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sixteen


Draco se despertó sobresaltado, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo rápidamente. Estaba tumbado con toda la ropa encima del edredón y notaba un sudor espeso en la frente. La luz del día entraba por las ventanas; entrecerró los ojos. 

Sonó un golpe en la puerta de su apartamento. Debía de ser eso lo que le había despertado, alguien en la puerta, pero estaba muy lejos. Gimió. La cabeza le latía con fuerza cuando se incorporó; se aferró a ella, tratando de pensar en un hechizo para el dolor de cabeza. 

Otro golpe, luego una voz:

—¿Draco? ¿Estás ahí?

Maldijo en voz alta, se puso en pie de forma precaria y se dirigió a través de su sala de estar hacia su puerta. Al abrirla se encontró con su vecina Emily, que lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja. 

—Hola, Draco.—dijo alegremente.—¿Estás bien? Hace un día precioso fuera.

Draco la miró, intentando recordar cuándo le había dicho su nombre. Podía sentir su camisa pegada a la espalda, resbaladiza por el sudor. 

—De todos modos.—dijo ella alegremente.—Iba a hacer las compras y me he dado cuenta de que se te han caído algunas cosas delante de la puerta. Tu cartera y...—Levantó su cartera y su varita.—No estoy segura de qué es esto.—dijo, balanceando la varita entre dos dedos y pareciendo muy desconcertada. 

—Oh, mierda.—dijo Draco en voz alta. Su cabeza respondió con una punzada de dolor; se llevó una mano a ella y le quitó sus cosas con la otra.—Lo siento.—le dijo a Emily, que parecía sobresaltada por su exclamación. 

Volvió a mirar su varita.—Entonces, ¿qué es...?

Draco suspiró con fuerza. La levantó para que ella pudiera echar otro vistazo.—Es mi varita mágica.—le dijo. 

Emily se rió a carcajadas.—Ustedes, los británicos, y su humor británico.—dijo.—Muy gracioso.

—Bien.—Draco entró de espaldas en su apartamento, alcanzando el pomo de la puerta. Consideró la posibilidad de volver a lanzarle un Obliviate, pero no encontró la energía... 

—Oh.—dijo Emily.—¿Te encontró tu amiga?

—¿Mi amiga?

—Hubo una chica aquí el otro día.—dijo ella.—Hace unas dos semanas. Te estaba buscando.

Se detuvo.—¿Cómo era ella?

—Era... bueno, rubia.—dijo Emily.—De estatura promedio. Bonita.

Draco se quedó mirando a Emily, con la mano congelada en el pomo de la puerta.—¿Ella...?—su voz era quebradiza; se aclaró la garganta.—¿Dijo cómo se llamaba?

Emily asintió con entusiasmo.—Oh, sí. Su nombre era... Oh, Dios, no puedo recordar ahora. ¿Daisy, quizás?

Tragó saliva.—No habría sido Isobel, ¿verdad?

—¡Daphne!—exclamó Emily. Draco soltó un suspiro.—Daphne, cómo he podido olvidarlo.

—Daphne.—repitió Draco, con la voz hueca.—Claro.

—¿Te encontró?

La resaca de Draco se abría paso por su cuerpo y empezaba a sentir náuseas.—No.—dijo rotundamente.—Probablemente estaba buscando a su hermana. Su hermana es mi... mi amiga.

—Oh, no lo sé.—dijo Emily.—Parecía muy ansiosa por verte.

Draco empezó a cerrar la puerta. Esperaba que ella entendiera la indirecta. 

—Le dije que te avisaría de que estaba aquí.—dijo Emily rápidamente.—Así que sólo estoy cumpliendo con mi deber.

—Encantado de conocerte, Emily.

Cerró la puerta. Desde detrás de ella llegó un apagado:

—¡Yo también, Draco!

Draco tiró su cartera al suelo. Le dolía la cabeza, tenía el estómago revuelto y notaba que se acercaba la fiebre. No estaba acostumbrado a estar enfermo: su madre era buena con los encantos curativos y, en su infancia, había conseguido lo que necesitaba para curar cualquier dolencia, dolor o enfermedad. Nunca se había molestado en aprender los encantos por sí mismo. 

No tenía café, así que encendió la tetera y echó una bolsita de té en una taza. Puso las manos a ambos lados del fregadero, se inclinó sobre él y flexionó los brazos. 

Volvieron a llamar a su puerta y gimió en voz alta. Había alquilado este apartamento para alejarse de la gente y, sin embargo, ahora llegaban visitas todos los días.

Apenas había levantado la cabeza; apenas había pensado en responder a la puerta, cuando ésta se abrió y Astoria entró.

—Buenas tardes.—dijo ella, con las manos juntas frente a ella. 

