i ━━ bags
capítulo uno
❛ bolsas ❜
Tal vez se debía a la falta de sueño o a los genes de su padre, pero Giovanny siempre estaba de malhumor por las mañanas, cosa que su madre odiaba y prefería dejarle el desayuno e irse a trabajar, dejándolo solo en la mesa. O quizás su malhumor de toda la vida se debía a la negligencia de sus padres al enforcarse solamente en sus trabajos dejando a un niño a su suerte teniendo que madurar e independizarse incluso antes de los dieciocho años. Por supuesto que su enojo era válido si nunca recibió el amor suficiente por parte de sus progenitores, solo fueron casi siete años y después nada, se esfumaron como la nieve en el sol.
Y ahora, ahí estaba Giovanny en el departamento de siempre, solo comiendo unas tostadas con mantequilla y jugo de manzana. Demasiado cliché, muy simple, muy de gente con problemas paternales de parte de ambos padres. Es que era bastante predecible, veías su cara y podías ver cuán jodido estaba. Para un chico de quince años, esas ojeras o famosas "bolsas" bajo sus ojos no eran normal y él lo sabía demasiado bien, pero el insomnio era una enfermedad silenciosa, aunque el ruido se colaba por las noches más calladas.
Su vida habría sido mucho mejor si al menos uno de sus padres hubiera tomado la maravillosa decisión de hacerse cargo de él desde pequeño en lugar de que ambos decidieran trabajar porque debían mantener una vida económica adecuada, porque lo que ellos creían que Giovanny necesitaba eran regalos para compensar la ausencia cuando lo que él anhelaba eran padres presentes, con la suficiente responsabilidad afectiva como para no abandonarlo incluso estando en la misma mesa.
Sí, su enojo matutino era un poco justificable.
Sobre todo, en ese instante en que unos intensos golpes en la puerta hicieron que derramara un poco de jugo en la mesa en vez de en el vaso que tenía.
Sí, los vecinos eran una molestia, un maldito grano en el trasero que Giovanny no soportaba y con quienes realmente nunca lidiaba porque cuando escuchaba que tocaban, jamás salía a abrir, pero esta vez era diferente. Una voz femenina llamó a su nombre, como si lo conociera y lo hacía, se trataba de Alexandra Russo, su fastidiosa compañera de clases y, porque el unigénito de los Spencer tenía muchísima mala suerte, su vecina.
── Giovanny, sé qué estás ahí porque hoy es domingo, así que no te atrevas a ignorarme ── esa niña era insoportable.
Su hermano mayor era un poco diferente, a Giovanny le agradaba, aunque no le gustaba relacionarse con él ni con ningún Russo que no fueran los padres o el pequeño Max. En resumidas cuentas, con cualquiera mientras no sean Alex o Justin.
La pelinegra sintió el casi imperceptible sonido del cerrojo y la puerta se abrió. Ahí estaba el chico con su cabello rubio despeinado, las mejillas marcadas por la almohada y un pijama de seda azul rey. O qué sabía ella, no le interesaba. Al menos había logrado dormir, aunque sus ojeras eran enormes todavía.
── Buenos días ── saludó ella, entrando sin invitación.
── Oye, no seas desubicada.
── Sí, lo siento ── murmuró.
No lo hacía, eso él lo sabía muy bien. Ya la conocía un poco por Tribeca, ella no era de las que lo sentía genuinamente a menos que la situación fuera perjudicial para sí misma. En ese instante, podría llamar a la policía por invasión de propiedad privada solo por diversión, porque en el fondo ni siquiera le importaba el descaro de la muchacha.
── ¿Qué es lo que quieres?
── Bueno, sé que es demasiado temprano, pero es muy urgente lo que te vengo a pedir.
── No voy a prestarte dinero ── se adelantó. Alex lo miró indignada, aunque en otras circunstancias, sí que le habría pedido un poco de dinero.
── No estoy aquí por eso, solo quería saber si tienes alguna bolsa de basura que me prestes. Te la devolveré... o eso creo.
Giovanny puso los ojos en blanco.
── Las únicas bolsas que tengo son las debajo de mis ojos y están diseñadas especialmente para llevar la carga de mi miserable existencia.
── Solo tenías que decir que no, dramático.
── Mira quién habla ── soltó él ──. Era broma, sí tengo bolsas de basura, es algo básico.
── Sí, sí, no todos tenemos privilegios.
── ¡Tus padres tienen una subestación!
── Sí, pero se supone que mi madre había comprado un paquete de cien bolsas, pero...
── No quiero saber qué hiciste con ellas.
── ¡No fui yo! ── exclamó Alex, ofendida ──. Fuimos Max y yo.
Ya no los soportaba y solamente llevaba una noche y una mañana aguantándolos. No llegaría a fin de año.
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