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I

Advertencias: Violencia, lenguaje vulgar.

~•~

Había pasado una semana desde su encuentro con Sanzu. Ese día tenían más muchos hombres en la barra que atendía, la razón era sencilla, era fin de mes.

—Oye, sirveme lo de siempre— alzó las cejas mientras contemplaba el rostro de una de las chicas que siempre le ayudaba cuando tenía que ir al baño.

—Claro "Celia"— está de más decir que ese no era su nombre real, ni siquiera sabía que significaba pero sonaba exótico y a los clientes les gustaba.

Estaba por entregarle su bebida cuando un "Maldito cerdo" llegó a sus oídos y logró divisar la mano de un tipo en el seno de la contraria.

—Vamos, si tú ya eres una puta— Celia trataba de retroceder pero quedó apresada por la mano libre que aquel hombre.

—Sueltala— dejó lo que hacía para salir y quedar de frente.

—No te metas, ella cobra por esto— dijo ignorandola, soltó el seno de la pelirroja para jalar su cabello, por increíble que fuera ninguno de los presentes hacía algo.

—No la toques— si algo le molestaba era que las tratarán así, porque era verdad que cobraban por eso, pero no significaba que cualquier mal nacido tuviera el derecho para abusar de ellas.

Sin esperar más soltó una patada que por puro milagro dió en sus partes bajas. El más alto liberó a la muchacha que tenía apresada para poder sobarse mientras soltaba quejidos. Las miraban mal, como si ustedes tuvieran la culpa. Otras chicas que platicaban con clientes se acercaron a ver cómo estaban.

Ambas estaban por retirarse cuando una mano jaló su camisa para tirarla al suelo. Su cabeza impactó de golpe, haciendo que se quejara, tenía la mirada un poco borrosa.

—Alejate de ella— justo cuando una rubia de senos lindos estaba por detenerlo un disparo sonó haciendo que todos soltarán un grito.

—¡¿Qué mierda esta pasando?!— aquellos ojos azules miraban a los implicados con mucho desdén.

—¿Quién demonios eres?— el sujeto que provocó la situación pudo orinarse ahí mismo.

—El número dos de Boten— la mayoría de los presentes incluyendo a Akiko están sorprendidos, no esperaba que la mafia fuera tan descarada.

—Ella trato de robarme— ese sujeto se atrevió a señalarla haciendo que su boca se abriera para soltar una maldición.

Sanzu miraba a las mujeres de pocas prendas para luego mirarte a la bartender, suspiró rascando su entrecejo.

—En realidad no me importa, pero la satisfacción de los clientes es importante— recordó las palabras de Ran.

Estaba por llorar, no la despediría si tenía esa cosa en las manos, no había vivido lo suficientemente bien para ir al cielo. Pero no, el mismo te arrastraría hasta el infierno.

Sanzu agitó un montón la pistola, para al final apuntar a la cabeza del tipo que la había golpeado. El sujeto estaba más que pálido.

—Entonces, ¿Cómo califica nuestros servicios?.

Se desmayo al instante, el pelirrosa suspiró frustrado, no solo quería matarlo, lo haría sufrir, pero inconsciente no servía.

—Sacalo— le indicó a uno de los grandes hombres de lo seguían, este lo arrastró por el suelo, ganándose las miradas de todos—. Debe pagar antes de hacer algo— guardó el arma volteando a ver de reojo a los curiosos que de inmediato volvieron a sus cosas.

-Akiko, ¿Estás bien?- la rubia quien lloraba se inclinó para ayudarle a poner de pie.

Sanzu la observó por unos segundos, hasta que Lee intervino llevandola a su oficina para que descansará, el pelirrosa se acercó a una de las mujeres a quien tomó para ir a un cuarto donde haría de todo menos cosas buenas.

Aún durante el acto recordaba la expresión en su cara, los ojos cristalinos, y unos labios temblorosos, estaba tan ensimismado en sus propios pensamientos, porque siendo sincero no le importaba lo que la muchacha sintiera placer. Acabo antes de lo que esperaba con aquella imagen tan gloriosa que le dió.

Cuando culminó aquel acto se levantó dejando un fajo de billetes en la cama, no volvió a mirar el rostro de la chica que lloraba extasiada.

