—Los demás del círculo de amistad estábamos hablando sobre que un color dorado se vería genial en las sillas —Mónica no ha parado de hablar desde que entramos al centro comercial, su emoción del aniversario de la iglesia que es en dos semanas es gigantesca. No puedo comprenderla.
Las tiendas han empezado a colgar adornos de navidad más notorios, en tres semanas y ya es 24. Siento que el tiempo ha pasado rápido desde mediados de noviembre cuando Luke y Michael salieron de vacaciones de fin de año.
Volteo a ver a Mónica, sigue con su parloteo, pero mi mente va hacia otro lado, o más bien a alguien.
No puedo evitar sonreír al recordar mi beso con Luke en su habitación, hace dos días. Sigo sorprendida de que la que acortó el espacio fui yo, ni siquiera lo pensé, pero siento que las cosas son mejores así, si no les doy vueltas y vueltas hasta que me duela la cabeza de pensar. He decidido ser más serena y llevadera.
Al llegar a la tienda de telas, donde es nuestro principal objetivo, Mónica entra primero, yendo a ver los pesados rollos en los estantes.
Mamá me hizo venir a recoger un pedido de yardas blancas para la decoración. Le iba a pedir a Luke que viniese conmigo, pero ella dijo que Mónica podría ser una buena compañía. Ja.
—Buenas tardes —saludo a las mujeres detrás del mostrador. Una señora canosa es quien viene a atenderme.
Le digo el nombre de mi madre y el pedido, mientras espero que saquen la tela y la coloquen en bolsas, Mónica viene a mi lado.
—La hermana Carol hizo una buena elección —musita observando el lienzo.
—Lo hizo —concuerdo. Mi madre estuvo días tratando de figurar qué tela elegir, por ende me arrastró a mí a su debate.
Mónica agarra las bolsas pesadas a la vez que me facturan, guardo el recibo y el cambio en mi bolso negro que llevo cruzado y ambas salimos del local.
Tomo una bolsa para ayudarle.
—Tenemos que ir a preguntar cómo van con las costuras de los manteles —le informo, ya aburrida y cansada.
En el camino Mónica ha decidido comprarse un cono de helado, la tentación de hacer lo mismo me inunda, pero me veo interrumpida de sacar mi billetera cuando siento un leve toque en mi hombro.
Extrañada me giro hacia la persona que me ha tocado, y puedo asegurar que mi alma se escapa de mi cuerpo cuando mis ojos ven a esa chica rubia platinada mostrándome una sonrisa pícara.
Bárbara.
—Mira, y pensé que los de su especie no podían venir a estos lugares —bromea a sabiendas que Mónica la ve confundida y espantada por su aspecto tan atrayente.
Lleva lo que creo es un corsé rosa de mangas de tira con patrón cuadriculado, y un lazo en el frente, dejando a la vista parte de su pecho y su ombligo perforado. Un pantalón flojo, negro y con varios bolsillos, a la altura de sus caderas y unos botines. Sin mencionar la cantidad de accesorios que lleva puesto: anillos, pulseras y collares.
Sé que Mónica no puede dejar de ver las cadenas con pentagramas y signos extraños y el septum en su nariz.
¿Cómo rayos le explico a Mónica de dónde conocí a Bárbara sin mencionar a Luke?
— ¿La conoces? —me susurra Mónica a mi lado.
— ¿Me conoces, Julieta? —añade la rubia con una mueca divertida.
—Eh, sí.
Bárbara ni siquiera se inmuta ante la mirada prejuiciosa de Mónica, no le interesa, más bien, creo que le da gracia.
— ¿Te gustan? —suelta al ver que mi amiga no despega la vista de los accesorios con signos esotéricos en su cuello. Observo a Mónica, se ha sonrojado—. Te puedo dar uno si quieres.
Me encuentro en una encrucijada. No sé qué hacer para deshacerme de Bárbara, ella no se irá si le digo que se marche... pero Mónica sí.
— ¿Por qué no vas tú donde las modistas? —le pido, dirigiendo mi mirada hacia ella—. Te alcanzo luego.
La duda en su expresión es grande, sé que no quiere dejarme con alguien con las pintas como las de Bárbara. Para mi suerte la rubia no dice nada que me acuse más.
Mónica asiente, alejándose con su cono de helado y las bolsas de las compras.
—Se vería tan linda si tuviese el cabello corto —murmura la rubia, se ha colocado a mi lado, frunzo el ceño viéndola, pero ella solo me da una sonrisa—. Es una pena que se vistan tan cubiertas y simples.
