DECIMOCUARTO CAPÍTULO: UNA NOCHE LLENA RECUERDOS Y MEMORIAS
Yūgen no recordaba cómo había llegado a tal situación pero tampoco le importaba, la sensación era completamente única; besar a Madara estaba volando cada pensamiento lógico de su cabeza, las manos que acariciaban su cadera esparciendo calor por su cuerpo la tenía exigiendo aún más.
Todo era un borrón de emociones y sensaciones para ella y sus sentidos, terminando con ella teniendo espasmos y soltados pequeños suspiros.
Y mientras Yūgen soñaba en su habitación con aquel hombre, Hashirama estaba discutiendo a gritos con Tobirama en la sala.
—¡Entra en razón, ellos jamás podrían estar juntos!
—¡No viste cómo se miraban hace rato! —replicó el menor.
—¿De nuevo con eso? ¡Tobirama, suficiente con eso! —Hashirama tomó a su hermano por el brazo y lo acercó—, ¡Una cosa es que le reclames a Yūgen, que es nuestra hermana, y otra muy distinta es hacerlo a Madara!
Empujando a su hermano, replicó—: ¡Yo sólo protejo a mi hermana!
Hashirama lo miró sombrío y la piel de Tobirama se erizo.
—¿Celos?, ¿Es eso? Tobirama...
—¿Qué?, ¡No!, ¿Qué mierda estás sugiriendo?
Hashirama lo miró con desdén y dejó a su hermano solo en la sala, se encaminó a su habitación; borracho y cansado, sin ánimos de discutir, algo estresado y deseando que la incómoda situación que creó el albino hora atrás no desatara ningún problema más adelante.
Tobirama se tumbó en el suelo de la sala, se sentía algo asfixiado en su habitación los últimos días, por ello se decidió por dormir ahí y cayó rendido por completo a los minutos. Imágenes borrosas corrían por su mente, recuerdos felices cobraron vida y dieron paso a la etapa del sueño; un sombrío día lleno de color gracias a dos niñas que parecían de otro mundo, otro de dos personas sonrientes que lo invitaban a unirse al juego en el que sus hermanos participaban. Pequeños retazos de recuerdos felices se enlazaron a los tristes; aquellos dónde sus hermanos fallecieron y entre ellos, un recuerdo particular de una de esas dos niñas se repitió en bucle; era la memoria más cruel y dolorosa. Unos ojos llorosos, idénticos a los suyos, le miraban con desprecio y dolor, unos golpes en su pecho y él empujando a una pequeña Yūgen bastó para despertarlo de repente de su pesadilla y encontrarse con el rostro de su hermana.
—¿Tuviste una pesadilla? —preguntó.
Tobirama se sentó y asintió, se percató que la sala estaba limpia y que en la mesa ya no habían restos de la noche anterior y que en ella estaba una comida recién hecha.
—Creo que aún está Hashirama dormido, ya regreso.
—¡Buenos días! —saludó el mayor, ingresando a la sala, encontrándose de frente con su hermana.
—Iba a buscarte para desayunar.
Hashirama sonrió cálido, miró de reojo a Tobirama ya sentado y regresó la mirada a su hermana.
—Bien, pues, comamos.
En el desayuno, no se habló del acontecimiento de anoche porque Yūgen no preguntó y sus hermanos tampoco mencionaron algo. Ese día, ella decidió pasar la mañana y parte de la tarde en casa, tranquila y sin apuros, sus hermanos sí que salieron a atender todo lo que acontecía con la aldea pero ella no tenía ánimos de estar en contacto con el exterior. Estaba abrumada por el sueño que había tenido con Madara, su cara se calentaba y se le aceleraban los latidos al recordar cuan vívido había sido. No fue hasta que el Sol empezó a descender que salió de casa, abrigada para cubrirse de la fría brisa, Yūgen recorría los caminos ya asentados para la aldea; habían ya las primeras casas en construcción, sus bases ya fundadas y personas aún trabajando duro para generar estos nuevos espacios. Sin darse cuenta, terminó frente a la sede dónde posiblemente estaban sus hermanos, quienes quizás estaban en compañía de los Uchiha.
De pie frente a la edificación, pensar en ver a Madara erizó la piel de Yūgen, divagó quién sabe por cuánto tiempo hasta que la voz de alguien la hizo volver a la tierra.
—Que bueno es ver que estás bien, Yūgen.
Encontrándose con la mirada de Madara, Yūgen se quedó sin palabras. Su silencio preocupó al pelinegro, quién se acercó un poco más y preguntó—: ¿Sucede algo?
—¡No! Yo... lo siento, estoy un poco distraída hoy. ¿Qué tal tu día? —respondió atropellada, sentía que se le saldría el corazón o que él lo escucharía de fuerte que latía.
—Mejor ahora, ¿te parece si vamos por algo de beber? —Sugirió amablemente.
Yūgen sólo asintió sonriente. En el camino, todo iba silencioso debido a que Yūgen no dejaba de mirar el cielo, Madara apreció cómo el color del rosa del cielo se reflejaba en los rojizos orbes de la joven que caminaba lentamente. Realmente no pensó en absoluto antes de actuar, simplemente colocó la mano de la muchacha en su antebrazo y ella se enrojeció hasta las orejas.
—Lo siento, me quedé atrás —manifestó avergonzada.
—No, te entiendo; el cielo está hermoso está tarde, no hay por qué sentirlo.
Siguieron caminando, con Yūgen teniendo los pies en la tierra, preguntó curiosa—: ¿En dónde vamos a conseguir algo de beber? Aún no abren la primera tienda.
—En los dominios del clan Uchiha, ¿Te parece?
—Sip, me gusta ese plan.
