DECIMOQUINTO CAPITULO: 幽 玄
Sin ánimos de moverse, Yūgen fue sacada de la cama por sus hermanos; debía terminar la logística del evento que se llevaría a cabo en la aldea, la apertura oficial. Adicionando el hecho de tener que atender a los Kages que se quedarían para la celebración de Konoha —Aunque esperaba transferirle esa tarea a sus hermanos—; Yūgen había planeado muchas ideas de comercio, por lo cual debía mantener contentos a los líderes para que ninguno declinara las ideas y tratos que se hablaron los últimos días… o intentarlo porque, tras su honesta declaración, ella no quería verles la cara ni actuar amenamente con ellos, estaba pasando por una especie de vergüenza y pena que no había experimentado antes, emociones nuevas por las nuevas circunstancias que afrontaba.
Primera falla como diplomática: hecho.
—¿Por qué no te levantas si te dormiste temprano? —preguntó Hashirama, que sostenía a su hermana de los brazos.
—¿Temprano? Se durmió después de media noche hablando con tu mejor amigo —respondió Tobirama, quién se llevó un intento de patada de su hermana, pues él la sostenía de los pies.
Yūgen no respondió ni replicó, seguía negándose a abrir los ojos y asumir las responsabilidades del nuevo día, nunca pensó que fuera tan trabajoso llevar a cabo un evento, pero lo era y no quería seguir asumiendo ese papel; quería descansar, además que su cuerpo estaba excesivamente cansado y pesado para sí misma.
La lanzaron al mueble de la sala y el soporte del mismo colapsó.
—Los felicito —dijo abriendo los ojos perezosamente—, han logrado levantarme incluso en este estado. —se sentó a duras penas y con una mueca de dolor en su rostro, realmente no quería asumir que era de día y que era un nuevo día.
Y el golpe del impacto en el sofá también le dolió.
—¿Te sientes mal? —preguntó Hashirama, con impresión al ver cómo quedó el sofá
—No… —sonrió apenada—, solo un poco. —hizo un gesto con su mano que dejaba un espacio pequeño entre sus dedos.
Ambos asintieron.
—Entonces es mejor esperar que te recompongas —Tobirama se acercó—, ¿Puedes levantarte?, ¿Te pesa mucho? Bueno, te sentaste, eso es algo —balbuceó, expresando abiertamente su preocupación.
Yūgen sólo alzó sus hombros y cejas a modo de respuesta, el albino suspiró y el mayor mencionó que iría por el desayuno.
—Solo me pesa más que lo usual, supongo que por eso rompí el mueble. —Yūgen se acostó en el sofá desplomado, meditando, se estaba sintiendo mejor.
—¿Ya había pasado antes?
Ella negó. No había pasado de esa forma. Siempre sentía cierto peso y sólo fue un poco peor cuando su hermana murió pero del resto era lo usual para ella.
Pero pasó algo extraño, sintió algo extraño.
Algo o alguien se acercaba. Eso la sacó de sus pensamientos y sus palabras salieron en automático—: Abre la puerta —le ordenó a su hermano.
Está vez se sentó con facilidad —a diferencia de minutos atrás—, mientras su hermano caminaba a la puerta principal y la abría, quedando sorprendido de encontrarse con Madara e Izuna llegando a su puerta. Ellos también se sorprendieron al verlo en la entrada, pues él abrió antes de que ellos llegasen a tocar. Se saludaron incómodos, entrando al mismo instante que Hashirama regresaba a la sala con la comida que ya estaba preparada.
—¡Oh, bienvenidos! —saludó Hashirama sonriente—¿Comieron? Hay suficiente para todos.
Yūgen miró expectante a ambos hombres y luego los saludó moviendo la mano y sonriendo.
—¿Tuvieron una pelea? —preguntó Izuna, señalando el sofá donde se encontraba Yūgen.
—¡Ah, no! Sólo que a veces peso el triple de mi propio peso, hoy es de esos días y ellos me lanzaron sin saberlo —respondió con sinceridad y algo de mofa la menor.
Los Uchiha se rieron de la absurda respuesta luego de unos segundos de silencio, pensando que era una broma de la Senju por lo ridículo que sonaba. Ella los miró extrañada, pero no mencionó más. Los Uchiha aceptaron la invitación y tomaron asiento; empezaron a comer todos, en medio de la comida surgieron pequeños comentarios sobre los preparativos finales del día, Yūgen fue a alistarse luego del desayuno, retirándose primero de la mesa y casi muriendo de la vergüenza al llegar a su habitación y ver su aspecto; cabello enmarañado, lagañas en los ojos, cara hinchada y marcas de sábanas en su mejilla, un completo desastre.
—Sí que dormí como debía —susurró para sí misma caminando a su baño para tomar una ducha.
Abajo, Izuna tenía toda la atención, explicando la documentación que le había pedido Yūgen, pues ella le había solicitado ayuda.
—…eso es lo que espera del evento, todo esto es lo que debería pasar, el inventario de la comida y bebidas, sólo falta asegurar los eventos de danza y fuegos artificiales.
—¿Por qué no me pidieron ayuda? —cuestionó Madara, sintiéndose excluido de alguna manera.
—Cada quién tiene su deber; el mío es ayudarte, hermano —respondió con seriedad Izuna, como si fuera algo obvio.
Madara solo sonrió, Izuna tardó en procesar lo que había dicho sin pensar y se sonrojó un poco, apenado y frunció el ceño.
—Gracias por ayudar a nuestra hermana, Izuna-san, ha tenido que cumplir con muchas tareas. Que tomes parte de tu tiempo para apoyarla es significativo para nosotros —expresó Hashirama, inclinando un poco la cabeza. Tobirama no tuvo más que imitarle, aunque no quisiera.
—Uh, no hay nada que agradecer… —nuevamente, el menor de los Uchiha se sonrojó sutilmente. Siendo quien más se oponía al tratado de paz, le era un poco incómodo recibir gratitud de otros o mostrarse tal cual es frente a los demás. Y también estar en una casa que jamás pensó pisar de la manera en la que lo estaba haciendo.
—He vuelto. —Yūgen apareció de nuevo en la sala, fresca y con una apariencia más animada; se sentó en frente de la mesa, al lado de Madara y sonrió fugazmente para él.
—¿Cómo te sientes? —preguntó su hermano mayor.
—Parece que desde que llegaron nuestros invitados, cualquier malestar desapareció de mi cuerpo —contestó mirando a los hermanos Uchiha, sonriendo ampliamente.
—¿Estás enferma? —la preocupación teñía la voz de Madara, Izuna la miraba con inquietud.
El corazón de Yūgen se apretó.
—Tranquilos, no hay de que preocuparse, es una extraña condición —respondió Yūgen—. Pocas veces me ha afectado como hoy —hizo una larga pausa mirando a Madara, rebobinando todos los momentos que vivió con él hasta ahora y percatándose que en esos momentos se sentía como una pluma—. Pero creo que encontré una solución.
—¿Gracias a nosotros? —curioseó Izuna, sonando bromista.
—Podría decirse —respondió con diversión, sorprendiéndolo un poco.
—Izuna-san nos contaba las tareas en las que le solicitaste ayuda —añadió Hashirama, atrayendo la atención de su hermana. Ella miró fugazmente al albino y notó cuan marcada estaba su mandíbula.
—Aquí tienes. —Izuna entregó los documentos y ella los tomó con ambas manos, los abrió y empezó a leer en silencio.
—Increíble, Izuna, ¡Gracias por ocuparte de esto!, ¿Sólo queda el entretenimiento? —la expresión contenta de Yūgen tomó por sorpresa al nombrado, llenó de calidez a Madara y Hashirama pero también atravesó el pecho de Tobirama, quién se empezó a sentir como un imbécil por su actitud poco diplomática.
—Solamente eso, Yūgen-san. Deberían de estar aquí al mediodía —respondió él, algo cohibido.
—Excelente, Hay que recibirlos bien —miro a Madara— ¿Podrías acompañarme el día de hoy?
