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4| Bienvenida a los X-Men (O algo así)

Capítulo Cuatro:

"Bienvenida a los X-Men (O algo así)"



Oscuridad.

Era lo único que se postraba ante mí.

Densa y opresiva similar a la negrura absoluta de una noche sin luna es el panorama que tengo de frente, acumulado en el pecho me atasca el mismo miedo que solía percibir a la hora de dormir cuando me escondía bajo las sábanas buscando sueño a altas horas, llorando en silencio mientras las sombras susurraban mi nombre rehusándose a dejarme descansar en paz.

Los recuerdos de esas noches me golpearon con fuerza y el murmullo insistente de una sola palabra penetró la oscuridad.

La misma sílaba que esa burlesca voz me repetía al oído desde niña atormentándome con sus más siniestros horrores que me mandaban corriendo a los brazos de mi papá en búsqueda de protección.

"Sí"

Comienzo a caminar, mis pies hundiéndose en la arena fría y fina, a mi alrededor no hay nada más que sombras y silencio, la opresión del miedo se intensifica con cada paso que doy arrastrando los pies. El aire es espeso como si el mismo sueño estuviera tratando de asfixiarme, mi respiración se vuelve errática y un escalofrío recorre mi columna vertebral.

A lo lejos, una luz tenue rompe la penumbra, avanzo hacia ella con desespero, mi corazón latiendo con fuerza en búsqueda de un bote salvavidas.

Entre más me aproximo puedo distinguir una figura envuelta en una toga, sostiene un faro en la mano cuya luz parpadeante apenas es suficiente para iluminar el rostro cubierto por la capucha, en la cadera le cuelga un reloj de bolsillo, antiguo y desgastado, emitiendo un leve tictac que me incomoda dado que presiento que trata de decirme o advertirme algo.

El miedo me comprime, quiero detenerme, dar la vuelta y correr, pero mis pies parecen tener voluntad propia obligándome a avanzar hacia la figura.

El temor crece apretándome el pecho hasta que me resulta difícil respirar.

De repente, siento una presencia a mi lado, giro la cabeza y en medio de la oscuridad, veo un sarcófago, el simple hecho de contemplarlo provoca que mi corazón se detenga por un momento. Parece antiguo, cubierto de símbolos que no entiendo, pero que emanan una sensación de maldad y muerte.

Una fuerza me tira de los pies tumbándome al piso azotando mi anatomía contra la arena, me comienza a arrastrar con violencia lacerando mis rodillas gracias a la fricción.

Intento gritar, más ningún sonido sale de mi boca, trato de aferrar mis uñas a la arena, más el agarre que me retiene es firme, la figura con la toga, el faro y el reloj de bolsillo, el sarcófago, todo se funde en un torbellino de terror en lo que unas manos heladas me jalan hacia un acantilado que da a un vacío más retorcido que lo que acabo de ver.

Abro los ojos con el corazón desbocado y las cuencas punzando dolorosamente con una sensación de pesadez en todo el cuerpo como si hubiese estado durmiendo durante siglos (Lo cual no descarto en virtud del cansancio acumulado por conducir despierta una noche entera) Mis pupilas se demoran en acostumbrarse a la luz del sol que se filtra suavemente por las ventanas llenando la habitación con un brillo cálido y acogedor que agradezco en contraste con las penumbras. A medida que mis ojos verdes se adaptan a la transición abrupta de oscuridad a luz, me doy cuenta de que estoy en una cama extraña, en una habitación extraña.

Intento moverme preparada para ponerme de pie, más un dolor agudo e incómodo en el muslo me detiene paralizándome, aprieto los labios en una fina línea reteniendo un chillido y cierro los ojos por un momento tratando de recordar cómo llegué aquí.

La lucha con el licántropo, la sangre, el árbol...

Todo vuelve a mí en un torrente de imágenes borrosas y confusas.

—¡Está despierta!—La aterciopelada y emocionada de Shey a mi lado me hace pegar un brinco del susto, giro la cabeza con esfuerzo y la veo junto a Max sentados en sillas improvisadas al lado de mi cama. Ambos tienen ojeras profundas y una expresión de alivio en sus rostros.

—¿Cómo te sientes, Cal?—pregunta Max inclinándose hacia adelante con una preocupación genuina sin sumarle alguna de sus típicas bromas o comentarios sarcásticos.

—Como si hubiera pasado toda la noche pateando a Kanye West—murmuro intentando esbozar una sonrisa que probablemente salió más como una mueca.

—¡Gracias a los dioses! Le ofrecí mis frutas de la cena como ofrenda a mi mamá implorando por tu bienestar—Me cuenta la ojiazul tomando mi mano y apretándola con suavidad. Su calidez y preocupación me reconfortan con un simple contacto de pieles omitiendo el hecho...¿De que le hace ofrendas a su madre?—Volvimos por ti, no te íbamos a dejar sola, te encontramos inconsciente y te trajimos al campamento, no sabía como llamar a tus padres o a tu tío para explicarles que estabas a un paso de visitar el cielo.

—Y tus amigos casi se van contigo de la preocupación, te cuidaron toda la noche—habla entre risas una voz dulce, cantarina y melodiosa con un acento marcado, alzo la cabeza con cuidado para examinar a una chica que no conozco enfundada en una bata de médico—Oh, Annabeth también ha estado al pendiente, pero no es nada nuevo.

Nunca pensé que conocería a una chica más bajita que Shey.

Le calculo un metro medio y medio de estatura a lo mucho, es de silueta esbelta y delicada similar a una dulce muñequita de porcelana, tiene el cabello castaño largo en suaves y definidas ondas naturales que conforman una melena cuyo tono puedo jurar que se transforma en dorado al ser acariciada por los rayos del sol, ojos verdes más claros que los míos, piel bronceada y una sonrisa cálida que ilumina la habitación.

—Mi nombre es Eva Blanco, es un placer conocerte—Se presenta con una inclinación de cabeza y extendiendo sus labios con gentileza. Siento que estoy viendo a un golden retriever hecho persona—Soy hija de Chayanne...Mentiris, mi papá es Apolo—Bien, hija del dios del sol...Aún no sé como reaccionar al respecto—Estoy aquí para asegurarme de que te recuperes. Te topaste con un licántropo bastante furioso y lo venciste valientemente según me dijeron.

—Sí, bueno, digamos que no fue para tanto—contesto con modestia machacando el orgullo, no sé que pensar acerca de mi jugarreta para arrebatarle la vida a la criatura, sí, lo fulminé como corresponde.

¿Pero hacerme la muerta dramáticamente para tenderle una trampa?

El que tenga entrenamiento no quiere decir que soy una fabulosa cazadora exterminadora de monstruos, no poseo la experiencia con la que me gustaría contar, a duras penas mis papás y mi tío me designaban la fabulosa tarea de olfatear libros y sitios web para conseguirles información de algún caso, al menos me sirvió para acumular un vasto conocimiento en mitologías, culturas y folclor internacional que de algo me tendrá que servir.

¿Dejarme ir con ellos a una cacería? ¡Impensable!

Que una criatura me atacara, si, era capaz de defenderme y devolverle los guantazos, más rápidamente arribaban a mi rescate

¿Dejarme luchar por mi cuenta sin esconderme tras ellos? ¡Impensable!

Esto desemboca en que raras veces me he encarado en un combate real, dicen que sobreproteger a tus hijos los moldea en inútiles que no servirán para nada y si no me les hubiera plantado fuerte para defender mi autonomía sería un ejemplo más de dicho enunciado.

A ver, soy como Arda Guler durante sus primeros meses en el Real Madrid, una joya con excelentes capacidades y gran potencial que tienen recluida en la banca como espectadora de su gran momento, tienes autorizado vislumbrar, más no ser un protagonista.

