thirty-one
i s o b e l
Isobel no estaba segura por cuánto tiempo había besado a Draco. Un minuto, tal vez diez. Tal vez más.
Todo lo que sabía era que, durante un breve y dichoso tiempo, había olvidado el mundo que vivía fuera de las paredes de su apartamento. Había olvidado a su madre, y a Lucius Malfoy, y todo lo que habían hecho. Había olvidado el collar de plata que aún descansaba en el bolsillo de los pantalones de Draco.
Lo había besado bajo estrellas de plástico verdes y brillantes, e ignorado que posiblemente se casaría con otra en cuestión de meses.
Y ahora esa persona estaba de pie en la puerta del dormitorio de Draco.
Durante un largo momento, todo pareció congelado. Los segundos se alargaron: Draco e Isobel estaban de pie, sin palabras. Mirando fijamente a Astoria, cuyos ojos estaban fijos en Isobel.
Entonces, Astoria se llevó una mano a la boca, y el mundo volvió a ponerse en movimiento.
Draco se adelantó; le tendió una mano, pero ella se apartó.
—Lo siento.—jadeó Isobel.—Astoria, lo siento mucho.
Astoria inclinó la cabeza. Su largo y brillante cabello onduló con el movimiento.—Estás viva.
—Astoria.—dijo Draco.—Deja que te explique.
Por lo que Isobel había oído de Astoria, tenía un temperamento a la altura del suyo; respondía a las situaciones de injusticia con rabia e indignación. Así que la mirada larga, tranquila e inexpresiva que le dirigió a Isobel ahora era increíblemente inquietante.
—Volví aquí —dijo.—, porque me pareció ver a alguien en la habitación de Draco cuando me fui. No pensé que esa persona seguiría aquí cuando volviera.—Sus ojos se entrecerraron, muy ligeramente.—Y nunca, ni en un millón de años, pensé que podrías ser tú.
—Lo siento —repitió Isobel. Astoria dio un paso atrás, amenazando con correr; entonces Isobel dijo, rápidamente—, hay mucho que explicar.
El rostro de Astoria permaneció impasible.—Estás viva.—dijo de nuevo, en voz baja. Se giró hacia Draco.—Todo este tiempo ha estado viva.—dijo.—Entonces, ¿qué? ¿Esto es una especie de broma de mal gusto? ¿Contra mí o contra mi familia?
—No es así.—dijo Draco, con la mandíbula apretada.—Sólo escucha.
—¿Alguna vez planeaste casarte conmigo?—preguntó ella.—¿O eso también era una mentira?
—Los planes de compromiso —dijo Draco—, fueron cosa de mis padres. Nunca los míos. Ya lo sabes, y si me das un minuto puedo contarte todo lo que quieras saber...
—Lo que quiero saber —dijo Astoria, con un temblor de rabia sonando en su voz—, es cómo carajo tus padres pensaron que estaba bien casarte cuando aún estás enamorado de tu jodida ex novia. Que se supone que está muerta.
—No sabían que estoy viva.—dijo Isobel rápidamente.—O, sí lo sabían, pero luego no...
La mirada de Astoria volvió a dirigirse a Isobel.—Estás loca.—dijo.—Todos ustedes están locos.
—Por favor.—dijo Isobel.—Por favor, sólo necesitamos que nos escuches.
Astoria sacudió la cabeza, con el labio curvado de disgusto.—Me voy.
Se giró y salió de su habitación. Isobel se encontró con los ojos de Draco, y una fracción de segundo después, ambos corrían tras Astoria, bajando las escaleras del edificio de apartamentos y entrando en el vestíbulo.
Juntos, siguieron a Astoria en medio del intenso frío. Las calles estaban vacías y silenciosas, salvo por el paso esporádico de un taxi en la distancia; los faros inundaban la calle y se desvanecían en segundos. La silueta de Astoria cruzaba la calle, su figura se retiraba rápidamente.
—Astoria.—llamó Isobel por encima del viento.—Por favor, espera.
Astoria se giró en medio de la carretera. El viento le azotó el pelo, haciéndoselo pasar por la cara mientras miraba hacia atrás; su rostro se ensombrecía bajo las luces de la calle. Sus ojos pasaron entre Draco e Isobel, de pie uno al lado del otro.
—¿Cómo estás viva?
—Es una larga historia.—dijo Isobel. Su voz era débil en el viento, así que la levantó; dijo: —Es complicado. Por favor, entra y te lo contaremos.
Astoria miró a Draco.—No quiero hablar contigo.—le dijo.—No quiero volver a hablarte.
—Por el amor de Dios, Astoria.—dijo Draco, e Isobel se sobresaltó por la aspereza de su voz.—Déjame explicarte. Esto pasa cada vez que tenemos una discusión: huyes, en lugar de hablar de ello, joder.