—Buenas tardes.—repitió él.—¿Qué hora es?

—Son las doce y media.—dijo ella.—¿Cómo te encuentras?—le miró de arriba abajo.—No tienes muy buen aspecto.

—Algún aviso habría estado bien.—dijo Draco, apartando la mirada de ella. La tetera se apagó; él se ocupó de echar el agua hirviendo. Abrió la nevera y echó un vistazo; estaba escasa, como siempre. De todos modos, no estaba seguro de poder retener nada. 

Cuando volvió a mirar a Astoria, ella estaba de pie junto a la cocina.—Dijimos que hablaríamos hoy.—dijo ella. 

—Creo que dijiste que hablaríamos.—respondió él. 

—No seas inmaduro, Draco.

Draco ahogó otro quejido.—Bien.—dijo.—Hablemos. Pero salgamos fuera, necesito aire fresco.

Puede que fuera más porque quería que ella saliera de su apartamento que por una necesidad de aire fresco, pero Astoria obedeció, a pesar de todo. La siguió hasta la puerta y juntas bajaron las escaleras del edificio en silencio. Llevaba su taza consigo: el té caliente salpicaba en ella mientras caminaba; una imitación de la sucesión de vasos de whisky que había sostenido la noche anterior. O quizás había sido ron. No estaba seguro. 

Se sentaron fuera, en los escalones del edificio de apartamentos. Era un día luminoso, pero con mucho frío. Astoria se estremeció a su lado y él apartó la mirada. Al otro lado de la calle estaba la esquina de ladrillos rojos donde una vez creyó haber visto a Belly. La miró fijamente y trató de imaginar su rostro allí de nuevo, mirándolo intensamente con sus grandes y oscuros ojos. 

—He estado pensando en ello.—dijo Astoria.—Y entiendo por qué no quieres casarte. Has conocido el amor antes; el amor real y romántico. Entiendo que eso haya arruinado tu percepción del mismo.

—¿Arruinado?

—Sí, la arruinó, Draco.—dijo ella con firmeza—Porque es irreal. No es normal conocer ese tipo de amor y creo que si no lo hubieras conocido, estarías feliz de casarte conmigo. Porque no pensarías que todos los que terminan con alguien tienen que estar locamente enamorados de ellos.

—Tal vez sea menos que el amor se me haya estropeado.—contestó Draco, todavía observando la esquina de la calle—Y más que he tenido la suerte de conocerlo.

Ella resopló.—Bueno, esa es una forma extrañamente positiva de verlo.

—¿Y todo lo que has dicho?—preguntó él.—Sobre... el matrimonio arreglado, y que la pureza de sangre es una construcción...

—La pureza de sangre es una construcción, Draco—dijo ella, sonando exasperada.—Nunca elegiría a alguien basándome en lo pura que es su sangre.—Suspiró.—Pero sigo pensando que sería más feliz contigo que con cualquier otro.

Él la miró. Las comisuras de sus labios estaban dobladas hacia abajo, con el lápiz labial rojo arrugado. En su frente se veían líneas de expresión marcadas, que la hacían parecer mucho más vieja de lo que era.

—¿Tu crees?

—Sí, lo creo.—dijo ella. Tomó el extremo de su trenza entre los dedos y lo hurgó.—Y también creo que si intentaras dejar atrás todo lo que crees saber sobre el amor y el matrimonio.—dijo.—Y lo vieras todo con un poco más de realismo, entenderías que podemos hacer que esto funcione.

Se quedaron en silencio. Él no tenía nada que decir a eso. 

Astoria estaba enojada, todo el tiempo. No con él; sólo con el mundo. Su amargura, su indignación y su fuerte determinación le habían resultado refrescantes. Pero él no tenía la energía para corresponder a sus opiniones, para discutir con ella todas esas cosas que le importaban tanto. Ella tenía todo el derecho a estar enfadada, él lo sabía. No le guardaba rencor por ello. Sólo se sentía culpable por no ser capaz de reflejarlo. 

—Tu hermana estuvo aquí hace poco.—dijo.—Buscándote, supongo.

—Eso no puede ser cierto.—dijo Astoria con calma.—Mi hermana está en Grecia.

—Bueno, estuvo aquí.—dijo Draco.—Mi vecina me dijo que conoció a una Daphne.

Astoria se volvió hacia él.—Mi hermana está en Grecia, visitando a unos amigos.—dijo, su voz repentinamente hirviendo de irritación.—Ha estado allí durante el último mes. Lo sabrías si te hubieras molestado en preguntarme a mí -o a cualquiera de tus amigos- cómo está. Que no está muy bien, por cierto.

La miró, rencorosamente tranquilo.—Sólo te estoy repitiendo lo que me dijo mi vecina.

