1| Le rompo la nariz al ex de mi mejor amiga
Capítulo Uno:
"Le rompo la nariz al ex de mi mejor amiga"
Querido Lector
¿Alguna vez te has considerado una persona propensa a romper las reglas?
Puedes contestarme con honestidad, juro por Chanel que no voy a juzgarte, en mi entorno me he topado más con individuos rebeldes que con obedientes ovejitas del rebaño, los pertenecientes al primer grupo son infravaloradas joyas en nuestra sociedad que no les tiembla la lengua para cuestionar lo que se les imponen y tampoco hesitan para escoger su propio rumbo siguiendo sus instintos en lugar de esquemas.
Felicidades, admito que eres valiente por atreverte a desafiar al sistema.
Luego están aquellos que se decantan por la comodidad de lo conocido, optan por no arriesgarse y acomodarse en su hermético caparazón donde residen sin temor a represalias por aventurarse a terreno inexplorado, también me quito el sombrero ante ustedes por no abrumarse con la rutina que tienen establecida.
¿Yo en lo personal?
Podría decir que me encuentro varada en el limbo.
No me definiría como una oveja, en virtud de que carezco de la capacidad de quedarme quieta ante cualquier injusticia así como tampoco me animo a desafiar las reglas que me ha delimitado mi padre con el fin de mantenerme a salvo en la peculiar vida que tenemos.
Sin embargo, hay instantes en que se me incrusta un signo de interrogación entre ceja y ceja con ciertas imposiciones cuyos motivos ni siquiera tiene la molestia de explicarme.
Puedo comprender su insistencia con que cargue un tarro de sal y una botella de agua bendita a todas partes o su preocupación porque sepa manejar cierto tipo de armamento que muy a su pesar y a regañadientes tuvo que instruirme a partir de los doce años aún renuente a inculcarme ese arte.
Aprecio sus esfuerzos por maquillarme una vida normal, pero tarde o temprano sería arrastrada por los planes que las moiras tenían para mi.
Y que ustedes pronto conocerán.
Nunca podría quejarme del hombre que me dio la vida y que me crió de la mejor manera que pudo, me ha otorgado su protección, su respaldo y sobretodo su amor incondicional, lo adoro y es mi número uno.
¡Te amo, papi!
Pero...
¿Por qué esas prohibiciones tan extrañas y específicas?
El tema de la tecnología es una odisea, me costó lágrimas y ojitos de cachorro triste (Gracias por la herencia, tío Sammy) convencerle de que me obsequiara un teléfono en agosto del año pasado en mi cumpleaños número quince porque la mitad del tiempo me la pasaba entreteniéndome con libros o utilizando la computadora para ver películas (Que por cierto tenía estrictamente prohibido llevar a la escuela o a cualquier otro lugar) Y al final recibí una nueva orientación.
No puedes usar tu celular cuando salgas, manténlo apagado.
Señor, me llama cada media hora cuando no estoy en casa y se enoja cuando no le respondo ¿Quién lo entiende?
A veces me pregunto como papá Cas lo aguanta.
Aún con restricciones insólitas no me atrevo a cuestionarlo, si me lo indica es por algo a sabiendas de mi complejo comportamiento, la química de mi cerebro se encuentra más alterada que mi mejor amigo Maximiliam durante las convenciones estatales de mecánica o mi mejor amiga Sheynnis en los jardines botánicos. Mi padre, papá Cas y mi tío siempre me han recalcado que soy "especial" Supongo que es su manera de reconfortarme por ser un fenómeno con más energía que una planta nuclear y un desastre con una anomalía neurológica congénita impidiendo que mi cerebro procese la lectura y el lenguaje adecuadamente.
Por consiguiente, procuro no meterme en problemas.
Lo cual resulta complicado porque aparentemente soy un imán para los mismos.
Enserio, trato de ser una estudiante ejemplar con buenas calificaciones y un carisma natural que por poco me vale el cargo de presidenta del comité estudiantil de secundaria, no obstante, mi comportamiento...Da mucho que desear por más tranquila que intento que sea mi vida.
Es aquí donde pueden reírse.
Ustedes saben que mi vida será de todo menos tranquila.
Y el punto de inflexión para que todo se fuera por la borda, fue una simple mañana asistiendo a la esclavización moderna que denominan "Escuela".
Donde cometí el peor error; Romper una regla.
Primera moraleja de esta historia.
Muchachos, no desobedezcan a sus padres.
Desperté a las cinco de la madrugada como de costumbre, un horario exagerado teniendo en cuenta que mi primera clase era apenas a las ocho de la mañana, pero cuando conoces tu meticulosa rutina para arreglarte y que te distraes hasta por la mosca que te pasa por delante, tienes que hacer unos cuantos sacrificios, ducha, embadurnarme los productos para el cuidado de la piel, un maquillaje sencillo resaltando las pestañas y labial en tono cereza, arreglar mi cabello con un cepillo de cerdas naturales y trabajarlo desde las puntas hacia arriba para evitar ruptura (Anoten el consejo si quieren emular el cabello de Lucero en los noventas) Finalmente y no menos importante, seleccione mi atuendo.
Tomando en consideración el bipolar clima que azota al país desde navidad, donde el sol irradia unos segundos y al siguiente caen rayos embravecidos y diluvios que casi me dejan llorando puesto que estuve a punto de perder uno de mis zapatos favoritos. Opté por una blusa de color azul oscuro, unos shorts negros de tela y unos botines con tacón de color crema que combinan con la gabardina que me coloqué encima, lo sé, tengo un buen sentido de la moda, doy asesorías los jueves, no cobro mucho.
Cuando vi el reloj en la mesa de noche me di cuenta de que eran las siete y media de la mañana, demonios, eso me pasa por montar un concierto de Bon Jovi mientras me arreglaba.
Agarro mi mochila y corro casi brincando para tomar las llaves de mi auto que olvidé en la entrada.
—¡Princesita!—La voz de mi tío Sammy me detiene los talones y se me acerca con los labios esbozados en una cálida sonrisa típica de él—No olvides tu ensayo de biología.
Le devuelvo la sonrisa aceptando el folio que me extiende, el deber escolar que me demoré más de tres horas en redactar por estarme levantando cada diez minutos del escritorio a bailar y cantar al ritmo de la música que dictaban mis auriculares o simplemente desviándome en la computadora a otros sitios en la web.
—Gracias por ayudarme a corregirlo, tío Sammy, sabes que cruzo algunas letras, cambio unas cuantas palabras y no quiero que afecte mi calificación final.
