03 ⁝ Capítulo 3
04/12/2023
—¿Puedes seguir sonriendo después de ver el verdadero mundo? ¿Aún no lo consigues? Te está llamando el cielo que contemplamos y cambia de color—
—¿Y ustedes ya acabaron? No quiero quitarles tiempo, chicos —dijo Neil mientras descolgaba más prendas de su armario y las apilaba sobre la cama.
—Yo sí, Sol me ayudó y terminamos hace un rato —dijo Luciel mientras cogía los libros de la estantería y los apilaba en el escritorio.
—Y yo no tuve tiempo de comprarme cosas así que también acabé.
Neil rio por la respuesta de Sol, apenas dándose cuenta de la situación real del chico.
Les habían pedido que colocaran todas las pertenencias que habían adquirido en el Trance en unas bolsas y cajas para que una vez ingresaran a las pruebas fuera más fácil para los empleados recogerlas y regresarlas a las tiendas o su correspondiente lugar. Y era cierto que Sol lo único que había "comprado" había sido comida, pues no tuvo tiempo de aburrirse como para buscar libros o alguna forma de entretenimiento. Junto a Luciel se compró un pantalón y una camiseta para que pudiera usar un atuendo diferente del que le dieron nada más salir de la cápsula, pero sólo usaría hoy y mañana lo metería en la bolsa más pequeña que pudo conseguir para que se lo pudieran llevar.
Ni siquiera había usado realmente su cuarto. Su primer día se lo pasó conociendo el lugar, emocionado y asombrado por la idea de que aquella ciudad no existía realmente. Y el segundo día fue más de lo mismo. Las dos noches las durmió en el cuarto de Luciel, los dos abrazados en la cama individual agradeciendo la falta de calor en aquel lugar irreal, y el exceso de calidez de tenerse el uno al otro.
—Qué mal que hayas tenido tan poco tiempo. Bueno... —entonces Neil rio un poco avergonzado— Qué bien en el sentido de que vas a volver pronto con tu familia, pero dentro de lo malo de la situación, la verdad es que estar en el Trance es algo bastante único y especial, ojalá pudieras haber estado más tiempo, hemos hecho cosas muy divertidas, y eso que yo no llevo tanto tiempo.
—¿Cuánto llevas? —preguntó Sol quedándose con una de las bolsas en las manos pero sin terminar de abrirla.
—Desde septiembre.
—Bueno, ya un par de meses —dijo Sol tras una cuenta rápida a lo que Neil asintió con una sonrisita antes de seguir sacando ropa—. ¿Y estuviste mucho tiempo en lista de espera?
—Unas horas —su respuesta sorprendió a Sol por un momento, no lo creyó posible, pero a los pocos segundos volvió a ver a Luciel y recordó cómo sí lo era—. Tuve un accidente de coche, se ve que terminé con la columna destruida, me llevaron al hospital y como en esas condiciones era cuestión de horas que muriera, me anotaron en la lista crítica urgente de ese día, tuve suerte y entré.
—¿Osea que todo fue muy rápido? ¿En unas horas ya estabas aquí?
Neil asintió.
—Lo último que recuerdo fue estar en el coche, puedo recordar todavía haberme despertado y escuchar las ambulancias, pero de ahí en adelante todo me lo han contado. Cerré los ojos aún estando en el asiento del coche y los abrí en la cápsula del Trance.
Luciel ya lo sabía, él conocía a todos los del equipo, él conocía cada rincón del Trance, pero la primera vez que se enteró del caso de Neil también se quedó perplejo. Imaginar lo chocante que debió haber sido para él abrir los ojos ya estando en una falsa realidad hacía estremecer a Sol.
—¿Y cómo lo llevaste? Fue... fue un shock, ¿no? —la angustia en su mirada le causó una risa a Neil quien se acercó y le acarició el hombro tranquilizándolo un poco.