No, querido lector.

No soy aficionada del fútbol.

Pero un chico que me gustaba en la escuela sí y debía sonsacarle un tema de conversación, así que memoricé estadísticas, fichajes, nombres y resúmenes de partidos cruciales.

—Y horas antes también con un grifo, no sé sí tienes agallas o mala suerte.

—Un poco de ambas.

Eva se acerca y examina la herida trazada en mi muslo con manos expertas y gentiles cuidando hasta el más mínimo ademán como si tuviese miedo de romperme en pedazos con un mal movimiento. Siento una cálida sensación emanando de sus manos, un calor que no solo calma el dolor, sino que también trae una extraña paz a mi mente.

—Hiciste un buen trabajo defendiéndote—reconoce la castaña limpiando la herida con algodón con tanta delicadeza que paso desapercibido el ardor ocasionado por el alcohol, posteriormente aplica una pomada en los raspones que tengo en el codo, la rodilla, en los brazos y una cortada en el brazo derecho—De verdad, mis respetos, me quito el sombrero—Hace una mueca como si se removiera un accesorio de la cabeza y las dos reímos—Son contados los semidioses que han conseguido matar a un licántropo, como...Tres en toda la historia y hace siglos, por alguna razón nuestras armas no funcionan con ellos ¿De donde aprendiste tanto?

—Negocio familiar—Me limito a contestar.

—¿Son cazadores ?

...¿Que tanto saben en este lugar?

—Si...

Eva asiente comprendiendo la situación sin montar un escándalo de lo impactante que le resulta, lo toma con una naturalidad que le envidio.

—Debí suponerlo con ese coraje y capacidades de lucha sin un entrenamiento previo aquí en el campamento, estaba deduciendo que eras hija de Ares.

—Mi padre es humano, el misterio sin resolver es mi madre.

—De acuerdo—Coloca el vendaje de vuelta en su lugar dedicándome otra sonrisa tan radiante que me hace sentir un capullo silencioso a su lado—Estarás como nueva en un par de días, pero la próxima vez, intenta no enfrentarte sola a una bestia así, los licántropos son peligrosos.

—Lo tendré en cuenta—aseguro sintiendo el cansancio invadir mi cuerpo nuevamente.

—Por cierto, no me has dicho tu nombre.

—Calliope Winchester, puedes llamarme Callie—Le sonrío con amabilidad entusiasmada por tener una nueva amiga.

Su boca se abre en una pequeña "O" al identificar mi apellido y traga en seco impresionada, de un momento a otro me aparta la cara y tuerce los labios incomodándome por su repentino cambio.

—Eres una Winchester ¿Eh?

—¿Conoces a mi familia?—indago desconcertada una interrogante bastante tonta considerando la fama de mi apellido.

Eva sonríe en respuesta y peina mi cabello a un lado presintiendo que prefería verme lo más presentable posible.

—Nuestros mundos...No son muy diferentes que digamos, a nosotros nos persiguen monstruos que personas como tu familia caza, nos hacen un favor y pues, es imposible no reconocer a quienes salvaron el mundo en más de una ocasión, tienen una...Fuerte reputación, incluso para los dioses—Sacude la cabeza y quiero indagar, más cambia de tema—Deberías descansar un poco más igual que tus amigos—sugiere la sanadora retrocediendo y dándome una sonrisa alentadora. Frunzo el ceño ante lo último topándome con mis amigos desparramados en sus respectivas sillas privados del sueño en extrañas posiciones...Ya decía yo que no escuchaba sus vocecitas—Debo irme, Quirón y el señor D querrán verte cuando despiertes, pero tómate tu tiempo, estás en buenas manos aquí en el campamento

Es ahí donde me cae la ficha.

Había llegado al Campamento Mestizo. 

Eva se detiene en el umbral de la puerta, me aferro a las sábanas de la cama al divisar que se retuerce el cuello en mi dirección y la iris verde de sus ojos es reemplazada por un color dorado resplandeciente que por acto reflejo me hace retroceder de golpe contra la cabecera de la cama y buscar un arma con la mirada para defenderme sí me ataca.

Más no lo hace.

Me detalla con los ojos hincados en mí y abre la boca desperdigando las palabras robotizadas que me zangolotean la cabeza.

El primer paso has dado y con el, todo lo que sigue ya está escrito. Nadie detendrá lo que el amor y el océano traerán.

Parpadeo perpleja y estrujo los ojos unos segundos atolondrada por la inquietud perforándome el tórax, los abro y no hay nada, genial, otra estúpida visión sin sentido que me pone a dudar de mis facultades mentales.

Lo primero que hice al despertar después de una merecida siesta de no se cuantas horas para acomodarme las ideas, fue brincar de la camilla, removerme mi ropa sucia por la camiseta blanca y los shorts que me dejaron en la mesa de noche y salir de la enfermería ignorando la ausencia de mis amigos dispuesta a inspeccionar este lugar. Creí que me toparía con una enfermería rústica de campamento, sin embargo, salgo al pasillo de una preciosa casa victoriana con paredes celeste pastel y bien ordenada.

Desciendo las escaleras y cruzo la estancia rápidamente encaminada a abrir la puerta principal que da a un porche que se extiende a lo largo de su perímetro, la brisa fresca choca contra mi rostro poniendo a bailar mi cabello, el aroma a naturaleza es diferente al aire de ciudad al que acostumbro, más no elimina su encanto.

Apresuro el paso recorriendo el pasillo esperando toparme con alguien que me guiase con Max, Shey o quien carajos me explique que sigue a continuación. Doblo la esquina deteniéndome un segundo para detallar el paisaje que se proyecta ante mi desafiando las expectativas que tenía. Edificaciones con arquitectura griega antigua se esparcen ante mis ojos , un pabellón al aire libre, un anfiteatro, un ruedo de arena, todos parecen recién construidos con sus columnas de mármol blanco brillando bajo el sol.

Siento que me montaron a una maquina del tiempo y me dejaron varada en las polis de la Antigua Grecia.

Algo que se siente extrañamente familiar.

En una pista de arena, un par de chicos juegan al voleibol, unas canoas surcan un lago cercano, la poca gente que diviso porta camisetas naranjas, algunos practican tiro con arco, otros montan caballos por senderos boscosos, oh, y algunos de los caballos tienen alas...

...

¡Los caballos tienen alas!

Mejor sigo caminando antes de que me de un infarto con tanto bombardeo de información visual

Al final del porche, dos hombres juegan a las cartas, detrás de ellos veo a una chica rubia recostada en la balaustrada, el hombre frente a mí es pequeño y regordete, con una nariz roja y ojos acuosos. El cabello recién cortado me recuerda al corte militar de Luis Miguel en "La Incondicional" Viste una camisa hawaiana estampada con tigres, tiene cara de que quiere coger sus maletas y gritar "Nos fuimos, nos perdimos, nos desaparecimos" antes de marcharse en un barco llamado libertad.

—¿Buenas?—saludo con educación aturdida en cuanto a la noción del tiempo.

El hombre que previamente se encontraba de espaldas, se vuelve hacia mí y me regala una sonrisa. Cabello castaño, barba desprolija, ojos marrones relucientes de la característica paciencia de un padre que me hace sentir que puedo confiar en él y un agradable aroma a café desprendiendo de su chaqueta de tweed. 

—Ah, Calliope, buenas tardes, qué bueno verte, estamos en medio de un partida de pinocho, tus amigos me comentaron que eres excelente en ese tipo de juego.

Tiene razón, soy astuta para los juegos de azar y he capitalizado mi propia fortuna con apuestas.

El hombre me ofrece una silla a la derecha del Luis Miguel con camiseta playera quien me mira con los ojos enrojecidos y suelta un resoplido decepcionado con mi mera presencia.

