nineteen
Draco corría una vez más.
Entraba y salía por las calles de Londres, avanzando lo más rápido que podía; su respiración pesada dejando un pequeño rastro de niebla detrás de él en el aire frío. La gente que pasaba por ahí vestía con gruesas capas de ropa, pero Draco no estaba usando algo más que shorts y una camisa. Si él tenía frío, no podía sentirlo. No estaba siendo consiente de mucho, a excepción del montón de pensamientos que recorrían su mente en ese instante, con mucha velocidad y poco rumbo.
No había dormido en lo absoluto. Había tratado hacerlo; lo había logrado dos o tres veces, pero en cada una había despertado de golpe; sentándose al borde de la cama con el sudor recorriendo su frente y el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sentía como si estuviera atravesando un sueño surrealista, inesperado y completamente impredecible, donde el último año y medio había sido una completa pesadilla. Después de la batalla, se había visto a si mismo con mínimos propósitos y nulos deseos: sin un apellido para vivir, sin Isobel Young cuya compañía pudiera aliviar el dolor de vivir en un mundo roto. Ahora, ella estaba de vuelta, pero todo era diferente. Y tenía que tener mucho cuidado con no perderla de nuevo.
Solo habían pasado veinticuatro horas desde que se enteró que ella estaba viva. Le había parecido tan ridículo, tan desesperadamente estúpido que se estaba por reunirse con la chica de la que alguna se había enamorado en un bar; se había mostrado delirante e incrédulo solo el hecho de encontrarla afuera de las puertas del Caldero Chorreante con sus rostro oculto entre sus manos y su cabello cubriendo su cara.
De inmediato pudo darse cuenta que ella no lo recordaba. En sus ojos pudo ver el mas leve reconocimiento, con miedo y curiosidad... Pero ella no lo había mirado de la misma manera en la que lo hacía. Era Isobel Young, pero no su Isobel Young – no era la chica que se había mostrado en los peldaños de la mansión, ni la misma que había colocado flores detrás de su oreja en el Lago Negro, ni estirado su cuerpo debajo sus sabanas como una estrella de mar. Su rostro, cuando la vio en el Caldero Chorreante, le había recordado a esos días del quinto curso, cuando él solía mirarla al otro lado del aula y se maldecía a si mismo por estar tan intrigado por ella.
Pero ella seguía siendo Belly. O al menos, ella seguía siendo Isobel Young. Seguía siendo la chica de la que él se enamoró.
Y ahora – todo tenía sentido. La chica de la que se enamoró antes de la batalla hubiera caminado directamente a él si ella pudiera hacerlo. Él estaba seguro de eso. La única cosa que explicaba el porqué de Belly existiendo tanto tiempo después de la batalla y no buscarlo era que sus recuerdos con él habían sido borrados. No tenía ni una idea de cómo eso había pasado – pero se encontró a si mismo menos preocupado por el por qué y más por el hecho de que estaba viva, ahora, él podía verle, hablarle, tocarle. Todas las cosas que se había obligado a si mismo a creer que ya no podría hacer. Ahora, no tendría que pasar el resto de su vida casado junto con una persona que no era ella.
Cuando volvió al edificio de su apartamento, su camisa salió volando de su cuerpo, empapada de sudor frío. Probablemente había corrido cerca de una hora, tal vez más. No sabía qué más hacer consigo mismo.
Apenas abrió su puerta, maldijo en voz alta.
Su madre estaba sentada en su sala de estar, sentada en su sofá con su vestido negro extendido cuidadosamente a su alrededor.
Draco pasó junto a ella y tiró las llaves sobre la encimera de la cocina.—Maldita sea, madre.
Narcissa frunció el ceño.—Draco, cuida tu lenguaje.
—No voy a cuidar mi lenguaje.—dijo Draco bruscamente, secándose el sudor de la frente.—Porque este es mi jodido apartamento y actuaré como quiera en él. Y te agradecería que avisaras antes de presentarte así.
Narcissa cruzó las manos en su regazo.—No hace falta que te pongas así, Draco.—dijo con calma.—Sólo he venido a ver cómo estás.
Él se calmó.—Estoy bien. ¿Por qué no iba a estar bien?