—¿Ya te vas?— Esa bella mujer canturreo en un tono sensual.

—No me dirijas la puta palabra.

Acomodó sus ropas para salir, se suponía que solo iría a recoger el dinero, pero al ver tal escena la sangre le hervía, tuvo que aliviar su libido con la primera mujer que estuviera dispuesta. Salió del lugar para terminar en la oficina donde estaba la muchacha, recostada en el sofá, siendo atendida por su jefe, quien sostenía la bolsa de hielos detrás de su cabeza.

—Idiota, pago seguridad para que se hagan cargo de eso— en el fondo sentía culpa por no intervenir antes.

—Deja eso y tráeme lo mío— la voz del pelirrosa lo hizo temblar, haciendo que estirará la bolsa para que la sostuviera con sus manos.

—Señor, ¿quiere algo de beber?— Lee preguntó, el contrario lo miró como si fuera basura, para después formar una sonrisa.

—Debo estar muy drogado— suspiró tocando su cara —Todavía no veo mi dinero, pero si a un cadáver— esa expresión sádica volvió a posarse en su rostro.

Lee salió prácticamente corriendo mientras Akiko se enderezaba, ese hombre era tan atractivo como intimidante. La observaba algo curioso, tanto que llegó a ser incómodo.

—¿Fué un golpe duro?— podía jurar que sonreía al decir eso, para la pelinegra resultaba repulsivo.

—Estoy bien— Trataba de evitar un plática más extensa.

Se quedaron en silencio por unos minutos hasta que su jefe llegó para dejar un maletín en sus manos. Este estaba por retirarse cuando vió cómo se levantó del sofá.

—Te llamaré un taxi, espera un poco linda— El hombre que la contrató ahora caminaba para tomar su teléfono, pediría que la llevarán a casa. No por amabilidad, su negocio se vería mal si la chica de los tragos moría.

—Mueve el culo, yo te llevaré— ambos trabajadores del club se miraron, Akiko totalmente aterrada, y el otro más que sorprendido.

—Señor yo creo que nuestra chica sigue conmocionada...— trataba de persuadir al de ojos azules, estaba seguro que la chica no saldría con vida.

—No hablaba contigo— abrió la puerta para darle un último vistazo —¿Debo repetirlo?.

Con el cuerpo tembloroso Lee arrastró su cuerpo mientras susurraba una disculpa. Estaba en las redes del diablo, sus pies dejaron de moverse hasta que los ojos azules se clavaron en su cara, atravesaron el club con unas miradas encima.

Le indicó ir a un auto lujoso, al subir Akiko se preguntaba cómo terminó así, en que momento tu vida a volvió prácticamente nada como para morir a manos de un lunático.

—¿Donde vives?— estaba aterrada por la dualidad de ese hombre, hace un momento apuntaba un arma a la cabeza de una persona, contrario a lo tranquilo que parecía estar.

Dudó un poco, pero ya estaba más que resignada, le dió una dirección cercana a su barrio, no podía dejar que supiera dónde vivía. No dijo mucho durante el trayecto, algunas groserías, hasta que tomó de su saco unas pastillas y comió tres de golpe.

"Maldita sea la hora en la que acepte ese puto trabajo" pensó tan alto que podría jurar que hasta el de ojos azules lo pudo oír.

Paró donde le indicó, se estiró en la dirección de la más baja, era presa del miedo solo se quedó rígida, esperando lo peor, pero abrió la puerta.

—Bajate— su voz era tan perezosa.

—Gracias por traerme— apenas y después de muchos intentos de no tartamudear logró decir descendiendo del auto.

No dijo nada en respuesta, arrancó el carro que seguramente valía más que su departamento para desaparecer del campo visual de Akiko, sentía el corazón en la garganta y unas fuertes ganas de vomitar.

Verla llorar le cautivo, amaba lastimar las cosas lindas, destrozar vidas y ser un total hijo de puta con todos menos con el número uno de Boten.

¿En que momento acabo por convencerla de ser diferente?

¿Por qué le creyó?
.
.
.

Porque estaba llena de veneno, pero bendecida con belleza, e ira.

Ultraviolence- Lana del Rey.

No importa a que se dediquen, tu trabajo, tu ropa y tú persona no son una invitación sexual a menos que tú lo decidas.

Cuidense mucho

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