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Capítulo 2

Eres hermosa, y que nadie te diga lo contrario.

Han pasado exactamente más de una semana desde que Anne y Michael se encontraban en el parque todas las tardes. Aunque haya pasado poco tiempo -desde que Anne decidió regresar al parque-, se han confiado algunos que otros secretos.

Anne descubrió que él comía comida de perros cuando era un crío, mientras que él descubrió que ella tenía una obsesión grande con él jugo de manzana, - éste le regaló uno, un día después de saberlo-.

Pero a pesar de que estaban ejerciendo confianza rápidamente, Anne no estaba lista para contarle sobre los abusos que le daban sus padres, y el acoso escolar que le dan en la preparatoria. Ella tenía miedo de que este la juzgara y la abandonara.

Ese día, un día soleado, pero fresco, Anne se encontraba en su habitación preparándose para ir al parque. Desde que conoció a Michael, su vida a cambio casual y raramente. Sus padres dejaron de abusar de ella como si fuera una desconocida, el bullying había bajado de igual forma. Sin embargo, no se queja. Esta más que alegre porque todo le estaba saliendo de maravilla y, para mejor, tiene un amigo.

Ese día era el mejor, Franklin y Camilla habían salido de la ciudad por una semana por temas de su trabajos. Y por supuesto que Anne no podría estar más que feliz.

Se observo en el espejo de cuerpo completo. Aunque en realidad no sabía ni porque se molestaba en verse en él. Estaba usando ropa simple, unos jeans negros ajustados rasgados en las rodillas, una camisa con el logo del nuevo álbum de Conan Gray, Sunset Season, y unas simples Converse negra sucias.

Suspira rendida al ver el nido de enjambres que se llamaba cabello. Su cabello era liso, y sabía la grandes ventajas que tenía al serlo, pues no le costaba nada desenredarlo, no obstante ese día había amanecido de lo peor. Cogió el peine que se encontraba en su escritorio, y empezó a peinarlo con la mayor delicadeza y paciencia para que este no se reventara de las puntas y se viera como la mierda. Esta acción le costó diez minutos, dejando como lo tenía habitualmente.

«Debería de cambiar de estilo» pensó.

Hizo una mueca antes de quitar la vista del espejo, y se movió para coger su teléfono, sus llaves, y se aseguró que el morete - que obviamente Franklin le hizo con su mano cuando ella se le derramó un poco de agua en sus zapatos- que tenía hacia dos semanas no se viera. Este se encontraba en su hombro, y agradeció mentalmente de tener solo camisas de mangas o mangas largas, aún no se recuperaba del todo, estaba entre un color violeta y rojo, sin embargo, cada día se notaba menos.

Salió de su casa asegurándose que las ventanas estuvieran muy bien cerradas, y cuando se fija bien que todas la están, sale y cierra con llave la puerta principal, no se arriesgaría a dejar sin llave.

Y emprendió su corto camino a el parque. No mentía cuando decía que el camino a su casa solo era de tres minutos, tanto que se sorprendió de no haberse percatado que ese parque se encontraba desde siempre y nunca se detuvo a observarlo.

Estaba casi llegando cuando escucho pasos detrás de ella, más no le prestó atención, pues era vía pública y era obvio que muchas personas transcurrían por ese camino. De lejos vio que no había casi nadie en el parque, sólo 2 niños a los cuales le calculaba unos 14 años, se encontraban ahí jugando al soccer en una mini canchita.

Escuchó como pasos apresurados venían por detrás, y se dio la vuelta para ver.

Fue su peor idea.

Observó a dos chicos como de su edad, yendo hacia ella, corriendo que cuando se dio cuenta, uno de ellos la cogió de espaldas, aferrando una mano a su cintura, y otra a su boca.

Ella sintió como el miedo se comenzó a apoderarse de su cuerpo y sentidos.

Ellos no eran como Camilla y Franklin, porque a pesar de que ellos le pegaban, nunca intentaron matarla - por los momentos- y no vagó a otros pensamientos como:

«Me van a matar»

Y

«Me van a violar y luego dejarán mi cuerpo botado y nunca me hallarán».

Ella -como cualquier persona normal en esos tipos de situaciones- con la poca valentía que le quedaba, empezó a forcejear y a gritar como podía. Sin embargo, era en vano, ya que tenía la mano de uno de sus secuestradores en su boca. Callando cualquier tipo de sonido que pudiese salir de la boca de Anne.