—Una madre puede comprobar cómo está su hijo.—dijo Narcissa.—Y la madre de Astoria mencionó que estabas actuando de manera extraña. Astoria parece creer que quieres cancelar la boda.
—Me pregunto qué le habrá dado esa idea.—dijo Draco. No se molestó en evitar que su voz se volviera más tensa.
La mirada de Narcissa se mantuvo firme.—Cariño.—dijo.—Tienes un aspecto terrible.
Draco sintió que su mandíbula se apretaba. Se apartó de ella.—Gracias, madre.
—Estoy preocupada por ti—dijo ella.—Realmente no tienes buen aspecto.
—Acabo de salir a correr, madre—dijo él.—Perdona si mi sudor te molesta, pero si me avisas antes de tu visita la próxima vez, tal vez podamos organizar nuestro tiempo un poco mejor.
—Si pudieras dejar de ser difícil, Draco.—dijo Narcissa, con voz dura.—Entonces podrías sentarte aquí a mi lado, para que podamos hablar.
Draco escurrió su vaso de agua y lo colocó en el fregadero. Luego, de mala gana, se sentó junto a su madre.—¿Qué pasa?
Narcissa suspiró.—Astoria tiene la impresión de que ya no estás dispuesto a casarte con ella.
Draco se burló, pero no dijo nada.
—Le dije a su madre.—dijo Narcissa.—Que estoy segura de que sólo estás pasando por una mala racha, y que la verás la semana que viene. Los Greengrass nos visitarán para la cena de Navidad, así que tú y Astoria podrán hacer las paces.
—No puedo esperar.
—Tu padre y yo también pensamos.—continuó Narcissa.—Que deberías mudarte de este apartamento y volver a la Mansión. Creemos que ya has tenido suficiente tiempo para estar solo, y que te convendría volver a casa.
Draco se sentó con los codos sobre las rodillas. Su marca oscura le sonreía desde su pálido antebrazo. Había corrido entre multitudes de muggles con ella completamente expuesta, pero nadie le había dedicado una segunda mirada.
—No me voy a mudar a casa.—dijo bruscamente, sin levantar la vista de la marca.
—Draco, este apartamento es diminuto.—dijo Narcissa.—No tienes trabajo. ¿Qué crees que se le pasa por la cabeza a la gente cuando se enteran de que te has mudado aquí, para estar solo? ¿Qué crees que dice eso de tus lealtades?"
Draco tensó los brazos. Vio cómo la marca se movía ligeramente, contorsionándose con la flexión de sus músculos.—La verdad es que no me importa.
—Bueno.—dijo Narcissa con fuerza.—Creo que a la gente le costará mucho más dudar del apellido Malfoy si los Malfoy se mantuvieran un poco más unidos.
Draco miró a su madre.—¿Qué te importa?—preguntó.—Estás casada con la familia. ¿Por qué te importa más ser un Malfoy que a mí?
Narcissa entrecerró los ojos hacia él.—Me importa nuestra familia, Draco.—dijo ella.—Y harías bien en no dejar que tu padre te oyera hablar así.
Draco endureció la mandíbula y se apartó de ella. La lealtad que alguna vez había reservado para el apellido Malfoy se había desvanecido. Pero aún así, un año y medio atrás, Narcissa había arriesgado su vida en la Batalla de Hogwarts, sólo para saber si Draco estaba a salvo o no. Eso no había sido por el apellido Malfoy, había sido por él.
—¿Qué sabes de Maggie Young?—preguntó, volviendo a mirar a su madre.—¿Sobre lo que le ocurrió después de la guerra?
Narcissa parpadeó.—Muy poco.—dijo.—¿Sabes dónde está ahora?
—No, no lo sé.
La miró fijamente.—¿Estás segura?
—Estoy bastante segura, Draco.—dijo Narcissa.—Y tu desconfianza me ofende. No sé qué pasó con Maggie Young después de la guerra, pero si realmente quieres, puedo intentar averiguarlo.
—¿Y papá tampoco lo sabe?
—No.—dijo Narcissa, con firmeza.—Tu padre y yo estamos muy de acuerdo con tu vida amorosa.
Draco puso los ojos en blanco y se sentó.—Aunque no en la misma página que yo.
