Capítulo número 39
Emily hija de tu madre.
¿Justo ahora apareces y haces esto? ¿Es a propósito?
No sabía en donde estaba viviendo así que la llevé a mi casa.
Como pude, la cambie poniéndole una camisa mía y acosté en una habitación aparte. No está tan lejos, por las dudas.
- Juan...
Rodé los ojos y voltee hacia la cama.
- No te vayas.
- Emily...
- Por favor.
Me acerque al lado de ella y me senté en la cama. Volvió a dormirse e intente salir nuevamente.
Lo logre.
Fui a mi cuarto, al baño. Abrí el botiquín y vi las cuchillas manchadas de cuando me cortaba. Saqué una y me quedé viéndola.
Que asco.
Las tiré a la basura. Mas de 15 manchadas con mi sangre.
Ni siquiera sé porque vine a ver esto. Pero la razón es que ya no están.
Por algo también tatue mis brazos, para que no se noten tanto las marcas de los cortes. Aparte que amo los tatuajes, claro está.
Me di una ducha y decidí acostarme a dormir. Mañana tendría que hablarle a Emily sobre la locura que hizo esta noche.
Dicho y hecho.
- Entonces te traje acá porque no sé donde vives.
Asintió y tomó un poco de té. La resaca la mataba.
- Gracias...
- No es nada...
Me quede viéndola.
Carajo, es muy sexy.
¿Por qué siempre lo mismo?
- ¿Mi ropa?
- En la habitación donde despertaste. Doblada en un sofá.
Asintió y se fue. Al rato volvió, ya con su ropa.
- ¿Sigues virgen?
Pregunte de repente. Me miró y rió.
- Claro que no. Aunque mi vida sexual es una puta mierda.
- ¿Tan así? -Reí, asintió y tomó agua- ¿Tienes novio o algo asi?
- Si. Pero siempre tiene una excusa. Un viaje, está demasiado cansado, bla bla bla. Necesitaría un polvo de los buenos.
Sonreí y miré hacia otro lado.
Tengo que controlarme.
- ¿Y tú? ¿Tienes novia?
- No. Las que tuve no fueron lo suficiente, algo de unos meses y ya. Pero creo que con decir que mi vida va en alcohol y relaciones cada noche, es suficiente.
Rio y se acercó a mi.
- ¿Eres bueno?
- Normal, que se yo. Dicen que si pero a veces lo dudo.
Asintió.
- Debo irme...
- Ahí están las llaves de tu coche -Señale la mesada- Adiós.
- Chao.
Sonrió y se fue.
Llamé a Pilar, una de las tantas con las que me acuesto.
Estoy tan duro que sé que no será suficiente manosearme yo sólo.
Emily, te odio.
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