"Contando mis pasos, rezando para que el suelo no se derrumbara...
otra vez"
El fin de semana fue largo... demasiado, a decir verdad. JiMin no fue más que un manojo de nervios y sufrimiento constante. Hubiese querido hacer algo al respecto. Incluso pensó que podría tener una salida con sus amigos, pero en lugar de eso prefirió pasar sus días en su departamento estudiando y haciendo tareas que todavía ni siquiera debía entregar. Y unas cuantas veces fue a la academia de baile para practicar. No sabe desde cuándo dejó de tener sentido bailar. Siempre fue lo que más amó en su vida, pero ahora ni eso le llenaba. Aunque sabía que eso era lo que quería pese a las circunstancias que le obligaban a desistir. Era algo muy valioso en toda la extensión de la palabra, pero JungKook lo era aún más. Su cabeza martillaba con esa idea de una vida a su lado creyendo que era el único ser en este mundo y el único capaz de hacerlo feliz sin importar que a veces le hiciera llorar más por tristeza que por felicidad. Pero cada vez que había algún evento lastimoso, JiMin intentaba convencerse de que era normal y que, si se mostraba comprensivo con él, en algún momento lograría ablandar su impasible y gélido corazón. La inexperiencia le hacía más ingenuo de lo que debería a sus diecinueve años, pero siendo un chico de familia armoniosa y muy unida, naturalmente, le hacía querer un amor igual al de sus padres, así como también creía que había cuentos de hadas que podían volverse realidad.
El golpe con la cruda verdad de la vida ha sido fuerte, demasiado doloroso y que ha estado provocando cicatrices en el proceso y tal vez le lleve más tiempo de lo normal poder darse cuenta que comete un error. Pero el primer amor siempre será el más intenso y tal vez el más difícil de olvidar. Por eso, JiMin no podía desprenderse tan fácilmente. No cuando era la única persona que se ha fijado en él y le ha hecho creer que la miseria está bien o cuando lo recompensa con la cuarta parte del sufrimiento. La felicidad sólo se volvió momentánea con el pasar de los días y ha olvidado como era sentirse libre y sin ataduras a algo que no funciona. Tal vez fueron demasiados mimos y cuidados por parte de su familia. Tal vez fue la falta de permisos para poder experimentar. Tal vez fue el hecho de que siempre se sintió feo y en segundo plano con el resto de personas. Tal vez fue que su primer crush en secundaria lo rechazara por ser un tanto rellenito y poco agraciado. Esa persona no podía culpar a JiMin de tener un aspecto que estéticamente no se veía bien, pues él era ese porcentaje al que no le favoreció la pubertad, pero eso no lo hacía una mala persona ni tampoco le quitaba valor. Al contrario. Pero nadie podía explicárselo porque no podía contárselo a sus padres. No había ese tipo de confianza pese a que eran unidos y se amaban con locura.
Las inseguridades llevaron a JiMin a aferrarse a un tipo que no sabía ser buena persona y que por el hecho de ser apuesto le daba suficiente crédito. Al ser el primero que le da un poco de atención lo deslumbró completamente. Le hacía creer que nadie en el mundo podría fijarse en él y que era afortunado por tener a JungKook en su vida cuando realmente era al revés. Claro, el pequeño pelirosa no puede saberlo, porque nunca tuvo un novio y siempre experimentó el rechazo, tanto, que ahora se le hace normal siempre y cuando le regale sexo y sutiles muestras de afecto. Mientras eso suceda, no importa que pase el fin de semana solo en su departamento sintiéndose en segundo plano y preguntándose ¿por qué JungKook prefiere pasar tiempo con sus amigos que con él que es su novio? Quiere saberlo, pero también tiene miedo de preguntarle y que las cosas salgan mal. Como de costumbre.
JiMin no tiene muchas opciones o eso quiere creer. Intenta convencerse de que será un buen día mientras se arregla frente al espejo. Se colocó un poco de loción y su bálsamo de cereza favorito. Sobre la encimera está una rosa enfrascada con agua brillante que comienza apagarse, pero es lo más significativo que JungKook le ha dado, así que lo cuida como si fuese lo más valioso del mundo. Como si alguien no pudiera darle algo mejor que eso, como amor y tiempo. Ese ha sido un problema que los ojos ciegos de JiMin no quieren ver; remediar el dolor con regalos costosos y pequeñas sesiones de sexo. Con eso convenciéndose de que le ama de verdad y que algún día estarán mejor que hoy.