Charlaron del día mientras llegaban a dónde residían los Uchiha, Yūgen se enteró que llegaron más respuestas sobre la integración de nuevos clanes a la aldea. Llegados al lugar, entraron y la morena apreció la tranquilas casas que componían el lugar, niños corriendo de aquí allá que al mirar a Madara reverenciaban y seguían su camino; las señoras, desde las entradas de sus casas, los miraban sorprendidos y Yūgen saludaba a todas con una sonrisa y una leve reverencia que llenaba el pecho del Uchiha, que traía una sonrisa sin notarlo; él estaba personalmente encantado con el comportamiento de Yūgen, amable con él y con todos los que se cruzaban con ella o la miraban, le parecía que era un modelo de persona ya que no parecía guardar ningún tipo de rencor.
Llegaron a la última casa del lugar.
—¿Es tuya?
—Así es, Ruka prepara excelentes infusiones a esta hora. Entremos.
Yūgen asintió con el corazón a mil, pues no esperaba conocer de esa manera el hogar de Madara y sumado al sueño que tuvo, sentía que podría colapsar en cualquier instante.
Dentro de la casa se percibía una inmensa tranquilidad, no había casi nada de decoración y todo era muy simple, sólo unos cuantos adornos y los muebles del lugar. Yūgen sólo conocía la habitación de Madara, que sólo contenía cosas básicas, y sólo porque ahí dejaba sus cartas.
Una mujer familiar apareció y Yūgen le sonrió.
—¡Abuela, que bueno verla! —saludó efusiva, acercándose a la señora que llevaba té en una charola.
—¡Oh, linda, que gusto verte de nuevo!
Madara miró expectante la situación; Ruka era solamente amable con el y su hermano, una señora completamente obstinada y reservada, orgullosa hasta la médula de su clan y a la que no le mencionó a Yūgen en ningún momento, pero ahora estaba abrazando a la mujer extraña y proveniente de otro clan como si fuera su mismísima nieta. Pensó en cómo la conoció y asumió que fue cuando crearon la alianza, aún así estaba sumamente asombrado por la situación que se desarrollaba.
—Madara-sama, ¿Está saliendo con esta señorita? —preguntó Ruka con las manos de Yūgen tomadas por las suyas, ya sentadas frente a la mesa y la charola puesta en ella.
Yūgen lo miró apenada y se encontró con una sonrisa burlona en el rostro de Madara, quién se sentó y sirvió té para tres.
—Claro que sí, Ruka, ¿Cierto, Yūgen?
Con los ojos bien abiertos y la boca ligeramente abierta, Yūgen se quedó sin palabras; completamente colorada y nerviosa que ocasionó una pequeña carcajada en el Uchiha.
—Fue una broma, Senju —aclaró Madara, bebiendo té.
—¿Eres una Senju? —preguntó la anciana.
Yūgen sólo asintió nerviosa.
—Oh... ya veo.
—¿Le molesta, abuela? —preguntó esta vez la joven.
Ruka tardó en responder y al final negó y le sonrió—: traeré unos bocados para ustedes.
La señora se retiró con una reverencia y Madara quedó a solas con Yūgen.
—Tú... ¿Piensas en casarte? —preguntó Yūgen.
—¿Tú no?
—Yo... sí, me gustaría, lo haría sólo si la persona que amo quisiera —respondió mirando la taza.
—Ya veo, estás enamorada de alguien, ¿Es de tu clan? —indagó Madara.
—¿Qué? —Yūgen recapituló lo que dijo y en seguida negó—. ¡Para nada, imposible! Yo sólo lo decía, es una situación.
—¿Segura?
—¡Sí!
—Mmm... bueno, ayer, después que te dormiste, sucedió algo curioso.
—¿Ah, si?
—Sí, Tobirama me preguntó que qué sucedía entre nosotros.
Entre nosotros
—¡No puede ser!, ¿En serio?, lo lamento mucho. Últimamente está algo insoportable —respondió con una mueca en la cara. Madara se percató que ya no se veía nerviosa.
—Sí... realmente él no me cae muy bien, veo que ustedes no se llevan tan bien —miró fijamente a Yūgen antes de continuar—. Si no te molesta, ¿Qué tal si lo hacemos enojar?
Yūgen se carcajeó, algo estruendosa, por un instante para luego callar de golpe.
—¿Cómo piensas hacer eso?
—No es muy difícil, es suficiente con que pasemos tiempo juntos.
Los ojos de Yūgen brillaron, era brutalmente transparentes como un niño, y Madara ya sabía la respuesta de la mujer.
—Me gusta, principalmente porque disfruto el tiempo contigo.
Parecía que Yūgen no tenía un filtro, Madara estaba complacido de ver cómo Yūgen era honesta; se veía y se escuchaba. Ruka llegó en ese momento y a pesar de escucharla decir eso, no mencionó nada. Ambos le agradecieron la merienda y los dejó a solas.
Ya caída la noche, Yūgen seguía en la misma sala con Madara, apoyada en la mesa escuchándolo atentamente.
—... creo que es suficiente sobre mí. ¿Qué tal de ti? Eres un misterio.
—¿Sobre mí? Mmm... —Yūgen cerró los ojos por un momento y luego los abrió— ¿Qué quieres saber?
—Todo lo que quieras contarme.
—¿No diría eso en una cena?
—Es cierto —el pelinegro miró a la ventana, la luna iluminaba lo más alto—. Cerca, hay una familia que prepara comidas ¿Quieres probar?
—Aaacepto.
Salieron sin apuros y Yūgen grabó todo en su cabeza, las luces cálidas que iluminaba el camino, las casas abiertas y con personas en sus entradas charlando, en otras niños jugando.
Era otra cara y Yūgen sonrió, algo así también se veía las calles de su clan y la gran diferencia era que aquí todos le sonreían a ella.
—Es aquí.
—¡Huele bien!
Entraron y todos los vieron, se inclinaron en su lugar levemente y ellos en respuesta hicieron lo mismo.
—Bienvenido, señor, sígame.
Yūgen miraba todo con atención. El sitio tenía una decoración de madera y paredes blancas con plantas de interior, Madara pidió para ambos mientras ella detallaba todo el lugar y las personas que estaban en el disfrutando de compartir y comer.
—Me encanta, es acogedor —expresó Yūgen.