—Sí, sin duda lo fue. Como tuve el vago recuerdo de estar en el coche, de haber tenido el accidente, sí que fue un poco más fácil de asimilar. Tuve que ir con Raiden durante mi primer mes, aunque al final acabé yendo sólo dos semanas porque incluso él se sorprendió de que lo tomara tan bien. Me enseñó mi foto en el cuarto del proyecto y me explicó cómo sucedió.
—¿Hay fotos nuestras?
Los dos asintieron.
—Cuando llegas con gravedad crítica urgente o incluso crítica a veces, te mandan con un psicólogo, porque muchas veces entras sin saber qué sucedió o fue tan rápido que no se puede asimilar, entonces ahí te ayudan. Y una de las cosas que se hace ya casi al final del tratamiento es que te enseñan una foto tuya actual del mundo real.
—A ti no te mandaron con Raiden porque tú estabas ya en lista de espera, eras consciente de lo que pasaba, además estabas de acuerdo con todo y según me dijiste, estuviste consciente hasta que te llevaron a la habitación —le explicó ahora Luciel y él asintió.
—Sí, me llevaron a una habitación donde sólo estaba yo, antes de entrar me despedí de mi familia y entré con dos enfermeras. Ahí fue donde me prepararon y ya me inyectaron el líquido, a los pocos segundos quedé inconsciente y ya desperté aquí.
—Lo último que hacen es intubarte, casi siempre después del líquido para que ya estés inconsciente, una vez ya estás intubado te tienen quince minutos en coma ordinario para ver que todo está yendo bien con tu cuerpo y luego ya activan el programa y te mandan al Trance —continuó Neil.
—¿Y cómo saben todo eso? —preguntó con algo de asombro todavía, causándoles risa a los dos.
—Nos lo contaron los que trabajan aquí. A mí me lo dijo Acker —dijo Neil.
—Cuando no están ocupados a veces se ponen a hablar con nosotros y nos cuentan este tipo de cosas. De hecho se supone que todo esto te lo dicen antes de que te quedes inconsciente pero la mayoría de gente no lo recuerda, me lo dijo Raiden.
—Raiden es el psicólogo que le toca a nuestro equipo, por cierto —puntualizó Neil al darse cuenta de que llevaban hablando de él sin que Sol lo conociera.
Sol asintió y siguió acomodando cosas en las bolsas mientras Neil hacía lo mismo desde la cama, pero el silencio duró poco, Daystar volvió a preguntar ahora con una voz más inocente y tranquila.
—¿Qué es lo primero que vas a hacer cuando vuelvas, Neil?
No esperaba esa pregunta aunque fuera una relativamente común entre todos ellos. Suspiró e inmediatamente se le dibujó una sonrisa por pensar en su respuesta.
—Decirle que sí a Thomas.
Luciel asintió muy levemente al haber entendido perfectamente a lo que se refería, es más, los dos habían tenido un par de largas conversaciones sobre aquello.
Neil se sentó en la cama y miró a Sol para explicarle mejor su respuesta.
—Thomas es mi novio, y unos días antes del accidente hablamos sobre casarnos. No lo había pensado seriamente hasta ese momento y la verdad es que durante mucho tiempo la idea de casarnos me chocó bastante, no sabía si estaba listo. No me llegó a hacer una propuesta formal, pero yo no le di una respuesta concreta y tampoco una general. Después de pensarlo bastante ya en el Trance llegué a la conclusión de que sólo me impresionó la idea, pero que en verdad sí quiero.
Sol sentía cómo se estaba emocionando, incluso cómo podría llorar en cualquier momento si se lo propusiera. La voz calmada pero llena de sentimientos de Neil era capaz de llegar al corazón de cualquier persona. De hecho Luciel admiraba la capacidad de Turner de no sólo expresar, sino hacer sentir a las otras personas lo que él estaba sintiendo, todo lo opuesto a él. Luciel podía decir miles de palabras, llorar y gritar todo lo fuerte que quisiera, pero siempre sentiría que era insuficiente para hacer ver a los demás lo que sucedía en su interior, con contadas excepciones; mientras que a Neil le bastaba con un suspiro o una mirada para conseguir lo mismo.
