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3| Mejor que aquí corrió que aquí murió

Capítulo Tres:

"Mejor que aquí corrió que aquí murió"



Querido lector.

Incluso una amante de los viajes de carretera como yo debe confesar que el camino a Long Island es supremamente agotador.

Llevo ocho horas conduciendo sin parar, cambiando de playlist cada media hora porque la que tenía anteriormente me aburrió, quiero bajarme a estirar las piernas y a correr unas cuantas manzanas para expulsar el exceso de energía que me tiene inquieta. No debí creerme señorita independiente, debí aceptar mi lugar como princesa pasajera y acceder a que mi papi me llevara al campamento.

No, Callie, tienes que valerte por ti misma.

Luego te quejas porque eres una inútil niñita mimada y consentida de papi.

Suspiro y miro a Shey dormida a mi lado con las piernas encogidas contra su pecho, traslado la vista a través del retrovisor y me cercioro del bienestar del resto, Max focaliza sus ojos chocolates absorto por la ventana probablemente pensando en su madre. Grover a la par, tamborilea nerviosamente con los dedos sobre el tablero, sus orejas de sátiro ocasionalmente haciendo un leve movimiento.

Me muerdo el labio intentando mantenerme enfocada en la carretera, pero mi mente vaga, brincando de un pensamiento a otro como un cachorro hiperactivo. La idea de llegar al Campamento Mestizo me llena de anticipación y un poco de temor, voy a enfrentarme a un mundo que, si bien se asemeja al que ya conozco, es diferente sabiendo que mi papel en la cadena alimenticia cambia notablemente.

¡No sé qué esperar!

—¿Estás bien?—pregunta Max notando mi tensión y lo maldigo en mi idioma favorito por ser tan perspicaz y atento a los detalles, mis hombros están arqueados por el cansancio mental y él se ha guiado de mi lenguaje corporal para dictaminar su veredicto.

Asiento obligándome a sonreír, estirar los labios con falsedad es un arte que se me da de maravilla, soy una chica fuerte que sabe manejar sus propios asuntos y es experta en pretender felicidad aunque en el fondo se sienta miserable. No importa qué tan mal me encuentre, puedo continuar con mi vida sin mostrar una sola señal de las abolladuras que traigo dentro.

—Solo un poco cansada.

El castaño me devuelve la sonrisa, su expresión llena de comprensión denotando que no me ha creído para nada. En doce años de amistad aprendió a memorizar cada gesto que delata mis mentiras, más no me presiona a continuar.

—Va a valer la pena, ya verás, el campamento es increíble, hay tantas cosas que ver—Su tono de voz agudo ligeramente me desconcierta un poco al identificar que tampoco está siendo del todo honesto.

Grover asiente dedicándome una mirada gentil.

—Además, estarás protegida, no tendrás que preocuparte por monstruos mientras estés allí.

Eso suena reconfortante, asimismo tengo la espina de que mi vida nunca será igual.

Mis pensamientos se desvanecen en un torbellino cuando veo luces brillantes en el horizonte. Shey despierta justo en ese momento parpadeando somnolienta y tallándose los ojos para espabilarse.

—¿Ya llegamos?

Son más de las once de la noche cruzando la ciudad de St. Louis en Missuri, nos restan quince horas para arribar a Long Island. Lo mejor sería aparcar en un motel de pasada para descansar y retomar el viaje al día siguiente a primera hora, sin embargo, la descarga de adrenalina me mantiene con la guardia alta semejante a un halcón.

Siento la necesidad de revisar el GPS nuevamente, un hábito adquirido por la ansiedad y la necesidad de tener todo bajo control, la pantalla parpadeante me recuerda que pronto precisaría gasolina. Debí haber llenado el tanque en la última parada, más mi cabeza estaba tan llena de pensamientos dispersos que lo olvidé.

—Hay tierra a la vista, muchachos—informo no tanto para ellos sino para mí misma, Shey asiente entre dormida y despierta mientras Max y Grover intercambian una mirada de alivio. Necesito moverme, respirar aire fresco y recalibrar mis pensamientos.

La ojiazul estira sus brazos y bosteza ampliamente.

—Oye, Cal ¿Puedes cambiar la playlist? Creo que me estoy aburriendo otra vez—Me solicita jugueteando con su pulsera.

La vislumbro con una ceja enarcada.

—¿Tú no venías dormida?

—Dormida, no sorda.

Ruedo los ojos y acato su petición puesto que a mi también me tiene hasta la frente tanta música pop.

—Y tal vez podríamos hacer una parada en una estación de servicio—aporta el castaño con la vista hincada en la ventana. Ya se había tardado, el TDAH de Max es peor que el mío y el de Shey, parece una cafetera chirriando que requiere tener sus manos trabajando en todo momento, de ahí que es un genio excéntrico propietario de una bodega de cachivaches e inventos en vez de una habitación—Necesito caminar un rato, siento que mi cerebro esta en un millón de lugares a la vez.

—Admiro la paciencia de Grover para no lanzarnos por la ventana a los tres—Siento lástima por el sátiro que tiene que compartir automóvil con tres criaturitas de mentes inquietas y energías dispersas, no obstante, me parece que está habituado a tratar con críos así.

—Oh, no te preocupes, estoy acostumbrado, es mi deber como un sátiro protector, me dedico a infiltrarme en el mundo de los mortales para localizar semidioses y trasladarlos al campamento sanos y salvos.

