𓏲★. the wagon of memories.
PÁGINA DOS
El vagón de los recuerdos.
WARNINGS: CONTENIDO MADURO.
Golpeé reiteradas veces su trasero hasta dejar unas marcas rojas sobre ellas, jalando de su cabello rubio, mientras apresuraba mis movimientos y todo para oírla gemir mi nombre, no iba a negar que eso no me calentaba en lo absoluto, sin mencionar que a mi gran amigo íntimo también le costaba relacionarse con otras vaginas que no sean de Miki Stefano. Sencillamente que el decir su nombre e imaginarla desnuda en la isla de mi cocina me había dado una mano, porque acabé en la espalda blanca de la mujer que estaba frente a mí.
Directamente, me encaminé al baño privado que tenía en el departamento, prendí la ducha y me metí debajo de él. La rubia abrió la puerta del baño a verme con esa sonrisa de costado, viéndome perversa, no obstante, ya no tenía ganas de tocarle un solo pelo, ya la usé para lo que necesitaba, así que debía de irse lo cuánto antes de mi casa. El movimiento de cabeza que le hice fue la orden para que se vaya de mi hogar, veo que dejó de sonreír, está cabizbaja y comenzó a dar pasos lejos del baño donde me encontraba sacándome toda la suciedad de mi cuerpo, o la mugre de estar con otra mujer que no sea la mía.
Me hallaba echando el humo del cigarro que estaba inhalando, mientras tanto mis brazos están reposando en mis piernas y mi cabeza empezó a nublarse con recuerdos que me han atormentado desde el instante en que la dejé irse para siempre. Me dolía saber que todo lo que creí que jamás se iría, se terminó yendo por mis malditos problemas de impulsividad y no decir una sola palabra que a ella le importaba muchísimo. Emplacé el cigarrillo de nuevo en mis belfos, inhalando del veneno que ella más aborrecía de mí, ni siquiera odiaba qué sea cómo soy, sino que tenga vicios que me podrían matar lentamente. Pero lo que ella no sabía era que Miki Stefano siempre fue mi droga favorita. Y la quería otra vez conmigo, estaba seguro de que esta vez haría las cosas adecuadamente, que nada, ni nadie, nos podrían separar.
Empero, suponía que era muy tarde querer hacer las cosas correctamente con la italiana que me volvía más loco de lo que ya estoy desde su partida. Entonces, una llamada lo arruina todo. Fue la ocasión de empezar con la marcha de traerla de nuevo a mí, porque no iba a dejar que sea feliz con otra persona que no sea yo, sabía que Yang Jeongin me diría la verdad, él no sería capaz de traicionarme de la misma forma que lo hizo Lee Minho. Tenía todas mis esperanzas puestas en el menor, y la verdad, me sorprendió cuando me comentó todo lo que averiguó de mi esposa. Así que ahí estaba encaminándome al hotel en donde ese tipo se está hospedando por mientras, claro que por mientras, porque cuando tengamos una charla, ya no estará más presente en el minuto en que toque el timbre de su puerta.
—Buenas noch...
Extrañamente, cuando me vio se quedó callado, ¿por qué será? Quizá, ¿por qué traje un hacha conmigo? O, ¿por qué tengo una sonrisa psicótica en la cara? Tsk. Admito que observar el miedo en su fisonomía era lo único que me mantenía sosegado en estos momentos, porque podré hacer el trabajo muchísimo mejor. Por lo que di un paso, entrando al departamento con el hacha en mi hombro derecho, entre que mis fanales celestes veían los muebles del aposento.
Tenía que aceptar que el edificio tenía un buen gusto, pero es una pena que después de lo que haré no quedará para nada cómo lo decoraron desde un inicio. Expulsé un bocanada de aire, tomando fuertemente el hacha entre mis manos lechosas, mirando al hombre de tez blanca, ojos oscuros y cabello lacio en castaño.
—H-hey, amigo. Relájate, ¿sí?—elevó una mano, entre que daba pasos atrás.—J-juro que no la toqué.
—¿Sabes lo que más detesto? Aparte del caqui. Es que se metan con lo que es mío.
—E-ella...
—Elige bien tus palabras o puedo asegurarte que tu cabeza acabará en la acera.