—Gracias, ustedes deben ser Quirón y el señor D—comento dejándome caer en el asiento con delicadeza cuidando mis movimientos y apuntando al segundo y luego al primero—Los encargados.

El señor D asiente sin dedicarme una sola ojeada.

—Director del campamento y director de actividades, supongo que tendré que decirlo, bienvenida al Campamento Mestizo, Cassandra Wilson.

—Mi nombre es Calliope Winchester—Le corrijo a lo que el desgraciado hace una mueca de asco—¿Sucede algo?

—Eso es peor, no esperes que me alegre por tu llegada, con solo tu apellido tengo la certeza de que vendrás a causar problemas, ni siquiera deberías existir para empezar.

—Gracias, muy amable—respondo con sarcasmo apartándome de él y es que sin necesidad de recurrir a mis poderes me percato de que el señor D no es uno de esos adultos amigables, creo que con mencionar mi apellido me gané su recelo que poco me importa, no todos aprecian lo bueno.

—Ella es Annabeth Chase, lleva mucho tiempo en el campamento—Me presenta Quirón a la chica rubia a quien saludo con una sonrisa que la muy amargada no me corresponde ¿Quien se cree? ¿Y por qué parece que me está estudiando?—Ella cuidó de ti mientras estabas inconsciente—Con esa actitud creo que me intentó a ahogar con la almohada—Annabeth, querida, ¿Por qué no vas a ver si la litera de Calliope está lista?

—Claro—contesta ella.

Es mucho más pequeña que yo en estatura y le calculo unos doce años, figura delgada, morena con el cabello rubio rizado, casi una típica chica californiana que se la pasa más en la playa que en su casa, de no ser por los ojos grises tempestuosos que le añaden un toque intimidante y asombroso a su aspecto debo reconocerlo, por más que me de una vibra similar a esa clase de chica que te juzga en silencio.

Me repara con cuidado y siento que me está escaneando bajo lupa con lo penetrante que es su mirada.

—Pateas cuando duermes.

Es el único veredicto al que llega antes de perderse en el campo.

Grosera.

—Bueno...¿Y el señor D...? ¿La D significa algo? ¿Don Ramón?

El sujeto deja de barajar las cartas y me contempla como si lo hubiese deshonrado a él, a su familia y a su vaca. 

—Jovencita, los nombres tienen poder, no se deben usar a la ligera.

—Como usted diga, Lord Voldemort—farfullo entre dientes puesto que mi poco instinto de supervivencia me advierte que algo malo ocurriría si lo emito fuerte y claro.

—Debo decir, Calliope que me alegra verte sana y salva—Interviene Quirón mirándome con simpatía y una sombra de ¿Pesar?—Hacía tiempo que una semidiosa no llegaba al campamento a tu edad.

—¿A mi edad?—Indago para confirmar lo que mis amigos y Grover me contaron.

—La mayoría de semidioses vienen aquí siendo mucho más jóvenes. Tú tienes quince años y aún así has sabido sobrevivir pese a los monstruos, me comentaron que tienes una preparación base gracias a...Tu familia.

—Mi entrenamiento en realidad comenzó a los ocho años, por mí misma—explico sinceramente evocando una noche que no podía dormir puesto que los pies me picaban por jugar algo, por ende me escabullí para ver una película de Marvel, cabe recalcar que hasta la fecha no me puedo quedar quieta cuando miro una película de superhéroes, así que acabé dando volteretas y lanzando patadas imitando a Natasha Romanoff, descubrí que era una manera eficiente de canalizar mi energía, así que comencé a investigar técnicas de combate cuerpo a cuerpo, artes marciales y me instruí en silencio a sabiendas de las negativas de mi familia (Más tarde me atraparon porque no es normal que una niña inexperta supiera defenderse con mediana destreza de una letrada británica o que amaneciera con extraños moretones)—Aprendí viendo y experimentando, mi padre nunca quiso involucrarme en ese estilo de crianza hasta que no le quedó más remedio cuando cumplí doce y los monstruos empezaron a llegar con más frecuencia que antes.

Nunca me supo dar una razón de su renuencia a entrenarme más allá de "Eso me corresponde a mí, soy quien debe protegerte, no necesitas ser parte de esto," No obstante, una leída al diario de John Winchester me otorgó unas cuantas respuestas que preferí callarme.

Ay que rabia con ese señor.

Respiro hondo antes de proseguir.

—Pensé que se debía a ser una Winchester, bisnieta, nieta, sobrina e hija de cazadores y hombres de letras estadounidenses, me parecía normal que quisiesen acabar conmigo y mi padre nunca me contradijo para ocultarme el verdadero motivo.

Quirón asiente comprendiendo con una expresión que refleja respeto por mi historia, a diferencia del señor D que ni siquiera me voltea a ver.

—Tienes un espíritu fuerte, Calliope, aunque todavía te queda mucho por aprender, has llegado aquí con vida y esa siempre es la primera prueba. Respecto a tu padre...—Me desconcierta la pausa que emite, tiene algo atascado en la garganta que no me quiere contar—Es de esperar su reacción, trataba de protegerte de una verdad que puede ser difícil de aceptar, pero aquí estarás a salvo y aprenderás lo necesario de ser una semidiosa.

El señor D reparte las cartas encima de la mesa y me observa con atención como si estuviese preparándose para atacarme en cuanto baje la guardia, doy por sentado que mi presencia no es grata para él.

Que le caiga peor dice.

—Parece que hemos tenido el placer de recibir a una guerrera nata entre nosotros—comenta con un tono sarcástico que apenas disimula su falta de entusiasmo—Ni siquiera se ve cohibida, sabe demasiado, nos podemos ahorrar la película de orientación.

—Ya tuve tiempo para procesar la verdad, mis amigos me explicaron la mayoría de cosas que tengo que saber, además he conocido la existencia de criaturas sobrenaturales y mitológicas desde que estaba en pañales, no sé si espera una crisis de pánico de mi parte, pero le agradezco su preocupación.

—Ay que conveniente...

—¿Y usted quien es a todo esto?

—El señor D ofendió a su padre hace algún tiempo, se encaprichó con una ninfa del bosque que había sido declarada de acceso prohibido—Me informa Quirón ante la expresión hastiada de Don Ramón que creo que me va a estampar en la cara la lata de Coca Cola Light que tiene al lado.

—¿No le han dicho que es mejor la Coca Cola Zero? La Light tiene demasiada cafeína—Me cruzo de brazos alzando una ceja en su dirección y con la mirada que me dedica confirmo que me va a deformar el rostro si me arroja esa cosa.

—¿No sabes quien soy?

—Por algo le estoy preguntando

—Niña estúpida—musita rodando los ojos en su órbita—A mi padre le encanta castigarme, la primera vez, prohibición ¡Horrible! ¡Pasé diez años absolutamente espantosos! La segunda vez...Bueno, la chica era una preciosidad y no pude resistirme, la segunda vez me envió aquí a la colina Mestiza, un campamento de verano para mocosos como tú que me hacen odiar este trabajo.

A duras penas le entiendo porque solo le falta llorar peor que yo cuando vi Guardianes de la Galaxia Volumen Tres.

—Y su padre es...

—Mi padre es Zeus.

Oh oh.

—Usted es Dionisio, dios del vino.

—No, niña, soy el Dios con mayúscula.

—De hecho, su nombre es...

—No me importa, ya sé que lo conoces—Sus ojos se posan en los míos hincándose con una furia que me encoge el pecho, más no se lo demuestro, la iris se le consume en un vívido fuego púrpura que me envía una serie de fotomontajes en cámara rápida, veo vides estrangulando a los no creyentes hasta la muerte, guerreros borrachos enloquecidos por la lujuria de la batalla, marinos que gritan al convertirse sus manos en aletas y sus rostros prolongarse hasta volverse hocicos de delfín y seguiría enseñándome cosas peores que me harían arrancarme los ojos con las uñas del horror porque no solo es el dios del vino, el teatro o las festividades.