—La verdad es que nada debería cambiar después de casarnos —en primera instancia aquello sorprendió a ambos, pero poco a poco cobró sentido—, no es como si el matrimonio hiciera que nos queramos más, de hecho creo que ese pensamiento es lo que hace que se idealice tanto y al ver cómo no es como se esperaba todo se venga abajo, eso es lo que me daba miedo. Pero en verdad la boda sólo es una celebración, un día especial para invitar a nuestras familias y celebrar con ellos lo mucho que nos queremos, no un cambio radical o un punto de no retorno. Si creyéramos que una boda va a hacer que nos queramos más quizá es porque no nos queremos lo suficiente.
Esas últimas palabras se quedaron unos buenos segundos en la mente de Sol. Todavía se encontraba lejos de casarse, ni siquiera le había cruzado la idea de que él pudiera ser el protagonista de una boda, pero por la influencia de la cultura popular y su propia percepción del mundo, siempre pensó que las bodas marcaban un cambio radical en las parejas. La visión de Neil le abrió una nueva perspectiva que en verdad le gustaba mucho más. Desde luego le gustaba más la idea de que una boda no fuera una carga de responsabilidad, sino un acto más de amor, y que marcara un cambio en la vida de los individuos, no que cambiara su relación.
—Luego me llegó el miedo de que llevaba semanas sin saber nada de Thomas: estoy en un cuarto inconsciente mientras mi mente está en una ciudad que no existe, pero no tengo idea de qué le pasó. Y una vez asumí que él estaba bien, ¿qué me garantizaba que él no había perdido ya la esperanza conmigo? Estuve un par más de semanas así hasta que nos conectaron, y aunque yo no pude hablarle, sí que escuché cómo me dijo que él me seguía esperando, que sin importar si le decía que sí o que no, él ya quería tenerme de vuelta. Así que eso pienso hacer. Me di cuenta de que realmente eso es lo que quiero, estoy listo y quiero hacerlo, así que cuando regrese le diré que sí.
Los dos se habían quedado quietos, escuchando atentamente lo que les decía, Sol con más ganas de llorar que Luciel, pero los dos igual de conmovidos.
—Así que ustedes dos no se anden con tonterías y si quieren hacer las cosas háganlas sin miedo siempre y cuando no les haga daño, ¿entendido? —su voz adquirió un tono más exigente y energético antes de arrancarles a los dos una sonrisa más tierna— Aunque no lo crean, ustedes ya han pasado por pruebas igual de duras a las que nos van a someter mañana, así que no se dejen impresionar, los dos tienen una fuerza de voluntad increíble, sólo confíen en ustedes y en el otro y en un par de semanas ya estarán abrazándose en persona en el mundo real.
Los ojos azules de los dos chicos se cruzaron mientras que la sonrisa tímida de Luciel crecía ligeramente gracias a la mirada tierna y cálida de Sol. Asintieron y mientras Neil les dedicaba también una sonrisa cariñosa, Sol no evitó hacer un comentario para aligerar un poco el ambiente.
—Bueno, a lo mejor tendrán que ser un par de meses. Supongo que Luciel ya te ha contado pero la última vez que nos vimos en persona teníamos como diecisiete años, y estamos un poco lejos...
—Ah, pero eso no es un impedimento. Thomas es de Nueva Zelanda, estudió la preparatoria en Melbourne y ahí fue cuando empezamos a salir, luego toda la carrera la hicimos estando a distancia, él no se mudó a Australia hasta poco antes de vivir juntos. Así que tienen que echarle ganas, no todo se fácil en esta vida, muchachos.
Los tres se rieron, pero aunque Neil contó su experiencia como una forma de aligerar el ambiente también y hacerlos reír, en verdad Luciel sintió cómo se le liberaba un peso de encima.
