían, y ahora Shunsuke. Era como si en el Trance no existiera esa necesidad de protegerse del mundo, todo el mundo ahí era vulnerable, todos ahí estaban decidiéndose entre la vida y la muerte, era una convivencia tan peculiar que incluso al desconfiado de Nikolas le hizo contarle toda su vida a un chico japonés que conocía desde hace tres semanas.
Por eso se apoyaban tanto. Niko se comprometió con Shun tanto como él con Makris, y su forma de hacer que el otro no perdiera las ganas de luchar y volver a casa era hacer planes juntos. Nikolas realmente amaba su vida actual, le parecía perfecta en verdad: vivía en una casa más grande de lo que necesitaba, tenía dos madres que lo querían como a nada en el mundo, había empezado con buen pie la universidad, incluso comenzaba a tener un grupo ahí de potenciales amigos, y por si fuera poco Milan estaba ahorrando para poder hacer su siguiente año de universidad en Atenas y se quedaría en casa de Nikolas durante ese tiempo. No podía pedir más, después de lo que había tenido que pasar sentía que lo tenía absolutamente todo. No fue hasta que llegó al Trance que se dio cuenta de que aún le faltaba algo, le faltaba Shun. Cuando volvieran sí que su vida sería completamente perfecta.
Por eso no podían rendirse ahora.
Nikolas sonrió al ver cómo Shun comía su tercer hot cake sin culpa alguna, más de uno lo notó y eso fue una buena manera de empezar el día, pues aunque no lo sabían con tanto detalle como Nikolas, varios sí que sabían que Shunsuke estaba ahí por las complicaciones que le había causado la anorexia.
Terminaron de desayunar y fueron al edificio donde estaban citados. Ahí los recibieron las mismas personas que les dieron la explicación sobre las pruebas. Finalmente se sentía real la idea de volver al mundo. La espina de realidad volvió a clavarse en Shun.
Suspiró tratando de controlar los nervios. Sabía que todos estaban igual de nerviosos, de angustiados, pero todos debían aportar al equipo, y lo mínimo que podían hacer era estar tranquilos o al menos ayudar a que el ambiente no fuera tan crítico como se esperaba.
Llegó junto a todo el grupo, especialmente iba con Jana, pero esta vez en silencio, sólo caminaban con los dedos entrelazados quedando casi al final del equipo.
Acker, Asuta y Leigh los guiaban hacia otra parte de la ciudad, pues el edificio administrativo era sólo el punto de reunión.
Al llegar a la zona este de la ciudad se hallaba el límite de esta, así como el famoso edificio verde, el edificio de admisión a las pruebas. Muchos ya lo conocían por todas las vueltas que habían dado al lugar, pero muchos otros, los más nuevos, aún no sabían de aquel lugar.
En la entrada ya estaban otros miembros del personal que les habían dado la charla el otro día, pero también los estaban esperando dos personas más.
—Zip —alzó la vista cuando Jana llamó su atención junto a un suave tirón de su mano. Entonces la chica le señaló con la cabeza, pero justo cuando iba a voltear hacia donde ella apuntaba, una palmada en la espalda inmediatamente seguida por un abrazo.
Era Sasha quien había ido directo hacia él.
—¿Ya listo? —preguntó el rubio a lo que asintió con algo de duda— No, no, esa no es la forma de-
—¡Lerner!
Al voltearse vio a Marcel acercarse después de haberse despedido de otros chicos del grupo.
Sasha le dejó paso a Marcel y este puso la mano sobre el hombro del chico mientras hacía memoria en escasos segundos.
—Torre a e6, jaque.
Por un momento Zippy se quedó en silencio, y después de recordar cómo iba la partida que los dos jugaban sólo con papeles y sus memorias, sin tablero, pensó por unos instantes, pero antes de que pudiera hablar Marcel se lo impidió.
—No, no, no seas así, llevo toda la noche pensando, piénsalo tú también y me lo dices cuando estemos fuera.