También es el dios de la locura.

Aparto la cara por mi propia sobrevivencia más que por miedo.

—Menuda tarjeta de presentación. Bueno, admito que me gusta su historia de amor con Ariadna.

El señor D se detiene un momento.

—¿Mi historia de amor con Ariadna?

Al menos ya parece menos inclinado a lanzarme la lata de refresco. 

—Sé que la rescató cuando Teseo la abandonó en Naxos—respondo con calma rememorando mi vasto conocimiento en mitología y fascinación por el romance—Que la convirtió en su esposa y la hizo inmortal. No suena como algo que uno esperaría del dios que está a punto de perder la paciencia conmigo ¿Verdad?

Don Ramón parpadea claramente anonadado, la dureza en sus ojos se apaga momentáneamente sustituida por una expresión que apenas puedo descifrar.

Rápidamente toma un sorbo de su refresco y vuelve a su usual actitud irritada.

—Si has terminado de intentar impresionarme, podrías ir a molestar a alguien más. Hay cosas más importantes que hacer que escuchar a una niña presuntuosa hablar sobre el amor y la historia.

Me encojo de hombros.

—No soy de esforzarme para impresionar, eso me sale natural.

El señor D me mira con frustración y exasperación.

—¿Así es como te enseñaron a hablar con los dioses? ¿Te crees muy graciosa?—replica y los ojos le destellan con una chispa de malicia.

Me río suavemente sin dejarme intimidar.

—Me enseñaron a ser honesta y eso es lo que soy ¿No se supone que ustedes aprecian la sinceridad?—Le lanzo una mirada levantando una ceja en desafío—Y creo que soy adorable.

Parece que me va a responder con algo mordaz, en cambio, suelta un suspiro como si estuviera demasiado cansado para continuar con la conversación. Vuelve a su juego de cartas claramente desinteresado en seguir discutiendo.

—Winchester tenías que ser.

—A mucha honra, señor.

—Estás colmando mi paciencia...

—Ya, ya entendí, odia su trabajo y quiere volver al monte Olimpo en Grecia—Ruedo los ojos y maldigo el árbol genealógico de los dioses dado que de una u otra manera estaré relacionada con este sujeto.  

—Tenemos el monte Olimpo en Grecia y está el hogar de los dioses, el punto de convergencia de sus poderes, que de hecho antes estaba instalado en Grecia, se le sigue llamando así por respeto a las tradiciones, pero el palacio se mueve al igual que los dioses—aporta Quirón a la conversación una vez concluí mi argumento con el tipo que se supone es parte de mi otro lado de la familia.

—¿Se mueve? ¿A dónde?

—Los dioses se mueven con el corazón de Occidente, la civilización occidental es una fuerza viva, una conciencia colectiva que sigue brillando con fuerza tras miles de años, los dioses forman parte de ella, incluso podría decirse que son la fuente, o por lo menos que están tan ligados a ella que no pueden desvanecerse. No a menos que se acabe la civilización occidental—Arrugo las cejas ideando una hipótesis y sé que me pueden hacer explotar la cabeza con lo que estoy pensando—Empezó en Grecia, posteriormente con las invasiones se trasladó a Roma, y así lo hicieron los dioses adaptándose con distintos nombres quizá, pero eran los mismos.

—Y la Grecia Romana no fue suficiente para que su poder se extinguiese porque radica en las creencias y su influencia en la sociedad pese a que deban camuflarse.

Sé muy bien como se manejan las deidades, les gusta ser alabados no solo porque alimentan su ego, sino también su potestad.

—Efectivamente, Calliope, los dioses sencillamente se fueron trasladando, a Alemania, Francia, España, Gran Bretaña...Donde quiera que brillara la llama con más fuerza, allí estaban los dioses. Pasaron varios siglos en Inglaterra, la gente no se olvida de los dioses, en todas las naciones predominantes en los últimos tres mil años puedes verlos en cuadros, en estatuas, en los edificios más importantes. 

—Entonces ¿Ahora convenientemente están aquí?

Ruedo los ojos.

Esto alimentaría el ego de los nacionalistas.

—Mira tu símbolo, el águila de Zeus, la estatua de Prometeo en el Rockefeller Center, las fachadas griegas de los edificios de tu gobierno en Washington.

—México tiene una estatua de la diosa Niké como uno de los símbolos más emblemáticos de su nación—apunto queriendo aclarar esa duda.

—Pero ellos veneran a sus propios dioses, nos guste o no guste, Estados Unidos es ahora el corazón de la llama, el gran poder de Occidente, así que el Olimpo está aquí y por tanto también nosotros

—Debería informarles que se preparen para la mudanza porque este país está a nada de irse en picada—No soy muy amante de mi nación para ser sincera, no he viajado fuera de Estados Unidos, pero no soy estúpida ante los fallos que tiene. Respiro hondo procesando dicho intercambio de información—No sé si quiero saber más.

—Hay mucho por explorar aquí, Calliope, ya tendrás tiempo para averiguarlo ¿Tienes alguna otra pregunta?

Antes de que pueda consultar acerca de la identidad de mi madre, una voz se escucha desde el final del porche.

—La litera está lista, Quirón ¿Necesitas algo más?

Annabeth Chase con su cabello rubio y ojos grises intimidantes aparece con una expresión que parece indicar que esta lista para la acción. Me mira con curiosidad, todavía evaluando si soy fiar.

Él sonríe y luego vuelve su atención hacia mí.

—Calliope, Annabeth te encaminará por el campamento y te mostrará tu espacio. Debo marcharme a Nueva York lo más pronto posible.

Asiento agradecida por la guía de Quirón y la presencia de la rubia a pesar de que sigue observándome con cierta reserva.

El hombre se coloca de pie con un ademán extraño, la manta le resbala de las piernas y la cintura le crece por encima de los pantalones, amigos les juro que al inicio creí que usaba pants blancos holgados, en cambio, a medida que se endereza se torna más alto que cualquiera haciéndome retroceder por inercia, diviso que los supuestos pants son en realidad la parte frontal de un animal, músculos y tendones bajo un espeso pelaje blanco.

...¿Que? 

Saca una pata, larga y nudosa, con una pezuña brillante, luego la otra pata delantera y por último los cuartos traseros ¿Que carajos estoy viendo? ¿Que obsesión tiene la gente de por aquí con las patas de animales? No tiene piernas, son patas de un enorme semental blanco, un hombre cuya cintura para arriba está encajada en el tronco del caballo

Querido Lector.

Sin duda me queda mucho por aprender

No me desmayé de la impresión porque Annabeth me agarró del brazo sosteniéndome para no irme de boca de la impresión.

Inauguramos la caminata serpenteando entre los sitios del campamento, la mayoría de campistas son menores que yo o de mi edad, muy pocos me sobrepasan, diferentes edades, y la mayoría comparten una actividad en común, señalarme y murmurar en los oídos de sus compañeros, no son demasiados como preví en un sitio enorme hasta que Annabeth me explicó que faltaban más por llegar dentro dos meses que es la fecha oficial de apertura del campamento, los presentes son aquellos que por distintas circunstancias permanecen aquí todo el año. 

No soy ajena a la atención, más desconozco sí me están mirando tanto por ser preciosa o porque se corrió el rumor de que maté a un licántropo y a un grifo en un corto lapso.

O ambas.

