twenty-one
Draco la esperó por horas.
Se había sentado junto a su ventana, observando la calle en busca de una cabeza rubia oscura. Había sostenido su flor de campanilla de nieve seca entre sus dedos, y se había preguntado en qué momento sería razonable preocuparse.
Ella había parecido interesada, cuando lo había visto por última vez. Parecía ansiosa por volver a verlo. Pero él no lo sabía. Tal vez la había asustado, o tal vez ella había decidido que todo era demasiado para ella. Su familia, su pasado, su Marca Tenebrosa. No la culparía.
Cuando Draco había tirado su té frío en el fregadero y finalmente se había ido a la cama, había permanecido allí unas horas más. No es que estuviera acostumbrado a dormir mucho, de todos modos, pero esa noche le resultaba especialmente difícil desconectar su mente.
Finalmente decidió que le daría otro día. Si no sabía nada de ella en las siguientes veinticuatro horas, se aparecería en su casa.
Cuando se durmió, el sol ya asomaba por el horizonte.
Dos horas más tarde, se había despertado con ligeros golpes en su puerta. Al principio había enterrado la cara en la almohada; había tratado de ignorarlo, pero minutos después, los golpes persistían. Se sentó y arrugó la frente para pensar. La única persona que conocía que no habría irrumpido en la casa a estas alturas era Emily, y sus golpes, por lo que recordaba, eran angustiosamente enérgicos. Estos golpes eran suaves, casi tímidos.
Cuando abrió la puerta, Belly estaba allí, con los ojos enrojecidos y los brazos enroscados.
Se puso en marcha, sintiéndose bruscamente despierto.—¿Estás bien?
—Siento no haber estado aquí anoche.—dijo ella. Su mente despertó, tratando de pensar en un escenario que explicara por qué ella estaba aquí, de todos los lugares, tan temprano en la mañana.—Tengo mucho que explicar.
Le abrió la puerta.—Entra.—dijo. Observó cómo ella entraba y miraba a su alrededor; se sintió repentinamente avergonzado por lo vacío que podía parecerle. Sólo un sofá negro desgastado, una vieja mesa de roble y unos cuantos libros esparcidos por el lugar.—Nunca me he molestado en decorar.—dijo.
—Me gusta.—dijo ella, devolviéndole la sonrisa.—Siento haber llegado tan temprano. Estaba en San Mungo y me echaron.—Su sonrisa disminuyó.—Mi madre está enferma.
—Lo siento.—le dijo él. Con cierta sinceridad.
Belly miró sus uñas.—Creo que se pondrá bien.—dijo ella, con voz suave.—Sólo tiene que quedarse allí un tiempo.
Draco se mordió la mejilla.—¿Quieres algo de beber?—preguntó, obligándose a apartar la mirada de ella. Cuántas veces había pensado en ella en este apartamento; se había imaginado su cara en el lugar donde estaba ahora.
—Estoy bien, gracias.—dijo ella.—Esperaba que pudiéramos ir a mi casa, en realidad. En lugar de aquí. Creo que sería más seguro.
Él le devolvió la mirada, sin entender.—Más seguro.—repitió.
Belly se miró las manos.—Tu padre me atrapó anoche cuando venía hacia aquí.—dijo en voz baja.—Intentó borrarte de mis recuerdos.
Draco sintió que el mundo se le escapaba; sintió que su corazón empezaba a retumbar en sus oídos.—¿Te atacó?
—No me hizo daño.
—Pero te atacó.—dijo de nuevo, tomando su varita de la encimera de la cocina y agarrándola con fuerza. Su mano libre se cerró en un puño.
—Sin éxito.—dijo Belly.—Pero el ataque hirió a mi madre, porque llevaba mi collar. Por eso está en el hospital ahora mismo.
Los ojos de Draco bajaron a su garganta vacía, y luego volvieron a ella.—Entonces, ¿qué? ¿Intentó lanzarte un Obliviate? ¿Te amenazó?
Ella se encogió de hombros.—Vagamente.—Apretó los labios; los curvó en una sonrisa cansada.—Creo que es seguro decir.—dijo—Que no es un fan de que estemos juntos.