Salió de su departamento con mejor ánimo que el día anterior. Últimamente era como si sentirse menos miserable que antes estuviese bien. Caminó por la acera hasta la parada del autobús mirando su reloj. Con suerte llegaría más temprano de lo normal y podría encontrarse con TaeHyung para ir por un café y platicar sobre lo que sucedió el viernes. Amaba a su mejor amigo con locura. Todos estos años desde la infancia les había servido para crear una conexión y considerarse como almas gemelas. El amor era mutuo y muy reciproco. JiMin sabía que Tae siempre estaría ahí para él, para ayudarle y para hacerlo sentir mejor aun cuando el mundo se le viniese encima. Era su soporte emocional en toda esta turbulenta vida tan repentina que está atravesando. Al final era lo mejor que tenía, aunque no lo aceptara abiertamente.
Cuando llegó y lo encontró sobre las escaleras de la entrada de la universidad sonrió con emoción. Se sintió como si no hubiese curvado sus labios en un largo tiempo. Pero, para ese momento, sólo TaeHyung podía transmitirle un poco de calidez en medio de la tormenta de nieve. Así que corrió hacía él sin que pudiera darse cuenta. Lo abrazó por la espalda y soltó una risita traviesa. Una que decía evidentemente que lo extrañó en esos días.
—Yo también te extrañé, JiMinie—sonrió y entrelazó sus dedos con los contrarios—¿Cómo estuvo tu fin de semana?
—Aburrido—el pelirosa resopló.
TaeHyung se dio la vuelta sin romper el abrazo y lo envolvió con sus brazos. Le encantaba que JiMin fuese ligeramente bajito porque así sentía que podía protegerlo y mimarlo como se merecía. Desde que todo este tormento empezó, su instinto protector se había activado en demasía y lo único que quería era encerrarlo en una cajita de cristal para que nada malo le sucediera. Lo amaba tanto que prefería mil veces cargar con su sufrimiento que verlo llorar. Ya ha perdido la cuenta de todas las veces que lo ha visto desplomarse en agonía. Y también siente que se le acaban las palabras de aliento porque parece que ya ninguna surte efecto en él. Pero hoy tenía un brillo diferente, como si la esperanza estuviese viva y con muchas ganas de florecer para darle valor a salir del hoyo en el que se metió. Y hubiese querido platicar más con él de no haber sido por el sonido personalizado del celular de éste que le avisaba de la existencia de aquel ser que no podía ni siquiera nombrar.
"Sé que fui duro y te pido perdón. Pero tenía mucho estrés y ya sabes que no debes llamarme cuando esté trabajando. Quiero compensarte y te extraño. ¿Por qué no pasas por mi departamento después de tus clases?"
Y con eso fue suficiente para que JiMin sintiera que se le había inyectado un poco de vitamina en su ser. Era lo que siempre sucedía después de un fin de semana en que JungKook desaparecía. Y, aunque el dolor fue mucho en estos dos días, ahora parecía que ni siquiera existió. Sólo bastaba un "perdón" y un "te extraño" para borrar cualquier rastro de decepción que pudiese haber en el ser del pelirosa. Además, el contacto físico con su novio era necesario, porque le hacía creer que lo quería del mismo modo, así como también sembraba la semilla de la esperanza en él. Y con cada oportunidad más que en la anterior.
TaeHyung se apagó al ver como su mejor amigo se dejaba convencer tan fácilmente y era arrastrado el inicio del mismo circulo vicioso en el que estaba corriendo deliberadamente. Le dolía ver sus ojitos brillar por alguien que no valía la pena en lo absoluto. Lo supo desde el principio en que ellos se conocieron. Pudo ver que las intenciones de JungKook no eran buenas cuando le sugirió a JiMin ir con él a su departamento. Y sus alertas se dispararon cuando supo su edad. Tal vez no era mucha, pero el pequeño si era demasiado joven como para saber qué hacer en casos así. Tal vez sí le faltaba experiencia y un poco de madurez. O sólo tal vez, TaeHyung sí era capaz de ver más allá de la situación. Y por eso lo salvó esa noche, pero ahora ya no podía hacerlo.