—¿Tú fuiste quien se encargó de ubicar a Max y a Shey?—consulto.

La castaña rojiza niega con la cabeza enderezando la espalda contra el asiento—Nuestro sátiro protector se llama Hedge, antes nos estuvo vigilando alrededor de cinco meses, a los tres de hecho ¿Te acuerdas del entrenador gruñón en sexto grado?—¡Claro que lo recuerdo! Siempre me mandaba a jugar fútbol con los chicos y luego tenía que calmarme de mala gana porque llegaba llorando dado que ser portera no es mi mejor talento—Pero no tenía autorizado acercarse a ti más de lo necesario y por eso tampoco te llevó con nosotros—Mi amiga se empieza a tronar sus propios dedos en un tic en tanto expresa su historia—A los doce años recién cumplidos nos guió al campamento, no nos tomó por sorpresa, nuestros poderes florecieron a esa edad, no a temprana a comparación de los tuyos, pertenecemos al grupo promedio, no es habitual que un semidiós manifieste sus habilidades desde los tres—¿Me acaba de llamar rarita?—Mi papá y tía Cyra nos explicaron cada detalle acerca de nuestro origen, porqué de repente comenzaron a salir flores de mis dedos o porqué las tuberías se averiaban cuando Max se enojaba, también nos contaron...Que tú eras una semidiosa, pero nos prohibieron decirte la verdad, tu padre así lo estableció.

—Mi padre lo estableció—repito emitiendo una risa carente de gracia, mis manos se aferran al volante con tanta fuerza que los nudillos se me ponen blancos del enojo al evocar su decisión de borrar cualquier rastro de mi legado divino y la verdad que se cernía sobre mi—Y ustedes muy obedientes se quedaron con el pico cerrado.

—Realmente lo sentimos—se disculpa Max suavizando los ojos igual que una cabrita regañada—Dean quería protegerte, sabía que cuanto menos supieras, menos peligro correrías por más que la cortina no duraría para siempre.

Grover interviene intentando aliviar la tensión y noto que se abruma rápidamente al anticipar un posible conflicto—Callie, tu padre te ama y no fue una decisión sencilla, pero no le importó con tal de preservar tu seguridad, no todos los padres mortales hacen tan buen trabajo al criar a un hijo semidiós, para muchos es más fácil desecharlos por temor a que representen una amenaza y por lo complicada que es su crianza—Los ojos son la ventana del alma y en las iris marrones del sátiro atisbo que rememora a alguien—Eres afortunada.

Sus palabras tienen sentido, más no disminuyen el dolor de ser agazapada en lo desconocido sin una sola respuesta. Mis pensamientos vuelven a todas las veces que mi padre evitaba mis preguntas, las veces que cambiaba de tema o me distrajo con algo más con tal de no mencionar a mi madre o el origen de mis poderes.

Tanto secretismo me habría hecho deducir que soy adoptada.

Lo descarté solo porque físicamente y en varios rasgos de personalidad soy una copia mejorada en versión femenina de mi padre.

—Aún así debió haberme dicho la verdad—murmuro percibiendo que la frustración se mezcla con el cansancio y la confusión, pensé que había perdonado a mi papá después de esa charla motivacional, en cambio, la vocecita intrusiva que me atormenta quiere rebuscar una quinta pata al gato con tal de joderme.

—Entiendo cómo te sientes—habla Shey con su dulce voz aterciopelada cargada de una cálida empatía emulando a la brisa de primavera—Pero ahora tienes la oportunidad de conocer tu verdadera herencia y no estarás sola en esto, nos tienes a nosotros, lo hecho, hecho está, Cal.

—Y espero que no nos olvides cuando tu mami te reclame y conozcas a tus nuevos hermanitos—se mofa Max inclinándose en medio de los asientos delanteros para palmear mi hombro.

Tantos pensamientos e ideas arremolinadas en mi cabeza y no consideré dicho enunciado que ya no podía ignorar, conocer la identidad de mi progenitora significaría enfrentarme a una parte de mí que estuvo oculta durante toda mi vida, mi familia materna.

Y eso puede conllevar una docena de medios hermanos.

Bueno, prefiero eso a que mi papá me salga con que tiene un hijo regado por ahí porque primero uso zapatos de Jimmy Choo de la temporada pasada antes que compartir la atención y el amor de mi papá.

Además de Shey, Max, Claire y Alex, tengo a Jack de figura fraterna.

Espero que el desgraciado no se coma mi cereal de Reese's en mi ausencia.

Cuadro el vehículo en el estacionamiento de una gasolinera cercana para rellenar el tanque, le quito el seguro a las puertas del jeep en lo que los pasajeros se remueven los cinturones de seguridad.

—Bien, chicos, hagamos una parada para descargar la batería y luego continuamos, quien me compre unas alitas con salsa barbacoa y papas fritas, se ganará mi eterno agradecimiento—Mis mejores amigos ruedan los ojos con diversión antes de enrutarse a la tienda de conveniencia en lo que yo desciendo del auto dispuesta a cargar la manguera de gasolina para mi jeep. Por lo general, trato de mantener balanceada mi alimentación más tampoco es que me restrinja, tengo una sana relación con la comida, por mi tipo de cuerpo tiendo a subir de peso con facilidad, pero se convierte en ventaja cuando sumando ejercicios de fuerza, gano masa muscular más fácil y rápido que el promedio—Grover, no creo que las personas se vayan a tomar con naturalidad que entres a esa tienda presumiendo tus bonitas piernas—Le digo al sátiro que baja del jeep y no pierdo de vista sus peculiares extremidades inferiores.