Draco no le devolvió la sonrisa.—Voy a ir a la mansión.—dijo.—Deberías quedarte aquí, voy a ir y...
Ella se acercó a él; tocó con la punta de los dedos su brazo desnudo.—¿Y qué, Draco?—preguntó ella.—¿Qué podrías decirle, que pudiera arreglar esto?
—Maldita sea, cualquier cosa...—dijo él con rabia.—Está jugando con mi vida y ahora está jugando con la tuya...
—Te garantizo que si tu padre se entera de que sabes que estoy viva, también te quitará tus recuerdos.—Ella soltó la mano de su brazo. Sus ojos se quedaron en los de él: tristes y cansados.—Y no sé qué pasará después.
El corazón de Draco se estremeció. Él tampoco lo sabía. Belly sólo le conocía desde hacía unos días, esencialmente. Si olvidaba todo lo que sabía de ella, no estaba seguro de que ella luchara por recuperarlo.
Ahora que estaba más cerca, pudo ver la marca que le había dejado el collar; un fino círculo alrededor de su cuello, una pequeña estrella roja en la parte superior de su esternón.
—¿Dónde está tu collar ahora?
Lo sacó del bolsillo de su abrigo; sostuvo la bobina de plata fina en la palma de la mano.—Me estaba haciendo daño.—dijo.—Ya no está caliente, pero estaba ardiendo después de que tu padre...—Se interrumpió.—Es raro, sin embargo, no recuerdo que me quemara después de la guerra. Y...—Frunció el ceño.—Si protegió mis recuerdos de ser tomados anoche, no entiendo por qué no los protegió de ser tomados antes. ¿Tiene sentido?
—Deberías ponértelo.—dijo Draco. Las palabras salieron apresuradas, en un solo suspiro. Y él sabía que a ella no le gustaría, sabía que no estaría de acuerdo, pero no pudo evitarlo.—Deberías volver a ponértelo, ahora.
La expresión de Belly se endureció.—Mi madre está en el hospital por culpa de este collar.
—Por un encantamiento que ella le puso.—dijo él.—Ella misma. Sabía que acabaría allí, y aun así te dijo que te lo pusieras.
Belly negó con la cabeza, pareciendo aún más que acababa de traicionarla, de alguna manera.—Eso no significa que deba hacer lo que ella dice.
—No veo por qué no.
—Porque no está bien.—dijo Belly, frunciendo las cejas.—No está bien -física o mentalmente- y ya no sabe lo que hace. Y no veo ninguna razón para mantener el collar sólo porque ella lo quiera.
—Ahora sabemos.—dijo Draco, tratando de mantener la impaciencia fuera de su voz.—Que el collar no tiene nada que ver con tus recuerdos. Lo único que hace es protegerte de los ataques. Te mantiene a salvo.
—A costa de la vida de mi madre.—dijo furiosa, y Draco apretó los dientes.—Nunca pensé que tuviera algo que ver con mis recuerdos.—continuó ella.—Nunca pensé que fuera por eso por lo que me dijo que me lo pusiera.
Pasó junto a ella hasta el sofá, se tiró al suelo y miró a la pared.
Ella giró, siguiéndolo.—¿Y qué?—preguntó.—¿Ahora te vas a enfadar? ¿Cómo va a ayudar eso?
Permanecieron en silencio durante largos momentos, dejando que sus palabras quedaran suspendidas entre ellos.
Entonces él dijo, finalmente.—Teníamos un plan.—Levantó la vista hacia ella.—Hace casi dos años, estábamos tumbados junto al lago en la escuela e hicimos un plan. Dejaríamos esta vida de marionetas olvidada por Dios y encontraríamos una cabaña en medio de la nada y nos liberaríamos de toda esta mierda. Supongo que si lo hubiéramos hecho antes, seguirías siendo tú.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y él sintió una puñalada de culpa. Ella seguía siendo ella misma, por supuesto. Sólo que no era suya.
Sin palabras, se sentó junto a él en el sofá. El collar ya no estaba en su mano, guardado en un bolsillo.—No habría funcionado.—dijo.
—Yo podría haber dejado a mis padres, pero tú nunca habrías dejado a tu madre. Dejaste Hogwarts durante un año entero por ella, cuando tu padre murió. Nunca la habrías abandonado sólo para mudarte a una estúpida cabaña.