Charles suspiró al cerrar la puerta de su habitación y comenzó a bajar las escaleras aún concentrado en sus asuntos. Fue entonces que vio a Luciel y Sol en uno de los descansos, también pretendiendo bajar al vestíbulo.
Él no era precisamente la persona más amigable, si fueran cualquier otra persona del grupo probablemente sólo los habría saludado con un gesto de cabeza y media sonrisa contenida, pero Luciel era de las pocas personas con quienes no le importaría tener una conversación casual en ese momento.
—Hola —los dos se voltearon al verlo llegar desde el piso de arriba con una sonrisa más tranquila.
—Hola Charles —Luciel lo saludó con una expresión más tranquila, volteándose hacia él.
A Sol le llamó la atención que el saludo de Belaliu llegara acompañado de una caricia al rostro de Slocker. Le recogió el fleco hacia atrás y luego deslizó la mano por su mejilla hasta su nariz y de ahí bajar hasta su barbilla. Lo que más le sorprendió fue que Luciel no se inmutara por ello, incluso conociendo cómo era.
Su saludo a Sol fue mucho más discreto, sólo le sonrió con un gesto de cabeza.
—¿Vas a la biblioteca? —preguntó el rubio mirando los tres libros que Charles llevaba en las manos y él asintió.
—¿Quieren venir?
Se miraron y entonces Luciel decidió por los dos, aunque Sol no se opuso a su respuesta, pues estaría muy bien volver a visitar la biblioteca del lugar.
Salieron a la calle y comenzaron a caminar hacia la biblioteca.
—¿Ya lo tienes todo listo? —preguntó Luciel mientras los tres caminaban por la calle principal.
—Sí, lo tengo desde ayer —ambos se sorprendieron por su velocidad, aunque era de esperar de alguien tan ordenado y eficiente—. Sólo me faltaba entregar estos libros, así doy el último paseo.
—Claro —Sol asintió y luego se asomó un poco para ver lo que tenía en sus manos—. ¿Qué libros son?
Charles se los entregó para que pudiera leer sus títulos.
—Ya te leíste toda la biblioteca, yo creo —bromeó Luciel y Charles asintió culpablemente.
—Fue lo primero que hice al llegar aquí: comerme cuantos libros pude —en ese momento Sol le devolvió los tres—. Hay varios libros que llevaba tiempo queriendo leer pero no están en braille o son carísimos.
—Sí, eso por seguro —la convicción con la que habló Slocker le arrancó incluso una carcajada al mayor, haciendo que él se tuviera que excusar un poco—. A Einar se le quitaron las ganas de leer el libro que llevaba años queriendo cuando se enteró de que costaba lo que valen tres teléfonos. Le dije que nos salía más rentable llevarlo a Moscú y que se pase una semana entera en la Biblioteca Rusa Nacional para Ciegos.
Charles rio por saber que era completamente cierto, entendiendo la situación mejor que nadie.
Fue hasta entonces que Sol unió las piezas. Él sabía que Einar, el hermano menor de Luciel, quien realmente era su primo, era ciego, y asumió que Charles también lo era en el mundo real.
Lo era. Después de un accidente a sus cinco años, Charles comenzó a perder la vista. Desarrolló un tumor cerebral que al empeorar consumía su visión y su salud lentamente, pero sobre todo le consumió la vida.
Él todavía no podía entender la gravedad del asunto cuando sucedió, incluso cuando su familia estaba destrozada por la noticia. Pero su mundo cambió cuando su familia lo encerró en una jaula de oro para protegerlo de lo que el mundo le podía hacer a un niño enfermo.
Le cortaron las alas, lo privaron de su libertad. Dejó de ir a la escuela, sólo contados profesores entraban a su habitación para impartirle las clases en las que tanto destacó, pues a pesar de ahora estar infectado con un tumor maligno, su cerebro era uno privilegiado. Terminó la universidad a los diecisiete años siendo en toda regla un niño prodigio.