Él me observa con paciencia y se encoge de hombros.

—Para eso existe la niebla, bueno, hay cierta características físicas que no puede ocultar así que hay que recurrir a otras tácticas de camuflaje como pies falsos o pantalones holgados, pero en general hace un buen trabajo.

—¿La niebla?

—Es una fuerza sobrenatural, un velo entre el mundo de los mortales y el nuestro, provoca que los mortales no puedan ver las cosas místicas y en su lugar se encuentran con algo cotidiano que sus mentes puedan comprender, como el ataque del grifo, para ti, Shey y Max era una bestia, para el resto de tu escuela habría sido un pequeño gatito inofensivo, la niebla se encuentra en todas partes del mundo asegurándose de que todos los acontecimientos mitológicos sean reemplazados con algo normal. Bajo la influencia de la niebla, un mortal ve a los dioses o monstruos como seres humanos ordinarios o animales y a los objetos sobrenaturales como elementos comunes. Los semidioses y otras criaturas como los sátiros, podemos ver a través de la niebla, aunque a veces es lo suficientemente fuerte como para engañar incluso a los semidioses.

—¿Y quién lo controla?

—La diosa Hécate—Hace una pausa antes de volver a mirarme en lo que termino de suplir el taque de gasolina. Hécate, la diosa de la magia, la patrona de las brujas—Existen algunos mortales con la capacidad de ver a través de la niebla, muchos son cazadores, como te decía, la niebla se adapta a lo que tu cerebro pueda comprender y cuando estás habituado a ver toda clase de criaturas, tienes una visión más amplia.

Eso me cerraba muchas cosas.

—Entonces ¿La niebla se reduce exclusivamente a lo mitológico? Por eso los mortales pueden ver avistamientos de fantasmas, demonios y otras criaturas sin problemas—Grover asintió a lo que yo respire hondo—Bien, es mucho para procesar, te invitaré a desayunar a IHOP  un día de estos para que me cuentes más detalles.

—De hecho, después de llevarlos al campamento, debo regresar a New York, estoy cuidando a otro semidiós.

No pregunté nada más culminando el intercambio de información, Shey y Max retornan cargando cada uno dos bolsas surtidas de provisiones para el resto del camino, la castaña rojiza me entrega mi alimento y rápidamente nos montamos al auto para comer antes de proseguir. Mis amigos no paran de cuestionarme si en realidad no quiero que nos alojemos en algún motel para pasar la noche a lo que me niego decidida a conducir hasta que no dar para más.

Muerdo una de las alitas sintiendo el sabor jugoso de la barbacoa explotar en mi boca, los bien dotados trozos de pollo y las papas fritas doradas son la combinación perfecta para mi antojo de comida chatarra, mis amigos también se sumergen en sus respectivas comidas, riendo y bromeando como si no hubiera un mañana.

—Volveremos antes de Halloween ¿Cierto? No quiero pasar tanto tiempo separada de mis papás y tenemos que disfrazarnos juntos de Bucky Barnes, Steve Rogers y Sam Wilson—Le digo a Shey y Max sorbiendo un trago de la soda que me trajeron.

Max traga una porción de su pizza de pepperoni—Tranquila, volveremos en agosto antes de que empiecen las clases, que vengas con nosotros es lo mejor que me ha pasado desde compartir nacionalidad con Toni Kross.

—Solo durará el verano—Me comenta Grover.

—Perfecto, no perderé mi fabuloso disfraz del Capitán América ¿Les conté que ya conseguí el escudo?

La castaña rojiza deposita su burrito a un lado—Espera ¿En que momento decidiste que Max y yo seremos Bucky y Sam?

—Desde que ustedes sabrán fingir las peleas matrimoniales mejor que nadie.

—¿Que?

—¿Que de que?—Me hago la tonta.

Ambos enarcan una ceja aturdidos por mis pequeñitos momentos de casamentera, gente, soy la mejor en temas del corazón, sé distinguir una excelente química cuando la veo y olfatear los sentimientos románticos más intensos así como encontrar las parejas perfectas y compatibles.

Querido lector, si estás soltero y quieres que te consiga al chico o chica ideal, deja tu comentario.

—Estoy orgullosa de ti, Callie—me dice Shey de pronto apoyando su cabeza contra la ventana con una sonrisa suave. No sé de donde le nació que requería escuchar esas palabras, pero así es mi amiga, parece que al igual que yo olfatea las emociones del resto, ella sabe que decir para subirte el ánimo con un par de palabras—No cualquiera estaría dispuesto a enfrentarse a todo esto como lo estás haciendo tú.

—Detente que me vas a hacer llorar—respondo pellizcando una de sus mejillas arrancándole una risita—Quedarme en casa, encerrarme en mi habitación y detrás de la espalda de mi papá no era una opción, necesito saber quien es mi madre y porqué nunca tuvo un acercamiento conmigo más allá de enviar a su abogado.

—Aunque no lo creas, esa cercanía económica es más de lo que Shey o yo tenemos con nuestros padres divinos—farfulla Max entre dientes con una rabia que sé que no es hacia mí, sino a su padre. Con un suspiro cansado continúa con la voz cargada de resentimiento y dolor acumulado a lo largo de los años—Mi papá esta más preocupado en sus forjas, sus artefactos y por atrapar a Afrodita y a Ares que por venir a preguntarme que tal me fue en la escuela o felicitarme por el primer lugar en la competencia estatal de mecánica y Shey...