—Pero sólo es-
—Que no. Me lo dices después —finalmente la tensión del momento se liberó con la pequeña risa que le provocó Marcel—. Así que ya sabes, me buscas y me mandas tu respuesta, no vale escaparse, ¿oíste?
Sasha rio y lo miró con los brazos cruzados y una expresión de resignación.
—Estás en jaque, si no le respondes habrás perdido. ¿Va a ser acaso Marcel Molina Xóchitl el que rompa la racha del campeón de los Países Bajos?
Él rio y negó.
—Espero que no. Ya tengo la respuesta —pero antes de que Marcel estuviera a darle un manotazo para insistir en que no se la dijera—, pero no te la diré hasta que salgamos.
—Eso es lo que quería escuchar —asintió con satisfacción el más bajo.
—Así que tú también debes salir, no puedes dejar un matemático cuatroojos le gane al cerebro de 124 de IQ, ¿verdad? Porque si lo hago tendrás que admitir que-
—¡No, no! Quédate tú con tus ecuaciones diferenciales —esta vez los tres se rieron al igual que Jana quien intercambiaba miradas con Sasha por la conversación de los otros dos—. Además un día te quiero ver con lentes, aunque ya no los vayas a necesitar, te hacen ver menos menso.
Al ver que ya no había mucho más tiempo terminaron de despedirse de los chicos, de todos ellos aunque con muchos ya hubieran tenido una despedida larga y tendida en días anteriores, como lo había sido la de Sasha y Luciel. Por eso esta vez sólo la sellaron con un abrazo prometiendo verse en el mundo real.
—Ya en serio, sí voy a estar esperando tu mensaje —murmuró Marcel al abrazarlo—. Vas a despertarte antes que yo así que tienes tiempo para pensarla bien.
Él sonrió casi con ternura por ver el afecto que le tenía aquel chico. Las tardes enteras de charlas y risas habían formado entre ellos vínculos difíciles de romper y duros de separar.
—No te preocupes, lo haré.
Al separarse, Marcel se despidió de Jana también y se juntó con Sasha para dejar que el grupo finalmente entrara.
Entraron al edificio y lo primero que se encontraron fue con un pasillo que se bifurcaba. Dieron la instrucción de separarse por géneros, pues irían a unos vestuarios donde ya los aguardaba el atuendo que llevarían durante las pruebas.
Asuta entró con las chicas mientras que Acker iba con los chicos. Los trajes estaban colgados en unos casilleros individuales con el nombre de cada uno escrito y unas pequeñas bolsas de tela.
Cada uno se puso un neopreno negro que cubría desde sus tobillos hasta sus muñecas, luego llevaban una camiseta completamente negra que tendría bordada en la manga izquierda la bandera de su país, en la derecha el código de cada uno y en la espalda tenía escrito el nombre del proyecto junto a su ciudad de ingreso. Además de eso todos llevaban los mismos tenis negros y pantalones caqui estilo militar que se sujetaban con un cinturón y quedaba oculto bajo la chaqueta ligera pero abrigadora del mismo color y con estampados similiares a los de la camiseta.
Al cabo de unos minutos ya estaban todos listos. Salieron por el lado opuesto a donde entraron y llegaron a una especie de jardín trasero en el propio edificio. No era muy grande, pero cabían todos sin verse apretados.
Las chicas se reunieron con ellos en aquel jardín. Xana y él se volvieron a juntar casi inmediatamente, tomando sus manos como mero reflejo del nerviosismo.
Estaba claro que todos estaban mirando la gran puerta de acero que se alzaba frente a ellos, y aunque la duda estaba sembrada en todos ellos, también conocían la respuesta: al otro lado comenzaban las pruebas.
Leigh comenzó a hablar y de vez en cuando Asuta intervenía aclarando más cosas, pero Zippy apenas podía escuchar. Su corazón latía demasiado fuerte como para poder escuchar nada más. Fueron unas palabras de Asuta las que lo hicieron volver a sus sentidos.