—¿Verdad que sí? —sonrió—. Pero antes era diferente, sólo lo atendían mujeres y nadie conversaba. Muchos venían a comer solos porque sus familiares habían ya fallecido. En lugar de cocinar en casa, venían aquí para comer e irse después. Todo cambió después de ti.
—Lo dices cómo si yo...
—Pero es que sí fuiste tú, Yūgen, tienes todo que ver.
Quizás era por toda la interacción que habían tenido que Madara fue increíblemente transparente con ella al decirle tal cosa sin siquiera pensarlo dos veces; plenamente consciente de que él no estaba borracho, Yūgen quedó sin palabras por un segundo y sólo fue capaz de sonreírle después.
Pidieron comida, un poco de cada platillo y en eso estuvieron charlando.
—... ¿Entonces estuviste peleada con Tobirama hasta hace poco por una pelea que tuvieron de niños?
—Sí, bueno, fue un poco insensible; yo la estaba pasando muy mal para ese entonces, él... wow, fue muy duro conmigo y yo no lo perdoné, fui peor con él todos estos años aunque pocas veces me respondiera.
—Creo que nunca he estado más de un día enojado con Izuna.
—Increíble, eso es increíblemente adorable.
—¿Adorable? —enarcó la ceja.
—¡Sí! Yo me lleve mal con mi hermano por años y ustedes no vivieron molestos el uno con él otro ni una semana.
—Es mi hermano menor, el único que me queda y a quién siempre juré proteger. Supongo que es normal que estuvieras constantemente discutiendo con Tobirama pero asumo que fue diferente con Hashirama.
Una expresión triste figuraba en el rostro de Yūgen mientras comía una porción de pescado.
—En realidad sí estuvimos enojados por un tiempo. Fue horrible, al final se disculpó y después todo fue mejor —sonrió—. Sí que fue una mierda al inicio pero quizás porque terminamos siendo sólo nosotros tres fue que cambió.
—Ya veo... ¿Será por eso que no supe de ti?
—Algo así, en ese momento murió Itama y me culparon a mí. No te habló de mí porque el me odiaba —miro a los lados—, ¿damos un paseo? Se hace tarde.
Después de pagar, tomaron dirección hacia la aldea. El clima estaba frío para la época en la que se encontraban, por lo que Madara decidió sacarse la prenda manga larga que traía y se la colocó a Yūgen.
—Gracias —sonrió—. Cuando estemos en el medio de todo, seguiré contándote.
Él asintió y así fue, luego de un largo tramo ya se encontraban fuera del dominio de los Uchiha, atravesando el boscoso sendero que conectaba a los Uchiha con lo que sería la aldea, Yūgen se acercó más a Madara y continuó relatando su historia, hablando lentamente—: Itama fue asesinado por unos tipos malvados. Yo estaba con él en esa misión, era mi primera vez en batalla. A pesar de que en casa entrené sin parar, no dejaba de temblar desde que dejamos el territorio de los Senju... él me empujó entre unos arbustos y con un gesto me ordenó guardar silencio —Se detuvo a llorar y sus piernas flaquearon, quedando en posición de cuclillas—. ¡Lo vi todo! Cómo lo torturaron para luego dejarlo morir desangrado —aún en cuclillas y con la cara cubierta, sintió unos brazos rodeándola—. Ahí se conocieron ustedes, luego de la muerte de Itama, justo cuando me tenía rencor —musitó.
—Increíble que Butsuma Senju te sometiera a una vida tan horrible siendo su única hija. Sobre tus hermanos, no esperaba eso de ellos considerando cuánto te cuidan. —Madara seguía abrazándola y sintió cómo disminuía el temblor de su cuerpo.
—Éramos dos, pero mi hermana enfermó y murió. Él igual ya parecía haber enloquecido por la muerte de mamá, cuando murió Kawarama todos discutimos contra él por como trató el funeral de nuestro hermano.
—Lo siento mucho, Yūgen.
Ella alzó la mirada para verlo y Madara, quién aún la abrazaba, sintió una puntada en el pecho; era empático con ella, imposible no serlo, por eso se sintió triste al verla con la nariz enrrojecida y ojos llorosos. Yūgen seco sus lágrimas y volvió a ponerse de pie con ayuda.
—Recordar eso sigue siendo doloroso para mí, lo siento, creo que hice una escena —musitó avergonzada, secando su cara con su mano.
—No lo sabía, no te haría recordar algo tan doloroso, discúlpame tú a mí y no hiciste ninguna escena. Es una herida que aún quema
Yūgen lo miró y le regaló una brillante sonrisa—: gracias —susurró.
Siguieron caminando, esta vez con los brazos enlazados. Era extraño, Yūgen parecía tener algo que hacía fácil entrar en contacto con ella y que fuera excesivamente natural aunque no llevaran tanto tiempo conociéndose; no era la primera vez que iban así, realmente tampoco le molestaba al Uchiha.
Y eso era algo que sí le molestaba en el fondo, no tener problema en estar tan cerca de la Senju.
—¿Es por todo ello qué no te gusta ser llamada por tu apellido?
Esa pregunta tomó por sorpresa a Yūgen, quién estaba divagando, pero respondió directamente.
—Una de las razones, la otra es porque prefiero el apellido de mi madre aunque no lo pueda decir o usar. Por eso prefiero ser sólo Yūgen.
—¿A qué te refieres con el apellido de tu madre?, ¿No es una Senju? ¿Eso significa que los Senju están aliados con otro clan desde hace años?
—¡No! —se carcajeó, interrumpiendo al Uchiha—, para nada, ellos odiaban a Butsuma. Pero les importaba más la felicidad y decisiones de mi madre así que no le dijeron nada por dejarnos en manos de ese Senju... creo que ella pensó que él nos protegería como ella lo hizo pero estaba equivocada —apoyó su cabeza en el brazo del uchiha—, creo que la amó de una manera que la hizo pensar que así nos amaría a nosotras... eso es lo único que me llena, saber que sí amó a mamá y cuidó bien de ella hasta el último momento.