Llegaron a un callejón un poco alejado de donde estaba el parque. Estand ahí, el otro chico que venía detrás de ellos y vigilando que nadie los viera, la amarró a una silla de madera que se encontraba en un mal estado. Con mucho esfuerza por parte de él porque Anne no se paraba de mover, le puso un pañuelo en su boca, dejando en descubierto solo sus dientes que apretaban la tela con furia y tristeza mezcladas.

Ella en ese momento empezó a llorar, y a reprenderse a ella misma por no ser más fuerte, por ser tan cobarde. Empezó a llorar por saber que si la mataban no logro ser nada en su corta vida. No se despediría de Michael, ni le diría cuan agradecida estaba por ser la primera persona que le hablo sin ningún interés por medio, ni la insultó en ningún momento. Quería decirle que lo quería muchísimo a pesar del poco tiempo que se conocieron.

Por otro lado, Michael venía tarareando en voz baja una canción que, su querida amiga, Anne le recomendó. La había escuchado tantas veces que ya se aprendió muy bien la letra. Llegó al parque y frunció el entrecejo al notar que no había casi nadie en él.

Vio la hora en su reloj de muñeca, 

«3: 30 P. M

El día anterior habían decidido ir una hora antes de lo habitual para tener más tiempo a solas y aprovechando que era sábado. No obstante conocía un poco bien a Anne, ella llegaba siempre puntual, casi siempre llegando minutos antes o en el momento indicado. Le pareció raro no verla.

Siguió su camino hacia el gran árbol frondoso de siempre para poder esperarla mientras estaba en la sombra y la brisa fresca que generaba éste también. Se sentó y observó a los lados para ver si miraba a Anne, pero lo único que vio fue a dos niños, y éstos venían corriendo rápidamente hacia él.

— ¡Señor, señor! — le grita uno de ellos rápidamente. Le costaba respirar después de correr, así que se concentró en inhalar y exhalar profundo, y prosiguió: — gracias a Dios que lo encontramos — Michael los miro entre confundido y preocupación.

Dejó su laptop aún lado, con delicadeza pero también con rápides y con la mirada los analizó a ambos. Ninguno parecía que estuviera herido, sin embargo ambos se miraban pálidos y asustados, como si hubiesen visto algún tipo de fantasma.

— ¿Están bien? ¿Qué ocurre? ¿Alguien les hizo daño? —éstos negaron.

— Estábamos jugando allá —apuntó hacia la mini canchita donde ambos habían estado jugando al soccer antes. — Cuando escuchamos gritos, y vimos a dos chicos llevarse a una chica—

El tiempo parecía haber parado. Las aves dejaron de cantar, las abejas dejaron de trabajar, las nubes dejaron de moverse, y su cuerpo se puso tieso y rígido en tan solo unas cuantas palabras.

En ese momento no pensó en nadie más pero su quería negarse a pensarlo.

«Dios por favor que no sea Anne» pedía una y otra vez en su mente lo que no quería aceptar.

— ¿Cómo era la chica? —preguntó de todos modos con un poco de miedo.

— Ella era castaña— Habló ahora el segundo niño, el cual había estado callado y dejando que su amigo hablara. — el cabello parecía ser liso, su piel era blanca como el papel y era muy delgada. Traía puesto una camisa blanca con el logo de un álbum, parecía de Conan Gray.

Michael negó con la cabeza, no obstante se levantó rápido y los miro a ambos.

— ¿Saben en qué dirección se fueron?

El segundo niño asintió, pero fue el primer niño que habló apuntando un callejón un poco lejos de donde se encontraron ellos. Michael les pidió que cuidaran de su laptop, y que de recompensa les regalaría helado gratis. Claramente éstos aceptaron sin pensarlo dos veces.

Michael empezó a correr hacia el callejón, pidiéndole mentalmente a Dios que no le pasara nada si era ella u otra chica particular. Llegó rápidamente, más no entro por completo, primero inspeccionó quienes estaban. Y efectivamente era su Anne amarrada en una silla y enfrente de ella estaban dos chicos que la miraban de manera pervertida.

Anne lloraba y se encontraba sin su camisa, sólo con su brasier tapando sus pechos. Esto hizo que Michael apretara sus puños con rabia, y agradeció mentalmente a su primo por haberlo obligado a ir a clases de boxeo con él.

— No llores preciosa— intentó calmar uno de los chicos, sólo porque se estaba hartando de los lloriqueos innecesarios de la chica. — no te haremos nada malo, lo disfrutarás, te lo aseguramos, ¿a qué no Stan? —éste último asintió.

