O5
El rubio miraba hacia abajo, intentando mantener su vista conectada con los aterrados ojos del azabache. Su dedo se posó sobre sus hinchados labios, mientras que aquellas cosas seguían pasando a su alrededor rumbo a su trampa.
El rubio señaló a las bestias, luego fue con dos dedos a sus ojos y posteriormente formó una equis con sus índices. Luego de eso, señaló sus oídos para asentir lentamente. Su mensaje, hacerle saber al doctor que no podían verlos, pero si escucharlos. Al menos eso había entendido, a excepción de la flor.
El azabache asintió lentamente, confirmándole a Jimin que había entendido su mensaje. Por lo que, tranquilamente siguió dándole indicaciones, señalando a ambos y a la lateral más cercana, por el lado contrario donde el auto había chocado. Jungkook volvió a asentir, apoyando sus manos sobre el asfalto. Ambos salieron cuidadosamente, mirando hacia el frente, en dirección a esa ciudad infestada de bestias.
El rubio se levantó cuidadosamente, con su mano alcanzando la de Jungkook por atrás, llevándolo consigo en pasos cuidadosos al no saber si todas las bestias corrieron rumbo al desastre. Encontró entre los autos y después del camión, unos cuantos más, visiblemente mucho menos que al principio. Uno, dos, tres... Diez dispersos y cuatro entre los vehículos, contó.
─¿A dónde iremos?
Los expertos ojos del detective se mecieron de un lado a otro entre los destrozados locales, formando el plan en cuestión de segundos al analizar el entorno y sus peligros. Su ruta más acertada fue aquel minisúper que solía visitar antes de salir de la ciudad por un poco de paz entre la naturaleza.
─En la primera calle, a cuatro locales hay un minisúper ─comenzó a hablar en susurros, Jungkook siguiéndole con pasos cuidadosos en cuanto el rubio comenzó a moverse a la banqueta derecha ─. Es uno independiente ─aclaró, recordando vividamente a la pareja de abuelos que estaba a cargo de ese lugar. Las sonrisas que ambos ancianos le dedicaban en cuanto lo veían entrar y antes de salir. Sin embargo, le era más importante detallar los planos del lugar ─. Ahí encontraremos lo necesario.
Sus pies trazaron un camino en el que sus respiraciones parecían ser más ruidosas que el rechinar de su ropa y los jadeos de los caminantes, más alto incluso que la alarma de aquel auto que seguía sonando. El azabache seguía muerto de miedo, aferrándose a los delgados falanges del rubio, quien sentía su corazón latir en la garganta, pero la mente centrada en salvarlos.
Sabía perfectamente que era una locura regresar a donde se supone debían escapar. Pero de no reunir los recursos necesarios para sobrevivir, estarían limitados a la caza de animales en el ponzoñoso bosque, limitados a una época de piedra tras no tener nada más que una motocicleta con tanque medio lleno y una ruidosa pistola. Asegurar la comida y un lugar para dormir era lo principal.
Ocultándose entre los autos estacionados junto a la acera, se les cortó la respiración en cuanto una de esas lentas cosas se encontró con ellos, obligándolos a moverse rápidamente contra el espacio de un aparador. La tienda lucia por sus columnas separando los cristales que reflejaban brillantes exposiciones de elegantes prendas en temporada. Jungkook trató de concentrarse en el feo sombrero de mujer con plumas encajadas en la parte superior y no en la cosa que se movía con los órganos de fuera justo enfrente de ellos, cojeando tan lentamente hasta que vieron su espalda.
La mano del otro chico salió de su boca, disculpándose con una mirada que volvió a hacerse fría en cuanto dictó sin palabras continuar con su camino.
Al doblar la esquina, se encontraron con una multitud más de esas cosas, aparentemente inmunes al sonido que seguía reproduciéndose a la lejanía. Más cerca de la ubicación del minisúper, el rubio podía detectar a cinco o seis cuando mucho, perdiendo su capacidad de contar al ir más allá.