A parte de salud, tenía todo lo demás. O eso era lo que el mundo y sus padres creían. Pero él se sentía ahogado, que los meses y años pasaban mientras él se pudría en su habitación, lejos del mundo exterior, de la vida que tan rápido se le escapaba, pues contaba con una esperanza de vida de veinticuatro años.
Así fue hasta que logró escapar. Fue por un amigo, una pieza vital para él desde ese momento, que consiguió huir y finalmente probar el mundo. Le encantó, dentro de sus limitaciones comenzó a vivir al máximo, a disfrutar todo lo que podía y lo que no.
Por eso fue que se inscribió en el proyecto aguardando una plaza para entrar al Trance y poder curarse de su condición terminal. Estaba tan enamorado de la vida que estaba decidido a seguir experimentándola. Comenzó a vivir con diecinueve años, no quería morir a los veinticuatro.
Al llegar al Trance fue recibido no sólo por un enfermero, sino que Raiden también estuvo ahí. Cuando Charles recobró la consciencia dentro de la cápsula ellos esperaban cualquier tipo de reacción por su parte, y por suerte fue una positiva. Se quedó inmóvil, procesando que lo que estaba viendo no era un recuerdo, sino que su vista había vuelto.
Una vez se abrió la cápsula y Leigh y Raiden lo recibieron siguiendo un protocolo menor riguroso al tratarse de alguien que entró completamente consciente al proyecto, Charles no pudo contener las lágrimas. El mundo era mucho más hermoso de lo que recordaba, y la libertad que nunca había podido ver era preciosa.
Raiden estaba listo incluso para alguna reacción de pánico o ansiedad por aquel choque, pero fue todo lo contrario. Sólo necesitó unos minutos de compañía y calidez humana para tranquilizarse, pues el llanto era de alegría.
Charles se inscribió en un grupo nada más llegar, comenzó a conocer a sus compañeros, pero seguía sin tener ningún lazo con ellos. Estaba demasiado ocupado disfrutando del mundo artificial donde podía ver y vivir sin ningún dolor o impedimento, que no necesitaba a nadie más.
Incluso él se llegaba a apartar de los demás al inicio, era más bien apatía y desinterés.
Comenzó a mostrar interés en un chico de aquel equipo sólo después de escuchar una conversación entre varios de ellos.
Puso atención a la plática cuando Luciel contó que su hermano era ciego. Charles a pesar de haber vivido prácticamente toda su vida sin ver, nunca había conocido a alguien que tuviera su misma condición. Sabía que había cientos de organizaciones y comunidades para invidentes, pero para él eran sólo cuentos en los que nunca podría vivir.
Se sorprendió cuando Slocker dijo que Einar iba a clases de canto por las tardes, que salía casi todos los días con sus amigos o con él; estaba escuchando la vida que le hubiera gustado tener. Y le causó rechazo el comentario de uno de los chicos que dijo que no tendrían que dejarlo salir, que era irresponsable por su propio bien.
Antes de que Charles se retirara teniendo un debate moral interno donde una parte de él sabía que evidentemente era más peligroso para un ciego ir solo que para una persona vidente, mientras que otra parte de él aún cargaba el peso de tantos años encerrado; la voz de Luciel le causó el suficiente impacto como para incluso observarlo de forma indiscreta.
—Einar ha chocado con todos los postes de Vladivostok, se ha caído mil y una veces, ya perdimos la cuenta de las veces que casi lo atropellan...
—¿Entonces por qué lo dejan?
—Porque sino va a morirse sin haber vivido. Prefiero levantarlo y cuidarle un moretón antes que verlo sin vida en su habitación, esperando el día en que se tenga que morir, que si no corre con mi misma suerte, eso será dentro de setenta años.
Por primera vez Charles había roto su semblante distante, su mirada casi asombrada se cruzó en ese momento con la de Luciel que por primera vez en esas semanas había adquirido una convicción y seguridad casi impropia de él.
A partir de entonces se comenzaron a llevar bien. Luciel no era bueno al socializar o eso decía, pero Charles rápidamente se sintió en confianza con él.