—Sólo porque tú nunca quieres hablar de ello.—dijo Astoria con frialdad.—He tratado de hablar las cosas contigo muchas veces, pero cada vez, me cierras la puerta. Bueno, ahora yo te estoy cerrando. Déjame en paz.
—No.—Negó con la cabeza.—No te estoy dejando sola, porque no puedo. No puedo dejar que te vayas y les cuentes esto a tus padres.
Astoria no dijo nada. Sólo miró fijamente a Draco, con la ira desbordada en sus ojos.
—Bien.—dijo, e Isobel vio un músculo saltar en su mandíbula. La contención de su ira.—Isobel te lo dirá. Y yo entraré, y no tendrás que volver a hablarme, si no quieres. Todo lo que pido es que trates de entender.
Se quedaron clavados en el sitio, y por un momento, Isobel sintió que no debía estar allí. Sintió que a pesar de las desavenencias y tensiones de Draco y Astoria, ellos se conocían -se conocían desde hacía tiempo- y ella era sólo una extraña. Una forastera que había entrado y avivado las llamas que ya les lamían los tobillos. Había creado involuntariamente un infierno.
Astoria asintió, e Isobel oyó a Draco exhalar el más suave suspiro de alivio. Giró sobre sus talones y regresó al edificio, dejándolos solos en el frío.
Isobel señaló con la cabeza las escaleras de su edificio.—¿Nos sentamos?
Astoria cruzó la acera hacia ella, pero no se sentó. Cruzó los brazos sobre el pecho.—¿Cómo estás de viva?
—Mi madre encantó un collar que llevaba.—dijo Isobel.—Me salvó la vida.
—Imposible.—dijo Astoria.—Pensé que, tal vez, sólo podría haber sido la familia Malfoy la que afirmó que estabas muerta. Pero Blaise me lo dijo; también Daphne. Todos pensaron que te habías ido.
Isobel asintió.—Eso era lo que Lucius y Narcissa querían que la gente creyera. Mi madre también. Permitió que todos creyeran que había muerto en la batalla. Ella y los padres de Draco se llevaron mis recuerdos de él.
Algo cambió en la expresión de Astoria.—¿No lo recuerdas?
—No recuerdo haber salido con él.
—¿Cómo descubriste que lo hiciste?
—Encontré una carta.—dijo Isobel. Nada de esto era relevante, en realidad, para lo que necesitaban de Astoria. Pero ella respondería a cualquier pregunta que Astoria tuviera, si eso significaba que se quedaría aquí.—Encontré una carta que me había escrito; y lo deduje a partir de ahí.
Pero Astoria no hizo más preguntas. Se quedó mirando a Isobel, con los ojos llenos de lágrimas.
Isobel sintió una culpa ardiente, en lo más profundo de su ser.—Lo siento.—dijo.—Entiendo cómo debes sentirte.
—No.—dijo Astoria.—No, no lo entiendes. Estoy tan humillada.—Su voz se quebró.—Pasé tanto tiempo rogando a Draco para que nuestro compromiso funcionara, porque genuinamente pensé que era lo mejor para ambos. Aunque el matrimonio fuera idea de nuestros padres. Aunque fueran ellos los que lo habían organizado todo, pensé que seríamos más felices juntos que solos.
Los ojos de Astoria se alzaron hacia las ventanas del apartamento de Draco, y luego volvieron a posarse en Isobel.
—He estado en ese apartamento tantas veces—dijo.—Y casi todas esas veces, pensé que Draco sería un día mi marido. Aunque nunca estuviéramos oficialmente comprometidos, realmente creía que llegaría a serlo, eventualmente. No tenía ni idea de que...—se interrumpió, con las cejas oscuras juntas—, que a mis espaldas...
El corazón de Isobel dio un vuelco ante el malentendido.—Él no lo sabía.—dijo.—No sabía que yo estaba viva hasta la semana pasada.
—¿Cuándo?
—El viernes pasado. Ginny - mi amiga - me llevó a este club nocturno, en el que él también estaba...
Astoria cerró los ojos.—Estuve allí.—dijo, su voz peligrosamente tranquila.
—Sin embargo, sólo entendió realmente al día siguiente.
Observó a Astoria reconstruir la línea de tiempo.—Entonces, cuando lo vi en el bar. ¿Él lo sabía, entonces?
Isobel dudó.—Sí.—Añadió, rápidamente.—Estamos en peligro. Sus padres no nos quieren juntos, quieren que se case contigo. No pueden descubrir que sabe que estoy viva.
—¿Pero por qué no me lo dijo?
—Porque no confiaba en que no se lo dijeras a tus padres. Eso es todo. Queríamos decírtelo.
Astoria se burló. Miró hacia el apartamento de Draco, y luego se dio la vuelta. Sacudió la cabeza, con amargura.
