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8.

MARATÓN 2/3


Lauren POV.

Miré para ambos lados antes de cruzar la calle que me llevaría a la playa. Caminé con nerviosismo, dando pasos cortos y rápidos, alternando mi vista de mis pies a mi alrededor. Mis dedos se cerraban con fuerza alrededor de la tira de mi bolso, ocasionando que mis nudillos se tornasen blancos. Me sudaban las palmas de las manos, y me acomodaba el cabello cada dos por tres.

Eran las dos de la tarde de un sábado y no podía hacer un mejor tiempo. El cielo estaba celeste, y el sol brillaba. Además, no habían predicciones de lluvia para aquella tarde. Me alegré al saber aquello, ya que todo iba a resultar tal y como lo había planeado.

Al llegar a la cafetería que estaba buscando, me detuve por un momento en la puerta antes de entrar. Había una gran vitrina a uno de los lados, y aproveché para darle un último vistazo a mi vestuario. Un vestido blanco, sencillo pero lindo; unos botines negros; mi cabello suelto en suaves ondas y unas cuantas pulseras. No estaba segura de haber elegido bien, pero ya no había vuelta atrás. Tomé aire, tratando de calmar mi creciente nerviosismo, practiqué mi sonrisa frente al reflejo que el vidrio me ofrecía y entré al local.

Me dirigí a la mesa habitual, y una señorita se acercó a dejarme la carta. La dejé reposar sobre la mesa, segura de lo que iba a pedir. La chica anotó lo necesario, y se alejó en dirección a la cocina. Miré hacia la puerta de manera impaciente, deseando que mi cita apareciera en ese mismo momento y así poder realizar lo que tenía pensado. Mis dedos golpeaban la mesa, y realmente pensaba que me volvería loca en cualquier momento.

Pasaron menos de diez minutos que se sintieron como horas, cuando ella apareció. Llevaba una camiseta rosa, unos shorts de jean y zapatillas rosas también. Su cabello estaba suelto y le llegaba a la altura de la cintura, pero un lazo negro lo adornaba a un lado de su cabeza. Sus muñecas estaban repletas de delgadísimas pulseras, treinta y siete para ser exactas. Sonreí al verlas.

La recién llegada se acercó velozmente, dándome un beso en la mejilla.

—Hola, Lern —susurró, dejando sus labios sobre mi piel más tiempo de lo usual. Me estremecí ante el contacto, y mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—Camz —logré decir con dificultad, a la vez que ella se separaba y se sentaba en la silla frente a mí.

Rápidamente recordé algo, y me quité una de mis pulseras para entregársela a ella. Su sonrisa creció a la vez que estiraba el brazo para que yo pudiera amarrársela en una de sus muñecas, como haciamos cada vez que salíamos juntas.

—Entonces, creo que sabrás por qué estamos aquí hoy —comenzó ella, recostándose en su asiento. Asentí, sin quitar mi mirada de sus ojos.

—Ahora lo sabes todo.

—¿Mandaste a la Lauren grande a conseguir que Camila grande hablé conmigo?

No pude evitar reír ante esa pregunta. Dicho de aquella manera, sonaba bastante descabellado.

—En realidad, se le ocurrió a ella. Yo no sabía como explicarte la situación sin que pienses que soy una loca y te alejes de mí.

Una de sus manos se acercó sobre la mesa para tomar las mías, y bajé la mirada, sorprendida. Como acto reflejo, comencé a acariciar el dorso de su mano con mi dedo pulgar.

—No quiero perderte, Camz. Todo esto es tan complicado...

—Ni lo digas. He estado pensando bastante, y tengo algunas cosas que proponerte. Tal vez nos puedan ayudar.

Sonreí, aliviada.

—Pero antes —prosiguió—. Hay otras cosas que me dijo Camila. Como que Lauren te tenía prohibido besarme hasta los diecisiete —susurró esto último, sus mejillas tornándose rojas.

—En cuanto a eso... se podría decir que llegamos a un acuerdo —susurré también yo.

—¿Ah, sí? ¿Y cuál sería ese acuerdo?

Iba a responder, pero la señorita que había dejado la carta volvió a acercarse, esta vez con nuestra comida, y Camila le agradeció nuestros habituales helados sin dejar de sonreír. Eso me molestó un poco, y ella lo notó.

—¿Por qué te pones así? —cuestionó, riendo.

—Tú sabes —mascullé, avergonzada de que hubiera notado mi reacción.

—Lauren, mírame —dijo sin dudas en su voz, levantándome la cabeza para que la mirase a los ojos—. Podré sonreírle a medio mundo, pero a la única que quiero besar eres tú.

Me sonrojé por completo a escuchar aquello, sintiendo mis mejillas arder como nunca. Nunca creí que Camila fuera a decir eso; y a decir verdad, me había encantado.

—Tú... ¿de verdad quieres eso?