Siempre que tengo un proyecto o tarea por entregar en la escuela, es mi tío quien me ayuda a verificar que no se me escape por alto ningún error ortográfico o de coherencia ocasionado por la dislexia.
—No te preocupes, cariño, lo hago con mucho gusto—Coloca una mano en mi cabeza acariciando mi cabello en lugar de revolverlo sabiendo que me demoraría media hora más en volver a peinarlo—Solo ten cuidado de volver a confundir "Anfibios" con "Antiguos".
Ambos reímos a coro y agacho la cabeza asintiendo.
—No prometo mucho, bueno, nos vemos luego, voy tarde...De nuevo.
—Me lo imaginé, te escuché en pleno concierto—Mis mejillas se ruborizan ligeramente y me estira mi lonchera—Así que te preparé el desayuno para llevar, sabes que...
—No te gusta que compre comida chatarra en la cafetería de la escuela porque me puede mandar al hospital de una intoxicación, lo sé—Le digo y es mi tío quien ríe por lo bajo esta vez—No hay brócoli ni vegetales crudos ¿Verdad?
Mi tío niega con la cabeza lo que ya suponía.
—Vegetales asados y en puré porque sé que es la única manera en que puedes comer saludable sin sentirte asqueada por las texturas
Tengo al mejor tío del mundo, lo sé.
Y no, no se los comparto y mucho menos lo regalo
—Gracias, tío, prometo que te dedicaré un lugar de honor en mi tesis junto a Luis Miguel—Me coloco de puntillas (Tengo buena altura, mido uno con sesenta y ocho a mis quince años, no obstante, mi tío es un alce, no le digan que lo pensé) y beso su mejilla con cariño antes de salir disparada de nuevo—¡Te amo!
Una rutina de ensueño y cliché, nada puede salir mal.
Ja, se la creyeron.
Cuando abordé mi jeep de color dorado rosado para manejar hacia la escuela, pise el acelerador de más y por poco me paso por delante un contenedor de basura, al arribar tuve que quedarme tiempo extra en el estacionamiento aparcando el vehículo de manera correcta porque no me puedo arriesgar a que me decomisen mi licencia especial de quince años (Se que podría conseguir una falsa, pero insisto en que trato de mantenerme al margen de los problemas lo mejor que puedo) Aprieto las suelas de mis botines subiendo las escaleras para atravesar la entrada principal.
Siento las miradas que me siguen a cada paso que doy en el abarrotado pasillo de la escuela y por acto reflejo sonrío marchando con elegancia imaginando que desfilo en el escenario de Miss Universo con Pasarela de Daddy Yankee retumbando de fondo, no me cohíbe la atención, por el contrario, lo disfruto reconociendo que tienen una buena vista, mi cabello castaño cae en cascada sobre mis hombros y mis ojos verdes brillan bajo la luz del sol que se filtraba por las ventanas. No puedo evitar notar cómo los estudiantes se vuelven a mirarme, algunos con admiración, otros con envidia, pero no paso desapercibida.
—¡Y apareció Paulina Vega!—Sheynnis Morgan, mi mejor amiga me saluda con una sonrisa genuina y cálida recostada en la pared continua a la puerta que da al gimnasio, su cabello castaño rojizo amarrado en una coleta y su particular vestimenta ecléctica, a su lado me topo a Maximiliam Oppenheimer, la tercera pieza del trío de oro, un castaño con aire de genio excéntrico que me saluda con la mano sin apartar la nariz metida en un libro de mecánica cuántica—¿Cómo va tu mañana?
—Podría ser mejor—respondo con un suspiro intentando no tropezar con nada mientras me aproximo a ellos.
Parece que mi declaración capta la atención de mi amigo quien alza la cabeza con una sonrisa traviesa.
—¿Otra vez tuviste un encuentro cercano con la basura?
Le gusta burlarse de mí al desgraciado.
—Yo no tengo la culpa, los contenedores de basura me persiguen.
—Déjame adivinar ¿Venías en pleno concierto de ABBA?
—No...Era de Soda Stereo.
Sheynnis suelta una risita entre dientes que ilumina sus acuosos ojos azules mientras Maximilian guarda su libro en la mochila—Bueno, al menos mantienes las cosas interesantes.
—Obvio, no sé que sería de esta escuela sin mi maravillosa existencia.
Max estira el cuello con cansancio arrastrando sus pies al caminar—Tengo sueño, quiero irme a casa y tomar una siesta de cincuenta años ¿No saben si me puedo jubilar desde ya?
Me encojo de hombros—No sería mala idea ahora que lo mencionas.
—Tengo hambre—continúa mi mejor amigo gruñendo desganado—Pero no quiero gastar dinero, tengo cosas de adolescente con gustos dementes que pagar...Oye, Cal ¿Y si publicas en tus redes sociales que tienes hambre? Ya sabes, para que uno de tus pretendientes, nos envíe algo de comer a los tres.
Ruedo los ojos en mi órbita sabiendo que está hablando enserio, que no los engañe ese castaño con ojos chocolate de venadito dulce, Max es capaz de vender mi número por veinte dólares...Otra vez.
—Oye, eso sería venderla—Le despotrica Shey enterrándole el codo en las costillas—Se supone que eres el único chico de este selecto grupo de amigos y no haces bien tu trabajo de cuidarnos.
—Lo siento, mientras todos los chicos babean por Callie y la ven como la reina de belleza inalcanzable, para mi es mi hermanita menor que cuenta buenos chistes.
—Solo eres mayor por un par de meses...
—Silencio, los fetos no opinan.
Me siento agradecida por tener amigos como ellos, incondicionales, de esos que llamarías para pedirles que les digan a tus padres que te encuentras con ellos cuando te escapas a quien sabe donde, que nunca te niegan la tarea cuando la olvidas, sujetan tu mano celebrando tus triunfos y te ofrecen su hombro para sufrir tus derrotas. Nos conocemos desde pequeños gracias al inusual "trabajo" de nuestros padres, Shey proviene de Inglaterra y Max de Alemania, somos muy unidos y ciertamente no sabríamos vivir sin el otro.
—Los odio porque se tengan que ir a ese estúpido campamento de verano en Long Island en Mayo y no vayan conmigo a comer helado y ver los fuegos artificiales el cuatro de Julio.
Los miro a ambos esperando encontrar alguna pista en sus expresiones, sus rostros revelan una tensión que no puedo pasar por alto.
—¿Están bien?—indago leyendo en su lenguaje corporal que intercambian miradas nerviosas entre ellos.
Me están ocultando algo.
—Sí, claro que sí, solo...Pensamos en que tenemos algunas cosas que resolver en estos meses antes de ir al campamento—Sheynnis se anima a aclarar mis dudas forzando una sonrisa que no llega a alcanzar sus ojos.