"Está bien, Kookie. No volverá a pasar. Yo también te extrañé, así que te veré ahí"
JiMin sonrió después de eso y le animó a TaeHyung para que entraran al edificio. Éste se dejó llevar por su amigo hasta que llegaron al salón de clases. Se sentaron juntos cómo hacía tiempo no hacían y platicaron un rato antes de que iniciara la clase. JiMin parecía muy interesado esta vez y sentía que no podía tener presiones. No después de haber terminado casi toda la tarea de esa semana. Después de un rato, YoonGi se les unió llevando consigo algo de comida para compartir con ellos. A él lo conocieron cuando entraron a secundaria. En ese tiempo el chico era alguien muy solitario y tímido. Incluso sufría de un poco de bullying, pero el par de amigos lo salvaron y le mostraron todo su apoyo, sobre todo JiMin quien personalmente sabía cómo se sentía ser excluido por tu apariencia y que, por encima de eso, todavía se le juzgara y le cayeran burlas como si fuese lo más normal del mundo. Aunque con el tiempo, Min YoonGi aprendió a defenderse por sí solo y adquirió mucha fuerza y carácter. Tal vez ahora es un rasgo de su personalidad y también se encarga de proteger a JiMin como si fuese su hermano menor.
Desde entonces son muy unidos. Prácticamente han hecho todo juntos y decidieron venir a Seúl cuando sus planes salieron a la perfección y era experimentar la independencia, aunque no en su totalidad, pero aquí estaban, viviendo por su cuenta y estudiando en la misma universidad. Juntos, como desde el inicio de su historia.
—Después de las clases deberíamos ir al karaoke—dijo para saludar—yo invito—sonrió.
—Oh—respondió JiMin con un puchero adorable—yo no puedo, ya tengo planes.
YoonGi ladeó la cabeza y lo miró confundido mientras el pelirosa comía. TaeHyung carraspeó para atraer su atención y le dedicó una mueca que fue suficiente para dar la respuesta del porque JiMin no iría. El pelinegro sintió un nudo en su estómago; odiaba a JungKook, más de lo que debería. Odiaba que hiciera llorar a su pequeño. Odiaba que lo tratara como si fuese poca cosa. Odiaba que no le diera el valor que se merecía. Para sus ojos JiMin era un sol y un pequeño ángel que jamás ha merecido sufrir tanto. Ya había tenido suficiente en su adolescencia como para que ahora viniera ese tipo y le rompiera el corazón de mil formas y, aun peor, que no hiciera nada para remediarlo.
—Bien—YoonGi sonrió con falsedad—supongo que seremos sólo tú y yo, TaeHyung.
Su plática se basó en el semestre y cómo estaban a punto de terminar el cuarto. Realmente buscaron cualquier tipo de tema que no fuese JungKook. Ninguno de los tres deseaba hablar sobre eso, sobre todo JiMin, porque sabía que siempre recibía críticas y malos comentarios. Y odiaba eso. Odiaba que nadie más pudiera ver a JungKook como él lo hacía. Y siendo sincero consigo mismo, nadie podría. Sólo porque era mayor que él. Patético.
💔
A JungKook no le gustaba mucho que JiMin lo llamara "Kookie", sentía que sonaba muy estúpido, además, ya tenía suficiente con que su madre le llamara de ese modo. No tenía por qué venir alguien más para hacer eso. Pero no importaba ahora. Después de haber tenido un fin de semana alucinante, necesitaba bajar aún más sus niveles de estrés. Habían pasado casi dos semanas de que tuvo sexo con JiMin y ahora lo necesitaba. Sabía que, si se disculpaba y le daba una explicación convincente, conseguiría lo que quería. Y así fue. Además, no podía negar que le gustaba mucho el chico; empezando por su bello trasero regordete que siempre amasaba a más no poder. Sus labios pomposos que siempre olían a cereza. Su cintura fina y ni qué decir de sus muslos. Era evidente que era un bailarín. Uno muy hermoso.
La belleza de JiMin era algo que a JungKook le alimentaba el ego. Era como el poder de pavonearse y sentirse suficiente por el hecho de tenerlo a su completa disposición. Tampoco podía negar que era bello y poseía esa cualidad que muchas personas le envidiarían. Era una lástima no poder presumirlo en las calles. En todo este tiempo ha preferido mantener ese bajo perfil con él sólo por cuidar su reputación, es decir, podría ser duramente criticado por salir con alguien más joven. Además se avergonzaba de la edad de su chico. Era un sentimiento completamente inevitable. Sin embargo, tampoco podía evitar sentirse posesivo de él. Y lo mantenía a su lado porque, naturalmente, no quería que otras personas vieran lo maravilloso y hermoso que era.