—Simplemente no soy Perséfone—El rostro de la ojiazul se ensombrece ligeramente al recordar su propia historia—No diría que mi madre es la peor de todas, solo sé muy bien cual es mi lugar en su vida, algo que los semidioses con medios hermanos inmortales debemos perforarnos en la cabeza, es que nunca seremos tan relevantes como los hijos inmortales de nuestros padres—Su voz es amarga, algo raro tratándose de la dulce y paciente Shey—Los dioses tienen una forma peculiar de priorizar sus relaciones familiares, sus hijos inmortales, nacidos de uniones divinas, siempre ocuparán un lugar más destacado en su atención y afecto.

Menuda mierda, para eso mejor nada.

No sé si la comida les hizo daño o que para que después de la extensa charla motivacional que me dieron para convencerme de ir al campamento, ahora me salgan con que ser hijo de un dios es tener problemas maternales o paternales asegurados.

Sin embargo, algo me silencia y evoco que cuando me hablaban con esa emoción en sus ojos no era porque me platicaban acerca de sus padres divinos, sino por los recuerdos que tenían de ese lugar y por lo visto, de su gente.

—Quizás la madre de Callie tenga razones para no haberla reclamado hasta ahora—Grover interviene con un gesto conciliador tratando de suavizar la atmósfera tensa en el interior del auto—Los dioses tienen sus propios motivos para mantenerse alejados de sus hijos semidioses, especialmente si están involucrados en asuntos complicados o peligrosos.

—Lo único que espero es que mi mamá, quien quiera que sea, se aparezca en persona por una vez en mi vida para darme la explicaciones que me faltan.

Querido lector, tú y yo sabemos que estoy pidiendo demasiado.

Después de comer y dar un par de vueltas en el estacionamiento, nos embarcamos en la carretera durante seís horas seguidas, los pasajeros cerraron los ojos para descansar a excepción de su fabulosa servidora que no despegó sus ojitos verdes del frente y se mantuvo despierta para contemplar el amanecer a las cinco de la madrugada que pisamos la ciudad de Columbus en el estado de Ohio. 

Heat of the Moment de Asia invade mis oídos en lo que tamborileo el volante y meneo mi cuerpo lado a lado al compás de la canción disfrutando una de mis tonadas favoritas.

—¡Rise and Shine, chicos!—exclamo con entusiasmo tratando de contagiar a mis compañeros con mi buen humor matutino.

Shey y Max se despiertan lentamente frotándose los ojos y estirándose mientras se acomodan en sus asientos. Grover, por su parte, sigue concentrado en la carretera, pero puedo notar una leve sonrisa en su rostro al escuchar mi animado saludo.

—¿Asia? ¿Enserio?—se queja la ojiazul estampando su cabeza contra la ventana.

—Oye, Shey, tu amas Asia.

—No, no es verdad—No le hago caso y en lugar de saltar la canción, le subo el volumen y uso mi mano libre como un micrófono improvisado para entonar con más ganas. Sheynnis blanquea los ojos masajeándose las sienes—Te voy a ahorcar con enredaderas en cuanto te descuides.

—¿Cuánto falta?—indaga mi castaño amigo tratando de peinarse el nido de pájaros que tiene por cabello tras dormir en una posición retorcida que no logré entender en todo el camino, más supuse que estaba cómodo.

—Aún tenemos un buen tramo por delante, pero estamos haciendo buen trabajo—Les notifico echando un vistazo al GPS para verificar nuestra ubicación—Nos quedan nueve horas aproximadamente, supongo que estaremos llegando alrededor de las seis de la tarde incluyendo paradas para comer.

—Hablando de eso ¿Podemos parar a desayunar?

—Seguro Shey, déjame encontrar un lugar y así puedo reclamar mis debidos waffles con bacon.

Afortunadamente no tardamos ni quince minutos en descubrir una cafetería que apenas estaba abriendo sus puertas, nos detenemos y descendemos del vehículo cruzando las puertas del local, el lugar esta lleno de clientes que parecen ser trabajadores buscando un platillo rápido antes de la jornada laboral, el aroma a café recién hecho armoniza mis fosas nasales estimulando mis sentidos, no soy de ingerir cafeína, mi tío Sammy me lo tiene severamente restringido, más disfruto el olor.

Ocupamos los asientos afelpados continuos al ventanal que da a la recién levantada calle principal, Max y Grover se dejan caer frente a Shey y a mi, un camarero joven se acerca a nuestra mesa para tomar nuestra orden. 

—Buenos días ¿Qué desean ordenar?—pregunta con una chispa juguetona en su mirada posando sus ojos en mí para sorpresa de nadie.

—Voy a querer unos hotcakes de espinaca y avena, por favor—Le solicita Shey amablemente sin despegar la vista del menú.

—Que sean dos, por favor—Le secunda Grover.

—Yo te agradecería unas tostadas francesas con fruta—Es el turno de Max quien se masajea las sienes.

—¿Qué hay de ti, bonita?—indaga el chico acercándose ligeramente hacia mí consiguiendo que alce el mentón para prestarle atención—¿Qué te gustaría?