Atravesamos los campos de fresas donde reconozco la cabellera castaña rojiza de Shey quien emerge de una mata de hojas y me saluda agitando la mano efusiva a lo que yo correspondo entusiasmada, Annabeth no tarda en contarme que las cosechas se envían al monte Olimpo y se venden a restaurantes neoyorquinos con el fin de financiar el campamento (Pensé que los dioses eran quienes se encargaban de pagar las cuentas, perdonen mi ignorancia)

—¿Dónde esta Grover?—consulto.

—Se reunirá con Quirón en Nueva York—Me aclara la ubicación del sátiro y el centauro, según me explico brevemente la niña brillante su especie.

Les juro, todavía no concibo que estuve platicando con un hombre mitad caballo.

Que de pasó es el mismo Quirón entrenador de héroes de la mitología...Mitología que es técnicamente parte de mi vida.

Chuck, maldito bastardo, espero que no estés escribiendo una nueva historia.

—El bosque está bien surtido—Continúa la chica apuntado a la extensa arboleda que ocupa una buena parte del valle, la espesura de la flora es verdosa cubierta de brumas que me rememora a la Residencia Morgan, belleza natural en su esplendor—Lo sabrás el viernes, jugaremos a "Capturar la bandera" No somos muchos en vacaciones, pero considero que es la mejor oportunidad para desarrollar un entrenamiento personalizado y autodidacta ajustado a las necesidades individuales después, tienes una espada ¿Cierto? ¿Y un escudo?

Ahora entiendo porqué Shey y Max no se saltan un solo verano para venir corriendo a este lugar es...Maravilloso, suspiro anonadada disfrutando del entorno que por alguna extraña razón me hace sentir en casa, me pellizco para abrir los ojos de mi ensoñación fuera del universo literario donde me sumergieron, no ocurre nada, esta es la realidad, mi realidad.

—Si, vine con una espada que la mamá de Max me obsequió, agradecería que me den un escudo, creo que se les olvidó anotarlo en la lista de útiles escolares—bromeo.

Annabeth me repara con una expresión que no puedo descifrar del todo, sus ojos grises parecen atravesarme tramando leer entre líneas algo que no comprendo. Le devuelvo el favor afilando mis orbes esmeraldas, achicando los ojos con el fin de escanear a la chica, sus emociones no tardan en florecer ante mi; Recelo, misterio y...¿Satisfacción?

—La espada de tu tía ¿Eh?—pronuncia y su voz me hace sentir que hay algo detrás de esas palabras.

—Es la madre de mi mejor amigo y buena amiga de la familia—expongo con calma procurando no perder la calma ante su tono acusatorio—Es una espada impresionante, aunque todavía estoy aprendiendo a usarla, la consiguió en una subasta.

Annabeth esboza una media sonrisa al tiempo que analiza cada una de mis palabras.

—Estoy segura de que te acostumbrarás rápido—concluye sin apartarme la vista de encima.

Bordeamos el campo de tiro con arco donde me topo con Eva, la chica de la enfermería que trae colgada una aljaba en el hombro, retira una flecha, la ubica en el arco que sostiene con una precisión magistral, suelta la fecha y sale disparada encestando en el centro, vaya, tiene una excelente puntería, denle una glock y no se le escapa nadie. A su lado, otra chica más alta, de piel blanca, cabello castaño lacio hasta los hombros y rasgos asiáticos, le sacude entusiasmada por los hombros y alza sus manos para que las choque felicitándola, en cuanto la desconocida se percata de mi presencia, me sonríe con sorna y me guiña un ojo consiguiendo que ría por inercia.

—Seguramente ya conociste a Eva, la chica que está con ella es Josephine Nichols, su hermana, hijas de Apolo, pertenecen a la cabaña siete, son excelentes arqueras.

—Les diré, Katniss y Clint Barton. 

—¿Quienes son?

Abro la boca y me traslado una mano al pecho indignada por el comentario de la rubia que me repara con la nariz arrugada.

—¿Los juegos del hambre? ¿Las películas de Marvel?—La niña de doce años sacude con la cabeza en negación y tengo que respirar tres veces para deglutir tal infamia—Esta juventud de hoy en día, cada vez va de mal en peor.

Vemos el lago de las canoas, los establos, el campo de lanzamiento de jabalina, el anfiteatro de coro y el estadio donde se libran combates "amistosos" con lanzas y espadas entre cabañas. Vagamos cerca del comedor, un pabellón exterior rodeado de blancas columnas griegas sobre una colina que da al mar, hay una docena exactamente de mesas de piedra de picnic y casi me pongo a llorar cuando Annabeth me dice que no sirven pay. 

A palabra de la rubia, me faltan unas cuantas cosas por ver, no obstante, será cuestión de tiempo para que recabe conociendo este sitio como la palma de mi mano, así que opta por guiarme hacia las famosas cabañas donde residen los hijos de los dioses (Ya sé, como las casas de Hogwarts, soy Hufflepuff por cierto). Hay doce, ubicadas contiguas y repartidas en forma de U, dos al fondo y cinco a cada lado, todas cuentan con un número de metal encima de las puertas (Impares a la izquierda, pares a la derecha) Para replicar una arquitectura similar, son opuestas entre sí, tienen su propia esencia y si me lo preguntan es algo que me fascina. 

La número nueve, la de Hefesto donde Annabeth me comenta que habita Max, tiene chimeneas tirando humo semejante a una pequeña fábrica, la cabaña número cuatro, Deméter, donde reside Shey, cuenta con tomateras pintarrajeadas en las paredes y el techo de hierba, la número siete de Apolo, parece construida netamente de oro puro, irradia tanto bajo la luz del sol (Similar al cabello de Eva) Que aparto la cara con tal de no quedar cegada.

Todas dan a una zona comunitaria del tamaño de la cancha de fútbol de mi escuela, atestada de estatuas griegas, fuentes, arriates de flores y unas cuantas canastas de básquet. En el epicentro, está instalada una gran hoguera rodeada de piedras ardiendo con fuerza.

Las dos enormes construcciones que resaltan al final son una obra arquitectónica que inclusive a mi me aturde por su belleza y elegancia, parecen el mausoleo de la familia real británica, de mármol y con dos columnas por delante, la número uno es la que más resalta, puertas de bronce relucientes cuyos destellos se asemejan más a rayos y la número dos posee un toque que encaja más con mis gustos, columnas adornadas con guirnaldas de flores con las paredes grabadas con siluetas de pavos reales.

 —Zeus y Hera.

Mis labios se abren en una pequeña o.

—¿Están vacías?

La rubia menea la cabeza en un suave vaivén que me grita tristeza en mil idiomas, algo la afligió de sopetón, no cabe la menor duda.

—Sigamos.

Casi me arranco los ojos con la cabaña cinco propiedad de los hijos de Ares, el dios de la guerra, mal pintada de color rojo con el techo rodeado de alambre de espinos como sí les fuesen a robar y una cabeza disecada de jabalí, ahí va el animal que acabó con la vida de Adonis, un preciado amante de Afrodita, irónico ¿Cierto? Bueno, lo único que les rescato es que los dos chicos que la habitan por ahora tienen un excelente gusto musical al retumbar las paredes con rock clásico.

Hablando de Afrodita, por poco derribo la puerta de no ser porque Annabeth me aprieta la muñeca ¡Es preciosa! Una casa de Barbie tamaño real, paredes teñidas de color rosado y los marcos de las ventanas en blanco, la recubren cortinas de encaje de color azul y verde pastel ¡Es fabulosa! ¡Me encanta! ¡Me encanta!

La puerta se entreabre, una chica de estatura bajita como Eva y Shey asoma el rostro contemplándome intrigada, me conozco ese tipo de ojeadas, está escudriñando mi atuendo. La detallo y no me tardo mucho tiempo en concluir que es preciosa, ojos azul eléctrico, cabello negro azabache como el sofisticado pelaje de un cuervo, piel blanca, rostro ovalado con dulces mejillas y sonrisa de que te puede clavar un puñal si la descuidas.