—Cosas importantes—agrega sospechosamente Maximilian asintiendo con la cabeza en señal de acuerdo con frenesí, no sé a quien trata de convencer más de su vacía respuesta, si a mí o a él.
Mi inquietud acrecienta, más decido no presionarlos por el momento, si algo he aprendido en nuestra amistad, era que a veces es mejor dejar que las cosas se resuelvan por sí mismas, incluso si eso significa esperar pacientemente a que encuentren la manera de compartir sus preocupaciones conmigo, el dichoso campamento era un misterio del que a duras penas me dan detalles más allá de que es su centro recreativo durante el verano.
Le quise proponer a mi padre que me diera permiso para asistir con ellos y...
¡Amigos!
¡Finjan sorpresa!
Recibí un rotundo "No" Por parte de don sobreprotector.
Debí preguntarle a papá Cas primero.
Nos dirigimos hacia nuestra primera clase en un incómodo silencio y aunque trato de mantener la conversación ligera, el peso de la incertidumbre se apodera de nosotros oscureciendo incluso los momentos más simples y cotidianos. No solemos ocultarnos cosas, somos una caja de cristal transparente que se comparte hasta lo más estúpido, sin embargo, respecto a este tema siempre encontraban las vueltas para desviar la conversación.
No niego que me duele su desconfianza, no les escondo nada, les he contado cada uno de los extraños poderes que se me han ido manifestando desde pequeña.
Uno de estos, de los más recientes, bien podría apañarme para sacarles la verdad, más tengo una estricta regla de respetar su privacidad.
—¿Estudiaste para la prueba de historia?
Con que eso era lo que se me olvidó...
—No ¿De qué es?
—Imperio Otomano.
—Les relataré la trama de "El Sultán" Con eso me salvo.
Estudiar nunca ha sido fácil para mí, es como intentar atrapar un montón de mariposas volando por todos lados, mi mente simplemente no se queda quieta. Cuando se trata de sentarme a leer un libro de texto cada palabra empieza deformar su estructura después de unos minutos, no importa cuántas veces trate de concentrarme siempre termino divagando.
Así que tuve que encontrar otras alternativas, me di cuenta de que transformar la información en historias o chismes ayuda. Recuerdo que cuando estudiaba para un examen sobre la Revolución Francesa, me imaginaba a los personajes históricos como si fueran parte de una película dramática con diálogos y todo.
Ahora con la prueba del Imperio Otomano esa novela turca es mi salvavidas, pienso en cada evento histórico como si fuera una escena del programa, con las sultanas y sus intrigas palaciegas, eso hace que la información sea más memorable y, bueno, menos aburrida. Cuando el aprendizaje por lectura me falla, recurro a la auditiva donde es más sencillo focalizar mi atención.
Otra técnica que uso es dividir la información en fragmentos pequeños, mi tío Sammy me enseñó a hacerlo.
Tomamos un capítulo largo y lo partimos en secciones más pequeñas, casi como si estuviéramos cortando una pizza en porciones. Luego, estudio una a la vez y después pasamos a la siguiente lo que en consecuencia hace que todo sea manejable.
También hago dibujos o mapas mentales conectando ideas con líneas y flechas en lugar de depender solo de las palabras, visualizar las cosas me ayuda a comprender mejor, así como explicar algo con mis propias palabras me obliga a entenderlo realmente.
No soy la mejor estudiante en el sentido tradicional.
Nunca podré sentarme y leer un libro de texto de principio a fin, pero con estos trucos, puedo mantener mi cabeza por encima del agua.
Cruzamos el umbral introduciéndonos al salón de química y de inmediato percibo de nuevo numerosos pares de ojos incrustados en mí, si bien estoy habituada, no deja de halagarme cuanto impacto puede tener mi mera presencia en una habitación.
Antes de que pueda ocupar asiento en la mesa de trabajo que nos corresponde a los tres, una voz masculina invade mis tímpanos.
—Hey, Callie, ¿Qué tal si te unes a nosotros hoy en el laboratorio?—Me doy la vuelta topándome con Nolan, uno de mis compañeros de clase quien me esboza una sonrisa coqueta acompañado por uno de sus amigos.
Sonrío sabiendo muy bien el efecto que tengo sobre los chicos (Y chicas) Me detengo un momento mirándolo con una sonrisa divertida a la vez que evalúo su propuesta, Nolan siempre ha sido un chico simpático, inteligente, amigable y sumamente apuesto ¡Es el combo completo! De esos que existen en los libros escritos por una mujer.
—Claro, me encantaría trabajar con ustedes, espero que sean buena compañía. Nolan, ojalá que tanta belleza a tu lado no te deje mareado.
—Y la señora popular entra en acción—La mofa de Maximiliam me arrebata una risa entre dientes, sé que mis amigos están intercambiando furtivas ojeadas divertidas sin tomarse personal que los halla "abandonado" Están acostumbrados a mis encuentros frecuentes con admiradores, me gusta ser amable, es parte mi naturaleza extrovertida, amistosa y sumamente coqueta.
En cambio y contra cualquier pronóstico, en el ámbito romántico e íntimo, no le doy mi atención a cualquiera, tengo estándares.
Y hasta el sol del día de hoy, nadie los ha cumplido.
¡Los invito a celebrar mis quince años invictos de soltería!
¡Yo pago las hamburguesas!
Arrastro una de las butacas para coger asiento junto al pelinegro cuyas mejillas se convirtieron en un par de tomates ante mi descaro.
—Haré todo lo posible por concentrarme, pero no puedo prometer nada ¿Quién podría resistirse a una compañera de laboratorio tan encantadora como tú?
Me encojo de hombros y le guiño un ojo antes de posar mis ojos verdes en el pizarrón.
—Nadie, no te juzgo.
¿Muy bonito y todo?
¿No?
Descuiden, ya comenzamos lo bueno.
El laboratorio de química estaba repleto de estudiantes, cada uno concentrado en sus propios experimentos, esta clase no es precisamente mi favorita por el grado de dificultad que representa con palabrería complicada que me cuesta pronunciar y memorizar (Irónico porque la medicina me hace ojitos y la vengo repasando desde hace tiempo) Parte de mi condición desemboca en que poseo un hiperfoco (Por no decir obsesión y vasto conocimiento) en los tópicos que me gustan, como la moda, el maquillaje, las comedias románticas, la historia, técnicas de combate, armas y un largo etcétera, por el contrario, cuando un tema no me interesa me cuesta el triple prestar atención y agregando que las letras me bailan una especie de coreografía de danza contemporánea y hip hop trasladándose a lugares donde no deberían, pero que según mi cerebro ahí pertenecen, es peor.