—Yūgen, debe tener…—habló Tobirama, quién terminó siendo interrumpido por Madara.
—Claro que sí.
Izuna estudió a Yūgen, cómo miraba a su hermano. Le parecía interesante cuánto podían expresar sus ojos.
—Izuna, ¿podrías venir también? —Yūgen se fijó en él.
—Lo siento, me comprometí con unos alumnos —se excusó.
Ella y Hashirama se mostraron sorprendidos pero Madara entrecerró sus ojos.
—¿Eres maestro? —preguntaron al unísono
—Sí, hay unos niños que me pidieron enseñarles algunas técnicas —les respondió—. Lo siento —miró a Yūgen—, les acompañaré en otra oportunidad.
—Bien, Tobirama y yo debemos marcharnos —anunció Hashirama—, reunámonos a las cinco —miró a su hermana—. Tobirama y yo nos encargamos de los otros líderes, hiciste suficiente.
Los tres sintieron. Yūgen brincaba por dentro, no tuvo ni qué pedirlo.
No lidiar con los otros Kages, hecho.
—Ya debo retirarme —mencionó Izuna.
—Nosotros también nos iremos —agregó Yūgen, mirando a Madara y el asintió— ¡Oh!, debo buscar unos papeles, espérame un momento. —la fémina corrió hacía su habitación y tomó los otros documentos que correspondían a la logística del día.
El grupo al despedirse, tomaron sus respectivos caminos; mientras Yūgen le terminaba de explicar a Madara todo lo que tenía que hacerse cargo, terminó de confirmar que al lado suyo se sentía completamente libre de molestias.
Hicieron contacto visual. Yūgen se había detenido ante ese pensamiento a mirarlo y él le devolvió la mirada; al azabache le llamó la atención cómo se reflejaba él con tanta claridad en los ojos burdeos que parecían hipnotizarlo bajo la luz del sol, luz que les otorgaban mayor intensidad y los volvía más resplandeciente. La mujer delante de él también se miraba a sí misma en los profundos ojos oscuros de Madara, sintió una inmensa paz en esos segundos que para ambos fueron una eternidad.
—¿Te sientes mal? —el encantamiento fue roto por las palabras de él.
—No, no, Tranquilo, yo sólo pensé… pensaba algo y me distraje, por eso me detuve. Con tantas cosas creo que ya me está afectando mentalmente. —sonrió para Madara y el le devolvió el gesto, le extendió el brazo y Yūgen enlazó el suyo con el de él, así caminaron y siguió explicándole al Uchiha los planes del día mientras caminaban a la entrada de la aldea.
Ninguno de los dos supo cuán significativas podían ser las miradas.
En especial para Yūgen.
Poco más tarde, con el Sol ya en su cénit, vieron llegar los fuegos artificiales con los bailarines y músicos que formaban parte del día. Les dieron una calidad bienvenida al gran grupo de artistas como anfitriones de Konohagakure y les dieron un pequeño tour de la aldea mientras caminaban hacia la residencia donde descansarían; aprovecharon y les indicaron donde, el día de mañana, deberían arreglarse y preparar todo para sus presentaciones.
A media tarde, ya Yūgen había concluido, en compañía de Madara, la revisión de todos los preparativos del gran día.
—Ya que terminamos, ¿te parece ir a comer? —sugirió Madara.
Andes de que Yūgen pudiera darle una respuesta, su estómago rugió.
»Tomaré eso como un sí —respondió Madara, sonriendo y ella hizo una mueca—, vamos.
Yūgen asintió y caminó charlando con su acompañante, hasta llegar al local de comida y percatarse que estuvo inmersa en la conversación con él; tanto como para no notar que estaban en los dominios del clan Uchiha.
Fueron atendidos con el mismo respeto y afecto que la última vez, de día el lugar se sentía más hogareño, la gente entraba y salía del restaurante como si fueran familia. La comida tenía un sabor increíble. Ambos comieron en silencio, a diferencia del pasado, que no paraban de hablar entre bocados pero no parecían notar los pequeños gestos que se entregaban, sim embargo todos en el lugar sí notaron el intercambio de porciones, que uno le servía trozos de comida al otro y viceversa, la naturalidad con la que actuaban el uno como el otro. Los comensales del restaurante Uchiha murmuraban con disimulo pero ellos no lo notaran pero ellos estaban en su propia atmósfera. Quizás por qué estaban hambrientos, o era el tiempo tan precioso que han pasado juntos que ellos mismos no parecían notar cuán cercanos se veían.
Aunque el resto sí lo hacían.
Al terminar, reposaron un poco y tuvieron una conversación trivial, luego de eso se retiraron con la cuenta ya pagada. Yūgen miró el cielo, pronto caería el sol y debían reunirse.
—Ya es hora de ver a mis hermanos —recordó mirando las nubes.
—¡Hey! —la voz familiar llamó la atención de ambos.
Izuna corría para acercarse.
—Espero no interrumpir —dijo sonriente mirando a su hermano y a la Senju.
—En absoluto, estábamos almorzando, el día fue movido —respondió alegremente Yūgen— ¿Nos vamos?
—Andando —dijo Madara, pasando su brazo por el hombro de su hermano y con Yūgen caminando a su derecha.
La calidez que lo invadió en ese momento lo hizo sentir contento.
Así anduvieron, Izuna les contó como fue ayudar a los niños entrenar animadamente; Madara y Yūgen sonreían, bromeaban con Izuna porque los niños le tendieron una trampa mientras practicaban, luego Yūgen le narró cómo estuvo su día junto a Madara. Para cuándo terminó de hablar, ya estaban frente a la edificación. Los tres entraron, subieron hasta el último piso e ingresaron a la habitación donde ya esperaban Hashirama y Tobirama.
Lo primero que los hermanos Senju vieron es cómo Yūgen y Madara venían tomados de las manos. No les importaba que él también tuviera una mano en el hombro de Izuna, era su hermano.
¿Pero Yūgen?
Madara soltó a ambos y justo ahí fue que Yūgen y él se percataron de que vinieron tomados de la mano. Izuna sólo sonreía y dijo—: empecemos. —caminó hasta una silla y vio como todos seguían en el mismo lugar. Se aclaró la garganta y Hashirama reaccionó ante el sonido y allí todos se movieron. Nadie parecía querer hablar del pequeño detalle que había ocurrido.
«curioso» pensó Izuna aún sonriendo con satisfacción. Todos tomaron asiento y Hashirama habló.
—Los cité a esta hora por un asunto importante del cual esperaba respuesta. La llegada del señor feudal a nuestra aldea —hizo una pausa—. bien saben, ofrecimos escoltarlo pero se negó. Encontró ciertas dificultades en el camino y eso lo retrasó —Miro a Tobirama—, por eso quiero pedirte que vayas por él y lo ayudes a trasladarse —Tomó la mano de su hermano y pasó a mirar a Madara— junto a ti, de esa manera; Tobirama puede encargarse de trasladar el equipaje mientras lo proteges a él y su hija.
—¿No es un viejo? Quizá por eso se han retrasado, debe necesitar atención especial —expresó la fémina.
—¡Yūgen! —reprendió el albino y Madara sonrió.
—Es una familia extraña, se dice que no envejecen, quizá no sea un anciano. —Yūgen se sorprendió al escuchar eso de parte de Madara.
—¿En serio? —abrió sus ojos con interes— ¿Lo conoces?
—¿Conocerlo? No. Pero hay muchos rumores interesantes y misterios alrededor de ellos —respondió y miró a Hashirama para preguntar—: ¿Cómo harás para avisarle al viejo?
Hashirama tardó unos segundos en responder pero al reaccionar, miró a su hermana—: las invocaciones de Yūgen son ideales. No muestran rastro de serlo, ni se sienten amenazantes, de modo que no se van a preocupar. Llegará rápido y no generará dudas.
La atención fue dirigida a la nombrada, quién sonrió nerviosa. Madara no sabía pero ella muchas veces había dejado sus cartas con estás aves.
—Y… ¿La carta ya la escribiste? —preguntó la joven, recomponiéndose.