El mentado Stan y su compañero se acercaron, cada quien en una dirección diferente, pero con el mismo objetivo. Uno se dirigió al cuello, besándolo y dejando lamidas. Y él otro los pechos, donde le dejaba besos por encima del brasier.

Todo eso pasaba mientras que ella forcejeaba para quitárselos de encima. Se sentía asquerosa, sucia, sobre todo sentía que en cualquier momento podría morir. Aunque era totalmente inútil el que intentara quitárselos de encima al tener todo su cuerpo inmóvil por la maldita soga.

Y Michael definitivamente no pudo seguir viendo. Tenía que hacer algo, y rápido. Así que lo primero que hizo fue salirse de su escondite.

— ¡Quítenle las manos de encima imbéciles! — gritó lo primero que se le paso por la mente.

Los maleantes dejaron lo que estaba haciendo para dirigir su vista, frunciendo su ceño, con clara molestia hacía el chico que acababa de llegar. Mientras que Anne dirigió su vista con mirada brillosa y de alivio. Lo único que pensó en ese momento fue: «Gracias Dios».

— ¿Y si no qué? — pregunto Stan. — ¿Acaso la quieres para ti? Amigo, si es así dinos y la compartiremos contigo.

— Eh dicho, que la dejen en paz— dijo sin mostrar ningún tipo de miedo. No les tenía miedo a ellos. Sin embargo su mayor debilidad estaba frente a ellos, semidesnuda y débil. Y eso le desesperaba.

— Chúpamela niño bonito, déjanos quitarnos la calentura con ella, y la dejaremos en paz ¿quieres? — habló el compañero de Stan sin interesarle lo que Michael había dicho. Se volteó para ver a la chica frente a él. A la altura de su cadera. Sus ojos, mejillas y nariz estaban rojos de tanto llorar, y su boca hinchada con un color rojizo por el pañuelo en sus rellenos labios muy ajustadamente.

Esa imagen sólo provocó que su erección semi erecta se levantara un poco más. Así que para calmar de una vez por toda su, ya crecida, erección, se acercó más a la chica para poder seguir en lo que estaba, pero la voz del chico tras suyo lo interrumpió de nuevo.

— No toquen a mi novia — no sabía de donde había salido la valentía de haber dicho eso, sin embargo no se arrepintió al observar cómo ambos muchachos lo vieron con horror.

No obstante, lo dijo sin mirar la reacción de Anne, quien estaba completamente sorprendida y ruborizada. Esperaba de todo menos que dijera eso.

La risa de los maleantes la sacaron de sus pensamientos.

— Hermano de haberlo dicho antes. — sin embargo su risa no tenía la pinta de que fuera sarcástica, ni mucho menos de ser alegre. — Ni que tiene buen cuerpo, no sé porque tanto la quieres salvar. —dijo Stan como si eso le quitará importancia al asunto. Aunque ninguno de los tres se dio cuenta que eso hizo que la autoestima de Anne se bajara de un solo comentario de un estúpido.

— No te preocupes está en buenas manos. — el otro chico se acercó a Michael. — ¿Han follado? Sí no es así la probaremos primero, y así veras que tu novia será o no muy buena folla... — no terminó de hablar cuando el puño de Michael choco contra su mejilla fuertemente, que hizo que al instante botara sangre.

El sonido del impacto del puño de Michael con el de la mejilla del maleante, asustó un poco a Anne, haciéndola dar un mini brinco en su lugar. Todo estaba saliendo de control.

— No le vuelvas a faltarle el respeto a una mujer, especialmente a mi novia — dijo furioso mientras ahora daba pasos fuertes, acercándose a ellos para verse más intimidante.

Miro a Stan y éste miraba a su compañero con la sangre de su boca cayéndose por su barbilla. — ¿tú también quieres quedar así? — ofreció dándole referencia a su compañero en el suelo escupiendo sangre. Stan negó rápidamente con la cabeza, ayudando a levantar a su amigo, y a pasos apresurados se dirigieron hacia la salida del callejón. — ¡Si los vuelvo a ver haciendo lo mismo con cualquier chica, esta vez no los dejaré irse! —gritó antes de que estos salieran.

Rápidamente fue hacia donde estaba Anne, tirándose de rodillas para estar a la misma altura que ella. Primero quitó el pañuelo de su boca que, al quitarlo, ella dejó escapar varios sollozos que habían estado retenidos. Quitó la soga que le impedía movilizarse, y justamente cuando ella fue liberada, saltó a los brazos de él. Llorando desconsoladamente.