—F-fue su esposa la que me buscó, señor Hwang.—dijo en un tono temeroso.—¡Yo no hice...!
Directamente, no dejé que termine de hablar y el hacha quedó en su cabeza.
Veo como cae de rodillas frente a mí, logrando que mueva el hacha sobre su cabeza, dejando que la herida se haga más grande. Entonces, saqué el hacha de su cráneo, en eso, el tipo se cae a la izquierda como bolsa de papa. Ni siquiera le hice nada más para que sea tan débil. Bufando me agacho, obviamente que sin ensuciar mi pantalón negro de vestir, después de aquí voy a necesitar una bebida fuerte y, tal vez, una persona que me pueda satisfacer sexualmente.
Hacer esto me genera mucho estrés.
Levanté el hacha, posicionándola por encima de mi cabeza, y con un movimiento rápido y preciso, la bajé hacia su cuello, decapitándolo. Por suerte solamente me había manchado la cara, supongo que luego podría pasar por una tienda y comprarme una camisa de repuesto. Lancé el objeto a un costado, revisando los bolsillos del hombre, observando su billetera y móvil, abrí la cartera notando que tenía una gran cantidad de dinero, también que se llamaba Valerio Lombardi. Arrebujé mi entrecejo pensativo. Debido a que se me hacía raramente conocido, sin embargo, fui al celular donde lo desbloqueé con su rostro, notando algo importante, simplemente que me encontré con el chat de Miki Stefano en donde le decía que se vaya del hotel en la cual se hospedaba.
—Muy tarde, mi amorcito...—canturreé.
Terminé cubriendo mis huellas del desastre que hice y situé la cabeza degollada en la maleta que el mismo trajo consigo, así fue como abandoné el hotel, esbozando una sonrisa a los trabajadores del sitio. Estando en mi auto, aceleré, extraviándome entre las calles de Italia con la mera idea de darle una reprimenda a la mujer que me abandonó en Corea del Sur, ya estaba demasiado harto de que siempre se haga lo que ella dice. Siquiera se pone a pensar cómo es que me siento yo, pero no, únicamente, piensa en su puta salud emocional y no en la persona que ella dice amar. Ja. Qué irónico.
Seguidamente de 12 horas de viaje, llegué a mi hogar. En donde pegué el culo en el sillón, estaba cansado, no obstante, antes de poder prender la televisión para divertirme un poco del aburrimiento, un objeto va contra la TV que me costó mucha fila conseguir. Podía ver la pantalla toda rota y yo no podía creer que esto me esté pasando, en eso, giro mi cabeza rápidamente, dejando claramente que no me gustó para nada lo que hizo con mi televisión.
—¡¿Qué haces?!
—Me hago la misma pregunta.
Caminé alrededor del sofá negro, acercándome a la mujer de piel suave y bronceada. Siempre lucía impresionante, pero ahora su rostro mostraba una expresión de disgusto. Supuse que mi advertencia había llegado a ella más rápido de lo esperado.
—Sabes que no puedes escapar, Miki.
—Y tú sabes que no me importa lo que tú digas.
Reí con sarcasmo, acortando la distancia entre nosotros con unos pasos decididos. Ya nada era como la primera vez en que nos conocimos, ni siquiera su mirada era la misma, porque me conoció realmente por quien era. Desde un principio sabía que eso podría suceder en nuestro matrimonio, exclusivamente que la pelirroja me aseguró que de ningún modo se iría de mi lado, estaría conmigo sin importar las consecuencias negativas de estar con Hwang Hyunjin, digamos que eso hizo que la quiera con más razón para mí. Anteriormente, Stefano tenía una mirada escultural, acaramelada, sus faroles siempre relucían cuando me miraba, nada más que en la etapa en que contempló lo que hice en mi primera recaída, las cosas se transformaron rotundamente, la mujer de ojos cafés ya no me veía con amor, sino con miedo, pero lo que ella no sabía era que nunca sería capaz de hacerle algún daño.
