SEXTO CAPÍTULO: ORGULLO
Con Tobirama entre mis brazos y su silencioso llanto; mi mente divagó entre mis recuerdos, sacudiendo miles de memorias, pequeños fragmentos que no desaparecían y que se mostraban uno tras otro, de forma lineal, desde que llegué a esa casa con mi hermana, su muerte, la de mis dos hermanos, mi entrenamiento, la discusión con Tobirama, mi amistad con Tōka, la creación de mis equipos y la muerte de padre. Absolutamente todas mis memorias que se encontraban dispersas y fragmentadas se unieron y se reprodujeron. Al estas terminar sentí que salí de un trance y lentamente fui más consciente de mi entorno; podía escuchar el cantar de unas aves, el sonido de las hojas danzar al ser batidas por la fresca brisa, animales corretear por los alrededores, el leve olor a humedad, la oscuridad era contrastante con la brillante luz de la luna que se filtraba entre las hojas de los frondosos y altos árboles de la zona y por último, pude entender, finalmente, ese murmullo en mi hombro izquierdo que dejó de ser incomprensible y cobró sentido.
Lo que Tobirama murmuraba era «Perdóname»
Claramente era eso lo que decía, no tenía dudas, el sonido arrastrado, veloz y casi inaudible, al ser enlazado, formaba esa palabra «Perdóname».
Me encontraba tensa, si bien consolarlo fue un acto de impulso, no sabía qué decir o hacer ¿Qué le digo? Estaba agobiada de tantas emociones y recuerdos que preferí no moverme y hacer cómo si no hubiese escuchado tal palabra, pues me hacía sentir lejana, incómoda ―de alguna manera―, yo... necesitaba permanecer así unos minutos más, un poco más de tiempo para tratar de organizarme mentalmente porque estaba vuelta un completo desastre por dentro. Necesitaba un poco más de tiempo para no explotar, para poder controlar un poco más el impulso de querer huir y alejarme lo más posible de Tobirama.
Y es que, entre tantos fragmentos, uno quedó en bucle. Ese momento en específico en el que, luego de pasar la muerte de nuestros hermanos, Tobirama empezó a actuar extraño conmigo y posteriormente me gritó que debí morir yo en lugar de Itama.
Esas duras palabras se repetía sin parar y la impotencia aumentaba en mi cuerpo, estaba más consciente del afianzado agarre de Tobirama a mi cuerpo, más consciente de su estado tan indefenso y susceptible a cualquier cosa que pueda decir.
Y quise lastimarlo, golpearlo, gritarle, patearlo, ¡tengo tanto que decir!
Y sólo fui capaz de llorar.
Simplemente no pude controlarlo ¡Ya no podía más! mi respiración era irregular. Mis manos apretaron la tela que cubrían su espalda y di pequeños golpes que apenas tenían fuerza. Los patéticos quejidos y sollozos brotaban de mi boca al igual que las lágrimas.
—¿¡Por qué!? ¡Yo no tenía la culpa, yo no tenía la culpa de que Itama muriese! ―mi voz salió rasposa, en un volumen alto, tanto como un grito.
Mi cuerpo vibró. Pude sentir mis propias palabras resonar en cada parte de mi cuerpo. Tobirama se separó rápidamente, sus ojos hinchados me miraba con impresión, llenos de tormentos, se abrieron a más no poder; sus manos sostuvieron mis hombros y me acercó a él diciendo con una voz profunda: —Yūgen, por favor, lo siento ¡No supe sobrellevar la situación aquella vez, por favor!
—¡Yo también estaba triste y sólo, sólo, sólo...Agh!
No pude continuar.
Ahora era yo quien lloraba entre sus brazos, quien buscaba su calor y golpeaba su pecho, era yo quien recibía caricias en la espalda. Yo era quien estaba siendo consolada.
¡Y mi memoria no se detenía! Un recuerdo aún más doloroso, amargo y espantoso se empezó a repetir. Esa noche donde los portadores esos ojos rojos, llenos de crueldad y sadismo, atravesaron el cuerpo de mi hermano. El cuerpo de Itama. Delante de mí, en un instante, esas personas acabaron con tres, de ese entonces, compañeros de equipo; éramos niños inexpertos en nuestra primera misión, donde sólo uno estaba medianamente capacitado y era quien debía guiarnos, misión en la cual, se supone que no debía ocurrir nada grave en su transcurso, pero Rui, quien nos lideraba, no tomó bien las instrucciones y nos llevó a una zona peligrosa, en la cual se perdió la vida de Itama, Ritsu y Ren. La imagen vívida de como Ren y Ritsu trataron de atacar al par de Uchihas y terminaron atravesados también por sus armas y posteriormente cercenados provocó un fuerte dolor en mi corazón.
Mis lágrimas caían a montones, no se detenían, sentía el ardor en mí pecho con más fuerza y los sonidos que se escapaban de mi garganta se hacían más ruidosos. Estaba aferrada a Tobirama sin ser capaz de detener mí llanto desconsolado, sin ser capaz de seguir conteniendo toda la ira, dolor y tristeza que mantuve encerrada por años dentro de mí. Me sentía rota, tonta y patética mientras lloraba en el pecho de mi hermano.
Ahora ambos estábamos rotos.
—Yūgen...
—Yo no quería que mi hermano muriera, ¡Te lo juro! Yo...