Estuvieron en ese equipo varios meses, pero cuando la fecha de su ingreso se acercaba más y más, a Belaliu le comenzó a atacar una ansiedad abrumadora. No quería dejar de disfrutar de aquella realidad artificial, tenía todavía mucho que hacer antes de volver al mundo real, pues una parte de él temía que al regresar volviera a perder la vista.
Fue una conversación casual que Slocker mencionó que se iba a cambiar de equipo, algo que Charles llevaba pensando pero no se había atrevido a hacer. Le aterraba la idea de que su capricho se volviera un acto de egoísmo que afectara a alguna otra persona. Al saber que no sería el único y que Slocker ya se había cambiado anteriormente, comenzó a sentir más confianza en su decisión.
Luciel se cambió al equipo con la fecha de ingreso más cercana a su límite de estancia, y aunque Charles no tenía en mente esperar tanto a pesar de tener casi tres meses más de margen que Slocker, también se anotó en ese. Slocker no lo animó pero tampoco trató de convencerlo de que no se cambiara, pero una vez estuvo seguro de su decisión le comentó que posiblemente había sido lo mejor pues después de todo la seguridad y fuerza de voluntad eran la clave para salir vivo de ahí.
Parecía que después de todo Luciel Slocker se había convertido en uno de los pocos privilegiados a quienes Charles consideraría amigos de ahora en adelante, lo mismo de parte del rubio.
Volvieron de la biblioteca dando aquel último paseo en la noche tranquila y agradable del Trance. Atravesaron el parque lleno de luces que colgaban de un farol a otro, con decoraciones discretas pero encantadoras y personas que disfrutaban de la noche en el lugar.
—Bueno, ya deberíamos irnos a dormir —comentó Charles cuando salieron del parque en dirección a las habitaciones—. Mañana hay que estar al cien, mejor que nunca.
—Cierto —asintió Sol llegando a sentir hasta un poco de miedo por pensar en lo que los aguardaba al día siguiente.
Luciel percibió aquel miedo y por instinto lo miró mientras le sujetaba la mano. Pero antes de poder decir algo Charles los interrumpió.
—Duerman juntos, será más fácil conciliar el sueño.
Los dos supieron que lo decía con cierta complicidad, que al igual que Neil, Charles les estaba dando su pequeño apoyo de hermano mayor para que pasaran un rato juntos y se disfrutaran mutuamente por las horas que quedaban antes de que estuvieran luchando por sus vidas.
Sol le sonrió y Luciel lo hizo con más timidez que su novio. Charles sólo rio y se despidió de ambos con una palmada en el hombro. Mientras que los chicos se dirigían a la habitación de Luciel, Charles decidió que tomaría una última taza de té antes de irse a dormir.
Se sentó en una mesa libre y quedó perdido en sus pensamientos un buen rato. Así fue hasta que alguien repentinamente se sentó delante de él.
—Camelia —se sorprendió al verla.
—¿Qué tal estás? —saludó con su típica amabilidad mientras se acercaba lo suficiente como para tomarle las manos al chico.
—Bien... bien, supongo —admitió aún algo despistado por la pregunta.
—Bueno, espero que mañana ya estés más que bien —asintió al escuchar a la chica. Sabía que tenía razón, que tenía que estar al cien al día siguiente. La verdad es que la calidez que emitía Camelia le agradaba bastante, lo hacía sentirse cómodo—. Estoy aprovechando para despedirme de ustedes, mañana tengo turno por la mañana así que no podré verlos. Así que cuando estés fuera ven un día a visitarme a Quebec, ¿de acuerdo?
El chico rio por lo bajo y entonces asintió.
—Viajar está dentro de mis planes así que espero que eso pase pronto.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer al escucharlo.
—Claro que sí, eso es justo lo que quería escuchar. Mañana no olvides pensar en todo eso, ¿sí? En todo lo que te espera en el mundo real.