─Nos separan al rededor de unas tres o cuatro locaciones antes del minisúper ─sentenció, conectando su decisión con el pánico del doctor ─. Podemos llegar, antes del minisúper hay un callejón que nos permitirá entrar por atrás sin hacer mucho ruido.
─¿Por qué no vamos a otro lugar? ─cuestionó en un susurrante grito ─. No me parece la mejor idea ir directamente a la muerte teniendo más posibilidades en cualquier otro lado.
─Conozco perfectamente lo que hay dentro de ese lugar y como entrar ─recordó el rubio, viendo detrás de la espalda del azabache, más bestias deambulaban cerca y no los notaban. Al menos por ahora ─. Es el más cerca para salir de la ciudad. Es nuestra única alternativa. Confíe en mí, estaremos bien.
¿Y cómo no iba a confiar en la persona que apenas conocía, pero no lo había abandonado? En ese audaz detective de homicidios que parecía tener una respuesta para todo y desbordaba esperanza en un mundo que moría. En ese apocalipsis del que Jungkook apenas estaba asimilando. En las pocas horas llenas de tanto ajetreo, aquel hombre le mantuvo centrado en sobrevivir y lo ha cuidado.
Sostenía ahora mismo sus manos con tal de mantenerlo relajado.
No sabía bien si era debido a que el hombre no quería ser el único vivo, el único solo entre todo ese desorden y lo mantenía a su lado por la mera compañía. Tal vez el hombre ya había pensado en la posibilidad de ser la única alma sana y la soledad lo desquiciaría. Porque, aunque pudiera curarle las heridas, no había una razón más para cargar a un asustado hombre de un lado a otro. Tan solo en ese mismo instante ya lo había detenido demasiado.
No iba a dedicarle más tiempo a su indecisión.
─Confío.
Sus dedos se aferraron, el rubio tiró de la cálida mano del azabache, llevándolo en pasos apresurados con una caminata gacha para que los autos los ocultaran del resto de muertos vivientes. Jimin lo llevó a agacharse contra un auto azul marino que mantenía su puerta abierta ante un intento de escape tal vez fallido. Una de esas cosas se movía de entre las puertas de una locación rumbo al asfalto y Jungkook había dejado salir un pequeño gritito que llenó de pánico los fríos ojos del rubio. Lejos de estar consumido por el pavor, controló la situación lanzando un abandonado zapato al otro lado del vehículo y para cuando la cosa logró moverse lejos de su alcance, estaban retomando el camino.
Jungkook no podía dejar de sentirse nervioso, cada sonido producido por si mismo era como un colosal megáfono transmitiendo todo rumbo a las bestias. El azabache estaba llenó de esa quebrantable valentía, consumida por los sonidos jadeantes de aquellos monstruos.
A unos cuantos pasos del callejón, escucharon un estrepitoso quejido que los alarmó y Jimin empujó su cuerpo al suelo al llamar la atención de una de las flores, que rápidamente en cuanto los había divisado lanzó su aguijón rumbo a ellos.
Los caminantes los notaron.
Al menos gran parte.
Jungkook se congeló, sin importar que el rubio tiraba de él con insistencia para hacerlo moverse, corrieron tan rápido como pudieron y el azabache aferró sus dedos a la carne de Jimin en sus manos.
El castaño no notó cuando Jimin le soltó para sacar el seguro de un auto lleno de sangre, el cual comenzó a moverse hacia adelante al estar el callejón desnivelado.
Las cosas que corrían le estaban pisando los talones y el rubio tuvo que usar su arma cuando uno estuvo apunto de atrapar la pierna del doctor.
Fue un recurso necesario, el tiempo que recuperó le costó en sonido al atraer más de esas cosas.
Jimin observó la puerta, empujó la manija y pateó la misma en un forcejeo que lo descolocó. Esa puerta siempre estaba abierta, aún si los señores no estaban y solamente él lo sabía.
Su arma volvió a ser enfundada por sus anillados dedos disparando a la cerradura y abriendo la puerta. Entraron justo en el momento en el que la cara de otro ser se aventaba contra el asustado rostro del castaño. Ambos empujaron la puerta rota contra aquella bestia, recargando sus cuerpos para no dejarlos pasar.