—Quería saber si Madara estaba dispuesto antes de decidir algo —miró a su amigo— gracias —le susurró sonriente. Hashirama se levantó y se dirigió a su escritorio y redactó la nota.
Yūgen se levantó e hizo la técnica, invocando un halcón.
—¿Dónde se quedarán nuestros invitados? —preguntó Izuna.
—¡Cierto!, de hecho, Izuna, quería pedirte que esperarás en esta residencia el equipaje que traerá Tobirama —habló Hashirama con gran amabilidad y terminó preguntando—: ¿Puedo contar contigo?
Incómodamente el Uchiha menor respondió, casi en un susurro—: Sí.
Yūgen ató firme la nota en su ave y mientras lo hacía dijo—: ella volverá cuando el mensaje sea recibido, en ese momento haré visible su rastro. —ahora sostenía al animal entre sus brazos.
—¿Cuánto tardará? —preguntó Madara.
—Mmmmh… no sé decirte, depende cuan lejos estén —miró a Hashirama—. Por cierto, ¿Tienes algo de ellos? Necesito lo que sea que te hayan enviado para que absorba la esencia y llegue a donde estén.
Hashirama sacó una carta, misma que la hizo sentir extraña al sólo mirarla. Tenía algo particular y que aparentemente sólo ella notaba; brillaba y soltaba humo, a medida que más la miraba sentía que todo se tornaba oscuro.
—¿Yūgen? —La voz de Tobirama la sacó del trance y trajo de vuelta la luz.
Yūgen acercó, extendiendo su brazo y dejando de abrazar al animal, este restregó sus alas y cabeza por la carta y salió volando. Al perder el halcón de vista, volvió a fijar su vista en aquella carta que no dejaba de inquietarla. Respiró hondo y se alejó, volvió a su asiento llena de ansiedad y sin saber por qué; suponía que era por mañana, pues Konoha tendría oficialmente un lugar en el mapa luego de esa celebración.
Sin embargo…
—Yū, ¿qué tal tu día?, ¿Todo cumple con el cronograma que armaste? —preguntó Hashirama, sirviendo té.
Eso llamó su atención, se preguntó en qué momento su hermano había preparado el té y eso le demostró que estaba muy inmersa en sus pensamientos.
—Sí, todo bien —respondió y bebió del té que le dió su hermano cuando recordó algo y se detuvo abruptamente— ¡Oh, Madara, Izuna! Que pena, estuve distraída y… —se levantó y buscó en uno de los muebles de la oficina las copias que había escrito del cronograma de mañana— olvidé entregarles esto —dijo con una expresión triste y ambos Uchiha sonrieron, desconcertándola.
—Yūgen-san —susurró Izuna, aún le costaba un poco ser informal con ella—, Hashirama-san ya nos entregó uno y también escribimos nuestro discurso.
—Lo siento mucho. —se inclinó apenada, ofreciendo una honesta disculpa. Tobirama se acercó y la levantó.
—Igual eso no era parte de tus tareas. No cometiste ningún error, no tienes que disculparte—la reconfortó el albino.
—Eso es cierto. Estas semanas lidiando con los Kages debieron ser duras para ti, en especial lo sucedido en la última reunión —añadió Madara—, hiciste un buen trabajo estás semanas por el bien de Konoha, Yūgen, felicitaciones. —sonrió aplaudiéndole y los demás hicieron lo mismo.
Conversaron entre sí mientras esperaban el regreso del ave, la cuál estaban tardando más de lo que Yūgen había estimado y eso no le gustaba. La luna estaba radiante y la noche arropaba por completo el cielo para cuando el halcón regresó, estaba agotada y apenas entró a la habitación desapareció. Su dueña se sorprendió ante lo ocurrido y sintió un gran cansancio.
—Creo que les tomara tiempo llegar, deben estar lejos.
—No te preocupes, somos ninjas sensoriales. —Tobirama se levantó y suspiró, pensando en qué quizás era mejor idea ir con su hermana que con el Uchiha.
Yūgen hizo una mueca.
—Creo que Hashirama debería unirse, el halcón consumió mucho chakra y eso me hace pensar que quizás ocurra algo más.
—¿Tanto como para cansarte? —Hashirama se sorprendió al ver cómo su hermana empezó a verse demacrada— Bien, de acuerdo, iré —se levantó y fue al lado de la joven—. Pero primero te dejaremos en casa.
—¿El líder no debería quedarse? Mi hermano y el tuyo estarán bien, Yūgen-san.
Ella miró a Izuna, él tenía razón. Aún así, no quería dejar a Tobirama solo con Madara, adicional al hecho del consumo de su halcón, estaba preocupada.
—Haré visible el recorrido.
En el cielo, destellos rojizos y plateados se revelaron, los mismos mostraban un camino y en seguida los shinobis partieron.
—Tus habilidades siempre me sorprenden, Yū —confesó Hashirama viendo por el inmenso ventanal de la oficina como su hermano y su amigo se perdían en la lejanía—. Bien, es momento de retirarnos de aquí.
—¡Yūgen-san!
Hashirama se giró, viendo como Izuna asistía a su hermana que parecía como si fuera a perder el conocimiento.
—Carajo —musitó Hashirama, corriendo hacia ella para asistirla—. La llevaré a casa, no te preocupes y espera por Tobirama fuera de la residencia, Izuna-san Cuento contigo. —cargó a su hermana y se sorprendió de cuán difícil era tenerla en brazos.
Izuna lo miró confundido, Yūgen parecía pesar lo mismo que la mujer promedio, ¿Era Hashirama tan débil que no podía cargar a su hermana? El hombre caminaba con dificultad e Izuna notaba cuán marcados estaban sus músculos. Se preguntaba qué estaba pasando con Yūgen, esperaba que ella estuviera bien. Se encaminó hacia su destino para cumplir la última tarea del día, preocupado por el estado de la Senju.
Hashirama, por su parte, no se sentía digno de siquiera ser el líder de la aldea pues llevar a su hermana en brazos se le estaba dificultando más de lo que quería admitir.
—Mierda… —susurró, con los brazos entumecidos apretaba más a su hermana para que no se cayera de sus brazos.
—Lo siento… —Yūgen se disculpó a duras penas, lo último que vio fue la entrada del dominio del clan Senju. Luego de eso, perdió el conocimiento.
La noche fue tediosa para todos; Madara y Tobirama trabajaron penosamente juntos —mas que todo por lo raros que eran sus invitados, pues no se mostraron para recibirlos— y el Senju se preocupó más luego de su primer encuentro con Izuna para entregar las pertenencias.
—¿Yūgen enfermó de repente? —preguntó con el ceño fruncido y cierta pesadez en su corazón.
—No se veía bien —respondió con indiferencia, era la primera vez que mantenía una conversación con el albino y el también podía ver la tensión en él.
«Mierda» pensó Tobirama. Aún así, hizo una pequeña inclinación—: gracias por informarme, Izuna…san.
Tras saber que su hermana no estaba bien, Tobirama trabajó con agilidad y una mirada consternada; Madara se fijó en que su actitud cambió, sin embargo no preguntó nada. No fue hasta que llegaron a la aldea y terminaron la misión que se atrevió a preguntarle a Tobirama qué le ocurría.
—Parece que Yūgen se empezó a sentir mal luego de que partimos —le respondió—. Nos vemos mañana —se despidió cortésmente de ambos Uchiha y usó su hiraishin para aparecer en casa.
—¿Qué ocurrió? —preguntó al ver a su hermano cuidar de Yūgen en la sala.
Se acercó y se sentó al lado del futón donde su hermana descansaba.
—Creo que no podrá estar con nosotros mañana. —la inaudible voz de Hashirama y sus palabras preocuparon a Tobirama.
El suelo se astilló repentinamente debido al peso de Yūgen y ambos hermanos se preocuparon.
—¿Cómo es posible esto? —se preguntó Tobirama alarmado.
Y mientras los Senju se encargaban de su hermana, había alguien más preocupado por ella.