Y él la aceptó al instante, la acercó más a él, abrazándola fuertemente haciendo que la cara de la chica se dirigiera su cuello. Ésta empezó a llorar fuerte, mientras el pelinegro le daba acaricias suaves en la espalda tratando de calmarla.

— G-gracias, en serio gracias, pensé que moriría... tenía...yo te-tenía... — empezó llorar más sin poder articular ninguna palabra.

— Shh está bien, todo está bien, ya estás a salvo — dijo intentando calmarla. Se separó de ella, más no del todo, sólo quería verle la cara.

Dirigió sus manos a las mejillas hinchadas y rojas, limpiando las lágrimas agrías que caían sobre ellas. —¿Estas bien? ¿Te hicieron algo más? — preguntó preocupado y revisando su rostro si tenía alguna herida, no quiso mirar más allá de su cuello. La castaña solo negó, él llego a tiempo para salvarla

— Vamos a tu casa, ¿Sí? — ella sólo se limitó a asentir. Michael se quitó su sudadera negra que traía puesta, y se lo pasó a Anne para que se tapara. Ella se sonrojo sólo un poco, sin embargo se lo puso con rapidez. Tenía mucho frío así que también se puso el gorro que traía la prenda.

Michael tomó la mano de Anne, entrelazando sus dedos con los de ella. La castaña se sorprendió un poco, no esperaba esa acción. —¿Te molesta? Si no quieres esta bien — mencionó Michael con claro nerviosismo, y cuando estaba a punto de quitar su mano ya que no respondía, Anne apretó su mano con fuerza.

— No, no me molesta —le sonrió tímida, haciendo que Michael se sonrojara. Éste le devolvió la sonrisa y empezaron a caminar.

Pasaron por el parque, en donde pararon para llevarse la laptop. Los niños le entregaron la laptop en buen estado. Y cómo Michael no tenía tiempo de comprarles los helados, sólo les dio dinero para que ellos comprarán lo que querían.

En el camino, Anne venía pesando en como su vida daba vueltas de 180 grados tan rápido. En un momento estaba siendo la chica más feliz del mundo, y al otro estaba siendo secuestrada.

«Vaya mierda de vida» pensó ella lamentándose. Se abrazó a su misma con su mano libre y comenzó a llorar en silencio para no alarmar a su acompañante.

Mientras que Michael, se hacía una promesa a sí mismo mientras escuchaba como Anne lloraba en voz baja. Cada sollozo que salía de ella lo sentía como una puñalada en el pecho. Se prometía, que trataría de hacer lo mejor posible por protegerla de todo aquel que quiera hacerle daño.

Lo que sea.

Tres minutos de caminata más pasaron, y ellos al fin se encontraban en frente de la casa de Anne.

— ¿Le dirás a tus padres lo que pasó? — preguntó Michael.

Aunque él no sabía absolutamente nada de cómo eran sus padres con ella, sabía que no era un tema que tenía que olvidarse de un segundo a otro.

Pero obviamente no les dirá nada. Si les dice le dirían un:

«Por andar de regalada» o algo por el estilo. Tragó saliva mientras negaba.

— No, ellos no están, y no quiero preocuparlos. — mintió. — Así que no se darán cuenta, nunca. —suspiró y su pie empezó a moverse de arriba y abajo retiradas veces, en forma de nerviosismo, tal vez era un tic. — ¿Quieres pasar? — ofreció amablemente y tratando de tragarse el nudo que se estaba formando en la garganta, él asintió sin dudarlo.

Entraron a la casa, con Michael detrás de Anne. Era de dos pisos, pero nada fuera de lo normal, era sencilla. Sin embargo, el único problema que probablemente incomodo a él pelinegro, fue que cuando entró, sintió como una mala vibra pasó por su cuerpo como un pequeño escalofríos en su espalda. Había entrada a pocas casas en su vida, solamente las que pertenecían a algún familiar, pero éstas siempre se sentían cálido, hogareño... todo diferente a la casa de Anne. No se sentía muy conforme, no se sentía como si se sintiera cálido ni mucho menos como para decir: este es mi hogar.

No obstante se abstuvo a no decir ningún comentario que pudiese herir a la chica frente a suyo. Siguió a Anne, quien se dirigía a la cocina.

— ¿Quieres agua? — preguntó mientras abría la puerta de la nevera y sacaba un bote pequeño lleno de agua, para consecuente lo abría y toma de él.

— No gracias. — negó. Pudo notar como la mano con la que agarraba el bote de agua estaba temblando. Y la preocupación se vio reflejado en su cara. Analizó el cuerpo de la chica, y pudo observar cómo esta seguía pálida y su cuerpo completo estaba temblando. Tenía que hacer algo rápido. — Anne, ¿Qué te parece si vemos, no sé, alguna película? — ofreció para poder distraerla un poco.