Ahora iba a su oficina sólo para hacer acto de presencia y para hablar con NamJoon. Era lunes y no tenía deseos de trabajar, no tenía por qué. Su madre no estaba aquí, así que podía tomarse un pequeño descanso, después de todo, era el heredero de ese imperio. Ya llegaría el momento de tomar su papel con más seriedad y tal vez hacerse más responsable. Momentáneamente se encargaría de vivir una vida de derroche y sólo ocupándose de lo suyo, nada más que eso.
NamJoon también era como una especie de niñero dentro de la empresa y también dentro de la vida de JungKook. Realmente no tenía problema con ello, pero a veces se preguntaba, ¿hasta cuándo iba a actuar como un adolescente? Es como si ahora continuara siendo el mismo azabache de la secundaria, sólo que con cuerpo de adulto. Y podría parecer que tenía todo; reconocimiento, un poco de fama por ser el hijo de JiEun y una fortuna billonaria que pronto pasará a su nombre, pero le preocupaba que eso algún día no tuviera relevancia y terminara solo y devastado, porque ese es el camino que está labrando con tanto esmero. NamJoon ama a JungKook y haría cualquier cosa por él, sin embargo, hasta los amigos tienen un límite. Sólo espera que no se tope con esa línea y la cruce sin importarle las consecuencias.
Cuando el azabache entró a su oficina se encontró con que su mejor amigo ya estaba ahí y HoSeok también le acompañaba. Los dos se burlaron de la expresión de cansancio que tenía mientras se encaminaba a su escritorio. JungKook ignoró sus burlas por completo y encendió el ordenador para revisar su agenda laboral. Pudo respirar de alivio cuando vio que las confecciones estaban listas, sólo faltaba un último lote. Aunque después vendría lo difícil; que sería organizar el desfile de modas, pero de eso ya se encargaría su mamá. Sólo había que hacer unos cuantos asuntos y sabía que NamJoon podría encargarse de eso y también de su trabajo.
—Sólo revisa que los colores sean los que indicó mamá—ordenó el azabache—Si las telas no coinciden nos va a matar a todos—sonrió burlonamente.
—Bueno, sólo es un lote más, seguramente para el día de mañana está listo—agregó NamJoon mientras añadía cosas a su agenda electrónica—La campaña de verano será más exitosa que la anterior—aseguró—Los colores que tu madre eligió serán los mejores y podremos hacerle frente a la marca de los Kim.
—Aún no puedo creer que a ellos si los llevaron a la semana de la moda en París—dijo HoSeok con un tono desinteresado.
—Lo sé—suspiró JungKook—pero esta vez no vamos a fallar—se levantó y se paró frente al enorme ventanal—mis estrategias publicitarias han funcionado tal y como siempre he querido—hizo una pausa—Además, se lo prometí a mi madre.
—¡Vaya! —exclamó HoSeok—¡Si tienes sentimientos! —chilló sarcásticamente.
¿Qué no haría JungKook por su madre? Tal vez era la única persona en este planeta que podía conmoverlo. La única por la que daría su vida sin pensarlo. Sabe que ha habido muchas veces en las que le ha fallado. Son innumerables, así que ya no podría contarlas. Pero pese a su vida extremista y deliberada, pese a que es un idiota narcisista, la ama genuinamente porque es la única que ha estado con él, a parte de NamJoon y HoSeok, claro está. Además ha tenido que crecer con ella. La ha visto luchar a lo largo de los años para convertirse en la mujer que es actualmente y la admira y respeta por eso. Porque sabe cuántas lágrimas y sacrificios le ha costado llegar hasta donde está. Todo eso estando completamente sola.