Me encontraba absorta durante un par de minutos entrecerrando los ojos concentrada en una fórmula del pizarrón y analizando las instrucciones continuas.
Bueno, que sea lo que Dios quiera.
Ay babosa, Dios no te quiere.
Si me equivoco, Nolan o su amigo tienen que corregirme, están elaborando el reporte escrito y ninguno quiere fallar los primeros parciales de Marzo, nada puede salir mal, confía Callie, confía.
Respiro hondo inflándome los pulmones de valentía antes de proceder a la práctica que me corresponde, vierto el bicarbonato de sodio y el vinagre tratando de calcular la cantidad correcta ¿Por qué el profesor tuvo que escribir los números en letras? ¿Eso dice tres o seís? Bueno, vamos con seis, más es mejor.
Eso pienso ingenuamente porque antes de reaccionar, me fijo en las notas de Nolan y caigo en cuenta de que he colocado una cantidad excesiva de bicarbonato con vinagre en un recipiente...Cerrado.
Chuck, yo nunca te hice nada.
No te he dado razones para que la agarres contra mi.
Digo, tío Crowley si tiene motivos reales para odiarme teniendo presente que le estampe una bolsa Birkin de plástico de juguete en la cara cuando tenía como dos años porque no me daba buenas vibras.
¡Y a él le caigo bien!
La reacción es inmediata igual que mis reflejos que me hacen saltar hacia atrás con todo y banca llamando la atención del resto, burbujeo y efervescencia se apoderan de la mezcla, el bicarbonato se disuelve creando un siseo apenas imperceptible hasta que se torna en un burbujeo frenético al tiempo que el dióxido de carbono se acumula dentro del espacio sellado que tiembla producto de la presión que incrementa a niveles insostenibles.
Una explosión ensordecedora sacude el laboratorio, el recipiente vuela por los aires disparando su contenido en todas direcciones. Un chorro de espuma y líquido pegajoso me golpea en la ropa y en la cara cegándome momentáneamente, el olor acre del vinagre mezclado con el bicarbonato satura el aire haciéndome toser y retroceder tambaleándome.
Los gritos de mis compañeros resuenan a mi alrededor, una cacofonía de sorpresa y miedo, a través de la nube de espuma y el humo, los estudiantes se dispersan como hormigas histéricas del pánico, algunos cubriéndose las cabezas, otros simplemente huyendo del epicentro del caos. El profesor de química intenta mantener el orden, su voz apenas audible sobre el alboroto.
Alboroto que yo provoqué.
Mi corazón late con fuerza golpeando contra mi caja torácica como si quisiera escapar de mi pecho avergonzado, las manos me tiemblan y un zumbido agudo llena mis oídos. La adrenalina inunda mi sistema dejando mis sentidos en un estado de hipervigilancia, todo parece moverse en cámara lenta.
Fue entonces cuando mis ojos se fijan en algo aún más aterrador.
A través de la ventana del laboratorio, vislumbro una figura imponente y amenazante que se alza en el patio emergiendo entre las sombras como una criatura salida de una pesadilla. Mis ojos se abren de par en par al encontrarme con esa visión sobrecogedora, no sé qué es, pero evidentemente no pertenece a este mundo.
Emana una fuerza ancestral y misteriosa, al mirarlo, un escalofrío recorre mi espalda como si estuviera siendo observada por algo mucho más antiguo y siniestro que yo. Y esos ojos, brillantes con una luz roja como el fuego perforan mi alma con su mirada penetrante, el terror se apodera de mí, dejándome paralizada ante la presencia de esta criatura desconocida.
Su cuerpo esta cubierto de escamas relucientes forjadas en metal, cada una brillando con una tonalidad dorada más radiante que la anterior, sus alas, desplegadas con majestuosidad capaces de abarcar todo el patio extendiéndose con una amplitud que eclipsa cualquier otro objeto a su alrededor ¡¿Cómo es que nadie se ha percatado de su presencia?! Su rostro, una mezcla de aves rapaces y felinos, muestra un pico afilado, unas fauces inquietantes listas para el ataque.
Cada movimiento que hace esta imbuido de una gracia salvaje y una ferocidad indomable, como si fuera el amo absoluto de su dominio, un ser que no conoce la debilidad ni el temor. Aprieto los ojos convenciéndome de que no es real, no hay nada allá fuera, menos una especie de león con alas, nadie más lo ha visto, solo estoy enloqueciendo, aún cuando en el fondo sé muy bien que esta clase de monstruo no es el primero que veo.
El profesor de química, aún tratando de restaurar la calma, nos ordena evacuar el laboratorio, con pasos vacilantes, sigo a mis compañeros hacia el pasillo, los pasos que doy retumban en mi mente, un eco de la explosión que acababa de vivir.
Aún con el olor a vinagre y bicarbonato en el aire, todo me parece irreal.
Abro los ojos dispuesta a correr al patio y enfrentar a la criatura, en cambio, parece que ha emprendido vuelo por donde vino porque no me topo con absolutamente nada más que el patio repleto de estudiantes.
—¡Callie! ¡¿Estás bien?! —Por el rabillo del ojo noto que Max aparta a Nolan de mi lado y me zarandea suavemente sacándome de mi aturdimiento.
—Sí, sí, estoy bien—murmuro apenas consciente de sus palabras en lo que mi mente sigue atrapada en la imagen del monstruo.
Doblo con cuidado mi preciada gabardina odiándome por el daño colateral que sufrió con la mancha de bicarbonato que tendría que retirarle más tarde, la guardo en mi mochila percibiendo su exquisito aroma a perfume Givenchy, un pequeño atisbo de normalidad en medio de tanta locura. Recuesto la espalda en una de las paredes del íngrimo pasillo y me deslizo hasta caer sentada en el piso, la mayoría se marchó a la cafetería en búsqueda de un bocadillo para pasar el mal rato que les ocasioné (Aún cuando el profesor Rushman se esforzaba en hacerme entender que no fue mi culpa y que un accidente nos ocurre a todos)
El eco de la explosión aún resuena en mi mente ¿Cómo pude ser tan descuidada? ¿Cómo deje que mis problemas me sobrepasaran? Me castigo mentalmente por mi falta de atención, por mi estupidez, sintiendo el peso de perturbar la tranquilidad de mis compañeros, de haberme defraudado a mí misma y mi compromiso por esforzarme a pesar de las dificultades.