—En lugar de quedarte aquí, mejor ve a ver qué sucede.
Madara salió de sus pensamientos gracias a su hermano.
—Izuna, no iré a esta hora a su casa. Mañana…—Madara no continuó hablando al ver la mirada traviesa de su hermano.
—Te gusta ¿no? —se apoyó del marco de la puerta, sonriente y con los ojos entrecerrados—. Me parece que le romperás el corazón a la mujer de las cartas —bromeó.
—Yūgen… —susurró Madara pensativo.
—¿Qué piensas? —curioseó Izuna.
—¿Crees que sea ella?
—Si es o no, no son horas para pensar en eso pero sí creo que siente algo por ti, está muy metida en nuestras vidas… muy interesada en la tuya, particularmente.
Aunque que ella sea la mujer de las cartas tenía todo el sentido del mundo para Izuna, aunque eso no lo dijo en voz alta. Sentía que ya había hecho mucho.
»Hay que dormir, mañana será pesado. —Izuna dejó a su hermano y se encaminó a su habitación. Más tarde, los hermanos Uchiha cayeron rendidos ante el sueño; a diferencia de los Senju que se mantuvieron despiertos toda la noche.
En plena madrugada, la voz rasposa de Tobirama retumbó en la casa.
—¿Yūgen? ¡Yūgen! —Tobirama apreció el primer movimiento de su hermana, estaba cerrando con fuerza sus ojos y vio unas lágrimas caer.
—Me… duele —musitó aún con los ojos cerrados.
Hashirama se levantó por agua y corrió para darle a su hermana.
—¿Puedes levantarla un poco? —la angustia se reflejaba en la voz de Hashirama. Tobirama asintió y alzó a Yūgen, sintiendo que levantaba todo el peso del universo.
—Abre la boca y bebe, estás deshidratada —ordenó el albino. Se había posicionado detrás de ella para que su espalda y cabeza descansara en su pecho.
Con esfuerzo, los hermanos atendieron a su preciada hermana menor. Agotados físicamente de cada movimiento que hacían para moverla, pero eso no importaba, estaban dichosos de verla consciente.
—Haruka-san preparó sopa para ti y tu comida favorita ¿puedes comer? —Hashirama acariciaba suavemente la frente de su hermana, aún tenía fiebre.
La luz de la ventana daba justo en la cara de Yūgen y abrió con pereza sus ojos. «Ya amaneció» pensó la joven. Asintió con dificultad y en eso tosió, la sangre que soltó la alarmó tanto a ella como a sus hermanos; Hashirama no dudó en aplicar sus conocimientos de ninjutsu médico para saber que ocurría con su hermana y sintió su corazón detenerse al darse cuenta que tenía un montón de micro fracturas.
—¡Acuéstala! —gritó y Tobirama con esfuerzo lo hizo, no fue capaz de decir una sola palabra; su hermano mayor parecía consternado y las lágrimas no dejaban de correr por su rostro—. Busca a Ise, necesitaré algo de ayuda.
Se levantó y salió corriendo de su casa, hasta llegar al hogar de Ise Senju. Ignoró a todos los que le reverenciaron en el camino a modo de saludo. Cegado por la preocupación, irrumpió en la casa del amigo de su hermana y se encontró con una melosa escena entre él y Tōka.
—¡Tobirama-sama! —se levantaron de las sillas y lo reverenciaron.
El albino se acercó y tomó al castaño por el brazo, arrastrándolo con él.
—¡Tobirama-sama! ¿Qué ocurre? —Tōka tomó la mano de su pareja para frenarlos.
—Suéltalo, Tōka.
Tras esa orden, Tobirama desapareció con el castaño.
Llegando a casa con Ise a rastras, Tobirama se encontró con Izuna y Madara.
Ellos cuando lo vieron le miraron confundidos. No le importó y pasó de largo cuando la puerta se abrió. Haruka había regresado.
—Aquí está. —soltó a Ise.
El castaño se acercó a Hashirama, pues comprendió la situación al ver a Yūgen.
Los Uchiha estaban detrás de Tobirama, veían preocupados a la mujer que recibía tratamiento. El cuerpo de Madara vibró al encontrarse con la débil mirada de Yūgen, una sensación desconocida e inquietante lo atravesó al ver la sutil sonrisa que ella débilmente le dedicó.
No dudó en acercarse. Sin perder el contacto visual, viendo las pequeñas lágrimas que se escapaban de los ojos.
—Estas aquí —musitó Yūgen, quién se sentía mejor con su presencia.
Madara asintió—: ¿Qué te sucede? —preguntó, desbordando preocupación.
Yūgen solo lo miraba, con una ligera sonrisa en sus labios.
Todos veían lo que ocurría. Pero decidieron ignorarlos; Tobirama recibió los regalos que traía Izuna, Ise y Hashirama regeneraban las lesiones internas de Yūgen mientras Haruka organizaba las comidas e infusiones para los invitados y para Yūgen.
Con su brazo sanado, la fémina tiró de la manga de la ropa de Madara, indicándole que se acercara.
—¿Quieres algo? —le preguntó el azabache.
—Tengo que pedirte un favor. Acércate más.
Él lo hizo—: Lo que quieras, pídeme lo que quieras —susurró con el corazón apretado.
—Sólo por hoy… no te separes de mí, por favor —musitó.
Se alejó de Yūgen y asintió. Incapaz de decir alguna palabra y abrumado por la petición que le hizo. Se encontró con una sombría mirada de Hashirama.
Observó su alrededor, la tensión en la sala parecía ralentizar los movimientos de todos los demás. Todos eran atendidos por Haruka con bebidas y un desayuno ligero, incluso él, excepto Yūgen que estaba siendo atendida todavía, el joven que él no conocía y Hashirama que trataban a la nombrada.
Madara no era capaz de comer un solo bocado. Seguía al lado de Yūgen, con Hashirama al frente y el muchacho a su lado.
—Iré con sus piernas, Hashirama-sama.
—Buen trabajo, Ise.
El muchacho que ahora Madara sabía cómo se llamaba, dejó de tratar la cabeza de Yūgen y se movió para sentarse al lado de Hashirama y empezó a tratar la parte inferior del cuerpo de la rizada.
—Gracias, Ise.
Todo el poco ruido que había acabó por las palabras de Yūgen.
—No tienes nada que agradecerme. —sonrió amargamente mientras la sanaba.
—También, lo siento.
Ise detuvo la sanación y la miró.
—Yūgen, concéntrate, de momento, en recuperarte.
Madara no tenía idea de lo que sucedía, igual que Izuna y Haruka, pero Hashirama y Tobirama sabían qué ocurría.
—Yo me encargo de lo que queda. —Hashirama sutilmente apartó las manos de Ise.
—No, en realidad, yo haré el resto —Yūgen se sentó con cuidado con ayuda de sus manos, afincándose de ellas—. Hiciste un gran trabajo manteniéndome con vida, gracias. —con dolor, abrazo a su hermano mayor, quién se acercó más a ella para que no sintiera tanto dolor.
—No me di cuenta antes, te habría tratado hace horas. Creí que solo era fiebre, creí que no estabas tan mal —expresó con arrepentimiento el moreno, separándose de su hermana.
—Ni yo misma estaba consciente como para pedir ayuda ni habían pasado por esto, tranquilo. —Yūgen lo consoló con sus palabras mientras terminaba de tratarse a sus piernas.
Yūgen, Madara, Hashirama e Ise comieron juntos, todos tenían especial atención con ella. Ya pasada la tormenta, Ise se retiró, despidiéndose de su amiga le susurró en el oído—: Apestas tanto como Kaname y yo después de entrenar todo un día. Nos vemos. —Antes de irse, hizo una reverencia para todos y un gesto con la mano para su amiga.
Yūgen miró a Madara con los ojos bien abiertos, avergonzada pues lo había tenido muy cerca; él sólo le hizo un gesto como si le preguntara “qué pasa” con la mirada.
—Puede sonar una petición extraña pero… —todos miraban a Yūgen— ¿Podrías esperarme en las escaleras? —le preguntó al azabache, señalando las escaleras que estaban a su derecha.