Mis labios esbozan una sonrisa al percibir sus coqueteos y por la vista periférica atisbo que mis amigos están rodando los ojos en su eje, a excepción de Grover que pega la cabeza al ventanal ensimismado en los perros salchichas que pasan por su lado. Es curioso que los muchachos no tienen las agallas de hablarme así cuando estoy acompañada por mis papás o de mi tío, en cuanto me notan con uno de ellos, agachan la cabeza como cachorros asustados que tienen prohibido voltear a verme.

—Buenos días—saludo con un destello travieso en mis ojos y es él quien se ruboriza al no identificar un solo gesto de nervios o timidez por mi parte. Es natural en mí, no me cohíbo—Me gustarían unos waffles con bacon, sí eres tan amable.

El camarero ríe disfrutando del intercambio.

—Por supuesto, señorita, excelente elección—Me hace saber anotando mi pedido con una mueca divertida.

Le guiño un ojo antes de que regrese a la cocina.

Ay, que lindos los chicos de Ohio.

—¿Qué tal el servicio, Cal?—Me molesta Shey negando con diversión al ver las facciones suavizadas de mi rostro.

—No está mal, parece que le agrada la vista.

Max suelta una carcajada en lo que juega con un tenedor y un cuchillo a una improvisada guerra de tajos, les dije, sus manos no se pueden estar quietas.

—No me sorprende, el día que te coqueteen y tú no lo hagas de vuelta, asumiré que estás enferma, siempre tienes ese efecto, señora ojo alegre.

Me encojo de hombros con una sonrisa modesta agradecida por el cumplido disimulado de mi amigo.

—No pedí nacer tan preciosa y encantadora, solo tuve suerte.

Una tonada de la banda alemana "Rammstein" se cuela en los tímpanos de los cuatro, se trata del teléfono celular de Max que me hace abrir los ojos de par en par ¡El baboso lo tiene encendido!

Alza una mano en señal de paz pidiéndome que no haga un escándalo.

—El mío es seguro contra los monstruos, descuida, contestaré y luego lo apagaré.

Respiro hondo y por inercia me pongo a escanear los rincones del local levantando la guardia antes de que una criatura desquiciada nos ataque por sorpresa y arruine nuestro asombroso desayuno de señoras.

Mi mejor amigo sonríe pronunciando unas palabras en alemán que no entiendo antes de ubicar el celular en la mesa, presiona el altavoz y baja un poco el volumen para que lo atendamos los presentes en la mesa.

—Mami, te escuchamos.

—¡Hola, muchachas! ¡Hola, Grover! ¿Cómo están?

Reconozco la voz de inmediato, es Cyra Oppenheimer, la madre de Max y por ende mis labios formulan una sonrisa entusiasmada al oírla, le tengo un profundo cariño y la respeto bastante. En muchos aspectos, ha sido una figura materna tanto para mí como para Shey, ambas crecimos rodeadas de hombres y con la constante ausencia de una madre que no hizo falta con la presencia de esa mujer que directamente nos ha dicho que somos las hijas que siempre quiso tener (Ni modo, Max, te toco soportar)

Varias veces me peinó para los festivales escolares, me dió consejos de chicas, me llevaba de compras al centro comercial y posteriormente al cine, inclusive cuando era más pequeña, limpió mi vestido y me acurrucó en sus brazos la vez que vomité por comer tanto postre en la boda de mis papás

—Con mucha hambre y pocas ganas de seguir viajando—Le contesta Shey.

—Sí, no sé que clase de pacto hacen para conducir por horas sin desmayarse.

—Con el tiempo se van a acostumbrar, mis niñas, yo al inicio tenía que masticar chicles cuando mi padre me hacía acompañarlo en sus viajes de cacería—Nos relata con su tono maternal y autoritario a la vez—Callie, ya me contaron que sabes la verdad, ya era hora, Dean, Sam y Cas se estaban tardando y me tenía preocupada que Max no pudiera mantener la boca cerrada por más tiempo.

—¡Oye! ¡Eso es injusto! ¡Me mordí la lengua varias veces para no decirle que sus alucinaciones de monstruos eran ciertas!

Abro la boca supremamente ofendida.

—¡Por poco me interno en un psiquiátrico pensando que estaba loca, baboso!

—¿Pero te moriste?

—Chicos, no discutan por eso—Nos regaña Grover.

Ruedo los ojos y le meto un zape a mi mejor amigo en la nuca.

—Ya pasaste una de las primeras pruebas de fuego, cariño—¿Y es que faltan más?—Supongo que tienes la cabeza echa un lío ahora mismo, pero vas a superarlo con estilo como siempre, ten cuidado y no pierdas tu espada.

Lo último lo pronuncia entre dientes con una seriedad que me hace tragar en seco.

—La cuidaré como a mi tarjeta de regalo de Sephora, no te preocupes.

—Maravilloso, Shey, tu padre me manda a preguntarte que sí empacaste tus navajas mariposa, tu cepillo de dientes natural, los té de manzanilla, los perfumes de acacia, tus cremas hidratantes, bloqueador solar, guantes, hojas de...

—Sí, sí, sí, dile que no se preocupe, tengo todo lo que necesito—Shey se masajea las sienes con las mejillas sonrojadas igualando el tono de su cabello, su padre es un tanto estricto con su estilo de vida naturista—¿Estás con él?

—No, estoy trabajando en un caso en Oregon y me traje a Jack conmigo—Oh, por eso no lo ví ayer, perdón, olvidé preguntar por su ausencia, pero tenía mucho en la cabeza...¡No es justo, técnicamente es menor que yo! ¿Por qué a mi no me dejan cazar?—Un pequeño pueblito, bonito y con gente un poco...Rara.