Él asintió con una pequeña sonrisa agradeciendo las palabras de Travis.
Pero justo cuando parecía que ella estaba a punto de despedirse por no querer robarle más tiempo, fue el propio Charles quien tuvo la iniciativa de alargar unos pocos segundos esa conversación. Quería seguir sintiendo esa calidez un rato más, lo suficiente como para recordarla cuando entrara a las pruebas.
—¿Y tú no vas a ir a Hanoi?
Ella deshizo de inmediato su gesto de quererse levantar y se acomodó mejor en la silla, incluso se inclinó sobre la mesa adquiriendo de inmediato una actitud chismosa y emocionada.
—¡Ya le dije que sí! Pero por ahora el plan es que él vaya primero a Canadá.
Charles no pudo evitar reír por la emoción con la que hablaba la chica. La relación de Camelia y Pavel no era ningún secreto, es más, eran uno de los principales temas temas de conversación entre los chicos del grupo.
La charla se extendió sólo un par de minutos. Camelia notaba las miradas intermitentes que Belaliu le dedicaba a cierto chico quien también disfrutaba de una taza de bebida caliente en otra mesa individual. Por eso lentamente comenzó a bajar el el ritmo de la conversación, permitiéndole al chico ver por instantes un poco más largos a Heath.
—¿Por qué no vas con él? Yo ya me voy, mañana tengo turno temprano —antes de que pudiera decir nada, recogió su bolso y se levantó.
—No, Camelia, creo que... —suspiró algo avergonzado pues sabía que ella estaba haciendo tanto ruido a propósito para que así Heath notara que Charles estaba ahí.
—Ve y habla con él, parece que están igual los dos —pero aún así no lo dejó ni responder, esta vez hablando más en voz baja—. Vi cómo te pusiste de Celestino con Luciel y Sol, e hiciste bien, hiciste muy bien, así es como deben apoyarse entre ustedes. Ahora me toca a mí, así que ve y habla con él.
Charles la miró aún queriendo negarse, pero la mirada acusadora de Camelia lo hizo suspirar con resignación, alegrándose muy en el fondo de que lo hubiera convencido.
—Está bien.
—Eso es —dio un paso atrás cuando Charles se levantó, pero antes de irse le dio un fuerte abrazo acompañado de un beso en la mejilla—. Cuídate mucho, Charles, y cuida a los demás también, ahí dentro sólo se tendrán los unos a los otros.
Al separarse lo tomó de las mejillas casi con un aura maternal, obligándolo a mirarla a los ojos.
—Los espero a todos en Quebec, ¿entendido?
—Gracias, Camelia —asintió con una pequeña sonrisa siéndole completamente sincero a la mujer.
Ella apretó ligeramente sus mejillas y entonces se fue.
Nada más salir de la cafetería ella se acomodó el bolso en el hombro y mientras salía del edificio no pudo evitar secarse unas pocas lágrimas que amenazaban con salir. Eso había sido una despedida, pero no quería hacerlo ver como tal, no debía mostrar como realmente se sentía respecto a ella pues eso repercutiría en los chicos.
Le tenía cariño a casi todos sus pacientes, pero el cariño y el lazo que había formado con aquellos que llevaban tanto tiempo en el Trance era especial.
Se despidió de Luciel y Sol justo antes de ir con Charles, así que ya llevaba aguantando los sentimientos de dos despedidas duras. Sabía que lo lograrían, tenían que hacerlo, pero eso no quitaba la preocupación de saber que una vez entraran a las pruebas iban a estar expuestos al peligro.
—¿Puedo sentarme? —preguntó Charles a Heath señalando el otro asiento vacío.
—Charles, claro —sonrió al verlo y se acomodó para recibirlo mejor—. No quise interrumpirte, vi que estabas con Camelia.
—Sí, vino a despedirse —asintió mientras colocaba su taza y se acomodaba frente a él.
Heath asintió sabiendo cómo habría sido, también se había despedido de él.