Madara estaba digiriendo la situación, no quería preguntar más, sentía que había algo más pero de igual forma prefería dejar que esas cosas surgieran de ella con el tiempo. En retrospectiva, Madara se dio cuenta de todo lo que habían conversado; ya le había contado toda su vida a ella y ella casi toda la suya, antes de la formalización de alianza estuvieron en contacto por preparativos y desde ese momento hasta ahora no había transcurrido tanto tiempo pero sentía que habían pasado meses y meses, quizás por todo el tiempo que ella pasaba en su mente.
—¡Tobirama!
El Uchiha salió de sus pensamientos al escuchar tal nombre, de frente venía el hermano de Yūgen con una cara enojada que parecía capaz de atacarlo. Yūgen tiró de Madara un poco hacía atrás y colocó un pie delante del suyo, cubriéndolo un poco, quizás ella pensó lo mismo sobre su hermano. El gesto le hizo gracia, le pareció lindo.
—Te estuvimos buscando. —El Senju se detuvo frente a su hermana pero miraba al Uchiha, quién lo ignoraba mirando a Yūgen.
—¿Para qué?, ¿Sucede algo?
—Teníamos una cena importante. —tomó la mano de su hermana, dispuesto tirar de ella.
Yūgen se aferró al brazo de Madara. Le miró e hizo una expresión apenada—: lo siento.
—Tranquila —respondió.
Se separaron y Yūgen siguió el camino con su hermano.
—¿De qué cena importante hablas? Yo no recuerdo ningún compromiso de ese estilo. —Yūgen se soltó del agarre de su hermano.
—Surgió hoy, el clan Shimura nos invitó a una cena mediante una carta. Hemos tenido que declinarla porque no estabas.
—¿Y yo qué figuraba ahí?
—También formas parte de todo estu Yūgen, todos saben de ti.
Ella no dijo nada más. Tobirama tomó su mano, y así anduvieron, ella veía la tensión en su mandíbula pero sentía que él explotaría y no quería que su día terminase mal por una discusión.
El silencioso trayecto hizo que Yūgen recapitulara cada momento del día, congelando en su memoria cada ocasión en la que Madara le sonrió en el día junto al abrazo reconfortante que le brindó. Repitió una y otra vez ese momento en particular. Al darse cuenta estaba delante de la entrada del clan Senju, entraron tomados de la mano, ahora Tobirama lucía más relajado y eso tranquilizó a la joven.
Ya en casa, a Yūgen le pareció sumamente extraño que su hermano no le dijera nada; ella tampoco hablo en absoluto, decidió que era lo mejor así que luego de tomar un vaso lleno de agua, se encaminó s su habitación y en eso sí que le habló el albino.
—¿No piensas cenar?
—Ya lo hice —informó suavemente—. Descansa.
No recibió respuesta alguna y siguió con su camino, ya en su recamara se despojó de sus ropas y tomó una ducha rápida; se sentía agotada, quizás por las incontables emociones, más el llanto. Yūgen ya estaba cayendo en el sueño profundo cuando escuchó que tocaron la puerta, el ruido la despertó alarmada.
—¡Me estaba quedando dormida! —espetó— adelante.
—Lo siento —expresó Hashirama al deslizar la puerta—. Pero quería conversar contigo sobre algo.
—¿Qué es? —preguntó la menor sentándose.
—Bueno, ayer ocurrieron cosas luego de que Tobirama te trajo, él...
—¿Le preguntó a Madara que si somos algo? —interrumpió Yūgen, recordando la conversación con el Uchiha.
—Sí —suspiró— ¿Hablaste con Tobirama o te lo contó Madara?
—Madara.
—¿Estuviste con él hasta ahora?
Yūgen asintió y preguntó—: ¿Pasa algo?
—Hoy íbamos a tener una cena con los Shimura, se presumía que era para organizar un matrimonio, ¿Qué se hará sí se enteran sobre ti y Madara? —Soltó directamente Hashirama, rascándose la nuca pues se sentía estresado por completo.
—¿Cómo que matrimonio?, No hablaras de mí, ¿cierto?
—Por su puesto que hablo de ti.
—¿Qué?, no. Lo siento, Hashirama, a mí ni me vas a poner en esa situación.
—¿Es por Madara?
—¿Qué te ocurre?, ¡No te creas en potestad de decidir mi destino, Hashirama! ¿Por qué me casaría con alguien de ese clan? Se supone que ya son aliados de la aldea, además; soy mucho más que una mujer en este clan, soy mucho más que una ficha que mueves a tu antojo y creí que tenías bien claro eso —confesó. Se levantó y caminó hasta quedar de pie frente a su hermano, quién se apoyaba recostado frente a su peinadora—. Vete, por favor. Te invito a declinar todas las cenas o cualquier evento que tenga como asunto a tratar un matrimonio conmigo.
Hashirama tenía una mirada que nunca había sido dirigida a su hermana hasta ahora, una mirada dura y determinante que dejaba una sensación de que era una persona inaccesible.
—Dime qué ocurre, Yūgen, qué ocurre entre tu y... Espera ¿Eres tú qué estás...?
—Carajo, Hashirama ¿Por qué se meten los dos en mi vida? —interrumpió con agresividad.
—¿Él te gusta, es eso? No es que ustedes salgan desde hace tiempo, es que te gusta. ¿Desde cuándo?
—¡Mierda! —vociferó Yūgen— ¿No puedo tratarlo? ¡Me tienen harta tú y Tobirama!
—¿Qué está pasando?
La voz de Tobirama inundó la habitación, entró y cerró la puerta—: ¿Por qué discuten?
—Lo que me faltaba —masculló Yūgen, torciendo sus ojos—. ¿Saben qué? Yo estoy muy agotada, muy agotada de ustedes. Antes sólo era Tobirama pero ¿ahora tú? Simplemente increíble.
—Yūgen... —Habló Hashirama en un tono que denotaba advertencia.