Ella suspiró, ciertamente se sentía cansada, tanto física como mentalmente. Y aunque quería dormir y dormir para jamás volver a despertar, también quería distraerse un poco. No quería admitirse a sí misma que si se quedaba sola podría caer en una depresión mucho peor de la que ya se encontraba desde antes.

Asintió después de unos segundos.

— Bien, vamos a mi habitación.

Él no se consideraba que era para nada pervertido, más bien, se sentía él chico con más mente sana que podrían existir en la faz de la tierra. A pesar de que sus ambos mejores amigos, Eric y Sebastián eran chicos que eran todos unos mujeriegos de primera, jamás se dejó influenciar por ellos cuando le decían que debería descargar un poco su tensión sexual por una noche con cualquier chica desconocida.

Siempre se había negado a hacer eso. Y no porque el tema del sexo fuera algo tabú para él. En realidad, para tener aún 19 años, él seguía siendo como le dirían "virgen" aunque él no creía que la virginidad existía. Si no que, a pesar de que sus amigos y primo le decían siempre que debía al menos acostarse con alguien, al menos, una vez en su vida, no obstante él siempre decía: "no necesito a nadie".

Y lo era. Él enserio no necesitaba a nadie. Ninguna chica, ni tampoco chico. Él estaba muy conforme en como estaba...

...hasta que apareció Anne en su vida.

No dice que quiere tener "sexo" con Anne. Si no que, nunca se había sentido atraído por nadie. Siempre pensó que sería de esos que se quedaban solos y con cincuenta gatos acompañándolo hasta el último día de su vida. Al menos ese era su plan, hasta que esa chica con mirada cansada, ojeras remarcadas y tierna apareció en su vida gracias a la mala y bendita puntería de su primo.

Salió de sus pensamientos cuando el sonido de la madera de la escalera crujió cuando Anne paso por sobre ella. Recordándole para donde se dirigían ambos. Negó y la siguió.

Llegaron a la habitación, donde el quedó un poco confundido.

De las pocas semanas que se llevaban conociendo, sabía algunas cosas sobre ella, como: lo muy apasionada que era con la música. Le gustaba tanto que tenía hasta diez playlist con diferentes cantantes. También sabía que le gustaba alguno que otro libro. Por eso le había sorprendido no ver ningún póster de alguna banda o músico, ninguna foto familiar. Nada.

Donde él que tenía casi repleta su habitación con posters de videojuegos, películas y de alguna que otra banda de rock.

Más no dijo nada y se concentró en seguir con la mirada a la castaña. Ella se dirigió hacia el clóset que se encontraba situado en una de las esquinas de la habitación. Sacó una camisa negra del clóset, para después salir de la habitación con ella en mano.

Se sentó en la cama para esperarla, cogiendo una de las almohadas que estaba en perfectamente ordenada con las otras tres que estaban ahí. Enterró su cara en ella, tratando de que su leve sonrojo desapareciera.

«Huele a ella» pensó cuando el dulce aroma de la colonia de Anne se metió por sus fosas nasales. Pero rápidamente quitó su cara de ella, sintiéndose como un acosador.

— Listo, ten tú sudadera, gracias por prestármela — dice Anne entrando a la habitación y tendiéndole la prenda.

Este negó.

— No hay problema... y te lo regalo tengo más en mi casa— menciona, sorprendiendo a Anne. Y lo pudo notar por la forma en que sus mejillas se sonrosaran. —... Además...— se levanta de la cama y se acerca lentamente hacia la chica.

Quien al observar como éste se acercaba a ella con aires de un cazador a punto de emboscar a su presa, retrocedió dos pasos, y su respiración se detuvó por completo. Estando ya lo suficiente cerca de Anne, Michael bajó un poco la cabeza, para así poner sus labios a la altura de la oreja de la castaña, poniéndola nerviosa al instante—... Me gusta como se ve en ti, que en mí. — puede escuchar como traga saliva con un poco de dificultad.

Así que se aleja tan solo un poco para poder verla mejor. Sólo pudo alcanzar a ver como un sonrojo muy fuerte poseía sus preciosos y pálidas mejillas antes de que ella bajara su mirada al suelo, haciendo que su cabello cayera como una cortina frente a su cara.

— Michael ¿puedo preguntarte algo? — pregunta en voz baja. Sin embargo, el pelinegro puede escuchar como un despojo de tristeza en su habla.