—Supongo que sí nos extrañarán —dijo Belaliu antes de beber de su té.
—Sí, sobre todo a los que más tiempo llevan. ¿No siente que en el Trance las cosas suceden diferente? —la cara de confusión de Charles lo hizo reír y explicarse un poco mejor— Me refiero a las relaciones sociales. Es como si... estar un día aquí con alguien significara como haber estado con esa persona un mes en la vida real. Suena algo raro pero-
—Sí, lo entiendo —asintió y entonces bajó su taza colocándola de nuevo en el plato—. Dicen que algo así pasa también con los soldados, ¿no? Que después de sobrevivir una noche con alguien a tu lado, esa persona se vuelve más importante que tus propios hermanos.
Heath lo miró y sonrió al saber exactamente de qué libro había sacado aquella frase. Eran esas pequeñas cosas, esos detalles los que hacían especiales sus conversaciones. Si algo le atraía a Charles era una buena conversación, sobre todo de los temas que le interesaban, y a Heath le pasaba lo mismo. De ahí que la conexión fuera casi inmediata entre ambos. Lo llevaba siendo todo este tiempo pero aún había momentos en los que a alguno de los dos le asustaba avanzar y por eso seguían engañándose a sí mismos.
—Heath. ¿Crees que todos lo consigamos? —preguntó después de unos segundos.
Moore dejó la taza en el plato y asintió con seriedad.
—Sí, lo creo, y todos debemos creerlo.
No había duda que Heath se había convertido en el líder del grupo de forma implícita, quizá por ser el mayor junto a Neil y Aiden, pero su instinto de liderazgo hacía que para todos fuera mucho más fácil verlo como tal.
—Una vez entremos sólo nos tendremos los unos a los otros, ¿no? —repitió las palabras de Camelia, unas que llevaban escuchando desde su llegada.
—Sí. Eso es lo que nos debemos grabar en la mente de ahora en adelante —respondió con seguridad—. Debemos volver.
Charles asintió con un aura algo nerviosa. No pensaban que fuera a dar tanto miedo ni tanto impacto estar a tan pocas horas de su regreso al mundo real.
—Vamos a salir, vamos a hacer un grupo con todos los chicos y nos iremos a ver a Camelia y Pavel a Quebec —esta vez tenía más intenciones de hacer reír a Belaliu, y lo consiguió.
Era una buena meta, una buena y tierna forma de motivarlos a volver. Encontrarse todos juntos del otro lado y poder visitar a la enfermera que tanto cariño parecía tenerles.
Querían extender la charla, pero la promesa de volver al mundo real implicaba estar listos al día siguiente, y para eso debían dormir. Por eso terminaron los dos en el cuarto de Charles, hablando en la cama con las luces apagadas hasta que el sueño les ganó.
Había seguido su propio consejo, pues en definitiva fue fácil conciliar el sueño teniendo a Heath al lado.
En el Trance no se podía sentir ni frío ni calor, pero sí que se podía percibir aquella calidez que iba más allá de la propiedad física de la materia, una calidez que el propio Charles no podía definir. El chico que perfectamente podría definir el calor con ecuaciones y expresiones matemáticas sin complicación alguna, no podía explicar aquel sentimiento cálido que le provocaban las personas y que tanto adoraba sentir, que lo motivaría a luchar con tal de seguir experimentándolo hasta conseguir entenderlo.
—Mi corazón desnudo aún puede escuchar ecos de ese amargo color, vagante ardor, que hay que sentir a escondidas—
—/PROYECTO SMIRNOV-EVANS 2023/—
***
Ya estamos aquí con otro capítulo más de Deathmatch. Ya el último antes del ingreso de nuestros chicos a las pruebas. Uno tranquilito pero igualmente importante.
¿Qué tal? ¿Les gustó? Ya conocimos a otro de nuestros queridos personajes más a profundidad, así como la historia de Neil y más cosas sobre los demás.
Espero que les haya gustado y nos vemos pronto.
Atsushi~
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