Mi dislexia y mi TDAH siempre han sido dos sombras persistentes acechando en los rincones de mi cabeza y complicando cada aspecto de mi vida. Sentía un peso adicional por ser diferente, por no poder seguir el ritmo de los demás de la misma manera.
No conforme con lidiar con las consecuencias de mi error en el laboratorio, también me asaltan los recuerdos de las veces en que mis dificultades con la lectura y la concentración habían causado problemas. La sensación de ser una carga para mi familia se arraigaba en mi pecho alimentando mi sensación de insuficiencia.
A menudo me pregunto si alguna vez sería capaz de superar estas barreras, si alguna vez encontraría mi lugar en un mundo diseñado para personas con mis complicaciones. Sheynnis y Maximiliam padecen la misma condición que yo, cometían equivocaciones, se les imposibilitan muchas cosas, sin embargo y pese a nuestra estrecha amistad, cada quien se queda callado para no estorbarle al otro y disputa sus propias batallas.
Por más que lo intentara, siempre parezco tropezar con los mismos obstáculos una y otra vez.
Mi espíritu entusiasta me pone de pie aferrándome a la esperanza de que algún día encontraría la forma de convertir mis debilidades en fortalezas, de demostrar que mi valor va más allá de mis limitaciones o de mi cara bonita, que no tengo que tumbarme en el piso, debo ponerme de pie y seguir demostrando de qué estoy hecha.
En cambio por ahora, la carga de la culpa pesa sobre mis hombros recordándome sin cesar que será una constante que me perseguirá por años.
Saco el celular del bolsillo de mis shorts apestosos a vinagre y lo enciendo con las manos temblorosas, necesito llamar a mi papá y pedirle que me trajera más ropa (Algo se me ocurrirá para justificar el motivo sin mencionarle que exploté el laboratorio) Me dijo que no prendiera el teléfono a menos que se tratara de una emergencia y esto lo es.
Porque si la vida no es perfecta, al menos mi atuendo debe serlo.
En tanto busco su número entre mis contactos, mi mente se debate en un dilema interno ¿Debería contarle sobre el monstruo que vi en el patio? ¿O me ese oscuro secreto para mí misma? Temo que si le revelo la verdad, solo aumentara su preocupación y desconfianza hacia mi seguridad y al mismo tiempo sé que ocultarle información también es una forma de traicionar su confianza en mí.
Queridos lectores, ustedes conocen a mi padre.
¿Qué hago?
Además, digo, no es la primera vez que algo peculiar se me cruza por la periferia o tengo grotescas alucinaciones que rayan los límites entre la imaginación y la realidad. Exceptuando las criaturas que ya conozco, me son familiares y no me ponen la piel de gallina, evoco la vez que a los tres años salí llorando del museo en brazos de tío Sammy asegurando que la estatua del Emperador Calígula me perseguía con la mirada, o la vez que a los diez años vi a un cuervo transformarse en un dragón miniatura con dos cabezas encaramado en un árbol.
¿O que me dicen cuando a los doce años estuve en riesgo de reprobar educación física por decir que a la entrenadora le colgaban mejillones parlantes en las trenzas?
¡Les juro por Chanel que no fumé nada!
He visto de todo y sin embargo, eso ya era demasiado, le quise atribuir mi curioso estilo de vida y al TDAH a que a mi cerebro se le están cruzando los cables y avista cosas donde no las hay. Contra todo pronóstico, mis amigos jamás me ridiculizaron por mi alocada imaginación, al contrario, parecían comprenderme bastante bien y en ocasiones contemplaban lo mismo que yo, más a los doce años la chispa se les desvaneció y no volvieron a comentar nada al respecto dejándome sola con mi desatornillada cabeza.
También solía compartir mis alucinaciones con mi papá quien por supuesto, nunca puso en duda mi palabra, recuerdo cuando a los cinco años le aseguré que una figura oscura me observaba desde la esquina de mi habitación o de la señora con alas de murciélago que me persiguió en un estacionamiento a los siete, papá siempre encontraba la manera de calmar mis temores asegurándome que me protegería.
Sin embargo, a medida que fui creciendo empecé a notar algo en su mirada cada vez que le hablaba de estas cosas, era una mezcla de preocupación y miedo reflejándose en su actitud sobreprotectora en cómo intentaba mantenerme cerca, a salvo, peor aún con la aparición de mis poderes que ni él ni yo teníamos la menor idea de como controlar.
Con el tiempo dejé de contarle, no porque no confiara en él, sino porque no quería cargarlo con mis locuras, no quería ser la causa de ese ceño fruncido o de sus noches sin dormir.
El estruendo de las puertas abriéndose hizo que me sobresaltara en mi sitio, soy bastante susceptible a los ruidos y a cualquier estímulo que me ponga en estado de alerta, es una de mis mejores cualidades para ser honesta. A través del umbral al final del pasillo, distingo a Sheynnis saliendo del vestuario, marchando en mi dirección con la mandíbula apretada y los pasos machacando el suelo con enfado, iba a deducir que se debe a que esta cabreada conmigo por lo del laboratorio, hasta que a su espalda contemplo a la asquerosa cucaracha que se hace llamar su ex novio.
—¡No puedes simplemente irte así, Shey! ¡Tenemos que hablar!—La voz del tipejo es emitida con desesperación, sus palabras cargadas de un anhelo frustrado a lo que yo ruedo los ojos. Un mes desde que terminaron y seguía creyéndose con el derecho de implorarle perdón a mi mejor amiga, cortaron su relación tras la falta de compromiso por parte del orangután que la trataba de una manera asquerosa frente a sus amigos para creerse el macho alfa hasta que Shey se hartó y lo mandó al demonio como debe ser.
La castaña rojiza se detiene en seco, su figura irradiando una determinación feroz a la vez que se volvía para enfrentarlo, los ojos azules le destellan una mezcla de ira reprimida y dolor, su mandíbula tensa revela el peso de las palabras no expresadas, al igual que yo, Shey reprime las emociones que consideraba negativas a más no poder, somos de armas tomar (Literalmente) Cuando nos aborda la rabia, por lo tanto, procuramos un buen comportamiento lejos de conductas impulsivas.
Procuramos.
Más no lo cumplimos enteramente.
—Te he dicho todo lo que necesitaba decirte, no hay nada más que discutir entre nosotros—Su voz, aunque firme, esta teñida de un profundo resentimiento y su acento británico se remarca pese al buen tiempo residiendo en Estados Unidos—¿Quieres que te lo repita en griego antiguo?
—Cariño, no puedes dejarme enserio solo por eso, ya pasó un mes, se supone que se te pasaría.