¿Simples? No puedo evitar bajar la mirada a mi vestimenta, sintiéndome cohibida de la nada. Un pantalón jeans de tiro alto, mis zapatillas negras y un suéter verde. Bueno, comparada con Bárbara sí que quedo simple.
—La has espantado —le digo, ocasionando su risa.
—La misma expresión que has puesto tú cuando me viste por primera vez —indica.
Ni siquiera sé por qué estoy hablando con Bárbara.
—Te vi caminando con tu amiguita, me apeteció venir a saludarte —explica, como si hubiese leído mi mente—. Además, llevo días queriendo darte esto.
Le veo enseguida, me pongo enfrente de ella por completo mientras le examino cómo se busca algo entre los tantos depósitos de su pantalón. Ahora que lo noto, sus uñas son largas y puntudas, pintadas de un negro brillante. ¿Acaso no se rasguñara por accidente?
— ¿Qué es? —pregunto curiosa. Bárbara alza la mirada para sonreírme anchamente a la vez que me conduce sus manos en puños hacia mí. Su rostro maquillado muestra emoción a la espera que ponga mis manos debajo de las suyas.
—Es protección —dice, sabiendo que mi rostro es la máxima representación de confusión. Observo con detenimiento lo que ha depositado en mis palmas.
Es un frasco de vidrio pequeño con tapón de corcho, tiene un lazo blanco envolviéndolo, adentro tiene pequeñas piedras que parecen cristales, especias y ramitas.
Quiero soltarlo, pero eso sería muy rudo de mi parte, así que solo le quedo viendo para ver si se sigue explicando.
—Espantará cualquier cosa mala, llévalo contigo o ponlo en un lugar visible en tu habitación.
— ¿Me estás embrujando? —no puedo evitar espetar. Bárbara deja escapar una ruidosa carcajada—. Hablo en serio.
—No, no —comienza a decir, suspira para calmar su ataque de risa y trata de verme seria—. Julieta, si quisiese tirarte una maldición o algo por el estilo no estaría acá, probablemente ya lo hubiese hecho y lo hubieses notado.
¿Qué? Mi cabeza no logra comprender lo que está pasando, siento que el frasco en mi mano pesa y arde sabiendo que tiene que ver con brujería y esas cosas malas.
Es muy lento, pero caigo en cuenta de que Bárbara es... ¿Una bruja? Retrocedo un paso, temiendo. Jamás me había visto envuelta en este tipo de situaciones, jamás había tenido cualquier tipo de relación con alguien como ella. Mi madre se desmayaría si supiese esto.
—No es peligroso —trata de calmarme—. Intento irle a la magia blanca.
— ¿Luke sabe? —interrogo. La rubia pone los ojos en blanco.
—Sí, pero a tu Romeo no le importa.
Cada vez más me sorprende la clase de personas con las que se junta Luke, quiero poder entender el porqué, cómo rayos comenzó a relacionarse con ellos y esas dudas gigantes que aún no tienen respuestas en mi cabeza.
— ¡Juliette! —escucho a mis espaldas. Volteo a ver y Mónica viene a paso apresurado hacia mí. Regreso mi mirada a Bárbara.
—Nos vemos, linda —se despide en un susurro ella mientras va caminando hacia atrás. Quiero reaccionar, decirle algo, pero no sale nada.
Bajo la mirada a mi mano, donde aún sostengo el frasco. Lo introduzco rápido en mi bolso antes de Mónica venga a mi lado, limpio mis manos sudadas en la tela de mi pantalón y busco a Bárbara a lo lejos, su silueta desaparece al doblar por un pasillo.
— ¿Quién era? ¿Qué quería? —empieza con su interrogatorio. Decido caminar hacia la salida, ella me sigue.
—Solo una chica que conocí en uno de los refugios a los cuales la iglesia da dinero —miento y me sorprendo de haber pensado en esa excusa. Sé que mentir está fatal, pero tengo que hacerlo.
— ¿Le viste el arete colgando en su nariz y todos esos signos diabólicos?
—Sí, lo hice —respondo bajito, sin ánimos de hablar.
En el resto del camino tengo que soportar cómo Mónica juzga el aspecto de Bárbara mientras no para de decir que esas cosas no son bien vistas en la iglesia y ante los ojos de Dios... y no puedo evitar pensar ¿Es así como sonaba antes?
jaja hola de nuevo, voten y comenten <3 no voy a mentir, Bárbara es iconic.
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