JungKook no tiene muchos recuerdos de su padre y tampoco se molesta en querer indagar un poco en ese pasado. Lo único que sabe y, con eso es más que suficiente, es que se largó cuando él tenía cinco años. No han sabido nada de él hasta entonces y tampoco les interesa saber, pero eso no significa que al azabache no le haya afectado el hecho de no haber tenido una figura paterna. En algún momento necesitó de un hombre que le guiara, aconsejara y, por qué no, que juagara con él. Alguna vez era todo lo que quería hasta que llegó la adolescencia y tuvo que aprender a defenderse por sí solo. Pudo aceptar que ese hombre no iba volver, aun cuando JiEun estaba ganando fama con sus diseños y comenzaba a hacer los cimientos de su empresa y marca personal. Es por eso que JungKook ama a su madre con locura y haría todo por hacerla feliz. Y bueno, es cierto que no le agrada la idea de convertirse en CEO de Jeon's Style, pero no puede tirar por la borda todo lo que esa bella pelinegra ha conseguido en todos estos años. Lo hará por ella y porque a él le apasiona el marketing y las ventas. Se encargará de hacer aún más grande el imperio y también de que su padre se arrepienta de su error, en donde quiera que esté.
—Pero claro que los tengo—se volteó y enarcó una ceja—Ustedes saben que la felicidad de mi madre es mi prioridad. Así que más les vale hacer su trabajo. No quiero fallas—dijo al tiempo que se recargaba sobre su escritorio con una mirada amenazante.
El Jeon JungKook dominante y genio de las ventas y negocios salía a relucir en ese momento donde, con sus garras de felino empresarial, defendería al imperio de su madre y de él. Porque ahora el trabajo es de ambos. Y hará hasta lo imposible por llevar esos diseños a París y a todos los lugares del mundo. Porque JiEun se merecía ser feliz hasta el final de sus días. Y JungKook también quería que se sintiera orgullosa de él.
—Bueno—suspiró NamJoon—tu madre ha confiado en Lisa para esta campaña—habló y sonrió—usó cinco diseños de ella para ponerlos a prueba, pero...—hizo una pausa y lo miró con cautela—¿no crees que está mal que confíe en ella?
—Es Jeon JiEun—refutó JungKook—ella sabe lo que hace—hizo una pausa y se sentó en su silla recargándose en el respaldo—Si Lisa se atreve a hacer alguna mala jugada o arruinar el sueño de mi madre, la voy a destruir. Y resulta que eso no es tan difícil para mí—sonrió con malicia.
—Si te digo esto es porque Lisa es amiga de ChaeWon y bueno... tú sabes...
—Estoy al tanto de eso—respondió—ella sólo fue una distracción que no debí permitirme—respondió el azabache desinteresadamente.
—¡Vamos! —intervino HoSeok—Admite que te dolió saber que te acostabas con el enemigo—se burló.
JungKook lo fulminó con la mirada y bien podría justificarse, pero sabía que era estúpido. Cuando conoció a Kim ChaeWon no sabía ni se pudo imaginar que ésta era la heredera de la marca de los Kim, su competencia. No eran rivales, pero ellos eran cómo el objetivo a superar. Pasó un buen rato con ella cuando ambos tenían veintidós y estudiaban en la misma universidad. Se podría decir que fue una relación muy normal. Y todo estaba bien hasta que las familias intervinieron. JungKook sabía que en los negocios sólo se jugaba un papel importante y no pondría en juego todo lo que su madre había logrado. En cuanto supo a qué familia pertenecía, cortó todo tipo de relación ella intentando ser lo más diplomático posible para no acarrear consecuencias. Hasta el día de hoy las cosas iban bien, pero después apareció Lisa como pasante dentro de la empresa y parecía que JiEun le tenía cierto afecto. JungKook sabía perfectamente que esa rubia y ChaeWon eran muy buenas amigas en la universidad. Tal vez ahora seguía siendo igual.
—Pero qué estupidez—bufó el azabache—Ni siquiera llegué a quererla lo suficiente—se defendió.
—Bueno, ya basta—interrumpió NamJoon—Estamos hablando de negocios, no de asuntos personales del pasado—hizo una pausa y miró hacia donde estaba JungKook— Cuando JiEun vuelva, sólo... habla con ella—sugirió y sonrió con gracia.
—Lo haré—respondió con un tono cansado y se puso de pie—Cuento con ustedes por el día de hoy—tomó sus llaves y apagó el ordenador—Ahora, si me permiten... me esperan en mi departamento—usó un tono lascivo.
—¡Destrózalo, campeón! —animó burlonamente HoSeok.