—¡¿Cómo se me va a olvidar que me dejaste plantada dos horas en el cine por irte a jugar fútbol con tus amigos y cuando te reclamé me preguntaste "¿Quién demonios eres?" Delante de tu manada de imbéciles?! Te permití una, no voy a tolerar una segunda, lo nuestro terminó—No se ustedes, pero le rezo a la inteligencia emocional de mi amiga—Supérame y piérdete de mi vista.
—Ay por favor, eso no es nada...¡Deberías agradecer que alguien como yo se fijó en la loca de las plantas!
Me pica el puño.
La discusión pendía en el aire como una espada sobre sus cabezas, ambos atrapados en un ciclo de emociones tormentosas, es cuestión de tiempo para que la acalorada discusión escale y antes de que ocurra, me pongo de pie encaminándome a proteger a Shey de quien le causó tanto sufrimiento. No soy una busca pleitos ni mucho menos, simplemente repudio que se metan con las personas que me importan y no me interesa llegar a las últimas consecuencias con tal de mantenerlos a salvo.
—Mira inútil, mi amiga te está diciendo que la dejes en paz y te largues así que más te vale hacerle caso antes de que te arrepientas—Establezco con la voz gélida, áspera y severa interponiéndome entre ambos encarándolo sin apartarle la vista.
No sé que cara le puse dado que su rostro se contrajo con sorpresa y sus facciones se deformaron del susto, a pesar de ello, su ego no le facultaría retroceder ante mi y rápidamente sus ojos centellan de una furia contenida que me causa más gracia que intimidarme—¿Y tú quién diablos te crees que eres para decirme lo que debo hacer? Esto no es asunto tuyo, Callie—Sus palabras están recargadas de un desprecio apenas disimulado—¿No tienes algo mejor que hacer? No lo sé, ir a revisar el catálogo de moda de temporada.
—Si, lo haré después de dejarte en claro que te partiré la columna si vuelvo a verte molestándola ¿Entiendes?—Sheynnis me está sujetando del brazo tratando erradamente de sacarme de ahí.
Un risa nasal inundada de ironía es expulsada por la rata que tengo en frente—Perdona ¿Quién me va a hacer algo? ¿Tú? ¿La que llora si se le arruina la manicura? Eres muy graciosa, princesita.
¿Recuerdan que mi papá y mi tío son cazadores?
¿Recuerdan que me sé buenas maniobras de combate?
¿Recuerdan que mi hiperfijación me forja en una experta en cualquier tema que me apasione?
Uno de esos es la anatomía humana.
Oh sí.
Se donde y como romper un par de huesos.
Mi puño derecho se cierra con fuerza, lo contraigo hacia atrás antes de encestarlo limpiamente con la precisión de Picasso contra la nariz del tipo que me saca una cabeza y media de estatura mandándolo directo a barrer el piso. Sacudo la mano y soplo mis nudillos con tranquilidad sabiendo use la técnica correcta para golpearlo sin lastimarme, una sonrisa se esboza en mis labios al escudriñar la sangre que le brota de la nariz tras desviarle el tabique nasal por completo.
—Por los dioses, Calliope—Sheynnis se tapa la boca con las manos en una improvisada mascarilla, estoy tan absorta en mi obra de arte que no me percato de que habla en griego antiguo y yo le entiendo a la perfección.
Me coloco de cuclillas sujetando del nacimiento del cabello a la cucaracha cuyo insignificante nombre no me voy a molestar en aprender y lo jaloneo obligándole a plantarme cara conectando sus ojos con los míos, no hay rastro de altanería, sino de cólera y un profundo miedo al percatarse de que yo no estaba bromeando.
—Para la próxima que te le acerques a más de dos metros de distancia, te voy a desviar otra cosa, maldito hijo de...
—¡Señorita Winchester!—Una voz masculina y cincuentona me borra de sopetón la sonrisa victoriosa que tengo en la cara—¡Acompáñeme a mi oficina de inmediato!—ordena el director con su voz retumbando autoridad.
¿Por qué siento que estoy pagando hasta el karma de mi abuelo?
La oficina del director contiene un extraño aroma entre licor costoso y galletas recién horneadas, que si me lo preguntan, huele bastante bien para una amalgama tan..¿Rara? Como sea, siempre he pensado que esta habitación necesita una remodelación urgente y es que algo a mis adentros me indica que no ha cambiado ni siquiera el tapiz desde al año del caldo y con la personalidad del Director Saltzman la verdad que no me sorprende en absoluto, más considero que con un poco de color...
—Señorita Winchester ¿Me está prestando atención?
Ah sí es cierto, me están reprendiendo
La voz del director me saca de mis pensamientos arrancándome de la ensoñación de cómo podría mejorar el aspecto de su opaca y rústica oficina que por lo menos tiene un olor agradable.
Parpadeo un par de veces forzándome a volver al presente y centrar mi atención en él, aún con mis pensamientos divagando viajando de un rincón a otro bailando con la intensidad semejante a las letras, mi mente saltando de una idea a otra sin control alguno explorando planes y posibilidades, no pude evitar preguntarme si sería buena idea pintar las paredes de un tono más vivaz...
—Señorita Winchester—repite impaciente y exigente resonando en mis oídos.
—Lo siento ¿Podría repetir lo que dijo?—susurro avergonzada con la voz apenas audible.
El director suelta un suspiro frustrado, su expresión enrojecida debido a la irritación y decepción de tener que tratar conmigo, creo que deberíamos ser amigos porque nos vemos seguido.
He estado aquí tantas veces que podría dibujar el patrón exacto de las grietas en el techo con los ojos cerrados, de hecho, lo he hecho antes, en uno de esos momentos en que mi mente simplemente no podía evitar divagar.
Me recuesto un poco en la silla tratando de parecer más cómoda de lo que realmente me siento y dejo que mi mente rebobine entre los recuerdos de algunas de las veces que acabé en esta oficina.
La primera vez fue en primer grado, la maestra, la Señora Thompson me pidió que leyera en voz alta un párrafo del libro y después de varios intentos fallidos a causa de que las palabras se retorcían en un revoltijo incomprensible en mi cabeza, simplemente le dije que el alfabeto estaba mal diseñado. Me envió con el director por "falta de respeto" Saltzman, en ese entonces con un poco más de cabello, me dió una charla sobre "La importancia de respetar a los docentes" Yo, por supuesto, estaba más interesada en contar cuántos libros estaban apilados en el estante detrás de él.