—Sí de casualidad se llama Gravity Falls, asegúrate de visitar la cabaña del misterio, mamá—se burla mi amigo arrebatándome una carcajada.

—Tía Cyra, no me digas que están detrás de un gnomo, buscando el diario número tres o tratando de detener el raromagedón.

—No, pero sí me topo con el famoso diario creo que no sería mala idea añadirlo a los archivos de los hombres de letras—Nos sigue la corriente y me percato de un suspiro pesado al otro lado de la linea antes de continuar—Callie, bonita, sé que hay muchas cosas que aún no entiendes del todo y créeme que lo último que busco es abrumarte, pero quiero que tengas mucho cuidado, no todos los semidioses son del agrado de los dioses, ciertas uniones son prohibidas por una razón, solo...Prométeme que serás cautelosa, y no te separes de tu espada, cuando la ví en esa subasta...Supe que era para ti.

Los nervios de mi organismo se congelan ante el juego críptico de palabras pronunciadas por Cyra, no sé descifrar a que se está refiriendo, intercalo la vista ente Max, Grover y Shey, más ninguno me da las respuestas que me faltan, no obstante, tengo la certeza de algo saben y me está colmando la paciencia que no abran la boca para evitar que siga enloqueciendo.

—¿Prohíbida?

—Nada de qué preocuparse por ahora—agrega Cyra rápidamente arrepintiéndose de haber hablado de más. Vuelve a su tono habitual antes de que pueda hacer más preguntas—Bueno, me despido, chicos, cuídense y Maximiliam, por favor, apaga ese maldito teléfono antes de que una empusa te escoja para la merienda, no me importa que sea seguro según tú.

Max pone los ojos en blanco y apaga el dispositivo con un toque rápido, la llamada se corta dejando un aire de silencio extraño sobre la mesa y no paro de darle vuelta a lo que Cyra me ha advertido. Se supone que este viaje es para conseguir respuestas y lo único que he obtenido a cambio, es un sin número de preguntas que me plantean quien soy realmente.

La noche cae envolviéndonos con oscuridad iluminados bajo las radiantes estrellas que nos dan la bienvenida a la costa norte de Long Island tras un extenso tramo que cruzamos en tiempo récord. Mis amigos descansaron un par de horas antes de espabilarse para estar despiertos y en alerta al llegar al campamento, mantuve mis ojos hincados en la carretera que se cierne ante mí y los oídos prestando atención a las conversación de mis pasajeros. 

—Compré un par de guantes de mecánica especiales para Beckendorf, vi los que traía el verano pasado y creo que ya necesitan un descanso, por poco le dicen "Estoy cansado, jefe"—relata Max entusiasmado gesticulando exageradamente con las manos y presumiendo artículos que iba sacando de su mochila—Oh, y también le conseguí un par de herramientas a Aaron del taller de mi madre para sus alhajas. 

—¡Le van a encantar! Ojalá que le sirvan para su nueva colección de joyería, yo le compré unas cestas de mimbre a Katie y a Miranda ¿Crees que les gusten?

—Por supuesto que sí, Shey, las personalizaste para cada una, les servirán para cosechar en el huerto y les fascinaran más porque vienen de ti. 

Llevan una hora completa platicando acerca de sus hermanos en el campamento, decir que les presté atención sería mentir, porque nada más he atendido frases repartidas aquí y allá puesto que mi subconsciente no ha procesado y mucho menos comprendido que lo que sea que Cyra me dijo y el hecho de que me espera una manada de medios hermanos de una madre que ni siquiera conozco.

Bueno, no me sorprende, los dioses tienden a reproducirse como conejos.

No tengo nada en contra de ninguno de ellos.

Solo que su mera existencia me rememora la parte de mi vida que recién estoy destapando y conociendo con explicaciones sustanciales, no han querido contarme demasiado argumentando que en el campamento responderán la mayoría de mis dudas o la excusa barata de que el tiempo pondrá todo en su lugar.

—Callie, es hora de aparcar—anuncia el sátiro sacándome de mis pensamientos tocando mis hombros con timidez como sí temiera mi reacción al ser tomada de imprevisto, me agrada este niño, quiero adoptarlo—A partir de aquí debemos seguir a pie, es una zona poco transitada, pero por seguridad deja el auto en ese rincón para que quede a salvo.

Asiento acatando sus indicaciones llevando a Rosie, mi confiable jeep, hasta el lugar designado en medio de una arboleda que de no ser porque me la están señalando con insistencia, no me hubiese percatado de su existencia (Y espero que pase desapercibida también para el ojo del resto) Apago el motor y me bajo seguida por los demás, abro el maletero y comenzamos a sacar las maletas de cada uno, al verme en aprietos, Grover se ofrece a cargar las que no me caben en las manos.

Le debo un buen regalo para navidad.

Si es que la celebran.

Cierro la compuerta y me acerco a la parte anterior del vehículo sonriendo con nostalgia al tener que desprenderme de mi más preciada compañera de mil batallas.

—Adiós, Rosie—Me despido con cariño acariciando el capó del jeep con delicadeza emulando que es la mejilla de un bebé—Prometo volver a buscarte, no eres tú, soy yo, debemos tomarnos un tiempo, pero no te preocupes, mamá vendrá por ti, ella nunca te abandonaría, mi bebé.