—¿Es la nueva?—Su acento es una hibridación entre británico y del este de Europa.

Annabeth asiente y por primera vez en todo el rato que llevamos juntas, sus hombros tensos, endurecidos cual dos pares de roca, se relajan ante la presencia de la chica—Voy a llevarla a su espacio ¿Nos vemos luego?

La ojiazul asiente entusiasmada en señal de afirmación—Te veo aquí cuando termines con ella, Annie ¡Te hice una blusa que te va a encantar!—Aplaude emocionada dando unos brinquitos antes de retornar al interior de su cabaña igual que una tortuga buscando su lugar seguro.

—¿Y ella es?

—Iónica Burberry, hija de Afrodita—Me informa la chica de ojos grises con ternura al mencionar el nombre de la susodicha y achicando los ojos para percibir su estado anímico y emocional, distingo que se trata de un profundo cariño fraterno, idéntico al mío por Shey—La única de sus hermanos que se queda durante las vacaciones.

—¿Espera? ¿Dijiste "Burberry"?

—Si, es heredera de la prestigiosa marca de moda, te darás cuenta que tiene afán por trasnocharse fabricando prendas como si fuera deporte olímpico—Encojo los labios en un mohín en señal de respeto, ya puedo imaginar las maravillas que salen de esa cabaña y me anoto mentalmente que debo ir a husmear por ahí en cuanto pueda—Cabaña once, tu hogar por ahora.

Gente, les juro, pero les juro por Chanel.

Que de haber sabido lo que me esperaba ahí

¡Hubiera salido corriendo zumbada como bala a la carretera para que me atropelle un auto!

La cabaña once es la que tiene la pinta de una auténtica cabaña rustica de campamento (Similar a la cabaña de aislamiento de Juego de Gemelas diría yo) Por lo que veo se les olvidó darle mantenimiento, madera desgastada, pintura marrón desquebrajada y un umbral tan viejo que casi escucho sus quejidos al abrir la puerta. Encima de la misma yace el símbolo que sueño con portar en una bata blanca a futuro, una vara con dos serpientes enroscadas. 

Esta...¿Es mi cabaña?

Olvídenlo, quiero volver al búnker.

Contrasta en su totalidad con la cabaña de Afrodita, al cruzar la puerta, me encuentro con una multitud de chicos y chicas que llenan la habitación de punta a punta. Hay demasiadas personas para las pocas literas disponibles, sacos de dormir cubren casi todo el suelo, el caos es evidente, ropa, zapatos y objetos se esparcen como si cada rincón de la cabaña se hubiera convertido en un espacio para el almacenamiento personal.

Si hay demasiada gente ahora, no me quiero imaginar dentro de dos meses.

Apenas pongo un pie dentro, las conversaciones se detienen abruptamente, los cuellos se truenan volviéndose hacia mí, algunos me miran con curiosidad, otros con un poco de admiración. Y, claro, también están las miradas que no puedo evitar recibir, evaluadoras, inquisitivas, comparativas.

Alguien susurra algo sobre el par de monstruos que me topé, entonces lo entiendo, no es sólo por ser la nueva, es porque ya se han enterado de mis pequeñas hazañas.

Soy la chica que ha matado a dos criaturas míticas antes de su primer día aquí. 

—Calliope Winchester, te presento a la cabaña once.

Annabeth apenas termina de pronunciar mi nombre cuando el mechero se enciende desatando un chismorreo por la cabaña como una ola, los ojos se les abren como platos y ninguno sabe disimular que están hablando de mí prácticamente en mi cara.

—¿Winchester? ¿Como los cazadores?

—No puede ser...

—Y mírala...Es hermosa.

—¿Hermosa? Es perfecta.

—Y una hija prohibida.

Aquello pesca mi atención al recordar las palabras de Cyra y trago en seco más desconcertada que antes, busco la mirada de Annabeth, pero no me dice nada.

El ambiente cambia drásticamente y la curiosidad de antes se transforman en algo muy diferente.

Recelo.

Algunos chicos se intercambian miradas como si estuvieran reconociendo algún tipo gravedad en la situación y el resto asienten confirmando algo entre ellos. De repente todos se están poniendo firmes, de alguna manera mi apellido desestabiliza esta pequeña sociedad caótica.

—¿Saben de cuál Winchester soy hija?

Annabeth se encoge de hombros.

—Es fácil suponer que de Dean.

Lo tomaré como el mejor de los halagos.

Camino por la cabaña con la misma confianza con la que lo haría en cualquier otro lugar, consciente de que me observan, no es solo mi apellido lo que los tiene intrigados, sino lo que escucharon sobre mis logros. Me aseguro de mantener la cabeza en alto, no porque me sienta superior, más bien porque sé lo importante que es proyectar fuerza y seguridad en un sitio nuevo ya que como te ven, te tratan.

Algunos me dedican sonrisas amistosas y otros simplemente me vislumbran esperando que haga algo impresionante en cualquier momento. 

—Hola ¿Me guardaron un lugar o voy a tener que compartir saco de dormir? No se preocupen, no ronco, soy buena compañera, podemos hacernos rutinas de Skin Care y todo.

La tensión se disuelve un poco con ciertas risas y siento la atmósfera cambiar a mi favor.

—¿Normal o por determinar?

No comprendo el significado de la interrogante que hace uno de los chicos y es Annabeth quien aclara sus dudas.

—Por determinar.

La mayoría emite un chasquido con la lengua decepcionados.

—Compartirá litera contigo—Le avisa la rubia a un chico de cabello platinado desparramado en la cama mirando al techo sin interés—Callie, él es Pietro Stoll.

El platinado alza una mano perezosa sacudiéndola en mi dirección y endereza la cabeza dejándome ver sus ojos azules.

—La de arriba es toda tuya.

—Gracias.

—Para eso estamos aquí, Callie, bienvenida.

Esa voz varonil es un estímulo que me perfora la médula espinal mandando señales desvariadas a los rincones de mi organismo, desordenadas, desperdigadas, impidiéndome reaccionar correctamente ¡¿Cómo me voy a paralizar por la simple voz de un chico?! ¡No soy así! ¡Y esa no es la voz de un simple chico! Giro mis talones propinándome un encontronazo contra el abdomen bien trabajado del dueño de esa voz, recorro mis ojos verdes por su anatomía y casi me voy para atrás al verlo.

Es evidentemente mayor que yo y vaya que es apuesto ¿Apuesto? Es una palabra sencilla para describir lo atractivo que es, maldita sea, ningún chico me había dejado con el pico sellado, es alto, musculoso, de cabello rubio corto y sonrisa adictiva, viste una camiseta naranja sin mangas que me hace tragar en seco, pantalones cortos, sandalias y un collar de cuero con cinco cuentas de arcilla de distintos colores, su rostro es...

Chuck, te perdono todo por crear a semejante espécimen tan precioso.

Una cicatriz blanca enorme le recorre media cara desde el ojo derecho a la mandíbula y de ninguna manera le resta belleza.

Mi mente está en blanco y mis piernas parecen querer dar marcha atrás, cierro la boca antes de formar un río de baba y carraspeo en virtud de recuperar mi postura confiada. No suelo ser la que se pone nerviosa ¡Yo hago que a los chicos les flaqueen las rodillas! Y esta vez, la manera en que me mira me deja paralizada con sus hipnotizantes ojos azules.

—¿Qué tal, Callie? Soy Luke Castellan—dice con una voz que no puedo describir de otra manera que no sea...Encantadora.

—Luke será tu consejero por el momento—La voz de Annabeth suena distinta, la reparo por la periferia y me percato que está ruborizada lo cual me hace enarcar una ceja.