Luego a los diez años me metí en un lío enorme por defender a Max de unos abusivos que intentaron obligarlo a hacer sus deberes de ciencias, los vi acorralándolo en el patio, intimidándolo y no iba a permitir esa situación así que intervine y les solté que si querían una tarea que la hicieran ellos mismos, obviamente, no les gustó nada mi actitud y en cuestión de segundos yo les estaba azotando las cabezas contra un árbol y claro, eso me mandó directo con Saltzman que me otorgó una cátedra de "La violencia no es la solución" Mientras me preguntaba si podría hacer volar un avión de papel desde su escritorio hasta la ventana abierta.
En séptimo grado intenté corregir a la profesora de historia en plena clase sobre la verdadera razón de la caída del Imperio Romano. Claramente, mi versión basada en lo que recordaba de un libro sobre mitología que encontré en la biblioteca del búnker con "Demasiada fantasía" No era lo que ella esperaba escuchar. Terminé aquí, una vez más, Saltzman me expuso que "Las fuentes confiables son importantes" Y yo solo maquinaba que sabor de helado le pediría a mi papá Cas al salir de clases.
—Es inaceptable tu negligencia en la clase de química, no permitiré que sigas siendo tan irresponsable a sabiendas de que pusiste en riesgo la integridad y la seguridad de tus compañeros.
Siento el peso de sus palabras sobre mis hombros, la culpabilidad horadando mi conciencia con cada acusación, soy consiente de los errores que he cometido, les juro que trato de mejorar, no sé que está mal con mi cerebro, me quiero portar bien ¡Enserio! No es mi culpa ser un fenómeno.
—Lo lamento, fue un accidente, yo...
—¡Esto no es un juego, Calliope, no te sentiste satisfecha con eso y apaleaste al joven Summers, no puedo dejar pasar este tipo de conductas, debes aprender que tus acciones tienen consecuencias!—sentencia apretando los dientes, su voz resonando en la pequeña oficina con una autoridad que me hacía encogerme en mi asiento—Entiendo que tienes problemas, más no te justifica, no cuando la señorita Morgan y el joven Oppenheimer padecen lo mismo y se han comprometido a mejorar a diferencia de ti.
Mis ojos se colman de lágrimas preparándome para lo peor, soy consiente de lo que se avecina, la inevitable llamada a mi padre, las explicaciones embarazosas y las represalias de mis actos por ser una fracasada defectuosa.
—Voy a llamar a tu padre y...—comienza a exponer.
Y antes de que prosiga, lo interrumpo con un susurro apresurado, mi mente trabajando a toda velocidad para encontrar una salida a esta situación.
—Por favor, no le diga nada a mi padre—Mis ojos verdes intensos con una capa vidriosa de agua cubriéndolos se topan con los de Saltzman quien me repara con incredulidad, el ceño anteriormente fruncido se suaviza de repente aplacado por una chispa de compresión que lo hizo considerar mis palabras—No es necesario molestar a mi padre por esto ¿Verdad?—incido suavemente apañándome con una sonrisa amable observando como asiente complacido al contagiarse por mis palabras tan convincentes.
—Está bien, no le diré nada, pero no espere que sea tan indulgente la próxima vez, ¿Entendido?—Su tonó abandona la seriedad y se vuelve una serena expresión cómplice con un destello de obediencia en su mirada—Necesito que te enfoques, eres muy inteligente, tienes potencial, necesitas tomar las cosas con más seriedad—Si tan solo supiera lo difícil que era para mí mantener la concentración en algo que no capturaba completamente mi interés, pero no, no me puedo justificar o usarlo como excusa, tengo que mejorar—Puede retirarse, señorita Winchester.
—Le agradezco su comprensión, director.
Dedicándole una última sonrisa en agradecimiento, me levanto de la silla y salgo de la oficina, sintiendo un peso menos fuera de mis hombros, me dirijo hacia la salida principal, mi mente todavía aturdida por la conversación que acababa de tener analizando uno de mis poderes que surgió recientemente y que era tan peligroso como los anteriores, así que priorizo utilizarlo con cautela.
Apenas cruzo el umbral de la puerta, un escalofrío recorre mi espina dorsal ante un ruido proveniente del dispositivo que no tiene porqué estar emitiendo notificaciones, mis ojos caen sobre mi mochila, donde descansa mi celular. Un destello de horror se apodera de mí al darme cuenta de que sigue encendido, una violación flagrante de las reglas impuestas por mi padre.
El pánico me inunda en tanto lucho por recordar si lo apagué antes de entrar a la oficina del director ¿Cómo pude ser tan distraída? Saco rápidamente mi celular de la mochila y lo apago ignorando el mensaje de mi padre que me abre los ojos como platos.
Callie ¿Qué haces en línea con el celular encendido?
Maldición.
Tengo que ser más cuidadosa.
Reanudo mi caminata mermando el ritmo cardíaco que se me dispara nuevamente al toparme frente a frente con una figura monstruosa que me contempla con una sonrisa sádica a medida que camina despacio jugueteando con la presa que a juzgar por sus ojos pretende devorar. Mis ojos se abren con horror al ver la entidad que se cierne ante mí, la misma que ví en el patio, una criatura grotesca, mitad león y mitad águila, con garras afiladas y un par de alas extendidas que se agitan presumiendo que no lograría escapar de sus fauces.
Instintivamente, retrocedo un paso, mi mente luchando por procesar lo que veía ¿Era real o simplemente una alucinación otra vez? La criatura se mueve con gracia acercándose más su aliento caliente enviando ráfagas de aire sobre mi rostro.
Sin armas a mi disposición, me preparo para enfrentarme a la criatura con las únicas herramientas que tengo: Mis puños y mi coraje.
Correr es la opción más sensata, pero no es una variable arrastrarla al interior de la escuela con indefensos estudiantes que serían masacrados, tengo que mantener su atención enfocada únicamente en mí.
Mis músculos se tensan mientras adopto una postura defensiva, lista para luchar por mi vida.
La criatura se abalanza hacia mí con un rugido ensordecedor, sus garras extendidas en un intento de atraparme, consiguiendo que la bestia ejecutara el primer ataque, me lanzo hacia adelante con una pirueta esquivando sus zarpazos al tiempo que lanzo golpes metódicos contra su cuerpo escamoso, en una maniobra defensiva me deslizo por debajo de su cuerpo hacia su rostro, le encesto un rodillazo en el tórax, una patada en la mandíbula y le ensarto mis largas uñas en los ojos desgarrando sin piedad avivando unos rugidos violentos que por poco me revientan los tímpanos.
A pesar de mi valentía, estoy claramente en desventaja, la criatura es más grande y más fuerte que yo y sin armas para igualar la pelea luchaba por mantenerme a flote. Una de sus garras obtiene rasgarme la blusa arañándome la cintura haciéndome chillar de dolor ante el ardor del líquido caliente carmesí que mi cuerpo expulsa para gusto del monstruo que se inclina a lamer mi sangre con un apetito salvaje semejante al de un vampiro.