JungKook sonrió y se giró hacia la puerta, pero fue detenido por las manos de NamJoon quien le dedicó una mirada cautelosa. Supo desde ese instante qué era lo que iba a decir. Y estaba cansado de eso y de que le sermoneara todo el tiempo.
—Reflexiona sobre el asunto de JiMin—pidió—Temo que un día te arrepientas y ya nada tenga remedio. Trátalo bien, es un buen chico—expresó con voz suplicante.
—Ya te lo dije—se zafó de su agarre—Sé lo que estoy haciendo.
No dijo nada más y se fue caminando por el pasillo y bufando por la forma en que su mejor amigo a veces tomaba ese papel de padre que no le correspondía. Le hacía sentir cansado y estresado. ¿Por qué se preocupaba tanto? Su relación con JiMin tal vez era difícil de entender y le tenía aprecio, pero estaba consciente de que no podrían llegar más lejos por la brecha entre la edad de ambos. Sin embargo, por ahora eso no era impedimento para poder divertirse con él y desahogar su estrés laboral entre esas suaves piernas. Después de todo, era sólo suyo y en mucho tiempo no sería de nadie más.
💔
JiMin llevaba alrededor de media hora esperando afuera del departamento de JungKook. Sus clases terminaron antes así que pudo llegar más temprano, pero nunca se imaginó que su novio no estaría en casa. Y le había comprado comida que seguramente ya estaría fría, pero podía resolverse. Sin embargo, estaba muy inquieto e impaciente por verlo y abrazarlo. Lo extrañó mucho en esos días y necesitaba sentirlo. Tener una pequeña certeza de que ellos podían hacerlo funcionar. Incluso estuvo pensando en lo que pudo haber hecho mal las últimas veces. Y se culpó por pasarse de intenso con sus asuntos. Sabía que JungKook era un hombre ocupado y que también disfrutaba mucho de tener su espacio. Aunque a JiMin si le dolía que prefiriera a sus amigos antes que a él. Al final no le veía nada de malo y trataba de entenderlo más de lo que se merecía.
El sonido de unas llaves lo sacó de sus pensamientos y su atención se fijó en el final del pasillo. Entonces su corazón comenzó a latir con mucha fuerza cuando pudo verlo; tenía el cabello ligeramente desordenado. Traía puesto un pants gris y su chamarra estaba abierta dejando casi al descubierto sus pectorales fuertes que se marcaban en la camisa de franela blanca. Era tal vez el sueño más excitante que ha visto en toda su vida. JungKook era como un Dios griego y agradecía por tenerlo con él. Y más que eso, agradecía que seguramente hoy le follaría como nunca.
Cuando el azabache alzó la mirada se encontró con su novio pegajoso. Otra vez traía ese aspecto de niño indefenso con un gorro que le colgaba un poco y su suéter largo de rayas. Un pantalón entallado que agradeció porque se pegaba perfectamente a sus muslos trabajados por el baile. No pudo evitar sentir un pequeño cosquilleo en su estómago. ¿Y quién no podría? JiMin era precioso y eso no podía negarlo. Y lo mejor es que era suyo, completamente suyo.
El pelirosa lo esperó pacientemente a un costado de la puerta sin quitarle la mirada de encima y saboreando cada parte de su ser. Amaba a JungKook, no le importaba que fuese mayor y que las personas a su alrededor no estuviesen de acuerdo. Él se sentía bien con lo que tenían. Para JiMin era suficiente.
—¡Kookie! —chilló y se colgó en los hombros del contrario en cuanto lo tuvo enfrente—Te traje comida.
Quiso besarlo, pero el mayor se lo impidió e hizo una mueca de desagrado apartándolo con ligera brusquedad de su cuerpo. Y sin prestarle atención colocó la clave para poder entrar al departamento.
—Sabes que no me gusta que me digas así—espetó con frialdad.
—Lo siento—JiMin bajó la mirada.
El menor se sintió culpable de nueva cuenta al ver que otra vez le causaba molestias a JungKook, lo que menos quería era hacerlo enojar. Y sabía perfectamente que no le gustaba que le dijera de ese modo, pero no podía evitarlo, porque cuando lo tenía cerca la emoción era tan grande que se hacía incontenible. Lo único que quería era expresarle cuánto lo amaba y le importaba. Pero siempre terminaba por cagarla con cosas tan simples que ni siquiera se imagina que eran estupideces. Sólo se limitó a entrar en el departamento en completo silencio y aún con la mirada hacia abajo esperando algún tipo de señal para poder decir algo. Y en cuestión de segundos ya tenía unos fuertes brazos sobre su cintura que lo rodearon por completo. Eso era justo lo que necesitaba; cercanía y contacto físico. Pronto los labios de JungKook se pegaron con los suyos, dejándose llevar por el choque eléctrico que ese acto le provocaba.