Astoria cerró los ojos. La observó respirar profunda y exageradamente.—Creo que este es nuestro problema.—dijo con los ojos aún cerrados.—No nos comunicamos bien. Tal vez si te tomaras el tiempo de escuchar lo que te digo, no chocaríamos así. ¿Ves por qué quiero hablar contigo?

Apartó la mirada con impaciencia.—La culpa es toda mía, ¿verdad?

—Eso no es lo que he dicho.

—Es lo que has insinuado.

—Draco, ya estoy harta de esto.—espetó Astoria.—Actúas como si estuvieras abierto a intentar una relación pero no lo estás intentando en absoluto. Ni siquiera cerca.

Draco dejó su té en el escalón de piedra que tenía a su lado y trató de bloquear su voz. Cada vez sentía más náuseas. Pensó en la noche anterior y trató de contar las bebidas que había tomado. Un whisky muggle al llegar, un whisky de fuego que Theo le había obligado a tomar diez minutos más tarde.

—Nunca llegaremos a ninguna parte.—dijo la voz de Astoria.—Si no te esfuerzas. Si no sales de tu zona de confort...

Cuando Astoria lo había dejado en la zona de fumadores y él había regresado al bar, se había topado con Blaise... ahí fue donde todo se confundió. Toda la noche estaba borrosa, pero ahí fue donde la secuencia de eventos se cortó; se oscureció - pero podía recordar el olor a alcohol y sudor, la multitud, la voz de Blaise cerca de su oído.

—Entiendo que aún estés molesto por lo de Isobel.—dijo Astoria.—Lo entiendo, y es una situación tan triste...

Apretó la cara entre las manos y cerró los ojos.

Ella siguió hablando.—Te juro que mi corazón se rompe por ti, pero tienes que aprender a controlar tus emociones...

Y entonces la vio de nuevo. Volvió a él en instantáneas: sus ojos frenéticos, el rizo de pelo rubio sucio en su mano.

—No te estoy diciendo que sigas adelante.—dijo Astoria. Su voz era débil.—Sólo te digo que visualices la vida que tienes por delante...

—Mierda—dijo Draco.—Espera. Deja de hablar.

La mano de Belly en la suya. Y las lágrimas en sus mejillas: todo se había sentido tan real. El olor a azúcar quemado.

La cara de Pansy de cerca, diciendo: La vi en el baño. Nunca nos dijiste que era un fantasma.

Belly no era un fantasma. Eso era lo único de lo que estaba seguro.

Astoria volvió a aparecer en su visión. Ahora estaba arrodillada frente a él, con cara de preocupación.—Si te sientes mal.—decía.—Puedo llevarte a San Mungo. Realmente necesitas recuperarte...

—Me tengo que ir.—interrumpió él.

La cara de Astoria cayó.—Pero no hemos decidido...

—Lo siento.—dijo él.

La miró por última vez, luego se puso de pie y se apresuró a entrar en el edificio; dejándola allí en los escalones, con una taza de té frío a su lado.

Salió corriendo.

Y a medida que subía las escaleras, la imagen de la mujer se hacía más clara, más nítida en su mente: su pelo, su expresión ansiosa, las luces del club moviéndose sobre su cara, convirtiéndola en un color de neón, pero ¿cómo podía ser ella, en realidad?

Rebuscó en los bolsillos, en busca de alguna prueba de ella. Luego, en un rincón de la habitación, su cartera estaba tirada en el suelo, donde la había arrojado, con su contenido derramado sobre la madera. Varias tarjetas de identificación, una mezcla de galeones y dinero muggle, su tarjeta de débito muggle... y un pequeño trozo de pergamino amarillento y arrugado.

Al recogerlo, reconoció la escritura como la suya propia. Se le revolvió el estómago al leer las palabras:

Mi queridísimo amor,

Sé que odias que te llame así, pero te echo de menos...

El corazón le retumbó en el pecho y los dedos le temblaron.

Le dio la vuelta al pergamino y se le cortó la respiración.

Querido Draco,

¿Será que podremos vernos en las Tres Escobas a la una?

Siento haber tardado tanto tiempo en llegar a ti.

Isobel.

***

nota de la traductora;

Todos ahora: ⚰️

Btwww, quiero agradecerles a las más de 200 personas que se unieron al live, la vdd fue un experimento y nos gustó mucho, así que espero que sea el primero de muchos 🥰

Aunque en el capítulo está implícito, si, en el siguiente capítulo (que saldrá el viernes), por fin Belly y Draco se hablaran.

Dejen sus teorías de lo que sucederá aquí. 🤠

All the love

Francia💕

pd; si encuentran errores, una disculpa, por problemas técnicos tuve que traducir en el iPad y me costó mucho trabajo.

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