—En cinco segundos sus brazaletes entrarán en el modo apto para las pruebas.
Su corazón comenzó a latir aún más rápido.
El mayor temor de Zippy en esos momentos era que no fuera del todo cierto lo que les habían dicho. Supuestamente ahora podrían sentir cansancio y dolor, el grado de disociación con sus cuerpos sería menor, pero en el fondo tenía miedo de que sus condiciones se presentaran también ahí. Era ilógico, ¿no? Sería imposible que sobrevivieran así.
Él había entrado en el proyecto por un shock anafiláctico, pero este era la consecuencia de una mala operación debido a su fibromialgia. La enfermedad que se caracteriza por el constante dolor en el cuerpo había sido la causante del deterioro de su vida en los últimos años. Todas las puertas que su esfuerzo y su cerebro le habían abierto, su cuerpo se las cerraba una tras otra. Ahora temía que fuera igual.
Pero cuando Asuta avisó de que ahora todos los brazaletes estaban configurados correctamente, sintió un peso menos encima.
"Si los hubieran desactivado nadie estaría tan tranquilo, ¿verdad?"
Pensaba para sí mismo. Pues aunque el dolor de su enfermedad podría llegar más tarde, los síntomas de otros de sus compañeros eran más evidentes.
Maxim estaba bien, Neil también, Nikolas igual... Analizó a varios a su alrededor y con el paso de los segundos se dio cuenta de que sólo habían sido paranoias suyas.
Suspiró y apretó la mano de Xana antes de que ambos se dedicaran una sonrisa nerviosa.
—En cinco minutos deberán estar todos al otro lado de la puerta —volvió a avisar Asuta revisando su reloj justo en el momento en el que la puerta se empezó a abrir lentamente revelando un pasillo largo.
El suelo era de cemento deteriorado, pero se encontraba en mitad de un bosque. Las paredes eran el monte que había sido perforado para que se hiciera dicha entrada. Suponiendo que fuera un entorno real, pero sólo se trataba de un diseño ingenioso que había sido programado por alguien e implantado en los cerebros de todos ellos... como fuera que funcionara eso.
Pero nadie entró. Se agruparon en la entrada, pero Heath y Neil se encargaron de que todos se mantuvieran quietos. Aún había gente despidiéndose.
Leigh besaba la cabeza de Oliver antes de darle un eterno abrazo que no sólo transmitía su esperanza sino que también la inminente angustia de ver a su hijo entrar ahí.
Raiden, quien había estado ahí mismo durante la explicación, también dedicó palabras de ánimo y seguridad a aquellos quienes lo necesitaban, mientras Acker los animaba a todos con su sonrisa segura.
—Tienen un minuto —avisó Asuta.
Raiden sujetó a Shunsuke de los hombros y siguió hablándole mientras Nikolas esperaba justo al lado del castaño, mirándolo con preocupación, así como de vez en cuando su mirada asustaba se escapaba hasta Raiden.
Esforzándose para no escuchar su conversación, Xana sólo miró cómo el psicólogo ponía ahora una mano en el hombro del rubio y los abrazaba a ambos unos segundos después de que Oliver también se separara de su padre y fuera con los demás.
—¿Entonces ahora podemos sentir dolor? —preguntó Glacia una vez pasó delante de Acker quien les iba deseando suerte al verlos cruzar la puerta en grupo.
—Sí. Si se hacen daño lo van a sentir —afirmó con aura tranquila. Ella asintió y recibió sus palabras de aliento.
Todos quedaron del otro lado de la gran puerta, cuando esta aún permanecía abierta, a escasos segundos de cerrarse.
El grupo miraba en todas direcciones, sintiendo el nerviosismo y miedo a la vez que se intentaban convencer de que lo lograrían sin importar qué.