A Haruka se le cayeron los bocadillos de la impresión y todos la miraron, Tobirama e Izuna la ayudaron a recogerlos.
Madara miró a Hashirama, él le hizo un gesto de aprobación y Madara se levantó de su asiento—: Después de ti.
Yūgen sonrió y caminó algo apresurada, subió las escaleras y entró a su habitación, se regresó y en la puerta, miró cómo Madara estaba a mitad de escaleras.
—¡No tardaré mucho! —aseguró antes de volver a cerrar la puerta de su habitación.
—Va a tardar mucho —la voz de Hashirama llamó la atención de Madara, su amigo subía con dos cojines—. Hablemos aquí —sugirió sonriendo, dejando los cojines en un escalón.
—De acuerdo —respondió— espera un segundo. ¡Izuna! —llamó.
El menor apareció al inicio de la escalera.
—¿Si?
—Tengo un favor que pedirte —bajó unos escalones y su hermano subió el restante— trae mi ropa de hoy —susurró.
—¿¡Qué!? —respondió bajito e impactado.
—Le prometí a Yūgen que no la dejaría sola —justificó el mayor, aún susurrando.
Izuna suspiró y asintió ante la petición de su hermano. Se despidió y salió de la casa, en dirección a la suya. Madara volvió a subir y en eso Hashirama se levantó y bajó corriendo, el Uchiha lo miró raro, sentándose en el cojín.
—Lo siento, le pedí a Tobirama que revisara una última vez los preparativos del evento y luego lo delegara —manifestó Hashirama, sentándose de golpe en el escalón—. Ahora sí, hablemos —suspiró—. Hablemos de mi hermana.
Madara se lo esperó. Antes de decir cualquier cosa, la señora que atendía la casa les trajo más té y se despidió de ellos.
—Bien, hablemos de Yūgen.
Y mientras Hashirama y Madara conversaban en las escaleras, Yūgen se restregaba a más no poder en su baño, Izuna caminaba hasta su casa y Tobirama iba a la oficina de su hermano en busca del cronograma y los documentos de logística. Una mujer miraba Konoha desde las alturas, intrigada por la velada de hoy, la invitada de honor miraba con desdén a los aldeanos.
—¿Para qué me hiciste venir aquí? Parece peor que la ciudad que vemos desde casa —bebió su té—. Me iré si no encuentro nada interesante, padre —advirtió.
—Te traje conmigo y regresas conmigo. Espero que te comportes esta noche, serás castigada si me avergüenzas —el hombre desapareció tras responderle a su hija.
La joven suspiró—: sólo será hoy —se recordó a sí misma en un bostezo y cerró sus ojos.
Esperaba que ocurriera algo interesante.
En las calles de Konoha ahora circulaba un Tobirama agotado, ya con los papeles, en búsqueda de los amigos de su hermana; quería disculparse por su comportamiento matutino… y delegarles la revisión del día de hoy. Apenas podía mantenerse de pie y ocultar el cansancio físico y mental, quería darse un baño y descansar un poco antes de dar inicio al evento.
Pronto estuvo dentro de los dominios Senju y fue en busca de los tres; el primero fue Kaname, que no dejaba de sonreír y parlotear; luego fue a casa de Tōka, dónde no había rastros de ella y se dirigió a casa de Ise y allí estaban ambos.
—Wow, la vida realmente ya no es tan linda desde que ustedes dieron el paso y Yūgen nos desechó. —las primeras palabras de Kaname fueron desagradables para la pareja y el hermano de la nombrada.
—¿Podemos pasar? —preguntó Tobirama, Tōka e Ise se miraron antes de abrir la puerta por completo y dar el paso.
En la sala, Tobirama y Kaname yacían esperando a la pareja que habían ido a traerles bebidas, cuando regresaron, Kaname fue el primero en tomar un vaso.
—Sería increíble bromear sobre ustedes dos —expresó el rubio antes de beber.
—Sería mejor que dejaras de comportarte como un idiota, Kaname. Deja el alcohol, te comportas como un imbécil y dejas mal parado nuestro apellido.
—Pff…
—Chicos, por favor… —Ise intervino.
—Vengo a darles una tarea sumamente importante —manifestó Tobirama y los tres se enfocaron en él—. Anoche, mi hermano y yo no descansamos, Yūgen estuvo mal. Así que vengo a pedirles que se encarguen de asegurarse que todo esté tal cual está escrito en estos documentos, ella los redactó con notas y todo; terminen a las dos, aún es media mañana —se levantó y entregó los documentos, caminó hasta la puerta y allí se detuvo—. Me disculpo por lo de esta mañana, Ise entendió que fue una emergencia —dicho eso, Tobirama dejó aquel hogar y se encaminó al suyo.
Al entrar, vio a su hermana conversando con el Uchiha; él vestía ropa distinta a cuándo dejó su casa y eso llamó su atención. Prefirió no decir nada y se enfocó en Hashirama, que dormía en el regazo de Yūgen.
—¡Tobirama! Que bueno que llegaste, estaba preguntando por el anciano de anoche.
—¿El anciano? —pensó en voz alta, acercándose y tomando asiento al lado del Uchiha— Ah… ¿el señor feudal? Yūgen, deja de pensar en él como “el anciano” o “el viejo”, vas a generar un problema si dices eso en la noche.
—Estaba por decirte que no alcanzamos a verlo, desde su palanquín nos ordenó irnos y dejarlo con sus sirvientes. Izuna también vino conmigo —respondió Madara y Yūgen miró a Tobirama esperando una confirmación.
Tobirama suspiró—: Es cierto. No salieron del palanquín en ningún momento.
Yūgen tenía una cara de completa decepción.
—¿Y de dónde escuchaste sobre ellos, Madara, cuáles son esos misterios que mencionaste anoche? —pregunto Yūgen.
—Hace años me encontré con unos de ellos. Había encontrado a unos tipos raros y tratando de obtener información de ellos me dijeron que su señor vendría y me castigaría. Así fue, un tipo raro aparecía y desaparecía. No podía atacarlo por lo mismo. Desapareció a sus lacayos en mi cara y luego desapareció él. De momentos parecía contemporáneo con mi padre pero después lucía como yo… creí que estaba en un genjutsu pero no era la situación —suspiró—, luego oí que la familia del señor feudal tienen habilidades ocultas que aparentemente no estaban asociadas al chakra.
Yūgen sintió cierto malestar al escuchar la historia de Madara. Inquietud. Él observó a Tobirama sentarse y luego miró a la joven.
»Ese tipo no usó ningún tipo de técnica para llevarse a su gente, estoy muy seguro de eso. Por ello lo vínculo a la familia del feudal.
—Quizás también pueden hacer algo con su apariencia —especuló Yūgen, acariciando el cabello de su hermano mayor—. Supongo que los hice pasar un mal rato. —cambió el tema, luego de estar en silencio unos minutos.
—Lo importante es que ya estás bien. No fue tu culpa estar así, no pienses en eso —respondió el albino, con extrema calidez en su voz.
Madara había presenciado varias cosas de Tobirama alrededor de Yūgen, él realmente percibía cuánto quería a su hermana y en eso sintió un tipo de empatía con él, lo entendía. El Uchiha se preguntaba si es que Yūgen generaba algún efecto suave-ablandador en las personas porque la cara de póquer que usualmente tenía su hermano desaparecía con su presencia, ya sea para mostrar enojo o preocupación, el albino mostraba más de sí mismo si se trataba de su hermana.
Aunque eso no iba a quitar que lo seguiría molestando con ayuda de su hermana.
—Tú también deberías ir a descansar, no dormiste cuidándome —le sugirió Yūgen con pena.
Tobirama asintió y se levantó del mueble, aunque no quería dejar a su hermana con el Uchiha, estaba sumamente cansado y si le ocurría algo de nuevo a su hermana él no podría actuar debidamente. Se acercó a ella y besó su cabeza, luego aplastó el cabello alrededor de su cara pasando sus manos y sin producir ningún sonido, movió los labios de tal manera para que ella entendiera que le decía “te amo”. Palmeó el hombro de su hermana y se retiró subiendo por las escaleras.