—¿Por el momento?—Me muerdo el interior de las mejillas como regaño en consecuencia de que mi voz sale con más desilusión de lo que esperaba.

—Estás por determinar, eres una semidiosa no reclamada, aún no saben en que cabaña ponerte así que estarás aquí temporalmente. La cabaña once acoge a los recién llegados, Hermes es el dios de los viajeros.

Y de los ladrones, no quiero ser prejuiciosa, pero ya me pondré a revisar mi equipaje minuciosamente. 

—¿Y cuando me van a reclamar?

Luke ríe de lado y siento que me estoy derritiendo peor que helado en verano.

—Buena pregunta.

El discurso de Max acerca del tiempo indefinido en que se demora una prueba de ADN que les recuerde que tienen varios hijos regados, rebobina en mi cabeza y chasqueo la lengua impaciente por las respuestas tan vagas que tengo de mi madre.

—Bien...Creo que debería enviarle una tarjeta de "Gracias por nada, mamá" por adelantado—comento con una sonrisa sarcástica mientras hago un gesto exagerado de escribir en el aire—"Querida mamá, me encantó el suspenso, pero un poco de claridad no estaría mal".

Luke suelta una risa genuina y me sorprende lo regozijante que me resulta hacerlo reír, la curvatura de sus labios se amplía, entrecierro los ojos estudiando sus emociones, su aura se desprende y leo un destello de auténtica diversión, algo que parece fuera de lugar en alguien que también está...¿Cansado? Lleva una carga enorme, pero en este momento, la ha dejado caer aunque sea por un segundo.

—Tienes un buen sentido del humor—Me reconoce y sus ojos azules se endulzan antes de recobrar su tono original—Puede que eso te ayude a sobrevivir aquí más que cualquier arma.

—No creo que sirva de escudo, mi sentido del humor no fue muy efectivo contra el grifo o el lobito que se comió a la abuela de Caperucita. 

El rubio desplaza una mano a su boca reteniendo otra carcajada contagiándome por acto reflejo.

—Entonces me comprometo a conseguirte un escudo de verdad.

—Si es rosa mejor, es mi color favorito.

—¿Rosa? Tendré que hacer un pedido especial—se mofa claramente burlón, pero sin malicia.

—No acepto menos que un escudo fabuloso—añado lanzándole una mirada desafiante con una sonrisa en mis labios.

Yo aquí hablando y ni sé como utilizar uno, una perfecta excusa para volver a ver la trilogía de Capitán América.

—Parece que tiene altas expectativas, señorita Winchester.

—Siempre—le guiño un ojo recuperando el control de la situación después de casi caer desmayada por él—¿Tú tambien...?

—¿Yo también estoy sin reclamar?—Luke niega con la cabeza y su expresión se trastorna notablemente—Hermes es mi padre, eso no importa, estamos del mismo lado aquí. Mira, pasar mucho tiempo tratando de entender porqué los dioses hacen lo que hacen, vas a enloquecer, entre menos dejes de preocuparte al respecto, más disfrutarás lo que este lugar te ofrece.

—¿Que cosa?

—Gloria.

Arqueo una ceja con escepticismo.

—Eso suena un poco como un lema de campamento de verano con menos malvaviscos y más monstruos—Conocí a suficientes héroes y sus historias que me ponían a soñar con ser una de ellos, fuerte, valiente, poderosa. Nada que ver con el cascaron defectuoso que soy—Bueno, si la gloria viene acompañada de un escudo rosa, supongo que podría aprender a apreciar el concepto.

—La gloria puede no venir en rosa, pero a veces el viaje hacia ella tiene sus propios encantos. Quizás no lo veas ahora, pero la gente te escucha más cuando hablas, trabajan duro para ser tus amigos y se la piensan dos veces antes de meterse contigo. Aunque con tu apellido, no me sorprende que ya tengan cuidado.

Meneo la cabeza dubitativa.

—Yo lo llamaría un arma de doble filo más bien.

Luke sonríe y me acaricia el hombro amistosamente consiguiendo que agache la cabeza escondiendo mis mejillas ruborizadas.

—En noticias más amables, la fogata es dentro de una hora. Es una buena oportunidad para conocer a todos y empezar a sentirte como en casa.

Abro los ojos como platos y me tapo la boca con las manos, adoro los eventos sociales, charlar con gente, dejar una excelente impresión y hacer nuevos amigos, pero...

—¡Una hora! Eso es menos tiempo del que necesito para decidir qué ponerme, no me puedo presentar con mi atuendo de recién llegada.

Luke se ríe claramente entretenido con mi entusiasmo.

—Seguro que tienes alguna estrategia secreta para estos casos. 

—Oh, absolutamente  ¡No te preocupes! ¡Voy a llegar tan fabulosa que hasta las estatuas me pedirán un autógrafo!

El crepitar del fuego y la luz dorada que se extiende crea un ambiente mágico en la fogata, me encuentro sentada entre Shey y Max, justo en el borde del círculo que rodea el fuego, el aroma a madera quemada y malvaviscos asados llena el aire, y el calor de la llama contrasta con la frescura de la noche.

Conseguí armar una buena carta de presentación en tiempo récord, porto un vestido ligero de verano en un vibrante color rosa con pequeños detalles dorados que reflejan la luz del fuego, tiene un corte halter, un escote en forma de corazón y un borde de encaje en la parte inferior. Mis sandalias de tiras a juego son elegantes y cómodas, perfectas para una noche de campamento con un toque de glamour. Lo combine con un collar de plata, no me coloqué maquillaje más allá de rimel y gloss, mis cabellos castaños caen en suaves ondas alrededor de mis hombros.

Los campistas están esparcidos en un semicírculo, algunos se sientan en troncos de madera y otros yacen de pie charlando animadamente o preparándose para asar malvaviscos. Entre la multitud, distingo una variedad de personalidades. Hay quienes parecen completamente en su elemento disfrutando de la camaradería, al tiempo que algunos son un poco más reservados observando desde la distancia.

Un chico alto con cabello castaño oscuro y una actitud relajada está contando chistes, y las risas estallan a intervalos regulares. Al otro lado del fuego, un grupo de chicas juegan a las cartas con la competencia tan animada que es difícil no sentir la energía en el aire.

Shey trae el cabello recogido en una coleta alta y una camiseta de su banda favorita en lo que explica la dinámica del campamento a la vez que me ofrece un malvavisco recién asado. Max se ríe y comenta sobre cómo las noches de fogata son de sus momentos más anticipados aquí

Entre más contemplo mi alrededor, me doy cuenta de que, a pesar de lo abrumador que ha sido todo, hay algo reconfortante en la calidez de la fogata y en el bullicio alegre de mis nuevos compañeros.

—¿Esa es Arely Teller?

Sigo la trayectoria del dedo hacia donde Max apunta descaradamente y me percato de la presencia de una chica que es de las pocas agazapadas, sentada cruzada de piernas en una esquina sin apartar los ojos verdes de un libro con forro negro que sostiene con firmeza, de vez en cuando repara de reojo al resto, es muy bonita, alta, cabello rubio claro casi asemejándose al blanco Targaryen, trae puesto un vestido negro largo, botas altas del mismo color y tiene la expresión severa, de esas que te advierten de que te partirá la cara de una patada si te entrometes en sus cosas o simplemente eres una pobre alma en desgracia que le diriges la palabra.

Mi ego me dice que podemos ser amigas.

—Que extraño—Shey arruga el entrecejo—Are nunca se queda para las vacaciones, he visto a su padre siempre venir a recogerla.

—A lo mejor vino temprano como nosotros.

Los ojos se me pierden contemplando a Luke que charla con Pietro, igualmente hijo de Hermes y hermano mayor del par de diablillos bromistas que me presentaron como Connor y Travis.