—No, Hashirama —respondió y miró al albino—. ¿Sabes por qué estamos discutiendo, Tobirama? Porque estas enfermo, obsesionado conmigo y los Uchiha; metiéndole ideas a Hashirama sobre mí y sobre su amigo, del cuál se separó por una maldita pelea estúpida de quién sabe cuántos años, porque no dejas de seguirme y querer controlarme como si fuera un objeto de tu propiedad —soltó con odio—. Yo juraba, creía que todo entre los tres estaría mejor porque ya tú y yo nos habíamos arreglado y hace años que lo hice con Hashirama, ¡Pero no! Y es muy cansado estar así.
Herido, Tobirama se acercó a su hermana— Yūgen, yo...
—No. Ya basta. En serio. Y, ¿Qué jodido problema tienen con Uchiha Madara? ¿Y qué si me gusta o sí tenemos algo en secreto o cualquier mierda?
—Linda... —Tobirama tomó a Yūgen por los hombros y ésta se soltó.
—No, no me toques.
—No tengo nada en contra, Yūgen —reveló Hashirama—. Madara es un buen hombre —se acercó a su hermana y Tobirama tomó distancia, algo abatido—. Es cierto, que eres una adulta y una mujer muy capaz pero te pregunto sobre él porque si Tobirama tiene razón de que tienes algo con Madara, podría yo pensar que todo lo que ocurrió antes de la alianza fue planeado por ustedes. Peor aún, si algo así es real, el clan podría acusarte de traición y conspiración. No lo sabrás porque ignoras a todos, incluso a tus amigos parece que los evitas, pero están especulando sobre ti y Madara porque extrañamente son muy cercanos —acercó su rostro al de su hermana—. La gente no es ciega, Yūgen. Todos tienen ojos, bocas y oídos —escaneó a su hermana—. Sé consciente de ello. Yo confío en ti, confiamos en ti —señaló a Tobirama—, somos tu familia y te defenderemos, pero no podremos hacer nada si tú no confías en nosotros.
Yūgen desvió la mirada a Tobirama que la miraba con pesar. Ella estaba consciente de lo dura que fue instantes atrás debido a que se sintió acorralada y la culpa la invadió porque su hermano no era un hombre de emociones mostrar al menos que fuera ella. Hashirama se separó y se encaminó a la puerta.
—¿Te vas? —preguntó la fémina al mayor.
—Cuando estés decidida, me lo contarás todo —respondió, deteniéndose al lado de Tobirama—, descansa —susurró para su hermano y palmeó su hombro, dejando a los menores solos y cerrando la puerta tras él.
—Yūgen —el albino se acercó, quedando a centímetros de su hermana—. No sé cuántas veces tendré que disculparme, no sé cuántas veces me atacaras como si yo fuera tu enemigo —musito—, y lamento que pienses eso de mí... Tú, tú puede que tengas razón —tomó la cara de su hermana entre sus manos y se percató de la tensión en su cuello a él hacer eso—. Seré lo que sea que tenga que ser para ti por protegerte —susurró y besó su frente—, porque eres fuerte y lo sé, pero aún quiero cuidarte. Incluso si me odias, lo haré; ya estoy acostumbrado a tu desprecio —la abrazó—. Lo haré porque eres la única persona que conoce esto de mí, porque sólo tú me haces más humano —musitó apenas audible.
Una sensación de desasosiego atravesó a Yūgen, sensación que la llevó a hablar rápido—: fui muy cruel antes; sí que me molestas pero...
—No lo haré más —interrumpió—, no hasta que vea algo que no me guste, mejor dicho; tendré más cuidado la próxima vez que te diga algo, dudo poder no preguntarte lo que sea.
Tobirama aún abrazaba a Yūgen y ella se removió incómoda.
—Estoy cansada.
Tobirama la soltó, entendiendo.
—Descansa —dijo despidiéndose pero Yūgen no le respondió.
Aturdida, se acostó nuevamente y se durmió con rapidez.
La noche se volvió fría y transcurría lenta para Madara, quién bebía en silencio sentado en su ventana; procesaba todo lo que vivió en el día y cómo se quedó extrañando la presencia de Yūgen cuando se alejó con su hermano. Miraba el cielo estrellado, apoyando su cabeza al marco de la ventana y divagando en su mente; repasaba todas las facetas que había visto de esa mujer, desde la forma en que peleaba hasta verla vestida como una dama y no cómo una guerrera; de ser ágil, calculadora y letal a despreocupada, dulce y sorprendentemente amable.
—adorable —musitó el Uchiha recordando las palabras de la fémina, sonriendo y bebiendo otro trago—. Increíble y adorable.
Recordaba todo, moviéndose con lentitud en dirección al futón, el alcohol en su sistema ya había hecho efecto. Apenas fue capaz de llegar y cubrirse de la helada madrugada.
Al amanecer, Izuna practicaba afuera, en el jardín que daba a la habitación de su hermano; al llegar observó unas botellas en la ventana y supo que en esa mañana no contaría con su hermano para entrenar.
Las horas pasaron y todas las personas estaban haciendo sus deberes, aunque alguien seguía durmiendo a media mañana.
—¡Despierta! —el grito exasperó a Madara, quién se levantó con resaca.
Izuna entro a la habitación de su hermano con el desayuno frío, pues fue hecho temprano y ya Ruka había dejado la casa.
—Gracias —respondió somnoliento el Uchiha— ¿Qué hora es? —preguntó recibiendo la bandeja de comida.
Izuna y Madara charlaron mientras comían sentados en el futón del mayor, Izuna bromeaba con él y sobre el hecho de que lo vieron con Yūgen, Madara solo le seguía la corriente a su hermano y añadía comentarios triviales.
—Tenemos que reunirnos de nuevo —mencionó Madara entrado al baño.
—¿Con los Senju? —preguntó Izuna, acomodando los platos y bandeja para bajarlos.
—Y otras personas.