Nuevamente solos —y con un Hashirama dormido— Yūgen y Madara se quedaron mirándose hasta que él rompió el silencio.
—Yūgen, quiero preguntarte sobre lo que te ocurrió.
—Oh.
—Si no te molesta, claro está.
Yūgen miró a su hermano dormido antes de responder—: Es algo… bueno, ayer se los dije; el peso de mi cuerpo aumenta… creo que es mas certero decir que siento que tratan de aplastarme —alzó la mirada— ¿Viste como estaba marcada mi silueta está mañana en el piso?
El asintió—: me pareció extraño.
—Bueno, fue consecuencia de eso. De hecho, creo que cuando rompí el piso fue que se fracturaron mis huesos.
—¿Qué? —soltó impresionado.
—Es peculiar ¿No?, no le pasa a nadie de aquí así que pienso que debe provenir de mi otra familia —suspiró—. Siempre he tenido algo de esa sensación aunque… últimamente haya cesado un poco
Madara no persistió en el tema, solo sonrió, ahí entendió el porque estaba siendo tratado por dos personas esta mañana. Haruka llegó nuevamente e información que prepararía el almuerzo y Yūgen le agradeció.
—¿Ella es su ama de casa? —preguntó viendo a la mujer adentrarse en la cocina.
—¿La abuela? Mmmm… bueno, sí, cuida de nosotros. Es como si ella fuera mí verdadera abuela—respondió sonriendo—. Si papá me castigaba, ella me llevaba comida a escondidas y me consolaba. A pesar de ser malcriada… nunca me abandonó —miró a Madara— ¿Y Ruka-san qué es para ti?
—¿Similar? Supongo. Sus parientes siempre han estado al cuidado de mi familia. Aunque creo que nuestra relación es mejor a comparación de generaciones pasadas.
—Entiendo… —Yūgen se quedó en silencio unos minutos, Madara también, no había mucho que comentar cuando de repente la fémina exclamó—; ¡Oh, la hija!
—¿La hija? —la miró extrañado.
—¿No la escucharon hablar con su padre?
Se quedó pensativo, recordando la noche anterior y respondió—: No, de hecho… ellos venían en silencio, pero creo que vino solo, no pesaba mucho el palanquín.
—Que raro, bueno, no importa.
Charlaron de cosas triviales; la casa, peleas, cicatrices, sus hermanos y rieron bajito hasta que Haruka apareció de nuevo con una enorme bandeja y llenando la mesa del centro.
—¡Huele muy bien! —expresó Yūgen, moviendo a su hermano.
—Necesitas nutrirte, necesitas comer rico —le respondió sonriente la abuela—. Espero disfrute la comida también, Madara-sama.
—Gracias —respondió y la señora dejó la sala.
—Despierta de una vez —susurró Yūgen, moviendo el hombro de su hermano que no quería despertar— ¡Hashirama! —gritó y el mayor despertó, encontrando de frente a su amigo con una expresión de diversión, giró y vio el rostro de su hermana— Párate de una vez, tengo hambre.
El tiempo pasó volando después de eso; la comida de los tres fue un regalo que Yūgen guardó para sí en su corazón, luego el ir a despertar a Tobirama con pequeños mimos, la charla trivial que mantenía con Madara mientras ella se movía de aquí para allá y él apreciaba las pinturas en la sala, la llegada inesperada de sus tres amigos y cuán bien se comportaron en la sala con Madara, el vistazo de Tobirama siendo informado sobre los tres y captar luego de un rato a Hashirama.
Oh.
Muy arreglado, Hashirama se veía muy pulcro, cuidado, inspiraba confianza y se veía como el líder que era. Ise, Tōka y Kaname lo reverenciaron instintivamente, una reverencia profunda. Tobirama hizo una reverencia corta y miró orgulloso a su hermano —o eso supuso Yūgen, él tenía una expresión seria pero algo se filtraba en sus facciones mientras lo miraba, parecía que trataba de controlarse—. Yūgen miró más allá, Madara tenía una sonrisa sincera pero había algo turbio en su mirada, parecía perturbado de algún modo.
—Me despido primero —anunció— ¿Todo en orden muchachos? —se dirigió al trío de amigos de su hermana, ellos asintieron.
—Todo está en perfecto orden, Hokage-sama. Cumplimos con la orden de Tobirama de hacer una última revisión.
—Oh… en ese caso, excelente trabajo —sonrió amable—. Están libres de preocupaciones, todo queda de mi parte ahora —camino a la entrada y se giró a verlos—. Gracias por el arduo trabajo hasta hoy —repasó la cara de todos y se fijó en su amigo—, aunque falta Izuna en esta sala. Les agradezco por todo —sonrió—. Seré alguien digno de ustedes, digno de esta aldea. Espero sigamos trabajando juntos. Nos vemos al rato.
Hashirama salió, todo estaba en silencio. Yūgen seguía mirando a Madara, su mirada ya estaba tranquila.
El giró su cara para verla. Lo miraba con preocupación y le regaló una amplia sonrisa rápida.
—Es momento que nos retiremos —dijo Kaname y Tobirama asintió. Ise y Tōka asintieron. Los tres se giraron y se despidieron con una corta reverencia de Madara.
El albino miró a Madara y le preguntó—: ¿No tienes nada que hacer?
Yūgen palideció, sí, su día no podía ser completamente bueno. Miró a Madara, él tenía una sonrisa socarrona y respondió—: Quedarme junto a Yūgen es lo único que tengo para hoy, ¿Por qué?, ¿Quieres acompañarnos?
La burla y satisfacción se reflejaron en la cara de Madara al ver la mortificación e ira que pintaba el rostro de Tobirama. Y Yūgen tuvo una combinación de diversión y preocupación al verlos; diversión por la nueva expresión de Madara que grabó en su memoria y preocupación por Tobirama.
Su hermano la miró, una expresión demandante le exigía una explicación y ella habló.
—Esta mañana le pedí que se quedara a mi lado por hoy… nuevamente.
Eso último fue un susurro, pero ambos leyeron sus labios y aunque ahora Tobirama tenía una expresión pétrea, Madara no pasó desapercibido la rojez en las puntas de sus orejas y cuello.
Yūgen vio a su hermano subir por las escaleras y Madara la miró.
—¿Crucé un límite?, ¿Se suspende el plan de hacerlo enojar? —susurró pícaro.
Ella negó—: Él… Bueno, estará bien. A este paso será difícil que se siga molestando sobre nosotros.
—Entiendo. Creo que hoy… —Madara quedó atrapado en sus pensamientos, ¿él iba a decir “me preocupé mucho por ti”? Las palabras no salieron.
—¿Hoy? —ella lo instó a seguir.
—Hoy me preocupé mucho por ti, creo que fui la cúspide de lo empalagoso —soltó sin rodeos.
La cara de Yūgen casi alcanza el color de sus propios ojos, un rojo profundo la cubrió hasta el cuello. Él se puso de pie y se colocó la pieza faltante de su vestuario.
»Me quedaré aquí, ya estoy listo. Tómate tu tiempo. —una sonrisa suya terminó de derretirla y ella apoyó su mano en la pared a su lado. Tenía mucho calor, le ardía la cara; él sí que estaba cruzando un límite, con ella. Recordó el “pídeme lo que quieras” y la preocupación de esta mañana, ella podía asumir que como eran hasta ahora era porque se llevaban bien y ella era agradable pero…
—¿Te sientes bien? —Tobirama regresó al salón, se acercó a su hermana— ¿Tienes fiebre? —tocó su frente.
—estoy bien —susurró, quitando la mano de su hermano con suavidad— ya regreso.
Camino lento, subió con el corazón a reventar y, ya en su habitación, colapsó en el futón. Se quedó ahí unos minutos, ya recuperada, luego de unos minutos, fue a ducharse de nuevo, quería eliminar el calor de su cuerpo y el agua fría era la solución.