Narcissa se acercó a su hijo y tomó su mano entre las suyas.—Draco.—dijo, con voz suave.—Tu padre y yo hemos sido muy pacientes contigo. Con el debido respeto a Isobel, eras muy joven cuando la conociste. Han pasado casi dos años, y nos harías un gran favor si te esforzaras un poco más por seguir adelante.
Draco se quedó mirando a su madre durante largos instantes, con la voz de Belly resonando en su cabeza. No creo que debamos decírselo a nuestros padres todavía. No sé qué podría pasar si lo hacemos.
Respiró profundamente y le dijo a Narcissa.—Tienes razón.
La sorpresa parpadeó en los ojos de su madre.—¿Sí?
Draco asintió.—Puedo esforzarme más.—dijo.—Salir y ver más a mis amigos, supongo. Hacer un poco más de esfuerzo con Astoria.
Un intenso alivio se registró en la expresión de su madre. Le tomó la mejilla con la palma de la mano y le sonrió.—Eso sería estupendo, cariño.
Draco guardó silencio. Cuando su madre se levantó del sofá para volver a la mansión, él guardó silencio. Cuando la acompañó a la puerta y ella lo abrazó y le dijo que se alegraba de que por fin quisiera intentarlo... se quedó callado. Eso era lo que querían sus padres, ¿no? Que no se hablara, que no se tomaran represalias. Todo lo que querían era que fuera una marioneta silenciosa y sin quejas en su espectáculo.
Cuando ella se marchó, se quitó la camiseta sudada de correr y cruzó la habitación para ir al baño. Se agarró al borde del lavabo y se apoyó en él, observando su reflejo.
Una vez estuvo obsesionado con su aspecto; se había deleitado con la atención de las chicas del colegio, como si su admiración por su aspecto dijera absolutamente todo sobre el tipo de persona que era. Esa persona -quienquiera que fuera entonces- ya no se veía en el espejo.
Unas cicatrices le cruzaban el pecho, huellas del día en que Harry Potter le atacó en el baño. Tenía unas pesadas y oscuras ojeras bajo los ojos. Sus pómulos sobresalían de unas mejillas huecas y la barba le marcaba la mandíbula.
Apenas se reconocía a sí mismo. Era una maravilla que Belly le hubiera reconocido.
Maldita sea, pensó. Si quería una vida con Isobel Young, iba a tener que hacer que se enamorara de él de nuevo.
***
Isobel estaba de pie en el borde de su jardín, con sus botas de invierno crujiendo en la hierba congelada. Faltaba exactamente una semana para la Navidad y hacía un frío terrible. El hielo se aferraba a las ramas desnudas de los árboles que se cernían sobre el pequeño jardín, bloqueando el sol.
En verano, su jardín había sido muy verde. Su madre había elegido esta casa por lo apartada que estaba, escondida en la esquina de una carretera rural y a la sombra de altos y rizados árboles. Sin las hojas verdes y las flores silvestres, la casa y el jardín parecían tristes y sin color.
Isobel metió los dedos de los pies en las botas, cerró los ojos y fingió que estaba en la playa. Fingió que había olas que se inclinaban en la distancia, deslizándose de un lado a otro en la cálida orilla de arena, y dejando ondas en la arena. Imaginó que Ginny, Neville y Luna estaban allí con ella, de pie a su lado. Aquello ya no era un sueño inalcanzable.
Tal vez Draco también estaba allí. Tal vez sus amigos también, si le gustaba. Las cosas eran diferentes ahora, más allá de la guerra y de los muros de las mezquinas fronteras del grupo escolar. Tal vez todos podrían ser amigos ahora.
Abrió los ojos, sólo para encontrarse con ramas desnudas y torcidas; temblando en el amargo viento.
Volvió a entrar en la casa por la cocina y encontró a su madre allí, sentada a la mesa con un ejemplar de El Diario El Profeta. Isobel la miró fijamente. Hacía semanas que no veía a su madre fuera de su dormitorio.
—¿Te encuentras mejor?
Maggie sonrió.—Mucho mejor hoy, gracias.
—Eso es bueno.—dijo Isobel. Su madre tenía mejor aspecto, en realidad; su cara tenía algo de color y no parecía tan frágil, de repente.—¿Puedo prepararte algo? ¿Té, café?