— Ya la estás haciendo preciosa. — la mirada que le dirigió Anne le causó demasiada gracia. Así que con una carcajada, asintió de todas formas.

Ella en primer lugar, se dirige a la cama, en donde se sentó en la punta de esta. Michael la imitó y sentó al lado de ella, esperando con ansias a que hablara.

— Lo que dijo hoy uno de... de esos maleantes...so-sobre...mi cuerpo —empezó, pero entre más hablaba, más su voz se iba entrecortando. Sentía que en cualquier momento iba soltar en llanto. —... ¿Tú crees que yo... no soy bonita...? — preguntó aunque en realidad esa no era la pregunta de verdad.

La cual era si pensaba que tenía buen cuerpo, pero no quería sentirse más ridícula de lo que ya se sentía. Aunque aun así no pudo evitar soltar alguna que otra lágrima que venían advirtiendo desde hace mucho que saldrían en cualquier momento.

«¿Es por eso por lo que no me quieren? ¿Por qué tengo mal cuerpo?» Se cuestionaba todos los santos días de su vida.

Su madre siempre se encargaba de recordarle lo delgada que estaba, que parecía bulímica y de esas estúpidas adolescentes que vomitan para adelgazar. Anne sabía que esas estúpidas chicas sólo querían encajar con la sociedad y amarse a sí misma sin ver el daño que se causan a ellas mismas. Sin embargo ella no lo era. Jura por dios que ella jamás había vomitado por que ella quisiese. Ella, de por sí, era delgada, siempre lo fue, pero al tener depresión y ansiedad, ambas al mismo tiempo, por muchísimo tiempo, se había más que acostumbrado a no comer aún cuando su cuerpo pedía alimentación y no porque quería verse delgada. Le importaba una mierda se alguien se veía muy delgada, normal o muy gorda. Ella piensa que el cuerpo no importa, mientras la persona sea agradable, amable y solidaria todo estaría bien para ella...

... pero luego de años, años y años de recibir comentarios negativos hacía su cuerpo le hacía pensar que la culpa de todo eso, era por su maldito cuerpo delgado como un palito de fósforo.

Pero volviendo a la realidad: Michael, como si le preguntaron algo realmente estúpido, hizo cara de indignación que por poco hace reír a Anne si no estuviese lo suficientemente triste. Con su mano derecha, toca las manos de la chica, las cuales se encontraban en su regazo, y deja un leve apretón. Mientras que con su mano izquierda toca con suma delicadeza la barbilla de ella, levantado ésta, para que así la castaña se guardase lo que diría a continuación.

— Anne, eres hermosa, y que nadie te diga lo contrario. No te dejes guiar ni convencer de un estúpido hombre que sólo quería causarte daño. Eres preciosa, adorable y linda. Tanto por fuera como por dentro. Y el que diga lo contrario, sea hombre o mujer, no les hagas caso, lo más seguro es que tienen envidia— Anne río por eso último, pero era eso. Eso era lo que quería escuchar.

Ella quitó la mano que sostenía sus manos, dejando un poco confundido a Michael, no obstante sin previo aviso, paso sus propias manos por detrás de cuello del chico, dándole un abrazo. Éste -al principio un poco sorprendido- pasó las manos por la pequeña cintura de la chica, devolviendo el abrazo.

Así pasaron las horas, entre bromas, continuando la serie, y comiendo meriendas que Anne tenía alzado en su alacena.

Decidieron ver una película de miedo. A Anne siempre le habían gustado verlas, aunque eso no significaba que no tendría miedo. Decidieron por "la noche del demonio", y se sentaron en la cama, y ya que ella no tenía televisión, tuvieron que ponerla desde la laptop del Michael.

A la mitad de la película Anne empezó a tener mucho sueño, aún no pasaba nada interesante en el filme y le estaba aburriendo poco a poco. Sin darse cuenta, poco a poco se empezaba a pegar mucho más de Michael. Bajo la vista para observar cómo al lado suyo estaba el envoltorio de una fritura, pero cuando levantó la vista de nuevo hacia la pequeña pantalla, un demonio apareció detrás de una de las protagonistas, asustándola que sin querer se aferró del brazo derecho de Michael, y enterrando su cabeza en el cuello de este.

El corazón de Michael empezó a palpitar fuerte en su pecho ante la cercanía. Sin embargo sonrió y observó la mano de la chica aferrándose con fuerza en su brazo como si esta pudiese salvarla de cualquier cosa. Cogió la mano y entrelazó su mano con la de ella para darle apoyo y disminuir su miedo. Ella levantó su cara del cuello ante tal acción, y notó algo.