—Pensé que estaba claro —concluyó con una sonrisa pícara, antes de soltarme la mano y enfocarse en su helado.

La respuesta de Camila me había dejado totalmente fuera de juego. La imité, llevando toda mi atención atención la copa de helado que esperaba por mí en mi lado de la mesa. Ya habría tiempo después para seguir con aquella conversación.


Una hora más tarde, ambas nos encontrábamos caminando por la playa. Nos habíamos quitado los zapatos, y yo cargaba ambos pares para que ella pudiera abrazarme por la cintura con ambos brazos. Resultaba algo difícil caminar así, pero realmente valía la pena.

—Camz —llamé su atención, haciendo que levantase su cabeza de mi hombro y me mirase a los ojos con una tímida sonrisa en los labios.

—¿Pasa algo? —preguntó, bajando la mirada hacia mis labios. Si moría ahí mismo, moría feliz.

—Sentémonos un rato, necesitamos hablar.

Camila asintió débilmente, y quitó sus brazos de mi cuerpo para sentarnos en la arena. Unos sengundos separadas y ya sentía que necesitaba estar nuevamente en contacto con ella, así que esta vez fui yo quien la rodeó con el brazo, haciendo que ella apoye su cabeza en mi pecho. La mano que me quedaba libre la utilicé en entrelazan mis dedos con los de ella.

—Ambas sabemos lo que se viene —comencé, nerviosa—. Sabemos que debimos de conocernos en The X Factor. Sabemos que cumpliremos nuestros sueños, y sabemos que por ahí hay otras tres chicas que se convertirán en nuestras hermanas. Pero sabemos también que eso nos destruirá, Camz, y lamentablemente debemos elegir.

Camila se quedó en silencio, mirando hacia el mar. Sus dedos no dejaban de acariciar los míos, y mi corazón latía con fuerza.

—¿Qué sientes, Lauren? ¿Qué sientes por mí? —susurró, volteando su cabeza de manera que nuestros ojos se encontraran. Instintivamente, mi mirada cayó en sus labios, y ella se mordió levemente el inferior.

—Siento que estoy perdidamente enamorada de ti —contesté en un susurro casi inaudible—. Tengo quince malditos años y estoy totalmente enamorada de ti, y estoy segura de que esto es en serio. Estoy segura de que eres mi gran amor. Me faltan las palabras para describir lo que siento por ti, porque simplemente te veo y se me corta la voz. Provocas en mi cosas que pensé que eran imposibles de sentir, y siento que te quiero cada día más. Camila, quiero arriesgarme por ti. Quiero hacerlo. Si tengo que elegir, te elijo a ti mil veces. Quiero estar contigo, Camz, y dedicarme a ti. Quiero que seas mi novia. Si dices que sí, prometo hacer que valga la pena.

Camila me miró fijamente. Ahora sólo nos separaban escasos centímetros, y no aguantaba más aquella distancia.

—Lauren, yo...

Bajé la mirada, temerosa. Camila tomó mi mentón y levantó nuevamente mi cabeza.

—Lauren, yo a ti te adoro. No hay momento del día en el que no piense en ti. Me he enamorado, bebé —sonreí ante la palabra utilizada, y Camila me imitó—. Y sí, adoro decirte bebé. Quiero hacerlo, y tengo algo para proponerte. Pero sí, Lern. Sí quiero. Quiero ser tu novia.

Una sonrisa llenó mis labios. Acaricié la mejilla de Camila con mis dedos, y me abrazó más fuerte aún.

—¿Me dejas hacer algo? —pregunté, sin dejar de mirarla a los ojos.

Mi novia asintió suavemente, y me incliné hacia adelante para conectar mis labios con los suyos. Era el primer beso de Camila, y mi primer beso real, que no había sido parte de un juego o sin sentimientos de por medio.

Con la mayor suavidad posible, tomé su labio inferior entre los míos, ese que me volvía loca. Mi corazón se aceleró al probar la dulzura de su boca, con la cual llevaba soñando ya bastante tiempo.

Camila soltó mi mano para llevarla a la parte posterior de mi cuello y unirme más a ella. Utilicé la mano libre para acariciar su mejilla, sin dejar de mover lentamente mis labios sobre los suyos.

Al cabo de un momento nos separamos por falta de aire, y jalé suavemente su labio inferior antes de soltarlo y separarme por completo. Ambas sonreímos, y Camila volvió a acercarse para dejar un corto beso sobre mi boca.

—Eres hermosa —susurró sobre mis labios, y perdí toda la cordura. La rodeé con ambos brazos, besándola nuevamente.

—Novia —dije, y ella levantó la vista hacia mí.

—Bebé —contestó, y no pude evitar reír por lo emocionada que estaba.

—Ahora sí, Lern —Camila volvió a hablar, acomodándose sobre la arena—. Tengo un plan, y creo que puede funcionar para todas.

Alcé una ceja, intrigada.

—Soy toda oídos.

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