Igual que no abandonaría a su madre ahora. No añadió esa parte, pero no la dijo. Lo vio en la forma en que ella le devolvió la mirada, su mirada triste, pero sin disculparse. Inquebrantable.
Ella dobló las piernas debajo de si misma y se giró, totalmente de cara a él.—Quiero recordar.—dijo.—¿Tienes algo que pueda refrescar mi memoria?
Draco pensó en la flor de campanilla de invierno del alféizar de su ventana. Su único recuerdo de ella; una diminuta flor blanca de mierda. Sacudió la cabeza.—Mi madre tiró sus cosas después de la guerra.
Ella se mordió el labio, permaneció en silencio. Él observó cómo su mirada se dirigía a la mesa de centro, parpadeando de un lado a otro entre dos puntos al azar. Ella hacía eso cuando estaba pensando o tratando de resolver algo. Él deseaba que ella supiera algo así de él.
Luego exhaló rápidamente y lo miró.—Podría ver tus recuerdos a través de un Pensadero.—dijo.—Esa es una gran idea, en realidad. No sé por qué no se nos ha ocurrido antes.
Draco no respondió. Lo había pensado, en realidad, pero había odiado la idea. Egoístamente había esperado que ella nunca sacara el tema.
—Si extraes tus recuerdos, podemos encontrar un Pensadero -seguro que hay uno por ahí que esté disponible para que lo usemos- y verlos.—Los ojos cansados de Belly se abrieron de par en par con entusiasmo.—Podríamos verlos juntos, si quieres.
Draco tragó saliva. Sintiendo la garganta seca.
El hecho de que Belly no se acordara de él era una agonía. El hecho de tener que volver a ganarse su confianza, empezar de cero, era una tortura. Haría cualquier cosa por una prueba, por cualquier cosa que pudiera demostrarle que eran el uno para el otro. Pero no quería que ella viera cómo se enamoraba de él desde su perspectiva.
Se avergonzaba de la forma en que la había molestado en quinto año, se avergonzaba de la forma en que la había molestado y burlado hasta que finalmente le prestó atención. Se avergonzaba de la forma en que la había dejado volver a su vida tan fácilmente una y otra vez, como si no hubiera sabido el peligro que eso supondría para ella. No sabía por qué se había enamorado de él, pero lo había hecho. Lo había amado, y había sido bueno, y eso había sido todo hasta que dejó de serlo.
¿Y qué más vería ella, si observara sus recuerdos? Cuando él había utilizado un Armario Evanescente para introducir mortífagos en Hogwarts, cuando se había situado en lo alto de la Torre de Astronomía y había apuntado con su varita al corazón de Albus Dumbledore, cuando ella descubrió que le había estado mintiendo durante meses... Se había sentido tan traicionada, por todo aquello. Lo recordaba vívidamente: las escenas de esa noche aún plagaban sus pesadillas; Belly en su dormitorio, alejándose de él, la conmoción en su rostro bañado en lágrimas...
No podía mostrarle nada de eso. Ella nunca lo amaría.
Si Isobel Young iba a volver a enamorarse de él, tenía que ser por su propia voluntad. Ya sea a través de la restauración de sus propios recuerdos, o si no... Bueno, tendría que volver a intentarlo.
Sacudió la cabeza y se pasó una mano por el cabello.—Estoy muy cansado.—le dijo, sinceramente.—¿Podemos hablar de ello más tarde?
La cara de Belly cayó un poco, su decepción era evidente. Ella quería hablar de ello ahora, él podía verlo. Pero él no sabía cómo rechazarla, ahora mismo.
Sintió que sus dedos rozaban su puño cerrado; la vio ofrecerle una pequeña media sonrisa.—¿Podemos ir a mi casa?
Él asintió y, juntos, se levantaron.
Él se duchó y se cambió mientras ella esperaba en el sofá del salón. Luego se dirigieron juntos a la casa de campo, con la pequeña mano de ella enroscada en la de él.
***
nota de la traductora;
Aún hay otro capítulo pendiente que debo subir, gracias por su paciencia 💓
All the love
Francia 💓
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