No obstante, Miki Stefano supo sobre eso, que luego empezó a hacer lo que se le venía en gana. Cada vez que hacía algo, lo hacía con rencor, con desganas, con albedrío de verme sufrir, sin embargo, de alguna forma, podía sentir su devoción por mi persona, aun cuando lo haga de una forma que a mí me encantaba. Ahora mismo estábamos lo suficientemente cercanos como para que mis orificios vayan a sus deliciosos labios, los cuales estaban con algunas mordidas, sospecho que fue a causa de mi culpa aquello. Estaba muy consciente de que le estaba haciendo un daño, pero no me podía alejar lo suficiente de ella, era la máquina que me mantenía con vida, después de todo, me mantenía a salvo.
—Te dije que no me buscaras más.
—Eres mi esposa, siempre te buscaré, y hasta que no estés conmigo, no dejaré de intentarlo.
—¿Ya ingeriste tus pastillas? Porque estás enfermo, Hwang. ¡Ya deja de acosarme! ¡Con una mierda!—bramó iracunda.
La vi girarse, dispuesta a marcharse, o más bien, a coger algún objeto para lanzármelo. Afortunadamente, la detuve, acercándola aún más a mí. Por un instante, su mirada se posó en mis labios y, ¡Dios! Fue una mala idea hacer eso conmigo, porque en ese mismo instante la besé de forma apasionada, mis manos se posaron en su cintura, tan perfecta para mis manos. Miki trató de zafarse, intentando alejarse de mí, pero la atraje aún más fuerte hacia mí, deseando que me aceptara. Mordí su labio inferior, dando paso a nuestras lenguas, a lo que ella respondió mordiendo la mía con fuerza.
—Hija de puta.
—Oye, Vittoria no te ha hecho nada.—dijo con una sonrisa irónica.
Boté una risa similar, solo que no me iba a rendir y por la mueca que ella tenía me doy cuenta de que también pensaba lo mismo.
Por eso fue que la embestí contra la pared, en eso mis manos van a su cuello, juntando nuestras bocas nuevamente, empero, no iba a dejar que me vuelva a morder. La subí a mis brazos, enredó sus piernas en mi cintura, llevándola a la habitación, mientras nos seguíamos besando, obvio que Miki Stefano trataba de alejarse de mi cara, no obstante, no lo logró. Cuando la tiré en la cama, arrebaté su vestido rojo, dejándola en ropa interior. Mi lengua fue directo a sus pezones para succionarlos y lamerlos, veía que mi esposa lo está disfrutando y odiando al mismo tiempo. Una de mis manos fue debajo de su monte de venus, ingresando a su vagina, entonces, los primeros jadeos se oyen en toda la habitación, por lo que una sonrisa de orgullo va a mis labios, moviendo mi mano cada vez más rápido y mi lengua en su pezón izquierdo, dejando unos chupones.
—Ah-ah... Ya para. Ba-basta...—imploró, simplemente, la ignoré siguiendo moviendo mis dedos.
Me alejé de su pecho, descendiendo hacia su intimidad. Mis manos separaron sus piernas, retirando completamente su ropa interior, lo que me permitió contemplar el paraíso que tanto ansiaba mi cuerpo. Pasé mi lengua lentamente por su clítoris, observando cómo mordía sus labios y echaba su cabeza atrás. No pude resistir y mientras continuaba con el acto, me complací a mí mismo.
Mis rodillas comenzaron a doler por la posición, pero el deseo que sentía era aún más fuerte. Cuando noté que estaba lo suficientemente excitada, me levanté y me coloqué sobre ella, introduciéndome bruscamente. Sentí sus uñas clavándose en mi espalda, lo que me incitó a moverme con más rapidez. Una de mis manos se dirigió a su cuello, ejerciendo la presión justa que a ambos nos gustaba. Entonces, pronunció mi nombre en un gemido, lo que intensificó aún más mi deseo. Sentía que podría desmayarme en ese mismo lugar, nunca fui dulce con mi esposa porque nunca logramos serlo juntos, sin embargo, en ese preciso momento lo único dulce que pude hacer por ella fue regalarle un tierno beso.
—Te amo.
No pude responderle, ella me miraba con la esperanza de que correspondiera a esa declaración. Eso solo me hizo alejarme de ella, me subí el bóxer y salí de la habitación del departamento. ¿Cómo podría repetir esas palabras? Cuando nunca me enseñaron a sentirlas realmente. Por esa razón, me alejé del cuarto, no le diría algo que nunca he sentido de una manera positiva, o... eso es lo que creía.
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