Mis amigos se ríen suavemente ante mi despedida, más cierran el pico a sabiendas de que tan personal me tomo los cuidados y el trato a mi Rosie y que no tenemos tiempo para bromas prolongadas. Giramos sobre nuestros talones y emprendemos la caminata hacia el campamento adentrándonos en la espesura del bosque.

El bosque de noche tiene un aire misterioso y casi encantado, con sombras que se alargan y retuercen bajo la luz tenue de la luna, a cada paso, las hojas crujen bajo mis botas y el sonido se mezcla con el susurro del viento que agita las copas de los árboles. La oscuridad es densa, apenas interrumpida por parches de luz plateada que se filtran a través del dosel creando un mosaico de claros y oscuros en el suelo.

Los árboles, altos y majestuosos se alzan como centinelas silenciosos, sus ramas extendiéndose hacia el cielo como brazos protectores, sus troncos, gruesos y rugosos, parecen guardar secretos ancestrales y las sombras que proyectan forman figuras que mi imaginación no puede evitar transformar en criaturas mitológicas.

El aire está impregnado con el aroma terroso del musgo y la vegetación, un olor a naturaleza pura y sin domesticar, el canto nocturno de los insectos y el croar distante de una rana se suman a la sinfonía de la noche, creando un telón de fondo que, lejos de ser inquietante, tiene algo de reconfortante y familiar.

Es como si el bosque mismo nos diera la bienvenida y nos instara a seguir adelante.

Por primera vez, la oscuridad no me paraliza.

Siempre he tenido un ojo para encontrar belleza en lo cotidiano, es un don, una forma de encontrar paz, propósito y me recuerda que incluso en los momentos más oscuros, nunca falta algo hermoso esperando ser descubierto. Me gusta verle el lado positivo a las cosas para evocarme a mi misma que no todo esta perdido y que vale la pena darte una razón para seguir adelante.

Y vaya que necesitaré muchas.

De repente, un gruñido gutural resuena en la oscuridad, mis sentidos se disparan en alerta reflejándose en mi manera de caminar que se tensa de golpe como si esperara el ataque con anticipación. Cualquier otra persona que me viera andar por la vida, no miraría más allá de una preciosa adolescente de quince años con fabulosos atuendos y dando pasos distraídos inocente ante la maldad que le asecha.

En su defecto, un individuo altamente calificado en conocimientos de espionaje y con un poco de mi entrenamiento se daría cuenta que yo jamás camino distraída, pretendo que lo hago para atrapar con la guardia baja a quien ose a atentar contra mí.

Una de mis mejores habilidades natas que no se relacionan a ninguno de mis poderes mitológicos, es mi brillante capacidad para hacerme la tonta.

Doy varios pasos adelante cubriendo a mis amigos petrificados con mi cuerpo, achico los ojos escudriñando a la criatura que se esconde detrás de un árbol donde no deja entrever nada más que unas garras afiladas que incrusta en el tronco, me aproximo con prudencia soltándome del agarre de Shey a medida que la entidad asoma la cabeza dejándome que le reconozca con un par de facciones, ojos ambarinos con la pupila vertical que brillaban con un hambre feroz, dentadura prominente sobresaliendo los colmillos nada similares a los de un vampiro, figura humanoide acompasada de rasgos bestiales.

Un licántropo.

—¡Corran!—grita Grover.

Patitas para que las quiero.

Mejor que aquí corrió que aquí murió.

Aprieto los talones para no ser devorada por la bestial criatura que me imita los pasos ansiosa por tragarme en sus fauces y deleitarse de mi exquisita sangre, me tropiezo con un tronco y salgo disparada de boca rodando colina abajo, no hay tiempo de limpiarme las heridas efectuadas por las espinas de las ramas, me recompongo sacudiendo la cabeza para orientarme y continúo el trayecto por donde me indican con el pecho ardiéndome y la respiración agitada.

Sé que tengo un raspón en la rodilla lo que me hace maldecir por estar usando falda.

Corremos a través del bosque en fila india con el sátiro a la cabeza, le sigue Max, luego Shey y yo en la cola disminuyendo ligeramente la velocidad para procurar la seguridad de mis amigos, nos movemos desesperados esquivando ramas y saltando sobre raíces mientras el licántropo nos persigue incrementando las pisadas.

Siento mi corazón martilleando en el pecho, no podemos seguir así indefinidamente.

Necesitamos un plan.

Acelero el paso sobrepasando a los tres entre tanto rebusco en medio de la oscuridad por un refugio esporádico que encuentro en una cuesta, de un gesto con la mano les oriento que me sigan y nos deslizamos sin perder tiempo apoyándonos mutuamente para bajar perdiendo por un instante la criatura, no para siempre, en virtud de que el aroma de tres semidioses juntos lo ha de estar entusiasmando con el festín que le vamos a dar si nos devora.

Me detengo abruptamente, sujeto una de mis maletas encima de mi regazo y deslizo la cremallera topándome con la variedad de armas que yacen en su interior.

Una vez más e inconscientemente, mi papá llegando a mi rescate.

Hurgo entre mis pertenencias hasta dar con la daga de plata que agarro del mango con una sonrisa cargada de satisfacción.

La plata es fulminante para esas criaturas.

Esquivarlo, no será suficiente.

Debo matarlo o de lo contrario no nos va a dejar en paz y atacará a alguien más.

—Grover, lleva a Shey y Max al campamento, yo me encargaré de esto, les daré tiempo para que corran, esa cosa estará entretenida conmigo—ordeno decidida entregándoles a los tres tanto mi maleta de armas como las otras dos que tengo colgadas en el hombro siendo recibidas entre los dos semidioses que niegan ante lo que consideran una misión suicida de mi parte.