Estaban demasiado cerca que, si cualquiera de los dos se acercaba más, se besarían. Y al parecer Michael también lo notó.

Él empezaba a acercarse, hasta sentir como sus narices se rozaban ligeramente y sus respiraciones se mezclaban, haciendo que ambos sintiesen mariposas en sus estómagos. Cada vez estaban más cerca, que ante la cercanía, instintivamente los dos cerraron los ojos. Y cuando sus labios estuvieron a tan solo unos escasos centímetros de cerca, un grito desgarrador resonó por toda la habitación, asustándolos, y haciendo que se separaran al instante, más no separaron sus manos.

Sus corazones latían tan fuerte, que sintieron que en cualquier momento saldrían de sus pechos. Más ninguno dijo nada. Anne tragó saliva mientras sentía como sus mejillas empezaban a calentarse.

Y por supuesto que Michael no se quedaba atrás, sentía que sus mejillas iban a explotar en cualquier momento.

Siguieron viendo la película hasta que terminó. Michael vio la hora en su reloj de muñeca.

«8: 23 P. M.»

Suspiro frustrado, sabiendo que ya debía irse a casa luego de pasar una maravillosa anochecer junto a Anne luego de ese mal episodio.

A regañadientes iba a decirle a la chica a su lado, que ya se tenía que irse, pero cuando volteó para verla, se encontró con que ella se encontraba completamente dormida, plácidamente sobre su hombro. Sonrió inconscientemente disfrutando de la vista, se miraba demasiada calmada.... Con mucho pesar pero con mucha delicadeza, la toma de su cabeza, y muy lentamente la acuesta sobre las almohadas amontadas. Y sin antes irse, la tapa con la frazada, la cual estaba en el suelo.

Viéndola ahí, tan serena y tranquila, le hizo pensar en el casi beso que tuvo con ella. Reprendiéndose por no ignorar el grito y no haberle besado cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, su parte razonable le decía que si no pudo suceder, fue porque no estaba en el momento correcto, y que tal vez estaba yendo demasiado rápido. Sólo la conocía de hace unos más de dos semanas.

Suspiró.

Bajó un poco su cabeza, estando a unos escasos centímetros de la cara de la castaña, y sin pensarlo dos veces, deja un beso en la frente de la chica, dejando sus labios por diez segundos, deleitándose con el momento en donde sus labios tocaron por primera vez la piel de la chica.

Se alejó con algo de vergüenza, y para no despertar a Anne, decidió irse. Pero cuando estuvo a punto de hacerlo, se le ocurrió algo. Así que volvió por sus pasos y se dirigió hacia donde se encontraba un mini escritorio en la habitación. Analizó lo que había encima de esta, y observó un como había lápices tintas arregladas sobre un cuaderno, y al lado de estas un pequeño paquetito de Note Stick en color amarillo chillón. Arrancó una tira, cogió un lápiz tinta de color negra y comenzó a escribir en éste.

Salió del lugar luego de unos diez minutos después, asegurándose de que la casa quedará con llave para que nadie pudiese entrar a la casa, y cuando vio que todo estaba en orden, se fue.

Sonrió por inercia al recordar todo lo que había pasado en su habitación. Pero rápidamente su sonrisa decayó al recordar que si no hubiese llegado a tiempo, Anne no estaría más que lastimada y llorando por el dolor. De sólo imaginarse ese escenario de una Anne ensangrentada y a punto de perder la consciencia le provoca ganas de vomitar. Inconscientemente empezó a formar con sus manos puños, apretaba tan fuerte que parecía que en cualquier momento sus cortas uñas se insertarían en su piel. Sin embargo trato de respirar hondo para poder calmarse antes de llegar a casa.

Se relajó y siguió caminando.

Estando frente a la puerta principal de su casa, empezó a tronar su cuello y a frotarse la cienes sabiendo lo que le esperaba adentro.

Abrió la puerta y entró, encontrándose primero con su primo – el cual vivía con él y su familia, la razón de que le obligaba a hacer cosas con él- enfrente de las escaleras y con una cara que pudo descifrar bien como una pícara.

— Pero miren que llegó tarde a casaaa — canturrió alargado "a". Michael río nervioso.

— Déjame en paz Eros, ¿quieres? —dijo con la mayor calma, pero estaba a punto de suplicarle que le dejara en paz un rato antes de que empezara con sus absurdas preguntas innecesarias.