─¡¿Qué diablos hacen?! ─escucharon el gritó y sus miradas captaron a personas dentro de la habitación.
Un hombre vestido con una camisa a cuadros y un pantalón caqui, portando una gorra de un partido político, los miraba con un reproche mortal. Detrás de él, una señora vistiendo un vestido floreado les miraba con terror, abrazando los cuerpos de dos niños que parecían ser gemelos. También había otro hombre, sentado con la cabeza contra la pared, parecía muy atento e inquebrantable.
Jimin no tardó en encontrar a la pareja de abuelos, sentados en el sofá que daba junto a la puerta para entrar a la tienda.
Pero fue más rápido analizando los rostros y el lugar a pensar explicaciones absurdas que no necesitaban.
─¡Ayúdenos! ─soltó, señalando con la barbilla el pesado refrigerador a unos pasos de la puerta ─¡Traigan eso de una jodida vez! ¡Pronto!
Los tres hombres restantes se movieron cerca del refrigerador, empujando el mismo al contar tres números que desesperaron a Jungkook, el cual se lamentaba seguir con sus zapatos de doctor. No le daban nada de fuerza al no querer derrapar.
El refrigerador de helados llegó a la puerta, Jimin permaneció sosteniendo la misma cuando ordenó a Jungkook correr a ayudarlos y en cuanto empujaron más rápido y con más fuerza, el rubio salió del camino del refrigerador que chocó contra la pared.
El ajetreó duró muy poco, los jadeos siguieron afuera, parecía que las bestias se olvidaron de ellos con el estruendo del coche estrellándose contra lo que sea que haya chocado. Sonidos aterradores de muertos vivientes alejándose de ahí.
La calma los abrazó sorprendentemente.
─¿Quién carajos son ustedes? ─espetó el hombre.
El rubio se levantó del suelo, comprobando que el doctor no estuviera herido y el doctor hizo lo mismo con él, abrazándose después de tiempo como si no se hubieran conocido apenas horas atrás.
─Muchacho Park ─escuchó la voz de la abuela, el rubio sonrió alejándose del doctor para tenerla entre sus brazos. Era como si aquella fuera de su familia con tantas veces que llegó a visitarlos para escapar ─. Es una bendición que siga vivo.
─Igual no puedes dudar de él, Hamiko. El joven Park es tan intrépido y listo como un zorro.
─Es bueno saber que están vivos.
─Bueno, de no ser por ti, tal vez y habrían durado más. ¡Reventaste la puerta!
Jungkook miró mal a ese hombre, notablemente más alto y de unos profundos ojos castaños llenos de rencor hacia el rubio.
─Era necesario ─respondió Jimin ─. Normalmente la puerta siempre esta abierta. Me sorprendió que estuviera cerrada.
─¡Pues claro! Hay jodidos monstruos afuera.
─Cariño ─llamó la mujer de vestido floreado ─, mejor cálmate.
─Park Jimin, detective de homicidios ─se presentó, extendiendo la mano que no fue tomada por aquel irritado hombre.
─Yo soy Jeon Jungkook, médico cirujano. O bueno, lo era antes de todo esto.
El castaño se acercó más al rubio al escuchar otro jadeó bastante cerca de la puerta, Jimin movió su mano hacia atrás y la del doctor fue casi tan rápida en encontrarse con ella como una necesidad burbujeante.
─Joven Park, este es nuestro hijo ─mencionó la abuela.
El rostro de Jimin se volvió más oscuro al saber de quién se trataba, pegando su lengua a la mejilla, empujando con visible molestia.
─Así que tú eres Akihiro. El hombre que no los visitó ni aunque su madre estuvo gravemente enferma.
─Jimin ─llamó el azabache.
La tensión instalada en la sala, fue la misma que sintió en su cuerpo recorrer al escapar de las bestias. Y Jungkook se preguntó graciosamente si el hombre prefería estar adentro y encerrado con el detective, o afuera.
Al menos ahora estaban a salvo.
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