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Capítulo 2: Fame Stars

Gabrielle tenía razón al decir que los teatros americanos eran muy parecidos a los de Londres.

Sin embargo, el teatro de Fame Stars era diferente a cualquiera de cualquier continente. No tenía los clásicos balcones y pilares dorados, ni las butacas y el telón rojo, o el escenario con tablones de madera pulida. Fame Stars tenía una arquitectura angulosa y moderna, las butacas eran de tela violeta a juego con el telón de terciopelo, y el escenario era todo oscuro, desde el piso hasta la pared de fondo.

Y a pesar de estas pequeñas pero evidentes diferencias, los hermanos sentían que entraban en un mundo totalmente desconocido.

¿Cuántas veces no habían entrado en un teatro? ¿Cuántas veces no habían caminado por el pasillo entre las filas de butacas? ¿Cuántas veces no se habían acercado a un escenario? Pero se sentía como si fuera la primera vez.

En las primeras filas estaba sentado un grupo de chicos, todos mirando atentamente al escenario. Sobre este, un hombre hablaba con mucha soltura. Debía estar entrando a los cuarenta años, su cabello era castaño y su porte esbelto evidenciaba que había sido bailarín.

Su voz era tranquila y agradable. Mientras Gabe y Shane se acercaban al escenario, pudieron distinguir lo que decía.

—...De verdad tengo que felicitarlos por su actuación de anoche, ¡eso si es cerrar con broche de oro!—el grupo prorrumpió en aplausos, el sonido de las palmas magnificado por la acústica del lugar. El hombre hizo una seña y poco a poco fueron acallando los aplausos.

Cuando todo volvió a estar en silencio, continuó:

—Muchos ya habrán leído la reseña del Times, y no puedo estar más orgulloso de todos ustedes, tanto que me hubiese gustado darles todo el día libre. Sin embargo...

En ese momento, fijó la vista en Gabe y Shane, quienes se habían acercado lo suficiente al grupo para que pudieran reconocerlos. Todos voltearon hacia donde miraba el hombre, y los hermanos tuvieron varias docenas de ojos sobre ellos.

—¡Veo que ya están aquí!—exclamó, que iba bajando del escenario por los escalones a un costado—. Chicos, ellos son la razón por la que los llamamos hoy. Vengan, acérquense.

Ambos obedecieron, y se situaron uno a cada lado del hombre, mirando de frente al grupo.

—Les presento a los nuevos integrantes de la compañía: Shane y Gabrielle McHard—dijo el hombre, señalando a cada uno al decir su nombre.

Gabe notó algunos murmullos y miradas inquietas por parte de los chicos.

—Ok, ya basta—los silenció de nuevo el hombre—. Estos chicos son nuevos, vienen de Inglaterra, y espero que les den una cálida bienvenida a Fame Stars, ¿si?

Todos respondieron Sí al unísono.

—Espera un momento, Paul—una de las figuras sentadas en la primera fila se levantó, acercándose más a ellos.

Era una mujer, un poco más joven que el tal Paul, de movimientos elegantes, ojos altivos y cabello cobrizo.

—Chicos, ella es Livanna Lestier, la directora de la compañía —los presentó el hombre.

—Creí que usted era... —comenzó Gabe.

—Paul es nuestro entusiasta coreógrafo —la cortó Livanna Lestier—. Demasiado entusiasta, a veces. Como cuando dijo que ya son parte de Fame Stars.

—¿Y no es así, Livanna? —preguntó Paul el coreógrafo.

—No cualquiera es aceptado en Fame Stars. Y para entrar en mí compañía deben hacer una audición —respondió Livanna Lestier—. Además, creo que no soy la única que quiere verlos en acción, ¿cierto? —preguntó a sus discípulos.

Los jóvenes en las butacas la secundaron y comenzaron a corear ¡Canten, canten, canten, canten!

—¡Está bien! —contestó Paul—Espero que no les importe hacernos, emm...una pequeña demostración— prosiguió, dirigiéndose a los hermanos.

—Claro que no—respondió Shane.

Gabrielle no dijo nada. Seguía mirando fijamente a la señora Lestier, que estaba volviendo a su asiento en toda su dignidad. Hubo algo en su tono que le disgustó, soberbia y algo más que no supo reconocer en ese momento. Subió junto a Shane los escalones hacia el escenario, y desaparecieron tras bambalinas.

—¿Qué hacemos?—le susurró él, claramente ansioso por tener que actuar casi de manera improvisada.

—Algo que les cierre la boca—murmuró Gabe, con más seguridad de la que sentía.

Cuando hubieron acordado la canción que cantarían, los asistentes les entregaron micrófonos a cada uno. No tenían tiempo de calentar o afinar, ni de repasar la letra o ensayar el coro. Se situaron en el centro del escenario, el moderno equipo de iluminación apagándose dramáticamente.

Gabrielle rogó por que todo saliera bien. Tomó aire, y entonces empezó a cantar.

You aaaaint...nothin' but a hound dog!—súbitamente, las luces se encendieron, y la pista de la canción empezó a sonar, casi como si estuvieran músicos tocándola en escena—Cryin' all the time...