—Un café estaría bien.
Isobel se ocupó de la cafetera, consciente de que los ojos de su madre la seguían por la cocina. Encendió la estufa y observó cómo se calentaba el café durante unos instantes, antes de preguntar con forzada despreocupación:
—Mamá, ¿por qué no puedo recordar a Draco Malfoy?
Se volvió hacia su madre; registró su expresión endurecida.—Te lo dije.—dijo Maggie.—Te golpeaste la cabeza en la batalla. Estás sufriendo una pérdida de memoria.
—Sin embargo, estoy bastante segura.—dijo Isobel.—De que él es lo único que no recuerdo. Parece que... Bueno, no sé. Una pérdida de memoria específica.
Los ojos de Maggie se desplazaron sobre el periódico, sin encontrarse con los de su hija.—¿Cómo vas a saber lo que no puedes recordar?
—No lo sé.—dijo Isobel.—Simplemente me resulta extraño. Que pueda recordarlo, pero no tener una relación con él.
—Dijiste que no estabas interesada en eso.
—No lo estoy.—dijo Isobel rápidamente.—Sólo se me pasó por la cabeza.
Maggie la miró.—La próxima vez que se te pase por la cabeza.—dijo.—Recuerda que era un mortífago. Recuerda que intentó matar a Albus Dumbledore, y que lo habría hecho si Snape no se le hubiera adelantado. Recuerda que fueron los suyos los que mataron a tu padre.
Isobel sintió una punzada en el corazón. Ella sabía esas cosas: su madre se las repetía en ocasiones. Pero en las últimas veinticuatro horas, se había vuelto imposible pensar en ellas sin ver la cara de Draco en un club nocturno de Londres: sus ojos tristes y borrachos mirándola como si no quedara nada bueno en la tierra.
Así que asintió, les sirvió los cafés y se sentó junto a su madre, sin decir nada más de Draco Malfoy.
Esa noche, cuando la tierra estaba oscura y su madre estaba profundamente dormida en la cama, Isobel se escabulló por el pasillo y salió de la casa, cerrando la puerta principal detrás de ella tan silenciosamente como pudo.
Iba a encontrarse con Draco en su apartamento. Ese era el plan, nada más. Podían ir a dar un paseo, pensó, o tal vez ir juntos a alguna playa y mirar las estrellas. O incluso sentarse en su apartamento y hablar. Ella también estaría encantada de hacer eso.
Sabía que no podía esperar nada de él y que él no podía esperar nada de ella. Se lo había dicho en voz alta una vez, y se lo dijo a sí misma en alguna ocasión. Se repetía a sí misma, una y otra vez, que un amor adolescente de cachorro que ni siquiera recordaba no podía repetirse fácilmente. Que claramente ambos tenían muchos traumas que procesar y superar, y que una relación probablemente no era lo mejor para ninguno de los dos, por el momento. Que él iba a casarse, de todos modos, así que era poco probable que una relación fuera una opción, o que alguna vez lo fuera.
Pero aún así. No había nada malo en verlo.
Caminó por el oscuro camino de entrada para que su madre no se despertara con el fuerte chasquido de su aparición. Luego se apareció en Londres, en el callejón cercano a su apartamento. Respiró su olor familiar y se sintió repentinamente reconfortada al pensar que esta visita sería diferente. Que esta vez sí podría verlo.
Se ajustó el abrigo y se pasó una mano por el pelo. Luego salió del callejón y dobló la esquina de la calle donde vivía Draco.
Cuando su visión se volvió negra, sintió la punta de una varita presionando su sien, y escuchó una voz malvada.—Obliviate.
***
nota de la traductora;
Antes de que se alebresten, no se enojen conmigo, yo solo soy la traductora y Ana pidió que no sacaran conclusiones hasta el próximo capítulo JAJAJAJ. Así que no se que más decir.
Y hablando de la traducción un shoutout a https-malfoy que me ayudó a traducir los primeros párrafos pq sabía que no tenía ánimos de hacerlo 🥺🥺 y se dio cuenta de lo DIFÍCIL QUE ES.
Valoren mi trabajo o lloro.
En fin;
Gracias por todo su apoyo 🤍
All the love
Francia 💓
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