Los hermanos salieron de casa hora después, charlando entre sí y saludando brevemente a quién se encontraran en el camino. Konoha estaba cerca, ya ahí, caminando por sus calles, Madara pensó que ya estaba casi listo; locales dando los detalles finales, personas mudándose y niños corriendo. Madara no miraba mucho a los aldeanos, solo s su hermano y de reojo para no chocar con nadie, Izuna, por su lado, notó las miradas dirigidas hacia ellos y ahora estaba más que seguro de su suposición.
—Hermano.
—mhmn.
—¿Notaste cómo te miran?
Madara sonrió levemente para su hermano—: ¿No te pasa a ti cuando vas solo?
—No, no me suelen prestar atención... ¿Estás bien? —preguntó el menor.
—Sí, claro. No es nada.
La conversación llegó hasta ahí y siguieron su camino. Tuvieron una reunión tensa con los líderes de otros clanes y sus acompañantes, Madara no podía negarse a sí mismo que sintió cierta decepción al no ver a Yūgen con Tobirama y Hashirama. Saliendo de aquella sala y ya alejados de los demás. Izuna le susurró a su hermano—: creo que Yūgen debería estar ahí, no creo que funcione sin...
—¿Ella? Sí, pienso lo mismo. Parece que su hermano es un imbécil y me decepciona un poco ver a Hashirama.
—Los otros también actuaron raro.
El día culminó y todos los siguientes se trataron de reuniones; una tras otra, día a día. Afortunadamente, éstas sí contaron con la presencia de Yūgen e hizo que fuera más llevadera las discusiones con cada líder que llegaba día a día de las otras aldeas.
En todos esos días Yūgen no tuvo tiempo de compartir mucho más allá de un saludo con los hermanos Uchiha pero sí que había notado ciertas cosas; primero, toda la comunidad de Konoha parecía temerle a Madara y Yūgen lo notó porque siempre iba detrás de él en el camino a las reuniones; segundo, los Kages tenían una extraña actitud negativa hacía Madara también pues no parecían estar de acuerdo en la mayoría de las sugerencias que él hacía pese a ser buenas; tercero, Yūgen intuía que Tobirama se había reunido con ellos antes de juntarse todos en las reuniones. Enojada, tomó la decisión de exponer su situación en una reunión en la que sólo estaban los líderes de las familias shinobis que conformaban Konoha.
—...Por favor, levante la mano quien esté a favor de Madara Uchiha como líder de Konohagakure.
Yūgen, Hashirama, Izuna y el líder del clan Sarutobi alzaron la mano.
Izuna y Madara sonrieron levemente al ver la reacción instantánea que tuvo Yūgen.
—levante la mano quien esté a favor de Hashirama Senju.
—Debo decir algo antes que esta votación continúe —habló la única mujer que estaba en la sala—, debo confesar está situación antes de que continuemos.
—¿Justo ahora? ¿Qué es más importante que escoger un líder? —Shimura Heiji, líder de los Shimura habló con desdén.
—Precisamente para escoger un lider, siento que es mi deber confesar esto. —El corazón le latía a mil, Yūgen estaba sudando, definitivamente prefería ahora mismo estar cortando cabezas que pronunciar una palabra más pero debía hacerlo, todos los días cómo miraban únicamente a Madara rompía su corazón.
—Adelante con lo que tenga que decir, Yūgen-san. —participó amablemente el líder del clan Sarutobi.
—He convivido con ustedes y los otros Kages todo este tiempo, sin embargo este es un tema que más los involucra a nosotros debido a que luchamos entre nosotros anteriormente —vio como asentían ante sus palabras y prosiguió— la situación es que he notado cierta tendencia a rechazar a los Uchiha, particularmente al lider.
—Yū...—espetó Tobirama, quién fue callado por su hermano.
—Continua, Yūgen-san —pidió Hashirama.
—Y que por otra parte, todos tienen un excelente trato entre sí. Particularmente conmigo han sido generosos y amables y me lleva a pensar que ciertamente no conocen tanto de mí como lo hacen de Madara —miró al Uchiha firmemente—. Sé que todos conocen cuán capaz es este hombre en batalla y me dan, todos, la impresión de que siguen pensando en él como un enemigo y no como un aliado.
—¡No hables así, mocosa insolente! ¿Nos estás acusando de algo? —Todos miraron al anciano del clan Yamanaka.
—No, señor, sólo estoy expresando mi pensamiento para contarles quién soy.
Sus hermanos la miraron rápidamente.
—¿Quién eres? —habló Izuna.
—¿Qué quieres decir con eso, Yūgen... San? —preguntó Madara, quien por un segundo olvidó las formalidades.
—Al inicio no pensé que fuera necesario contar esto de mí porque toda batalla, pelea o disputa quedó en el pasado pero en vista del trato que recibe Madara-san, quién es la otra parte que permitió que se diera está alianza, debo confesarles que yo soy el shinobi de la máscara de zorro.
Las carcajadas llenaron la sala, exceptuando a los hermanos Uchiha y Senju.
—Yo corté y guindé en un cerezo la cabeza de su hijo Hatsu y sus veinte hombres. De hecho, me pueden atribuir cualquier baja masiva en la que hayan encontrado sin cabeza a los suyos. Si no las encontraron fue por las mutilé.
—¡Tú, maldita mocosa! —vociferó el líder de los Nara, siendo detenido por los demás.
—También he asesinado a gente de sus clanes pero ninguno me dijo sus nombres, solo recuerdo ver de dónde eran —señaló a todos en la sala— así que si algo como eso les molesta, les invito a que me marginen también pero sobretodo, que piensen en mi clan cómo otro más que también rivalizó con ustedes en el pasado, que también mató a alguien de sus familias en el pasado; así como ven a los Uchiha, también son los Senju y ustedes mismos.
La sala quedó en un silencio incómodo.
—Matar era algo de supervivencia, pero cortar cabezas... —expresó un señor.
—cualquier cuerpo desmembrado y empalado también fui yo.