El chismoso de Max se vuelve en mi dirección con mirada acusatoria—¿Nos vas a contar como es eso de que te vieron hablando muy animadita con Luke Castellan?

Le pego un mordisco a unas fresas con chocolate y me encojo de hombros.

—Primero que nada ¿Te saco una silla a la puerta de tu cabaña para que estés más cómodo, señora chismosa?—Lo reprendo entre risas ocasionando que Shey se atore con un trozo de malvavisco y Max ponga los ojos en blanco—Solo estaba tratando de comprender un poco más de como funcionan las cosas por estos lados y él fue...Simpático.

—Vamos, Callie—jaranea Shey con tono burlón golpeando su hombro contra el mío—No es solo que Luke sea simpático, es el chico más apuesto, encantador, el mejor espadachín....—A mi amiga se le van las cabras con los ojos azules relucientes parloteando de lo perfecto que es a lo que Max comprime la mandíbula.

—Sí, sí, sí, como sea, es el mayor y todos lo vemos como un ejemplo, es amable, no le quito el mérito y tú nunca dejas pasar una oportunidad, señorita coqueta, como Ángela Aguilar—El desgraciado de Max se gana que le meta un codazo en las costillas.

—No estoy diciendo que no sea guapo—admito rodando los ojos y apartando un mechón de mi cabello detrás de la oreja—Sencillamente no me obsesiona.

Shey encoge sus piernas contra su pecho.

—Ya sea Luke o cualquier otro chico del campamento, lo único de lo que estamos seguros es que tienes que llamarnos para llegar al búnker el día que le presentes a un novio a Dean.

Los dos chiflados que son tal para cual revientan en carcajadas haciéndome resoplar, les encanta ver el mundo arder y no arder en él, el padre de Shey es radicalmente opuesto a mi papá respecto a ese tema. Richard es tan relajado que, cuando Shey le mencionó a su primer novio, apenas levantó una ceja y dijo algo como "Mientras te trate bien, confío en tu criterio, mi niña" Claro, Shey apenas ha tenido una cucaracha que dicen que fue su novio y no es de las que disfrutan llamar la atención, lo que desemboca que Richard no haga dramas, además de que es un pacifista como su hija con la cabeza metida en sus plantas.

Por otro lado, mi adorado señor sobreprotector...

Cualquier mención al nombre de un chico, mentalmente creo que se pone a limpiar armas o lo que sea para intimidar al desafortunado que se cruce en mi camino.

—Dean Winchester, el hombre que detuvo el apocalipsis, la leyenda viviente, tiene pesadillas con el día en que su amada princesita le diga que ya no está soltera.

Max está galardonado como el único individuo del sexo opuesto cercano a mi edad con el que mi padre no tiene recelo de que esté rondando a mi alrededor, lo conoce desde niño y es consiente que nos vemos como hermanos sin segundas intenciones ¡Incluso le da permiso de entrar a mi habitación! (Lo cual no es agradable cuando Max viene a apalearme con almohadas porque voy tarde a clases)

Shey chasquea la lengua.

—¿Y cómo no? Él conoce todos los trucos, sabe lo que los chicos piensan porque él mismo era uno de esos que se portaban mal. Está convencido de que tú eres la deuda que le queda por saldar, eres su karma, ya sabes, por eso de que la manzana no cae lejos del árbol.

—A ver, no es que yo sea coqueta...Quizás un poco.

—¿Un poco?

Ruedo los ojos, odio cuando hablan al mismo tiempo.

—No es mi problema que me salga natural, vamos, que si tienes este rostro, sería un crimen no compartirlo con el mundo.

Como les mencioné anteriormente, si bien soy una casanova de primera, la verdad es que carezco de una larga lista de relaciones amorosas o líos, contra el pronóstico que han de tener, ese número se reduce a cero ¡Nunca he tenido novio! ¡Y mucho menos algo casual! Lo sé, soy hermosa, popular, inteligente, segura, tengo más encanto que una sirena, pero les juro que hay una razón detrás de todo esto.

Siempre me han tratado como a una princesa mimada y consentida, mi papá, papá Cas, tío Sammy, tía Cyra, tío Richard, tía Charlie, Garth, Benny, Gabriel, Row, mi abuelo, Donna, Jody ¡Hasta Crowley! Con toda esa atención mis estándares se han disparado más allá del cielo, mis expectativas son tan altas que necesitaría una escalera para alcanzarlas.

No es que no haya tenido oportunidades, me sobran, no obstante, soy difícil de conquistar y no me malinterpreten, no estoy buscando a alguien que pueda competir con un príncipe azul. Simplemente, quiero que me traten como lo merezco, no se me pasa por la cabeza aceptar menos de lo que me han dado, sé muy bien lo que valgo.

—¿Saben?—dice Shey de repente rompiendo el silencio—Esto es mucho mejor que la escuela en Lebanon, sí, la compañía de Max aquí no está mal, si bien nos acostumbramos a ser nosotros dos...Callie, tu ausencia pesaba y varias veces nos vimos tentados a contarte la verdad.

—Aún no los perdono por eso ¡Este lugar es asombroso!—digo con ilusión.

—¡Excepto si te toca entrenamiento con Clarisse!—interrumpe Max con la boca llena de uvas y me palmea los omóplatos—En dos meses la vas a conocer, te recomiendo prepararte psicológicamente.

—Si me toca hacerme sangrar los nudillos con tal de pulir mis habilidades de combate, iré comprando una pomada para evitar los cayos desde ahora. Sé disparar con armas de fuego, usar armas blancas, pero no es lo mismo que sujetar el mango de una espada larga—admito.

Max se encoge de hombros jugando con el palillo vacío de sus malvaviscos.

—Lo que sea que esté hecho de bronce celestial te servirá para enviar a los monstruos al Tártaro o con plata les das el boleto al Purgatorio—Arrugo la comisura de los labios deduciendo que hay mucha teoría además de la práctica—Ven mañana a la forja para explicarte lo que debes tener en cuenta sí estás de compras y te ataca, no lo sé, una empusa y te quiere robar tu gabardina.

La arranco la cabeza con mis propias manos primero.

—O Imagina que estás a punto de dar un beso y ¡Bam! Te toca rebanar cabezas antes de continuar—gorjea Shey.

—La verdad, no suena muy diferente a lo que pasaría si mi papá me pilla en una cita—añado fingiendo un suspiro dramático.

Antes de que podamos continuar con nuestra charla, Eva aparece de repente vestida con un short azul y una blusa blanca con manchas de pintura contagiando una energía amena que me pone de los nervios al evocar el incidente en la enfermería, agradezco que sus ojos permanezcan de color verde dado que nos jala a los tres de los brazos obligándonos a levantarnos.

—¿Qué es eso de quedarse sentados? ¡Saquen los pasos prohibidos, no me decepcionen!

Yo no pongo resistencia, permito que nos arrastre hacia el centro de la celebración donde el ambiente está lleno de música y risas. Me dejo llevar por el ritmo de la danza que tocan un grupo de chicos con diversos instrumentos y no puedo evitar sentir una euforia indescriptible en el pecho.

Este lugar me hace sentir más viva que nunca.

Con solo un día en el Campamento Mestizo, siento que encajo aquí de una manera que nunca había sentido en ningún otro lugar. Es como si este mundo estuviera sacado directamente de mis más salvajes fantasías, estoy rodeada de personas que de alguna manera, parecen entenderme mejor de lo que jamás lo han hecho otros.

Sonrío dándome cuenta de que por primera vez en mucho tiempo estoy exactamente donde quiero estar.

No comprendo porqué mi padre me privó su existencia durante años.

Quizás porque la belleza de las cosas es un cuchillo que te corta cuando menos lo esperes.

Querido lector.

Ya sabes a que me refiero.

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