— No, no, no. — negó varias veces. — Tienes que contarme que pasó. —mencionó muy alegre. Y es que lo estaba. Vivía con la familia de su tía materna desde que tenía uso de razón. Por lo cual, Michael y él se criaron prácticamente como hermanos. Pero era totalmente diferentes.

A él le gustaba mucho ir de fiesta en fiesta. Michael prefería quedarse en casa ya sea durmiendo o jugando videojuegos. A él le gustaba tener citas, y tener sexo casual y sin compromiso. Mientras que Michael nunca había tenido novia, ni siquiera una cita.

Y vaya que le tomó muy de sorpresa a Eros cuando Michael le pidió aquella vez en el parque que le dejara hablar con una chica. Claro que le dejó hacerlo sin ninguna duda. Había perdido la cuenta de las veces en la cual él le pidió a Michael que saliera, que consiguiera alguna chica al menos para tener una cita. Pero éste siempre negó mientras decía: "No necesito a nadie".

— ¿Acaso tienes 15 años? — renegó el pelinegro— Porque déjame decirte que lo pareces— esquivó a su primo, y subió las escaleras para poder dirigirse a su habitación...

... la cual desgraciadamente compartía con Eros.

— Sabes que me encanta el chisme, además...— lo siguió y cuando llegaron a la habitación que compartían, cerró la puerta— ...sé que te fuiste con una sudadera puesta, y no lo traes, ¿Dónde lo dejaste? ¿Eh? ...— empezó a tocar varias veces con sus dedos el estómago de Michael, sabiendo que éste tenía cosquillas ahí, mientras lo miraba pícaramente.

Michael empezó a reír, su primo bien sabía que le daba cosquillas que le tocaran el estómago. Así que para que le dejará en paz, empezó a golpear suavemente con sus manos los dedos con los que Eros le tocaba, alejándole.

— Ella tenía frío ¿de acuerdo? no pasó nada más. —

«Desgraciadamente» pensó al mismo momento que recordaba su casi beso con Anne.

— Esta bien, haré que te creo. — se alejó poco a poco del pelinegro, y se dirigió a la puerta— Pero recuerda si lo vas a hacer, usa condón, soy muy joven para ser tío— dicho eso, salió de la habitación rápidamente.

Michael empezó a maldecirlo en su mente, siempre lograba escaparse en el momento indicado. Se acostó en su cama boca arriba.

Suspiró, y cerró sus ojos, preparándose para dormir.

Al día siguiente, Anne despertó un poco desorientada. No recordaba a qué hora se durmió, ni a qué hora se fue Michael. Tampoco recordaba haberse acomodado bien si estaba prácticamente encima del pelinegro. O al menos ese es su último recuerdo.

Hasta que apareció en su mente, la imagen de Michael y ella demasiado cerca que de costumbre. Empezó a sonrojarse.

— ¡Casi beso a Michael! — chilló levantándose para saltar encima de la cama, emocionada.

Aunque luego de estar saltando como una niña de tres años sobre la cama, se dio cuenta que una notita se había caído de la cabecera de la cama. La tomó un poco confundida ya que sus notitas siempre las tenía muy bien organizadas en su escritorio. Hasta que se fijo bien que traía algo escrita con una letra no tan "mala" se podría decir, pero era totalmente entendible.

«Lamento no haberme despedido, pero tenía que irme y no quería despertarte, te veo mañana:)

Posdata: te miras hermosa dormida:3»

Y vuelve a sentir esa cosquillosa sensación de las mentadas "mariposas en el estómago" y las mejillas muy calientes. Desde que conoció a Michael, se sonrojaba con mucha facilidad y solamente era con él.

Con mucha emoción, cogió su diario que estaba bajo su escritorio y empezó a escribir:

«31/2/2011.

Querido diario...

Ayer fue un día muuuy movido, pero te contaré cada detalle...»

Así empezó a escribir en su diario lo que había pasado el día anterior, especificando más la parte del casi beso.

Anne sabía que le estaba empezando a atraer Michael, lo sabía, y no quería sentirse así.

Michael, sabía perfectamente que le estaba empezando a gustar Anne, más no quería arruinar la amistad que estaban ejerciendo.

Espere les guste, lo iba a subir ayer, pero no me sentía conforme con lo que escribí, y tuve que hacer varios cambios, espero les guste :)
🅱🆘

Posdata: le quiero dedicar este capítulo a . Gracias por el apoyo que le estás dando a la novela, y comentando. Eso significa mucho para mí, y estas una de mis motivaciones para seguir escribiendo estos tipos de capítulos, y la novela en general. Así que gracias :3💙

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