Grover me mira con una mezcla de culpa y preocupación, me detengo a estudiar sus ojos marrones expresivos que vislumbran con horror lo que estoy a punto de hacer, absorto en un recuerdo, congelado en el tiempo en lo que parece ser una escena trágica que se está repitiendo ante su presencia y no puede volver a hacer nada para intervenir.

—Callie, no puedo dejarte aquí, no permitiré que esto suceda de nuevo, por favor...

—Ya me salvaron la vida una vez—establezco con firmeza contemplando de hito en hito a cada uno. Shey tiene ojos acuosos, el labio inferior le tiembla y es que su sensibilidad le juega una mala pasada. Max agacha la cabeza apretando la mandíbula con una fuerza que temo que se la quiebre—Permítanme devolverles el favor.

No les doy oportunidad de refutarme porque retrocedo el trayecto que recorrimos implorando porque me obedezcan y se pongan a correr por sus vidas sin mirar atrás, sin que la lealtad les juegue en contra de su instinto de supervivencia, prefiero tenerlos lejos y a salvo a que se mueran luchando conmigo. Respiro hondo llenándome de coraje porque no puedo asistir a una contienda con esta mentalidad de una muerte segura, voy a salir viva de esto, me cueste lo que me cueste.

El que tenga miedo de morir, que no nazca.

—¡Sal de tu escondite, hijo de perra!—vocifero desgarrándome la garganta sin soltar el arma—¡Estoy aquí, imbécil, soy yo a quien quieres! ¡Vamos, muévete, tengo un sabor exquisito!

La criatura se abalanza hacia mí con una fuerza brutal tratando de embestirme de imprevisto, logro esquivarlo y me aventajo para cogerle del brazo bruscamente, lo arrastro de vuelta hacia mí y lo pateo por detrás de la rodilla obligándolo a caer al suelo, lo lacero de un tajo con la daga en el costado, más no es suficiente para detenerlo. 

Suelta un rugido gutural que retumba en mis oídos levantándose de un salto y con su robusta complextura carga hacia mí extendiendo las garras buscando desgarrarme. Apenas tengo tiempo de reaccionar, me arrojo al suelo rodando hacia la izquierda obligándolo a cortar al aire por sus zarpazos justo donde estaba.

Me reincorporo de un salto, mis piernas listas para moverse de nuevo cuando lo veo girar sobre sí mismo con una rapidez inhumana, lanzando un manotazo hacia mi pecho. Instintivamente, cruzo la daga frente a mí y la utilizo para desviar la garra en el último segundo, pero el golpe me hace retroceder varios metros.

Aprovechando su momentánea distracción corro hacia él encogiéndome justo antes de llegar para deslizarme por debajo de su enorme cuerpo. Mis rodillas rozan el suelo mientras paso por su costado y me alzo detrás de él girando sobre mi eje con un tajo rápido hacia la parte trasera de su muslo, la hoja de la daga corta profundo.

El licántropo ruge con rabia encrespándome la piel ante la furia que emana al ser arremetido por su supuesta presa, me agarra del cuello suprimiéndome la tráquea antes de ensartarme las garras en el muslo desgarrándome la piel, aprieto los labios rehusándome a gritar de dolor y procede a arrojarme contra un árbol.

Mi cuerpo impacta dolorosamente en la rasposa superficie del tronco donde reboto y caigo azotando el suelo con tal fuerza que percibo un dolor agudo en la pierna suscitando que un gemido doliente se escape de mis labios, traslado una mano al sitio donde la herida brota el líquido caliente de color carmesí de manera intermitente.

Desesperada, impulsada por mi hambre de vivir y aniquilar a ese adefesio, el foco se me prende y se me ocurre un plan arriesgado que me podría costar la integridad de mi corazón (Literalmente) Alguien una vez me dijo que para ganar no es necesario repartir golpes a diestra y siniestra, sino que con una jugada astuta puedes coronarte victorioso y por lo tanto, me dejo caer al suelo, fingiendo estar muerta. 

El licántropo se acerca a paso lento olfateándome con cautela, contengo la respiración enfocándome en ralentizar los latidos de mi corazón lo mejor que puedo hasta que se tornan casi imperceptibles y espero el momento oportuno. Cuando esta lo suficientemente cerca, abro los ojos para su sorpresa frustrando sus planes de cenar semidiós a la jalapeño y con todas mis fuerzas le clavo la daga en el corazón.

El licántropo aúlla de dolor y antes de exigir la revancha, cae inerte a mi lado sin envolverse en la misma nube de polvo que el grifo, su cadáver yace junto a mí formando un recordatorio de que pertenece a mis dos mundos. El torrente de adrenalina que me abordó en la lucha empieza a desvanecerse, y el dolor de mis heridas se vuelve insoportable, la visión se me torna borrosa y el croar de las ranas languidece de mis oídos, la cabeza me martillea y los ojos me pesan hasta que los cierro sin poner mucha objeción al cansancio.

Antes de perder el conocimiento, mi último pensamiento fue para mis amigos, esperando que llegaran a salvo al campamento. 

Todo se vuelve negro mientras mi cuerpo se desparrama en el suelo con la daga embadurnada de sangre como trofeo en mi mano.

Querido lector.

Fue en este momento donde dejé de vivir.

Y comencé a sobrevivir.

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