Mientras cantaba, Gabrielle se movía por todo el escenario, olvidando su ansiedad y estoicismo por unos minutos. Esto era por lo que estaba allí. Para hacer lo que amaba.

Terminó su parte, y ahora le tocaba a Shane...

Well they said you was high-classed. Well, that was just a lie...

Ambos cantaban mirándose el uno a la otra, asumiendo sus papeles, dando vueltas y haciendo gestos. Gabe subía y bajaba en su registro, interpretando a una chica superficial y delicada, pero que no era más que una mentira; por su parte Shane, cantaba con la voz rasposa que rara vez usaba, tratando de hacerle justicia a Elvis, mientras perseguía a la chica sobre el escenario, y que sabía que lo de la "alta sociedad" era una mentira.

O esa era más o menos la historia que querían contar. A los hermanos les encantaba ese número, era gracioso, movido y difícil, perfecto para esa circunstancia. Lo habían presentado varias veces en la Academia, y ya prácticamente lo sabían de memoria. Ambos cantaron la última parte.

You aint nothin' but a hound dog. Cryin' all the time. You aint nothin' but a hound dog. Cryin' all the time. Well, you aint never caught a rabbit. You aint no friend of mine...

Sostuvieron la última nota hasta que se les acabó el aliento, y la música terminó de golpe. Por un momento el teatro estuvo en completo silencio.

El temor y las dudas los asaltaron. ¿Habían hecho algo mal? ¿Se habían adelantado o atrasado en alguna parte? ¿Desafinaron en una nota? ¿O simplemente no les había gustado?

Para alivio de ambos, después de unos segundos comenzaron los aplausos. Al principio fueron un poco flojos, pero luego cobraron fuerza. Sin embargo, Gabrielle no podía dejar de pensar que la mayoría aplaudía con sarcasmo o por obligación.

—Vaya...—decía Paul mientras Gabe y Shane bajaban del escenario—. Creo que a nadie le queda duda de que son parte de esta compañía, ¿verdad?—preguntó al grupo.

Gabe creyó escuchar a alguien murmurando "Se les cayó la nota en el último estribillo", pero todos asintieron.

Livanna Lestier, la directora, volvió a levantarse y les estrechó la mano.

—Bueno, creo que eso es todo. Espero que eso no les haya molestado, pero lo justo era que hicieran una audición.

—Lo entendemos—respondió Shane con una sonrisa.

Gabrielle soltó un distraído Sí.

—Muy bien, esperen aquí un minuto. Paul y yo les daremos un recorrido.

—No tardaremos —dijo el hombre. Y se fue tras Livanna Lestier, dedicándoles una última sonrisa.

Los hermanos miraron incómodos a su alrededor. Frente a ellos estaban sus nuevos compañeros, que se habían levantado de sus asientos y ahora cuchicheaban en pequeños grupos.

Entonces uno de estos grupos se acercó a ellos. Uno de los chicos era alto, rubio y sonreía con una mueca extraña de superioridad; otro era castaño, y parecía un poco más simpático... También había una chica de piel oscura y porte elegante.

—Eso fue lindo. Bastante...original—dijo la muchacha. Gabe no pudo determinar si estaba siendo sarcástica o no—. Soy Selena, y ellos son Seth y Esteban. Bienvenidos, supongo.

—Gracias —respondió Shane, su buen humor inmune al tono venenoso de la chica—. La audición nos tomó por sorpresa, la verdad...

—Ustedes no se parecen mucho ¿saben? —lo interrumpió el rubio, al que Selena había presentado como Seth.

Ambos fruncieron el ceño y se miraron, pero Seth tenía razón.

El padre de Shane era blanco y la madre de Gabe era de raza negra. Como resultado, Gabe tenía los ojos y el cabello oscuros, y su piel era aceitunada. Shane, por su parte, tenía la piel casi tan clara como su padre, y también había heredado su cabello castaño y sus ojos azules. Así pues, se parecían entre sí tanto como un conejo y un pony.

—Lo sabemos—respondió Shane—. Somos hermanastros, en realidad.

—Una vez fui a Inglaterra—comentó Esteban, el castaño—. Es muy diferente a Nueva York.

El chico tenía un acento extraño, que Gabrielle se esforzó por ubicar.

—No tienes idea—contestó Shane.

—Espera, ¿eres español?—dijo Gabe, antes de darse cuenta de lo fuera de lugar que estaba su pregunta. Sin embargo, Esteban sólo sonrió.

—Así es. ¿Veis que se me sigue notando el acento, chicos?—se dirigió Esteban a Seth y Selena.

—Eso es genial—murmuró Gabrielle.

—No tanto como ser británica, ¿verdad?—intervino Selena, con cierto matiz de envidia.

—Gabrielle, Shane—los llamó Livanna Lestier, que apareció al pie de los escalones del escenario—. Vengan conmigo, por favor.

Los hermanos se separaron del grupo y lentamente caminaron hacia la directora de la compañía, quien ya se adentraba tras bambalinas en las profundidades del teatro. 

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