Aunque el miedo amenazaba con paralizarme y lo que parece ser mi inminente final ante la bestia que engulle mi sangre, me niego a rendirme. Le suelto un punta píe partiéndose una de las piernas traseras y le entierro las manos contra el pecho tratando de empujarlo fuera de mí y una bruma de color rosa se desprende de mis extremidades la cual sirve como bengala para sacar volando a la criatura disparada contra la puerta principal.
Con el corazón desbocado trastabillo para ponerme de pie con la mirada fija en la bestia aturdida, ubico una mano en la herida que al ser succionada sus bordes se juntaron, el sistema nervioso simpático de mi organismo que activa el mecanismo de automático de supervivencia me impide sentir dolor y lo agradezco puesto que es un distractor menos. Recuerdo las lecciones de combate que me habían instruido, la importancia mantener la cabeza fría y buscar cualquier ventaja posible. Aprovechando el breve respiro y con determinación, rápidamente busco a mi alrededor algo que pudiera usar como arma antes de que el monstruo se recompusiera.
Mis ojos se posan en mi mochila medio abierta desparramada en el suelo apenas visible, bingo, sé que puede ayudarme, sin pensarla dos veces la tomo para buscar la daga que mi tía Cyra (Madre de Maximiliam) me regaló a escondidas de mis padres a los ocho años y que desde entonces cargo en caso de emergencias. Cuando le sujeto el mango, algo tan extraño como la aparición del monstruo sucede, la hoja y el mango se estiran en medio de un destello azulado que me ilumina el rostro, ya no es una simple daga, es una espada de bronce con detalles de oro que no tuve tiempo de cuestionarme de donde la sacó mi tía porque es lo que tengo a la mano para acabar con la bestia.
Con la espada de bronce bajo mi poder, me enfrento nuevamente a la criatura cuya mirada ardiente refleja una sed de sangre inextinguible, un apetito voraz que indica que yo sería su platillo favorito, el miedo late en mi pecho, no es el primer monstruo o criatura sobrenatural con la que me topo, más es la primera ocasión en que debo valerme por mi misma para salvar mi vida así que me aferro al arma con firmeza recordando lo que me enseñaron.
No puedo permitir que esta cosa sobrepase mi línea de defensa y lastime a alguien más adentro.
La bestia se yergue con un rugido ensordecedor, sus garras extendidas en un intento desesperado por defenderse a medida que sus ojos descarnados se regeneraban y cojea la pata rota. Sin vacilar, me le abalanzo esquivando sus ataques con movimientos ágiles y precisos, debo ser honesta y admitir que nunca antes luché con espada, no piensen que soy una Mary Sue, simplemente soy una persona que saca fuerzas de dónde sea y sobrepasa de manera inhumana sus propios límites con tal de sobrevivir.
Cada golpe que asesto con la espada es un paso más hacia la victoria, cada tajo y estocada son una demostración de mi valentía y mi feroz espíritu que no conoce la rendición.
El sonido de la batalla hace eco en el aire, una sinfonía caótica de metal contra carne, de gruñidos y rugidos que llenaban el espacio. Me siento viva, más viva que nunca, cada fibra de mi ser enfocada en la tarea que tenía entre manos: Derrotar a la bestia y proteger a mis amigos.
La pelea estaba lejos de ser fácil, los movimientos impredecibles y la resistencia aparentemente infinita de la criatura cada vez que parecía estar a punto de caer, se levantaba con renovada ferocidad desafiándome a seguir adelante y es lo que hago, blandiendo la espada a diestra y siniestra sin misericordia dañándole lo más que puedo hasta que caiga.
—¡Callie! ¡Cuidado!—El grito embravecido de Sheynnis apareciendo a mi lado de la nada con una mirada decidida me ensordece tomándome desprevenida, extiende sus manos y del suelo marmoleado del pasillo, nacen unas enredaderas a un ritmo alarmante capturando al monstruo y limitando sus movimientos.
Me quedo paralizada por el asombro.
Shey..Shey...¿Que?
—¡Max!—Ante la orden de la castaña rojiza, Maximilian alza la mano derecha y la encoge ligeramente en un gesto grácil que arranca la puerta metálica de un casillero, redirecciona el ataque azotando la estructura contra el monstruo y termina de encoger el metal en una de sus alas debilitándolo considerablemente.
...¿Que?
Mis amigos, aquellos que creía conocer tan bien eran...¡Ni yo lo sé!
Tenían...Tenían habilidades...Como yo.
Siento que me sumergen en lo desconocido, dejando atrás la seguridad de lo familiar y enfrentándome a lo inexplorado con una mezcla de temor y fascinación.
—¡Callie! ¡Ahora!—Mi mejor amigo vocifera conectando sus ojos con los míos y en una indicación silenciosa comprendo lo que debo hacer a continuación.
Sujetando el mango de la espada, la hago girar en el aire y de un movimiento rápido, apuñalo a la criatura inmovilizada directamente al corazón, el rugido desgarrador que clama saboreando la derrota me hace sonreír satisfecha y finalmente contemplo como el monstruo se desvanece en una nube de polvo amarillo dejándonos jadeando y cubiertos de sudor aspirando el podrido olor del azufre.
—¿Estás bien?—interpela Maximilian colocando una mano en mi hombro al tiempo que Sheynnis me enrolla un suéter en la cintura buscando presionar la herida.
Asiento débilmente aún tratando de procesar lo que acababa de ocurrir.
Sobrevivimos.
Juntos.
Y contra todo pronóstico.
Y esto, querido lector, es solo el principio de nuestra historia.
HOLI HOLII
Les doy cordialmente la bienvenida a esta nueva historia llena de comedia, drama, mitología, monstruos, acción que me tiene muuy emocionada jsjsjs
Ahora que estamos empezando a conocer a nuestra prota, quiero pedirles que entiendan a Callie, no será una experta luchadora de la noche a la mañana, aunque sabe sus cositas como leyeron, no es la más experimentada, igualmente su actitud será infantil, egocéntrica, ingenua e inmadura, pero les recuerdo que tiene QUINCE AÑOS, no esperen que actúe como una adulta hecha y derecha y que tome las mejores decisiones, además que la han criado como a una niña un "poco" mimada, es un personaje que está en constante evolución tanto física y emocionalmente lo cual me fascina de ella.
Fuera de eso ¿Que les ha parecido este primer capítulo?
¿Qué piensan de nuestra Callie hasta ahora?
¿Teorías?
Lxs leoo :3
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