—Te extrañé, precioso—decía el azabache en medio del beso—Hueles delicioso.
JiMin vibraba con esas palabras y le era inevitable hiperventilar o sentirse especial, cómo la única persona que existía para JungKook. Y con eso era más que suficiente para dejarse hacer por él. La mano tatuada de éste se paseaba por la espalda del pelirosa sin tener ningún tipo de delicadeza porque, aunque fuese un completo patán, le encantaba acariciar a su chico de ese modo. Porque era suyo. De su propiedad y estaba en su poder.
Se guiaron con pasos torpes hasta que llegaron al sillón. El bolso de JiMin cayó en el suelo mientras su cuerpo caía sobre el de su novio corpulento. Se aplastaron mutuamente sin cortar el beso y subiendo la intensidad de ello. Era muy fácil para ambos excitarse así de rápido, más cuando habían pasado casi dos semanas desde la última vez que tuvieron un encuentro sexual. Y lo necesitaban porque, aunque fuesen una pareja disfuncional y extraña, tenían necesidades que cumplir. Así que no desperdiciarían una oportunidad cómo esta. Sin embargo, el celular de JungKook comenzó a sonar, algo que éste quiso ignorar, pero cuando la insistencia se multiplicó gruñó sobre los labios de Ji Min y se separó bruscamente dejando a éste con la respiración acelerada y jadeando sobre el sillón. El azabache tomó su celular y relajó el tono de su voz antes de responder; era su madre. Mientras tanto, el pelirosa se acercó para coger su bolso y sacar su celular. Sus ojos se encontraron en el interior un gorro de conejo rosa que compró hacía unas horas. Cuando lo vio pensó en JungKook, porque su sonrisa era similar a la del dibujo y creyó que le gustaría.
La llamada sólo duró segundos y para cuando el azabache devolvió la mirada, se encontró con JiMin y ese gorrito que para cualquiera hubiese sido adorable y sumamente tierno, sin embargo, para él no, era patético. Muy inmaduro. ¿Hasta cuándo iba a seguir actuando como si fuese un niño? Ni siquiera la hermosa sonrisa brillante que el pelirosa le dedicaba era suficiente para ablandarse un poco y ser amable con él.
—¿Te gusta? —inquirió JiMin con un tono dulce y alegre—¿Cómo me veo? —sonrió y sus ojos desaparecieron.
—¿Qué cómo te ves? —respondió JungKook con un tono despectivo—Deja de hacer cosas estúpidas—espetó con toda la intención—¿Por qué no maduras, JiMin?
El rostro del pelirosa se apagó pausadamente y con delicadeza deslizó el gorro hacía abajo y bajando la mirada en el proceso. ¿Por qué pensó que a JungKook le gustaría algo como esto? Tenía razón; se estaba comportando infantilmente. ¡Demonios! Tenía diecinueve años, ¿por qué no actuaba como tal? Fue completamente inevitable que las palabras de su novio no le afectaran, tanto que sus lágrimas comenzaron a salir sin pedir permiso. Y aunque quiso reprimirlos, los pequeños sollozos se expandieron en la habitación siendo lo único audible ahí. JiMin pensaba que si JungKook lo veía llorar tal vez se arrepentiría de lo que había dicho y le pediría perdón, pero no fue así. Él estaba muy ocupado en su celular con su paciencia agotándose y a punto de explotar.
—¿Estás llorando de nuevo? —lo miró despectivamente.
—Y-yo sólo... quería...
—¡Agh! —dejó salir un pequeño grito de frustración—¿Sabes qué? Ya no quiero verte—se levantó del sillón y le dio la espalda—Será mejor que te vayas.