—Lo siento.—dijo Isobel, de nuevo. Y desde el fondo de su corazón, lo decía en serio.—Ojalá no fuera así.
—Muy amable de tu parte.
—Así es.—dijo Isobel.—No te lo dijimos para proteger nuestra propia relación. Y eso significó darte largas en el proceso. Lo siento mucho.
Isobel estaba segura de que Astoria estaba enfadada por mucho más que porque Draco le ocultara a Isobel. Sabía que su enojo provenía de la frustración de que su vida se hubiera trazado para ella y esos planes se hubieran desmoronado. Tal vez incluso provenía de los celos. Pero disculparse por esto parecía un buen punto de partida.
Astoria miró al pavimento.—Necesito irme. Necesito estar sola.
—Por favor, no se lo digas a nadie.—dijo Isobel. Su voz salió débil, vergonzosamente débil.—Por favor. Sólo por ahora, guarda nuestro secreto.
Astoria se quedó mirando el pavimento sin decir nada. Isobel casi pensó que se iría, que simplemente se aparecería en la oscuridad; pero Astoria asintió.—Está bien. Por ahora.
Isobel exhaló un suspiro de alivio, y se empañó en el aire frío.—Gracias.
Sin decir nada más, Astoria se alejó.
Isobel se volvió, lentamente, hacia el edificio de apartamentos. Miró hacia arriba y vio a Draco, en su ventana. Su rostro estaba inclinado hacia ella, con una larga pierna apoyada en el alféizar. Mirando.
Cuando llegó de nuevo al apartamento, él ya estaba cruzando la habitación para encontrarse con ella.—¿Estás bien?
Isobel asintió.—No se lo dirá a nadie, por ahora.
—¿Qué ha dicho?
—Bueno.—dijo Isobel.—No estaba contenta con ninguno de los dos. Si volverá a hablarte es algo que está en discusión.
Draco frunció el ceño.—No me importa que me vuelva a hablar.
Una pequeña y egoísta parte de Isobel deseaba que eso fuera cierto. Pero aunque Draco no tuviera ningún interés romántico en Astoria, Isobel sabía que le importaría que no volvieran a hablar. Se sentiría, al menos, culpable por haberla herido.
—Dijo que no se lo diría a sus padres.—dijo.—Eso es lo único que importa por ahora.
—No creo que podamos confiar en eso.
—¿No?
Draco negó con la cabeza.—Astoria actúa por emoción. Reacciona exageradamente cuando está enojada. Tal vez cumpla su palabra, pero no creo que debamos confiar en ella.
—De acuerdo.—dijo Isobel en voz baja.—Entonces, ¿qué hacemos?
—Deberías volver a tu casa.—dijo él.—Al menos durante un tiempo.
Isobel no dijo nada. Sabía que eso era lo que él podía sugerir. Pero no quería oírlo.
Draco le rozó la cicatriz con el pulgar.—Sé que odias eso, pero, tengo miedo de que alguien irrumpa aquí de nuevo
Ella miró la tela negra de su camisa. Quiso estirar la mano y enroscarla en ella, pero no pudo apartar de su mente la imagen de la expresión lívida y traicionada de Astoria.
Se conformó con decir, débilmente.—¿Quieres venir conmigo?
Él movió la mano desde el pómulo de ella, bajando por el lado de su cara, y rozó con el pulgar la línea de su mandíbula.
—Me Apareceré contigo. Pero tengo que quedarme aquí por si alguien viene a buscar.
Isobel parpadeó para evitar las lágrimas.—De acuerdo.
—Te visitaré mañana.—dijo.—Por la mañana.
Ella asintió.—De acuerdo.
Cinco minutos más tarde, ella había recogido sus cosas, y estaban de vuelta en su sala de estar; listos para Aparecer.
—Te visitaré mañana.—dijo él, de nuevo.
No lo prometió. No estaban en condiciones de hacer promesas.
Ella le sostuvo la mirada un momento más.—¿Vas a seguir con las estrellas?
—Las mantendré para siempre.—dijo él.—Si la eternidad es suficiente para ti.
Isobel sonrió.—Para siempre será.
Draco tomó su mano entre las suyas.—¿Lista?
—Lista.
Juntos, se Aparecieron. Ella se aferró a su brazo y se acercó a él. En cuestión de segundos, sus pies encontraron tierra firme y estaban de pie en la entrada de su casa de campo. Ella se quedó mirando la casa, sus ventanas sin luz y los árboles que la rodeaban. Se sentía muy entumecida.
Draco bajó la cabeza para hablarle al oído.—Sé valiente, Gryffindor.
Luego, con un chasquido, desapareció.
***
nota de la traductora:
Una disculpa por la tardanza, no tenía ánimos de traducir.
All the love
Francia💘
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