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Se acomodó en la parte trasera de la van con todas las herramientas que necesitaba. Abrió la computadora, acomodó las pantallas y colocó todos los cables en cada conector correspondiente.

Ese día era un nuevo comienzo para él. Había tenido una charla con Seok Jin luego de quedarse dormido en los brazos de Tae. Estaba recapacitando, aunque el dolor continuaba instalado en su pecho. Él quería remendar su error, el que cometió al no dejar que los demás lo ayudasen.

Ahora se sentía más liberado, liviano. Tenía en quién apoyarse. Todos necesitamos soporte cuando estamos en momentos difíciles y el nunca sabía pensado en ello. Pero ya no más.

Encendió los aparatos, para luego escuchar como la puerta del vehículo era abierta, encontrándose la cara del rubio más pequeño.

—Todo está listo.— indicó, colocándose los auriculares y micrófono. —¿Me escuchas?— preguntó, mirando la computadora y luego a JiMin. El chico asintió y le brindó una dulce sonrisa, para tomar en sus manos unos puñados de balas e introducirlo en el peine de la calibre cuarenta y cinco.

Seok Jin estaba alegre y complacido por el estado actual de JungKook. Entendía al máximo que no era nada fácil lo que estaba viviendo. Es doloroso cuando pierdes a las personas que amas delante de tus ojos, y aunque creía que había algo más, el chico parecía no querer hablar al respecto. Al menos avanzaba y no estaba estancado en la frustración de la pérdida.

Caminó sigiloso entre los contenedores, esa vez había decidido participar en la misión que llevaban a cabo. Cruzó al otro vagón con los ojos fijos en la dirección que JungKook indicaba. Escucho unos gritos provenientes de otro lado.

—¡Ábrelo ahora!— escuchó una voz exigente.

—Señor, esto es propiedad privada, sabe perfectamente que no debería estar aquí.

—Te estoy dando un mandato con una arma apuntando tú frente, ¿y me vienes a decir tremendo disparate?— dijo la voz con sorna.

—Debe entender que...

—¡Cállate, y abre la mierda está de una vez antes de que pierda la paciencia!

—¿JungKook, estás escuchando esta conversación?— pregunto Seok Jin, notando que los dos rubios que lo acompañaban estaban del otro lado.
Les hizo señal de detenerse.

—Si. No se quien sea, pero al parecer sabía antes que nosotros del cargamento.

—Esto me suena a trampa.— expresó Tae Hyung por el intercomunicador.

—Vamos a interceptarlo a la cuenta de tres.— expresó el mayor, alzando su mano libre en señal de conteo. —Uno, dos... tres.— los tres salieron de su escondite, encontrándose con el hombre que alzaba sus dos manos enfundadas en pistolas en su dirección, que empezó a disparar. Seok Jin corrió, correspondiendo con los disparos y se deslizó por el suelo del ferri, hasta quedar en la otra parte de los vagones, jadeante.

Hyeong, creo que esto no está bien. Deberían salir.

—No puedo irme, JungKook.

¡¿Entonces, quiere que le pierda también?!— gritó el muchacho, observando por la pantalla el grupo que subía al barco. —Confíe en mí, por favor.— suplicó. El mayor soltó el aire. Buscó a los demás con la mirada. Ya habían escuchado las palabras del menor, así que sin más le siguieron, tratando de esquivar a los hombres que corrían en su dirección.

El mayor saltó al pequeño bote que permanecía aparcado a un costado. Luego recibió a los demás que se lanzaron al agua y subían a este, escapando.


***


Cuando acabas de perder a alguien la vida cambia. Tú corazón siente que se han llevado un pedazo de ti. Tratas de buscar consuelo en otras cosas y muchas veces, te alejas de todo. Él en particular, se había centrado en el trabajo. Pasaba horas y horas ante la computadora, preparando y componiendo canciones. Dormía poco y comía poco. Su cuerpo se debilitaba lentamente por falta de energía.

La última vez que salió estuvo en casa de su abuela. Esta se preocupó bastante por su aspecto, pero él simplemente la complació al comerse toda la comida que preparó para él en silencio y dejó pasar sus palabras que le reprendía por estar tan delgado. Ella lo amaba demasiado como para verlo tan agobiado, y no se había cansado de preguntarle qué sucedía, hasta que el muchacho le habló sobre la muerte de uno de sus mejores amigos.

Su abuela no los conocía personalmente, pero si había escuchado con interés todas las cosas que muchas veces le decía su nieto de aquellos dos jóvenes que compartían con el una de las más grandes y hermosas amistades.

Nam Joon siempre había sido así con ella. Tan confiado y cariñoso con sus personas más cercanas. Aunque muchas veces reservado y serio, pero amaba a su manera. Dió un sorbo al vaso de café, dándose cuenta que había terminado. Lo dejo, levantándose de la silla para ir a buscar más a la cocina.

Para su desgracia no había nada en la despensa. ¿Cuánto tiempo tenía sin salir a la calle? ¿Un mes quizá? Tomó una de sus chaquetas y salió a alguna tienda para comprar lo que necesitaba. Era de noche. El cielo estaba bañado por estrellas y toda el área parecía completamente desolada. Sacó su teléfono para ver qué hora era. Casi las diez de la noche. Caminó un poco más y entró al establecimiento. Seleccionó algunas cosas de entre los estantes y las llevó a caja para pagar.

Cuando tuvo la bolsa en sus manos, sus ojos se aguaron inmediatamente, llegando a él recuerdo del abrazo de Yoon Gi después del accidente. Había sido tan cálido y reconfortante. Él fue tan sincero aquella vez...

Siempre lo era, a pesar de la vida que llevaba era demasiado unido. Dependiente de él y Ho Seok. El nunca lo dijo, pero el lo sabía. Sus acciones eran el vivo retrato de sus emociones. Yoon Gi era transparente de pies a cabeza.

Apretó los ojos para no derramar más lágrimas, se limpió las mejillas y empezó a caminar en dirección a su departamento. Cuando doblo la esquina para llegar, una mano se precipitó a empujarlo contra la pared. El golpe fue muy fuerte, dejándole sentir la presión en el pecho, que no le dejaba respirar. Intentó apartarse, pero el sujeto era más fuerte.

—Vamos a ver. ¿Creías que estabas a salvo después de todo?— escucho que susurraban cerca de su oído.
Su sangre se heló dentro de su cuerpo y no podía hablar o reaccionar ante aquellas palabras.

Esa voz...

¡No podía ser cierto!

¡Imposible!

.
.
.

.
.
.
Estoy aquí todavía.
Así que no me olviden.

Los quiero mis Boys And Girls.
Gracias por seguir apoyándome.

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