No le importó como el corazón del menor se estaba quebrando a tal grado de que los pedazos tal vez ya no tendrían como encajar. Se encerró en su habitación dejando un fuerte portazo que hizo saltar a JiMin en su lugar y sintiéndose más miserable que otros días. Y ahí fue donde cuestionó todo. ¿Por qué seguía con él? ¿Por qué no lo dejaba? Ahora mismo le dijo que no lo quiere ahí en su departamento, entonces ¿por qué no se va? Es tan difícil poder levantarse y dar los pasos correctos, porque lo único que su débil corazón desea es estar entre los brazos de JungKook para que lo abrace y le pida perdón por sus palabras. Pero nada puede conmover a ese tipo y JiMin quisiera entender ¿por qué?
Con manos temblorosas tomó sus cosas y salió corriendo del departamento también dejando un fuerte portazo para anunciar su salida. Y siguió corriendo hasta que se encontró fuera del edificio con la lluvia azotando a Seúl, pero ni siquiera le importó que terminaría empapado para cuando llegara a su departamento. Y no quería estar solo, pero no sabía si llamar a TaeHyung sería una buena idea. Seguramente estaría en el karaoke con YoonGi, además, ambos lo regañarían por ser tan estúpido, pero es que ni siquiera el mismo podía entender por qué lo era. ¿por qué seguía soportando todo eso? Ya era más que evidente que JungKook no lo quería del mismo modo y jamás iba a cambiar su actitud tan arrogante. Pero, ¡mierda! Lo ama. Lo ama demasiado y le duele que le trate de ese modo y que no muestre interés por él, por la relación. Y la misma pregunta viene a su mente; ¿por qué?
Resignado a su soledad, comenzó a caminar por la acera dejándose empapar por la lluvia. Tal vez podría purificarse un poco, además, le ayudaba a disimular las lágrimas en sus ojos. Y a cada paso que daba sentía que el suelo se derrumbaba como aquellas veces, pero esta vez más. Se sentía como si estuviese agrietado y a punto de abrirse para crear un abismo profundo. Tal vez la caída dolería menos que las palabras de JungKook y sus maltratos. Se sentía como si no pudiese mantenerse de pie y se preguntó, ¿cuántos pasos ha tenido que dar para poder llegar a cada llamado del azabache sin que éste haga el intento por hacer lo mismo?
En medio de su camino le rezó a Dios y le suplicó que ablandara el corazón de JungKook, que pudiese abrir los ojos para que pudiera ver que sufre bajo la lluvia y que ahora intenta no derrumbarse con cada paso que da. Le pregunta nuevamente, ¿por qué? ¿Por qué cambió tanto? ¿Por qué no le ama de la misma manera? No entiende que ha hecho mal. Lo único que intenta es tratarlo bien y darle cariño, pero siempre es rechazado de la peor manera. Y se odia a sí mismo por haberse permitido llegar hasta aquí y sentirse miserable por un tipo que ahora ni siquiera le importa en las condiciones que intenta regresar a su casa. Es difícil mantener la calma cuando la naturaleza parece entender tu sentimiento y te acompaña con la lluvia. Pero aún más difícil es contar los pasos e intentar descifrar quien ha dado más, ¿si JungKook o él? Aunque la respuesta es obvia.
Y así se fue JiMin de vuelta a su realidad; rezando y contando todos los pasos en falso que ha dado durante estos meses. Sólo espera que el suelo no vaya a derrumbarse... otra vez.
Holii:
Bueno, como ya había dicho desde el inicio, todo esto será crudo. Y más que basarme en la canción de Taylor Swift, también me baso en mi experiencia personal. Aquí también estoy contándoles un poco de mí historia. Y de verdad deseo que nadie pase o experimente ese sentimiento. Es un vacío horrible. Y cuando estaba escribiendo esto, me dolía el pecho de sólo imaginar a Jimin sufriendo de ese modo.
Sólo sean pacientes. Aún no sé qué tan largo será el proceso, pero espero que no sea como SIEMPRE TÚ jsjsjsja. Sin embargo, ya tuve varias ideas en estos días. Y vamos a tener otros ships, así que, espérenlo. jsjsjs
Gracia por el apoyo. Y no se olviden de votar y comentar.
Las tkm!!!!
Okayyyyyyy!!!!
Estoy colapsando. Estaba esperando esto. Y por Dios, Jimin... me tiene mal, muy mal. Que buen inicio de año.
Tenemos que apoyar mucho a mi pollito :)
Les dejo el calendario jsjsjs como muestra de agradecimiento por su apoyo jsjsjs
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