Y Glacia se aseguró de que todo el grupo tuviera esa misma mentalidad.
Maxim y Aiden se giraron al escuchar el sonido húmedo de una bofetada, y vieron, casi asustados, a Iliya cubriéndose la mejilla golpeada antes de mirar a Glacia con incomprensión.
—Para que no se te olvide a lo que viniste —le advirtió la chica con una voz seria y autoritaria que hasta dejó a Acker y los otros tres al otro lado de la puerta sorprendidos. Pero al comenzar a cerrarse la puerta, rápidamente volvieron a sus sentidos.
—¡Los esperamos al otro lado! —justo antes de que se cerrara, pudieron escuchar las voces de los cuatro compañeros.
Podía parecer insignificante, pero en momentos donde uno dudaba hasta de sí mismo, escuchar unas palabras de ánimo eran suficientes como para aferrarse a ellas y levantarse. Y cuando venían con verdadero sentimiento e intención, estas eran más poderosas de lo que podría imaginarse.
La puerta estaba cerrada detrás de ellos, estaban en mitad de aquel pasillo que era una verdadera maravilla de la naturaleza, el silencio se adueñó de la escena por unos instantes, pero bastó con un par de segundos más para que se recompusieran del impacto de que finalmente había llegado la hora.
—Vengan todos —Heath hizo señas con la mano y se reunieron en un círculo, pudiendo verse los unos a los otros—. Sé que da miedo, finalmente estamos aquí... Pero no es el momento de angustiarse, ¿de acuerdo? Somos un equipo, estamos juntos y lo vamos a conseguir entre todos.
—Dejen todos los nervios y las dudas aquí —ahora Neil tomó la palabra—. Vamos a caminar hacia adentro y una vez salgamos de este pasillo no quiero ver a nadie con miedo. Cada uno tiene a diecinueve personas que lo van a cuidar y proteger, ¿o me equivoco?
—No —fue Aiden quien negó en voz alta, mientras los demás agitaban la cabeza—. Todos estamos aquí para cuidarnos.
—Eso es. No hay por qué tener miedo, no vamos a dejar que le pase nada a nadie. Vamos a ver por todos nosotros. Si alguien se cae, lo levantamos, no vamos a dejar a nadie atrás, ¿entendido? —todos asintieron frente a las palabras de Neil.
—Y si alguien tiene la menor duda, el mayor temor, que recuerde que tiene a diecinueve personas que creen en él o ella, que no lo van a abandonar y que lo esperan del otro lado. Tenemos a mucha gente: sus familias, sus amigos, a Leigh, a Acker, a Camelia, a Pavel, a Marcel, a Sasha... piensen en toda la gente que cree ciegamente en ustedes, ¿de acuerdo? Porque lo vamos a lograr.
—Ahora ya no hay vuelta atrás, somos un equipo y lo vamos a ser hasta el final. Si alguien se siente débil, vamos a concentrar nuestra fuerza en esa persona, y así es como nuestro equipo será aún más fuerte y más unido —la mirada de Neil se clavó en todos ellos, realmente haciéndolos sentir aquella calma que necesitaban más que nunca—. Ya lo dijo Heath: nos esperan del otro lado, yo los espero del otro lado a todos ustedes. Ahora dejen en este pasillo todo su miedo, porque una vez lo crucemos sólo vamos a pensar en cómo superar lo que nos pongan enfrente para volver a casa de una vez por todas, juntos.
—¿Tu corazón sigue vivo? Vas a superar este conflicto de la mente—
—/PROYECTO SMIRNOV-EVANS 2023/—
***
Y aquí tenemos otro capítulo después de un largo tiempo. Finalmente vemos a los chicos entrar a las pruebas.
No hablemos de la historia de Shun... eso fue mucho trauma y mucha revelación para mí.
¡Pero tenemos a Neil y Heath en modo capitanes!
Espero que les haya gustado y nos vemos pronto.
Atsushi~
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