—Yūgen —Madara llamó su atención y ella lo miró— hace cinco años, un campamento de cuarenta hombres fue acabado, solo sobrevivieron adolescentes. Los demás estaban justamente así, desmembrados y mutilados. ¿Fuiste tú?
—Sí.
Todos murmuraban.
—¿Por qué?
—Hacer eso ya era un sello personal de ocasiones, si le puse tanta atención fue porque algo pasó —miró al líder de los Nara—. Por lo menos a Nara Hatsu lo ví a él y a sus hombres violando a unas mujeres nómadas —miró de nuevo a Madara—, pero yo no empalé ni desmembré a todos tus hombres. Lo recuerdo, simplemente me defendí e hice eso con aquellos que me miraban como si fuera alguien...
—¿Alguien?
—Alguien fácil de lastimar. No me tomaron en serio.
Madara se levantó y caminó en su dirección—: ¿y por qué no mataste a los jóvenes?
—No es lo mío, no mato niños, bebés ni adolescentes.
—¿Por qué? —preguntó de nuevo.
Yūgen no respondió.
—Creo que deberíamos tomar aire. Todos —sugirió Tobirama.
—Aguarda, Senju —El sarutobi se levantó de su asiento—, el año pasado, mi primo y tío murieron en el bosque. Manos y cabezas fueron cortadas, junto a los que les acompañaban. Quiero saber... quiero saber, en general, ¿Por qué mataste y les cortaste las mano?
—Me alcanzaron a tocar. Realmente no tenía intención de matarlos pero luego de que me vieron no me dejaron en paz, me siguieron. No solía dejar a nadie con vida —miró a Madara—. Él ha sido de más pocas personas que han sobrevivido a una pelea conmigo.
Todos miraron a Madara.
Todos empezaron a murmurar nuevamente. Hashirama se levantó y se colocó al lado de su hermana, se arrodilló por completo y pidió disculpas.
—Yūgen sólo salía si se le asignaba una misión, fue así con mi padre y siguió siendo de esa manera luego de que asumí el puesto como líder, cualquier acción suya, recae en mí como su superior, si...
—Ahora que saben la verdad —interrumpió a su hermano—, espero que también me traten igual o peor que a Madara —se inclinó a modo de disculpa—. Gracias por escucharme. Por favor, sigan con su votación.
—Salgamos un momento, la sugerencia de Tobirama-san deberíamos tomarla —manifestó con incomodidad Izuna, quién vio el extraño gesto que hizo el Senju.
Todos salieron de a poco y Hashirama despegó la frente del piso cuando solo quedaron sus hermanos y los Uchiha.
—Gracias —Musitó Madara— creo que ellos quieren hablar contigo. Nos vemos después.
Yūgen asintió apenada.
Los tres hermanos Senju quedaron a solas.
—Te volviste loca —afirmó Tobirama mirando a su hermana, luego se dirigió a su mayor—. Sabía que estaba comportándose demasiado bien para ser verdad.
—Yūgen, no tenías que decir todo eso —Hashirama suspiró—. Necesito un respiro de ustedes dos.
Salió de la habitación, dejando a sus hermanos menores juntos. Tobirama salió después y Yūgen se quedó sola, se encaminó a una esquina y se sentó ahí abrazó sus rodillas y lloró un poco.
O lo suficiente para que al levantar su mirada todos se encontraran de nuevo en el mismo espacio que ella. Limpio sus lágrimas con la manga de su kimono y se levantó del suelo.
—Acordamos que terminaríamos está reunión sin usted, Yūgen-san.
—Espera afuera —ordenó con aspereza la familiar voz de Tobirama.
Ella ni miró, solo reverenció y salió de la sala.
Sentada afuera, la ansiedad devoraba a Yūgen. Y tras una hora, la hicieron pasar nuevamente.
—Yūgen sé breve explicando a todos el porque de tu confesión.
Ella, se sintió un poco desconcertada cuando el primero que habló fue su hermano.
—Uhmm... —hizo una pausa y miró a todos— yo sólo quería... sólo quiero, quiero que vean a sus candidatos como iguales.
—Puedes retirarte —ordenó Hashirama.
Mareada del susto, Yūgen corrió a vomitar al baño luego de salir de aquella sala; pensando que debía solucionar sí o sí el caos que acababa de crear.
Ya estaba cayendo el Sol entre las montañas. Yūgen apreciaba la vista desde la ventana del edificio. La reunión se había tomado toda la tarde, aquellos hombres seguían encerrados ahí, hablando de quién sabe qué y Yūgen esperaba que todo saliera bien aunque sintiera que fue un poco —bastante— mierda al expresarse en esta ocasión.
Cuando el Sol se ocultó por completo todos salieron. Ella los miró pero ellos solo le hacían una reverencia —la cuál Yūgen devolvía— y seguían con su camino. Al salir Madara, ella de acercó y preguntó qué ocurrió en la reunión.
—Hablamos luego, ¿Sí? —fue la única respuesta de él y ella asintió.
Madara siguió su camino y detrás de él, venía Izuna, quién le sonrió a Yūgen.
—¿Qué tal? —le preguntó a sus hermanos cuando salieron.
—Logramos resolver tu desastre, ahora a casa —respondió Tobirama.
—Me muero de hambre —Añadió Hashirama y Yūgen suspiro. Los siguió.
En casa Yūgen volvió a preguntar y Tobirama le respondió, está vez, con un resumen—: Querían sacrificarte. Tuvimos que explicar que eras enviada para expandir territorio y movilizar información, armas y lo que sea. Todo fue muy complejo. El Uchiha ayudó diciendo unas cosas... lo importante es que terminaron escogiendo a Hashirama. Incluso ese tipo votó por nuestro hermano. Al menos tiene conciencia.
Yūgen quedó sorprendida unos instantes y luego reaccionó, tomó el brazo de su hermano, quién disponía subir las escaleras.
—Espera, entonces Hashirama... es nuestro líder.
Tobirama asintió. Hashirama salió de la cocina con comida para tres.