―No digas nada, Yūgen, sé que no tenías la culpa, lo sé, lo sé, sé que de haber podido, los hubieses salvado, lo sé, lo siento tanto. Siento haberte culpado, sé que eras una niña, sé que te faltaba práctica, que no estabas preparada, que no fue culpa.
Su mano izquierda tomó reposo en mi cuello. Estaba fría. Su brazo derecho quedó en mi espalda, acercándome más.
―Fui una basura y un cobarde por no ser capaz de disculparme antes, de ser un buen hermano. Lamento todo lo que te hice pasar... lo siento, de verdad, muchísimo.
―uh... yo, yo también, yo también lo siento, yo no te quería... cerca ―en un susurro, fui capaz, luego de pensar con claridad, de responder.
―Ah, sí, lo noté, me cerrabas la puerta en la cara y botabas mis obsequios. ―una pequeña risa se escapó de sus labios y me avergoncé.
Era cierto, todos los boté. Todos se los tiraba de sus propias manos al otro extremo de la habitación.
Presioné más mi cara contra su pecho: ―Hashirama... me los regresaba, tengo todos tus regalos... no he abierto ninguno, en realidad, no quería hacerlo porque...
Escuché como sollozaba, nuevamente, Tobirama. No dije nada. Giré mi cara, ahora mi oreja estaba contra su pecho, escuchaba sus latidos.
―No quería abrirlos porque tenía miedo de perdonarte ―aclaré, luego de un rato.
De todos mis hermanos, yo era ―soy― la más blanda. Quien los perdonaba más rápido, quien a los minutos volvía a ellos sonriendo. Era yo quien siempre los buscaba y abrazaba, decía que los amaba, les preguntaba si algo les dolía o si se habían lastimado.
―Está bien.
―Mmmh, Tobirama.
―¿Si?
―Yo no me sentiría del todo cómoda si...
―Entiendo, quieres tu espacio por ahora.
―Sí, eso.
―Está bien, estoy bien con ello.
Me removí por completo para sentarme entre sus piernas, apoyando mi espalda en su pecho, recargándome por completo en él.
―No puedes acercarte de repente, ni abrazarme ―dije, mientras colocaba sus manos alrededor de mi abdomen.
―Entendido.
―Tampoco te quedes detrás de mi puerta por las madrugadas.
―Bien, ¿Puedo preguntarte algo? ―apoyó su cabeza en mi hombro.
―¿Qué?
―¿A dónde ibas de madrugada?
Mierda.
―Caminata nocturna. A veces no logro dormir bien.
―Mmmh, está bien. Te creo.
El abrazo duró hasta que mis estomago chilló.
―Vamos, no hemos comido en todo el día. ―Tobirama trató de levantarse, pero tomé sus manos.
―¡No!
―¿Por qué no? Tienes hambre y yo también, ven.
―¡Es que no quiero que vean que estuve llorando!
―Te va a dar sueño en cualquier momento, levántate.
―¿Me cargas?
―Entonces de pie, te llevaré.
―¡Sin jutsu!
―Sin jutsu, Yū-gen.
Luego de eso me levante. Tobirama suspiró mientras se ponía de pie.
Tobirama me cargó y emprendió camino conmigo entre sus brazos. Los míos rodeaban su cuello. El camino era largo, estábamos bastante alejados del nuestro sitio, así que cerré mis ojos. Tenía sueño.
―Descansa.
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Habían transcurrido, probablemente, unas dos horas desde que Yūgen fue tras Tobirama.
Y Hashirama era quien estaba más alerta, ansioso, impaciente a la llegada de sus hermanos menores, esperaba que llegaran siendo capaces de seguir estando en el mismo espacio, los demás discutían quién-sabe-qué; así que cuando en su campo de visión apareció Tobirama con una mirada serena y en sus brazos llevando a Yūgen su corazón se aceleró.
Se acercó, con una amplia sonrisa, envolviéndolos a ambos en sus tonificados brazos, aplastándolos lo más que pudo. Una que otra lágrima se escapó de sus ojos, pero eran de alegría pura. Finalmente, el largo camino que recorrió Tobirama terminó y con ello, el sueño de su hermana quien luego de quejarse se despertó, pero siguió en brazos de Tobirama, aún adormilada.
Los tres hermanos, ajenos a las miradas de los otros miembros del clan, comieron tranquilamente ―porque sí, Hashirama espero por ellos, pues le asustaba como terminarían las cosas, conociendo el temperamento de sus menores―.
―Bebe más agua, debes de estas deshidratada de tanto llorar.
―Tú igual lloraste y peor que yo.
Hashirama se carcajeó, dándole un bocado más a su comida: ―¡Ambos tomen más! También vayan a descansar.
Yūgen hizo un puchero, Tobirama sí bebió agua.
Pero la alegría de Hashirama era incomparable, sabía que no todo estaba bien, que faltaba mucho para que entre ellos las heridas sanaran. Pero ya habían comenzado su camino. Ya dieron el primer paso.
Dejando el orgullo atrás.
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Les dejo esta bomnita ilustración que encontré en Pinterest ¡Espero y hayan disfrutado este capítulo! Pese a que los capítulos anteriores estaban basados un poco en lo que sucedía originalmente, este no. Eliminé muchas partes, cosas que en esta nueva versión de "dear Madara" no van a estar. Está historia es mi propio regalo y también un agradecimiento para ustedes. Sé que no soy la mejor, pero quiero entregar una historia decente y a mí misma darme el placer de terminar y sentirme a gusto con esta historia. ¡Besos! Con mucho amor, Alby!
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