Abajo en la sala, Tobirama le servía té a Madara, preguntándose dónde estaba Haruka para hacerles compañía. Él recibió la taza y bebió cuando Tobirama tomó asiento.
—¿Nervioso? —dejo la taza en la mesa.
—¿Por qué lo estaría? —preguntó de vuelta el Senju.
—De que concerte un matrimonio con Yūgen.
Ese odioso comentario sacó la cara más horrible de Tobirama, aunque su voz salió impasible—: Ella se casará con un hombre competente. No me interesa lo que hagas con tu vida, aléjate de ella si piensas usarla para alguna mierda.
Oh, encantador.
Madara sonrió. Sólo quería molestarlo, aún así…
—Soy un hombre muy competente. Uno que no piensa alejarse de ella, principalmente porque ella tampoco quiere alejarse de mí.
La piel de Tobirama vibró en rabia, quería matarlo ahí mismo, y se estaba conteniendo para no dejar ver cuánto le afectaron sus palabras.
Bebió té.
La verdad es que Madara quería seguir presionando. Y lo hizo.
—De antemano, deberíamos empezar a llevarnos bien.
Y Madara no recibió un puñetazo porque la puerta principal se abrió y dejo ver a Haruka entrar. Pero él captó esa mirada enojada de Tobirama, captó ese movimiento que fue suprimido por la puerta abriéndose, él lo vio todo. Una electrizante sensación lo atravesó, pudo iniciar una pelea con Tobirama en la sala y la idea lo tenía fascinado. Después de todo, era un hombre acostumbrado a pelear, entrenar no era suficiente ahora.
Quería una verdadera descarga, quería drenar esa necesidad.
—Subiré a ayudar a Yūgen. —Madara escuchó a la anciana y captó su atención.
—¿A mí? —la voz familiar de Yūgen se añadió y segundos después la vio.
Y que los dioses se apiadaran de él, pedía ser atado porque estaba tomando mucho de él para no hacer algo. Ni el sabía qué, solo quería…
«Bendita sea» pensó Madara, sin perderse un solo detalle de Yūgen. Ella era particularmente linda y encantadora, lo era, lo es. Pero ahora mismo, sensaciones nuevas corrían por cada fibra de su cuerpo; tenía el cabello recogido a medias, con accesorios dorados que le agregaban más encanto al cabello que caída en cascada y unos adorables rizos caían a los lados de su cara, una línea sutil negra al final de la línea de sus pestañas le daba un toque encantador a sus ojos que destacaban más y sus labios… ¿Tenían esa forma?, ¿Eran así de carnosos? El color rojo que los cubría… el no había prestado atención antes a esa linda boca.
—¿Me veo mal? —su pregunta lo espabiló; la anciana, Tobirama y Yūgen le miraban, los tres tenían expresiones distintas y solo le importaba la de ella.
Madara se preguntó si lo que veía en su cara era una búsqueda de aprobación de él y esa idea lo sacudió. No podía responder, no tenía palabras.
Y se acercó.
Yūgen tenía preocupación en su rostro. Frente a ella, pudo hablar.
—Ser tu compañía hoy, será catalogado como los logros más grandes de mi vida, Yūgen. Estoy sin palabras.
Una voz increíblemente profunda salió de él, un tono en extremo meloso y serio. Y eso le dio otro color a ella. Él quería decir que se veía condenadamente sensual vestida de rojo, un rojo a juego con su labios, su ropa traía detalles en dorado, como los accesorios en su cabello. Y el patrón era sutil y elegante.
—Vámonos. —Tobirama sentía que iba a enfermarse pronto.
Haruka se despidió, excusando su falta a la celebración con cansancio, la señora derramó unas lágrimas al ver a Yūgen a lo lejos, junto al Uchiha. Orgullosa de lo que era la pequeña princesa de su corazón. También preocupada por el atormentado Tobirama. Rezando por el éxito de la noche y que los jóvenes de la casa disfrutaran.
Yūgen y Madara no se dieron cuenta en qué momento perdieron a Tobirama en la multitud. Y es que mientras se acercaban al centro de la aldea, se concentraban más personas, caminando de aquí para allá. Yūgen miraba todo a su alrededor con una sonrisa enorme; Madara la miraba a ella.
En algún punto, la gente empezó a abrirles paso con una sutil reverencia. Ella las hacía en automático, no podía dejar de ver cuán bien parecía que todo estaba saliendo. El orgullo hinchaba sus pulmones.
La mano de Yūgen llevaba rato anclada a Madara, a su antebrazo y la otra mano de él reposaba sobre la de ella. Muy concentrado en evitar separarse, como le prometió a ella.
—¡Hermano! —escuchó y buscó la inconfundible voz de Izuna.
Él se detuvo en frente, embelesado por Yūgen. Cuando ella notó que se habían detenido miró delante de ella y se encontró con la mirada de Izuna.
—Yūgen… —murmuró, de repente encontró a la mujer dolorosamente bella— te ves radiante —alagó.
Ella sonrió dulcemente y ambos Uchiha fueron apuñalados por su encanto.
—Gracias, Izuna —agradeció.
—Kato te ha buscado, yo dije que estabas resolviendo unos asuntos y… —soltó Izuna, dirigiéndose a su hermano.
—Lo veré después, disfrutemos de hoy —respondió Madara, interrumpiéndolo.
—¿Vamos por algo de beber? —sugirió Yūgen y los hermanos asintieron.
Todos estaban en el lugar, dispersos en el área, disfrutando del momento, la tranquilidad y alegría que envolvía a Konoha se grababa en el corazón de los habitantes y extranjeros.
Tic, tac, tic, tac.
Los minutos empezaron a pasar volando cuando ellos llegaron.
—Señor, usted y su hija nos honran con su presencia. —Hashirama hizo una reverencia, finalmente veía con sus propios ojos al hombre que regía cada centímetro de la nación.
El hombre definitivamente era mayor aunque se veía ligeramente joven, con una energía sumamente imponente y confiada.
—El honor es mío, conociendo al hombre más fuerte de estos tiempos —respondió con gracia—, mi hija, Akiko —la presentó, desplazándose de lado y dejando ver a su descendencia.
Hashirama quedó congelado en su lugar, procesando lo que veía. Akiko era ridículamente hermosa; con un cabello adornado y recogido, blanco aperlado con destellos de un rubio suave, lacio; su cara era etérea, la nariz más fina que había visto, unos ojos ámbar rodeados de espesas pestañas entre rubias y blancas, pómulos altos y sutilmente colorados, labios brillosos y de forma definida; su atuendo era enteramente blanco, de detalles dorados que resplandecían ante las luces. Esa mujer tenía una belleza alarmante y apenas Hashirama consiguió recomponerse, pues no sabía si era una mujer realmente o una deidad.
El líder de la aldea consiguió entablar una conversación con su invitado de honor, ambos olvidaron a la mujer y ella, sin darles importancia, siguió caminando. Llamando la atención de todos, algunos dejaban de moverse para solo mirarla y fue cuestión de tiempo que terminara rodeada de extraños que le hablaban. Decidió ser amable, para distraerse, y empezó a responderle a los hombres y mujeres que la rodeaban; ella no podía culpar el comportamiento de la multitud a su alrededor, era el efecto que ella causaba.
Tic, tac, tic, tac.
Por otra parte, un miembro del clan Senju se acercó a Tobirama, informándole de la extraña mujer que se presumía era la hija del feudal. Él se despidió de las autoridades con las que hablaba y fue en busca de la mujer primero. No tardó en ver la multitud y del extraño comportamiento de la gente, parecían estar bajo los efectos de alguna técnica y eso lo alarmó. Empezó a abrirse paso entre la gente y en el segundo que miró al frente, ella ya lo miraba.
«No puede ser» pensó él.
Tic, tac.
Un hombre llegó hasta Izuna y compañía, saludando a los tres, el Uchiha informó—: ya llegaron los invitados. —así mismo, se marchó.
—Llegan a tiempo, pronto empezará el espectáculo —mencionó Yūgen y tiró del brazo de Madara e Izuna—. Veamos junto a ellos la danza.
A paso apresurado, caminaron los tres y en cierto punto, se detuvieron abruptamente por Yūgen. Izuna y Madara se hicieron una idea de por qué pararon cuando vieron al frente. Una mujer estaba tomando el brazo de Tobirama, pegada a él prácticamente y él parecía aturdido mientras ella le hablaba.
Yūgen avanzado nuevamente y ellos también lo hicieron; Madara no estaba pasando desapercibido que el agarre de ella hacia él era más fuerte conforme se acercaban. ¿Era por celos o había algo más?
Tic.
—Yūgen. —Tobirama parecía regresar en sí cuando registró la presencia de su hermana, también de cómo estaba con Hera y se apartó de ella dolorosamente.
Yūgen no lo veía, se dio cuenta que su mirada ahora estaba clavada en Hera y viceversa. Notó que ella apretaba el brazo de Madara y tenía una expresión dura en su rostro, vio a Hera y no podía describir su expresión. Ambas quedaron frente a frente cuando Yūgen se detuvo, mirándose fijamente. La tensión era palpable entre ellas. Madara e Izuna parecían idiotizados mirando a Hera y él decidió mover el hombro de su hermana—: Yūgen —la llamó nuevamente.
La hija del feudal retiró primero su mirada y luego Yūgen volvió en sí misma, ahora con una mirada aturdida. Desde que su mirada se cruzó con esa mujer, todo a su alrededor fue oscuro. No sabía por qué, pero no le gustaba nada. Afortunadamente fue agitada por su hermano y espabiló.
—¿Estás bien? —susurró Madara a su lado. Ella asintió.
—He… —Tobirama fue callado por la mirada de Hera.
—Soy Akiko, la hija del feudal —se presentó a sí misma e hicieron una reverencia para ella.
Menos Yūgen.
—Yūgen Senju —respondió con una sonrisa que, en este punto, los Uchiha reconocieron como fingida.
Tac.
Los tres hombres tuvieron un mal presentimiento de la situación; desde la falta de educación de Yūgen, hasta la falsa mirada suave de Akiko.
»Y él es mi hermano —continuó Yūgen, tomando a Tobirama de la mano y tirando de él, Izuna le hizo un espacio.
Eso cambió un poco la expresión de Akiko, quién miró exigente a Tobirama.
—Madara Uchiha, Akiko-sama.
—Izuna Uchiha, Akiko-sama.
Los Uchiha se presentaron, tratando de desviar la atención y acto seguido, voces se alzaron. Los cinco miraron la llegada de los bailarines y los tres hombres pensaron «justo a tiempo». Segundo después, ellas volvieron a mirarse. Todo siguió normal para la gente que las rodeaba, menos para ellas. No veían más nada que a ellas mismas en una basta oscuridad, era como si todo lo demás hubiese desaparecido. Akiko sonrió, pronto Yūgen empezó a escuchar un sonido metálico constante; impávida en su lugar, no dejaba de mirar a la mujer que apenas conocía.
—¿Yūgen Senju?
Ella no respondió.
»Parece que me divertiré bastante en este lugar, gracias a ti —sonrió.
Yūgen a lo lejos distinguió que provocaba ese sonido.
Eran cadenas.
—¡Yūgen!
Akiko dejó de mirarla y se alejó de las personas que acababa de conocer, estaban atendiendo Yūgen, quién se desmayó y fue sostenida en los brazos del hombre llamado Madara. Akiko captó la mirada de su padre y vio como el otro hombre que conoció previamente salió disparado en su dirección, pasando de largo a su lado. Al llegar hasta donde su padre, ella vio que ese hombre también atendía a la mujer.
Un sentimiento de rechazo se asentó en ella.
—¿Qué le hiciste? —Fue lo primero que dijo su padre.
—Nada. —cruzó sus brazos debajo de su pecho.
—Eso espero, dada su reacción, debe ser esa su hermana. Igual que el tipo de cabello plateado.
Ella miró a su padre, algo alarmada. Entonces era verdad que Tobirama y ella eran hermanos pero ¿Ellos también eran hermanos del líder?
—¿Hermanos?, ¿Son los hermanos del Hokage?
Su padre la miró y preguntó nuevamente—: ¿Qué le hiciste a Yūgen Senju, Hera? Si tú…
—No hice nada, padre —interrumpió, viendo ahora a las personas que acababa de conocer. El señor suspiró—. Y debo decirte que me quedaré unos días más.
Vio a la mujer recobrar el sentido, ya la danza había acabado.
»Creo que me divertiré.
—No.
—¡Padre! —chilló.
El hombre la miró y ella desvío su mirada y no dijo más.
Yūgen vio la cara de todos a su alrededor y se separó de Madara, sin soltar su manga.
—¿Qué pasó? —preguntó primero Tobirama.
Hashirama tocó su frente y usó ninjutsu médico para chequearla.
—Bebe, es agua —Izuna extendió un vaso.
Madara acariciaba su mano.
—Yo… —Yūgen buscaba a Akiko con la mirada— lo siento, debí preocuparlos. Pero no sé qué ocurrió
Y era verdad. En un momento, estaba aquí disfrutando y al otro estaba envuelta en oscuridad. Con esa mujer.
—He… Akiko, ¿Akiko te hizo algo? —preguntó Tobirama.
Yūgen negó, no diría nada sobre lo que había ocurrido hasta no tener más conocimiento.
—Disfrutemos, nos esforzamos mucho para hoy, para brindar este evento. No lo piensen mucho y sigamos con lo planeado.
La noche iba de maravilla. Aunque Madara prefirió no dar su discurso, el de Hashirama estuvo excepcional; Madara quería quedarse con Yūgen, tenía la sensación de que la petición que le hizo esta mañana tenía que ver con su salud y no la quería ver desfallecer ahora.
Tobirama se acercó e Izuna también.
—No nos presentamos ante el feudal, considero pertinente hacerlo ahora. —Yūgen le hizo una expresión de desagrado a su hermano.
—¿Tenemos qué? —dijo ella.
—Estoy contigo —Madara hizo una suave presión en su mano—. Si te pasa algo, estamos aquí.
Yūgen lo miró con cariño.
»¿Quieres esperar por Hashirama?
Ella asintió.
—¿Para qué me esperan? —el moreno se unió a la conversación.
—Presentarnos ante el feudal —respondió Tobirama. Él estaba ignorando duramente el trato que estaban teniendo su hermana y el Uchiha.
Pero Hashirama no. A este paso, tendría que comprometer a su hermana con su amigo. ¿Qué carajos hacían juntos en toda la celebración?
—Colócate a su lado, Tobirama. Llevemos a Yūgen de brazos.
—Hashirama...
—Yūgen, tienes que venir con nosotros, como nuestra hermana. ¿Qué se supone que digamos sobre ti y Madara? —Hashirama la interrumpió.
—Iré detrás de ti. No te preocupes. No me separaré —eso último fue un susurro de Madara y ella asintió.
Los cinco empezaron a caminar, recorrieron todo el lugar, sin encontrar a las personas que buscaban. Tras varias vueltas se detuvieron.
—Debieron irse a descansar —especuló Tobirama.
—Esto está por terminar —mencionó Izuna y enseguida empezaron los fuegos artificiales.
—¿Tú hablaste con él? —preguntó Madara a Hashirama.
El asintió.
Todos quedaron en silencio observando los fuegos artificiales.
Menos ellos dos. Yūgen y Madara se miraban.
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HOLA, buenas, lamento el retraso, fue bastante que leer y editar.
Espero que disfruten del capítulo, es uno de mis favoritos. También le estamos dando inicio a la segunda parte de esta historia, pasé tanto tiempo pensando en ella que no pensé que realmente llegaría a ella algún día. Quiero saber qué piensan de la historia, qué piensan de Akiko/Hera, qué esperan de los próximos capítulos.
Gracias por esperar
todo esté tiempo, con cariño,
—Alby♡
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