—Fue un día difícil, comamos. —Hashirama pasó al lado de sus hermanos y se sentó en la sala, dejando la comida sobre la mesa del centro.
—¿Cómo pasó y qué dijeron de mí?
—Eres mi responsabilidad. Hay cosas que se quedaron como debían desde un principio, calladas, pero asumí tus actos. Al final todos votaron por mí, menos Izuna.
—Y yo —añadió la rizada y el mayor sonrió probando la sopa.
—¿No piensan comer? —preguntó nuevamente y los menores se sentaron. Comieron en silencio. Yūgen fue la primera en levantarse, dejó sus platos en la cocina y subió a su habitación; se baño y acostó pensando en qué quería ver al Uchiha, pero estaba muy agotada mentalmente para salir de cualquier forma de su casa y luego tener que hablar con sus hermanos sobre porque se vio tan tarde con él.
Estaba adormitada cuando llamaron a su puerta.
—¿Qué pasó? —gritó.
—Tienes visita. —la voz de Tobirama sonaba rara, Yūgen se levantó y salió de la habitación. El albino al verla, le colocó su haori.
Bajando las escaleras refunfuñando, se encontró, al terminar de bajar, con Madara en la sala. El corazón se le aceleró y caminó rápido, él al verla sonrió suavemente.
—Siento visitarte a esta hora —traía la misma ropa y unos dulces—. Ruka los hizo para ti.
—¡Que lindo! Gracias —tomó sonriente el empaque y se sentaron uno en frente del otro, Yūgen abrió la seda y se encontró con una caja de dulces tradicionales—. Espérame, traeré algo de beber.
Recibió una sonrisa en respuesta y Yūgen corrió a la cocina, llevando bebidas a la sala.
—Seguro estabas asustada luego de hablar. —tomó su vaso y bebió
—Algo, sí, sentí que lo había arruinado —confesó Yūgen cabizbaja.
—Sobre hoy, la forma en la que te expresaste quizás no fue la mejor, pero lo agradecí y lo agradezco. Creo que... reflexionaron, aunque no sé si eso cambie la actitud de las personas.
—Quizás, pero sí la percepción de ellos. Además así los logré ahuyentar también. Creo que con esas declaraciones evité matrimonios forzados. Así que fue un ganar-ganar. —sonrió nerviosa y tomó un sorbo de su bebida.
—Así que ya empezaron a proponerte matrimonio —dijo en un tono bromista Madara.
Yūgen asintió con desdén—: ese día que Tobirama me encontró contigo se suponía que iríamos a una cena pero bueno, ya discutí eso y espero que no ocurra de nuevo.
—No creo que puedas evitarlo, ahora deben estar más interesados en ti. Espera a que llegues a oídos de los otros Kages —bromeo nuevamente el Uchiha.
—Paso, me gusta el clima aquí. Además ya he conocido un montón fuera de restas tierras —se comió de un bocado un dulce— ¡Está divino! —expresó con la boca llena, robándole una pequeña carcajada al Uchiha.
Hablaron un poco más, en voz baja, de cosas triviales. En cierto punto quedaron en silencio y mirándose fijamente.
—Gracias —susurró Madara, tomando la mano de Yūgen sobre la mesa.
—¿Por qué lo agradeces de nuevo? —respondió en un susurro la mujer.
—Debió traerte problemas con tus hermanos ponerte en esa situación, tú me agradas mucho como para dejarte meterte en problemas por mí.
—No te preocupes por ellos, mis acciones son mías. Y soy capaz de asumir mis responsabilidades, aunque mi hermano quiera sacrificarse por mí.
—Aun así, no lo vuelvas a hacer ¿Sí? No soy alguien que merezca sacrificio de otros.
—No me pidas algo eso —Yūgen tomó entre sus manos la de Madara—, además no creo poder evitar apoyarte si ocurre algún tipo de injusticia contra ti.
—Creo que eres imposible de odiar.
Yūgen sonrió.
—Que bueno que pienses así de mí.
Charlaron mientras comían y bebían, rieron bajito de pequeñas bromas y pensamientos hasta que Yūgen no pudo ocultar un gran bostezo y el repentino cansancio que se hizo presente en sus ojos; acompañó a Madara hasta la puerta y allí se despidieron.
—Gracias por venir, tu visita sorpresa me hizo muy feliz —expresó Yūgen con una sonrisa amplia en el rostro.
—A ti que me recibiste, te oí molesta cuando tu hermano te llamó.
Yūgen rió—: Nos vemos mañana, buenas noches —se despidió sonriente.
—Buenas noches.
Yūgen se quedó mirando como su figura desaparecía en la lejanía, entró nuevamente a su casa cuando lo perdió por completo de la vista.
—Tobirama, es de mala educación escuchar a escondidas.
—¿Siempre usas tu habilidad sensorial? —respondió su hermano, bajando las escaleras.
—¿Siempre la uso? Bueno, no es como si tuviera que activarla, siempre sé si hay algo o alguien. En fin, no cambies el tema, espero que sea la última vez que estés espiando mis conversaciones.
—Me tendrían que matar primero antes que dejarte a solas con él.
—Buenas noches —se despidió, pasando por su lado, subiendo más escaleras; no pensaba extender una conversación con su hermano porque podrían terminar peleando y ella estaba muy contenta como para joder su noche por Tobirama.
En su habitación, Yūgen se arrulló entre sus sábanas. Se quedó dormida con facilidad, con una inmensa sonrisa en su cara que se desvaneció de a poco.
Realmente había sido una buena noche.

[7342 palabras<3.
Buenas noches, regresé, no crean que había olvidado la historia. Gracias por esperar. En la Antigua versión de esta historia, este capítulo lo publiqué un día antes de mi cumpleaños, leer la nota de ese momento me trae nostalgia. Nunca pensé que escribiría de nuevo esto, mucho menos 5 años después. Sin más que agregar, gracias por estar aquí y leer (Mañana arreglo cualquier error, besos<3).
—Alby.]
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro