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𓏲★. deadly kiss: epilogue.

EPÍLOGO
Beso mortal.

El trato está hecho.

Una sonrisa de satisfacción pasaba por sus labios rosados, mientras acariciaba con uno de sus dedos aquello, recordando que hoy era un buen día para él, debido a que al fin pudo hacer lo que tanto ha soñado por sus últimos años de carrera. Para empezar que primero logró proponerle matrimonio a la mujer que tanto amaba y lo segundo es que por fin pudo dar por finalizada la matanza de la Mafia Italiana 'Ndrangheta, a manos del nuevo Don, Hyunjin. Sabía que al principio sería muy difícil meterse a su mundo, pero no era nada de lo cual él temía hacer, y para ello, la conoció. Miki Stefano era la oveja blanca de su familia, una mujer que no estaba para nada de acuerdo con lo que ellos hacían, sí que sabía desde un principio de que la convencería, y así mismo pasó. No obstante, la pelirroja no era para nada una mujer estúpida, desde el momento en que vio a Lee Minho supo que él tenía algo muy extraño, simplemente que cuando lo supo estuvo de su lado, aceptando cualquier término para acabar con la matanza, la cual ahora estaba a manos de su esposo.


—Nadie debe de saberlo.

—Descuida,—ella comentó, mientras sus ojos cafés se encontraban observando todo el despacho del hombre.—haré cualquier cosa para acabar con la maldición de mi familia. Estoy de tu lado, pero para hacer las cosas más divertidas y sencillas, tienes que hacerme un favor muy importante.

Minho nunca fue un hombre sumiso, muchísimo menos era tan solidario con las personas, empero, no le importaría hacerle caso a una ricachona de 19 años, a cambio de que ella le entregue todo lo que él a estado soñando por años. Así que así mismo pasó, se metió en su mundo, se hizo amigo de Maurizio Stefano con algunas mentiras de por medio, tuvo que dejar a ciertas personas de su vida para aparentar que era una persona solitaria.

Miki estuvo desde el principio con él, dándole la mano que más necesitaba. Sencillamente, las cosas llegaron a complicarse al instante en que conoció a Hyunjin, desde allí ellos se han distanciado y las amenazas de vez en cuando recaían sobre los hombros de la pelirroja, hasta que vio la verdadera cara de su esposo, volviendo otra vez a la oficina del antiguo detective de Jeju, y uno de los más importantes. Entonces, siguieron con su plan.


—No te preocupes de I.N, lo tengo controlado.

Minho aún pensaba que podía tener al menor bajo su manga, sin embargo, cuando Jeongin averiguó el plan de ambas personas estuvo entre la espada y la pared, siendo manipulado por la esposa de su mejor amigo, en donde le decía claramente que no es una excelente idea que esté del lado del ojiceleste, él del mismo modo también podría caer en prisión si no hace las cosas correctamente.

Al principio accedió.

Hasta que supo quién fue la persona que lo delató, quién esparció la información clave de dónde se encontraba viviendo el Don de la mafia italiana. El menor entró al despacho de su socio con muchísimo enojo, pero se tenía que relajar, a menos que quiera quedarse solo para siempre y sin ayuda de nadie más. Pudo ver a Lee Minho con su traje puesto, viendo el reloj de su mano y el anillo de compromiso puesto, una sonrisa fue a la cara del mayor apenas vio eso.

—¿Qué quieres, I.N?—indagó repentinamente. Porque había visto al menor desde que llegó al edificio que le pertenecía.—Luces molesto.

—¿Molesto? Tsk.

Musitó el rubio, tratando de controlarse ante el mayor que se hallaba sentado en su sillón individual y elegante, pudo notar que ahora tenía entre sus manos una copa de whisky, se veía demasiado relajado que lo enojaba aún más.

Pero Minho no se iba a dejar intimidar.

—Hyung, tengo que preguntarte algo.

—¿Sobre qué?

I.N paró su caminar a un costado de la ventana, viendo sus zapatos, ya que no podría mirarlo a la cara después de escuchar su respuesta, es lo que dudaba.

—¿Fuiste tú quien dio aviso a la policía?

—¿De qué me estás acusando?—miró a su amigo desde el sillón, sin importarle mucho lo que el menor estaba pensando de él.

Yang Jeongin se giró, mantenía sus manos detrás de su espalda, entre que observaba al mayor con muchísimo enojo en su ser.

—Por favor, sé honesto conmigo. Ya sé la verdad.

—No tengo idea de lo que estás hablando.

—Deja de mentir, ya no más.—Jeongin respondió, encaminándose más cerca al cuerpo de Minho, para que lo vea a la cara y le diga la verdad de lo que pasó.—¡No puedo soportarlo más! No hagas como que no sabes que encontraron el paradero de Hyunjin.

—No lo sabía.

Contestó Minho, aún con la mirada fría y bebió un poco de su trago, ya sentía la garganta seca de tanto estar respondiendo a las dudas del sujeto al cual le dio una mano, al hombre que lo ayudó desde un inicio, y que la persona que decía ser su mejor amigo, no le brindó la ayuda que él mismo sí.

—No me mientas.

—I.N.—advirtió severamente, mirándolo desde su sillón con la mirada seria.

—Fuiste tú quien llamó a la policía, por tu culpa Hyunjin estará detrás de las rejas para siempre y no podrá disfrutar de su hijo.

—Eso no es mi culpa. Él ya es grande, tomó sus propias decisiones y son esas decisiones que le han cagado la vida, I.N, deberías de saberlo. Ya no eres más un niño. Además,—se levantó de su sillón preferido, mirándolo más de cerca al menor.—¿no es su esposa quien debería de estar en tu posición? No entiendo por qué te pones así cuando Hwang nunca hizo nada bueno por ti. Me deberías de agradecer, porque gracias a mí estás en libertad, sin miedo de lo que él te pueda mandar a hacer.

—No es...

—¡I.N! Ya es suficiente, maldición. Acepta que hice algo bueno por ti y ya está, no quiero seguir teniendo esta conversación contigo nunca más. Espero que ya estés satisfecho, arruinaste el mejor día de mi vida por tu amor platónico con un mafioso de pacotilla. ¡Demonios...! —masculló, visiblemente irritado.

Esa fue la última conversación que tuvo con el menor ese día, porque mientras viajaba en su limusina hacia el lugar donde se reuniría con su prometida, no pudo evitar pasar por el barrio de Yongsan-gu. Al ver la cantidad de reporteros, helicópteros en el cielo, helicópteros de la policía, patrullas, y todas las personas presenciando el mejor momento de la vida de unos detectives que habían trabajado incansablemente para cerrar este caso tan importante, no pudo evitar sonreír.

Minho sonrió satisfecho, subiendo la ventana.

—Sí se pudo, Don Stefano.


8 AÑOS DESPUÉS

—Estoy asustada, lo admito.

Aseguró nerviosa, mientras veía a su niño de 9 años jugando con su padrino, hace unos pocos días le dieron la noticia de que Hyunjin ya podía recibir visitas. Por lo tanto, se estaba debatiendo mentalmente si era una buena idea que su hijo conozca a su padre en una jodida prisión, no es un lugar para que puedan estar unos niños. No obstante, tener las constantes preguntas de Junseo Stefano sobre quién carajos era su padre era una de las cosas que quería responderle al menor. Simplemente que cuando Miki trató de decirle que su papá no estaba cerca de ellos por un error que cometió en el pasado, con la ayuda de sus amigos, las cosas no salieron de la mejor manera debido a que el niño de ojos celestes y cabello pelirrojo no dudó un minuto en decirle a su madre que lo quería ver.


—Pase por aquí, señorita.

Después de recibir unos gafetes que decían «visita», han podido ingresar al establecimiento con la ayuda de un oficial que la estaba guiando por los pasillos, hasta llegar al sitio indicado. En eso, el oficial abre la puerta, para que ellos dos pueden entrar, solamente que Miki no sabía si era una buena idea hacerlo.

Pero Junseo le sonrió.

—Mami, ¿ya podemos entrar?

—S-sí, vamos.—apretó con suavidad la mano de su hijo empezando a caminar por el pequeño lugar. Observando dos asientos enfrente de una ventana de cristal, donde se suponía que en cualquier momento aparecería el padre del niño.—Siéntate aquí.

Ordenó, mirando al niño.

La puerta del otro lado se hizo sonar, la silueta de una persona ingresando con unas esposas en manos y pies, se hizo notar, él tenía un traje gris con una etiqueta que llevaba su nombre, y después de varios años sin volver a verse, volvieron a sentir ese sentimiento que pasó la primera vez. Hwang Hyunjin con sus 36 años de edad dirigió sus ojos al que yace a un costado de su antigua esposa, sus fanales se llenaron de lágrimas al ver a una pequeña persona idéntica a la mujer que amaba y a él mismo. Tambaleándose en su lugar se encaminó al asiento, sin dejar de notar al niño con amor, confusión y vergüenza, porque lo menos que él quería era tener que ver a su hijo en ese horrible lugar y sin poder tocarlo. Al menos, unos simples segundos.

—E-es... nuestro hijo.

Asintió entre sonrisas, ahí fue el momento en que presentó a Junseo a su padre biológico.

Debido a que el pequeño se crió con Seungmin, el hombre al cual consideraba su papá, pero él también era consciente de que Kim no lo era, de todos modos, para el niño de 9 años lo iba a seguir siendo de todas maneras. Miki se sorprendió de la forma en que ambos pudieron entrar en confianza tan rápido, era tanto que el pelirrojo ya le está comentando todas las cosas que él les decía a sus compañeros de clase sobre qué tenía dos padres, y también sobre que uno de ellos era el mejor criminal de toda Italia y Corea, en esa parte la madre no estaba tan orgullosa que digamos. Mientras que el pelinegro se encuentra riendo a más no poder de las graciosas anécdotas que le está contando su hijo único, sin embargo, no podía quitar esa emoción de su faceta ya que nunca había visto esa sonrisa emanando de la persona que tanto amó en su momento y era hermoso aquello, todo se veía tan bello que le dolía que Hyunjin no pueda estar disfrutando del fruto de su amor tóxico.

Ellos podrían ser un veneno, pero su querido Junseo era el antídoto.

—Gracias por traerlo.

—Gracias por recibirnos.

Hyunjin apagó la sonrisa que tenía desde el tiempo en que el chico ingresó, su hijo se fue con el oficial que lo llevó hasta allí. Permitiéndoles estar a solas para que pudieran entablar un diálogo sin necesidad de ocultar ciertas sensaciones o ciertas observaciones que pudieran impactar al más joven que era su hijo. La mirada del hombre de iris azules se posa en el dedo anular de Miki Stefano, provocando que ella oculte su mano bajo la mesa.

—Felicidades. Oí que Seungmin es una buena persona y trata a Junseo como su hijo. Es grato saber que se ha comportado con ambos.

—Jinnie...

—Tranquila, Miki, no tienes por qué apenarte por mí. Esto es enteramente mi culpa. Debí hacerte caso en aquel momento, pero Felix terminó por estar en lo correcto y caí en el círculo vicioso de su familia, las ambiciones siempre han sido tan perjudiciales... Pero yo lo hice pensando que podrías amarme, aun cuando, supieras el monstruo que era.

La pelirroja no se atrevía a mirarlo a la cara después de las palabras que está escuchando de su parte. Porque le quería decir cuánto lo amaba en su momento, que le hubiera encantado que las cosas no terminaran de este modo, no obstante, no le quería generar ilusiones a una persona que no tenía oportunidad de seguir con vida después de esto, así que lo observó apenas.

—Voy a traerlo las veces que tú quieras.

—Te lo agradezco, pero no.

Frunció su entrecejo, demasiado confundida de la respuesta que acababa de recibir del padre de su hijo varón. Ella creyó que a Hwang Hyunjin le gustó ver a Jinsung, en su mirada era lo que parecía, empero, parecía que estaba tan equivocada, igual de como la decisión que tomó al aceptar venir a la prisión.

—¿Qué dices, Hwang?

—No creas que no me gustó conocer a mi hijo, simplemente que este no es un lugar para un niño como él. Tampoco necesito que vuelvas a venir a verme, me dijeron que has intentado hacer de todo un poco para que acepten darme una visita contigo, sabiendo que lo tenía negado.—informó entre sonrisas nerviosas.—Ambos sabemos que por la única razón que lo estás haciendo es porque te acabas de enterar sobre la decisión de mi condena.

Cerró los ojos.

Porque no quería recordar las palabras que escuchó de parte de Seo Changbin, la persona a la cual se la cruzó hace unas semanas, también fue el momento exacto en que le informó que a su ex esposo lo condenaron otra vez, las familias de esas víctimas pedían justicia, y por tan dolorosa que suene, era lo que el muchacho se merecía.

—La pena de muerte es demasiado.

—Descuida, no lo sentiré. Mi abogado logró que sea a través de una inyección letal. Pero quiero pedirte una última cosa, Miki.

—Dime.

—No vengas.

—Hyun...—fue interrumpida.

—No lo hagas, Miki, por favor... No seré capaz de aceptar eso sí tú estás ahí, no te puedo ver llorar por mí... Ya no más, prometí no volver a ocasionarte ese horrible sentimiento. Quiero que le digas a nuestro hijo que enfermé y fallecí, no le cuentes las mierdas que hice en su tiempo, deja que él solo lo averigüe, porque no quiero que mi hijo se convierta en una pequeña versión de mí, y sé que tú tampoco lo quieres.

Entre lágrimas en silencio, movió su cabeza en afirmación, queriendo tocarlo por última vez. Pero no podía, aun cuando, colocó la mano sobre ese vidrio que los dividía, esa fue la única vez que lo volvió a ver con vida, la última vez que lo escuchó hablar, la última vez que pudo ver esos ojos celestes tan brillosos.

Fue un 28 de octubre del 2036.

Lo encaminaron a una pequeña habitación con una gran ventana, observó a mucha cantidad de personas viéndolo, entre las personas pudo dividizar al esposo de su ex esposa, mirándolo con una tristeza inmensa, hasta pudo notar que se estaba quitando una lágrima. No obstante, el chico de cabellos negros bajó la mirada, porque de solo verlo así está pensando en cómo está su esposa ahora mismo, no quería siquiera tener que pensarlo o imaginarlo. Lo acostaron en la camilla, uno de los sujetos le colocó los cintos, hasta que le dedicó una última mirada. Hyunjin ni siquiera está mirando a la cantidad de personas que se encontraban presentes en su ejecución, únicamente, está pensando en los hermosos recuerdos que quedarían para la memoria. Mientras el muchacho yacía preparando la inyección, en la cabeza del chico de ojos celestes en un tono mar está recordando el momento justo en que conoció a la mujer de sus sueños, la manera en la cual cada día se iban enamorando más y el fruto de su amor.

Entonces, ya se encontraban preparadas los tres componentes en una sola inyección.

—¿Unas últimas palabras?

—¿Al menos podrías decirme qué pasará cuando me inyectes tus agujas?—indagó fastidiado. Era la única cosa buena que podrían hacer el día de su muerte.

El sujeto asintió, preparándose mentalmente para darle una breve explicación de lo que le sucederá al momento de la inyección letal.

—El tiopental sódico es un hipnótico, la segunda es un bloqueador de la placa neuromuscular no despolarizante que paralizará el diafragma y los músculos torácicos, interrumpiendo así la respiración, y el cloruro de potasio impide la despolarización del músculo cardíaco. Para eso, provocando su detención. Tendrás un paro cardíaco, Hyunjin.

—Okey, hágalo.

El hombre a cargo de asesinar al pelinegro no le agradaba para nada tener que hacer estas cosas, porque en esos años conoció al chico que estaba a punto de matar y no era para nada las cosas que los demás decían, era por eso mismo que también le estaba doliendo hacer esto.

Pero debía, era parte de su trabajo.

—¿Esas son tus últimas palabras?

—Sí, solo házlo.

Ordenó bruscamente.

Debido a que, sencillamente, quería que haga su labor de una simple vez.

El hombre le lanzó una última mirada para reforzar lo que le había dicho hace un minuto, mientras sentía las consecuencias de la mezcla de esos componentes. En su mente, se formaba la imagen de una familia que podría haber sido si tan solo hubiera hecho las cosas bien. En su cabeza, se creó el escenario ideal donde invitaría a una cena romántica en la playa a la pelirroja que lo enloquecía, le contaría esos chistes típicos que a ella le gustaban, tendría la oportunidad de halagarla cada vez que pudiera y le robaría algunos besos, mientras la miraba con ternura, haciendo sonrojar a la chica de ojos marrones. Hasta que entonces la estaría observando directamente, sin poder creer las emociones que le provocaba y esa sería la manera en la que podría expresarle todos los sentimientos que ella le provocaba a él. Le diría cuán feliz estaba de que formara parte de su vida, lo emocionado que estaba de poder compartir esa vida con ella y después de darle unos cuantos besos más, caminarían por la playa de la mano, buscaría el momento perfecto para decir las palabras que tanto había deseado pronunciar.

—Te amo, Miki.

Sorprendentemente, esas fueron las últimas palabras que emitió Hwang Hyunjin el 28 de octubre de 2036 a las 08:19 a.m. de un día miércoles. Ese fue su último aliento, mientras en su imaginación ella le daba el último beso que lo condujo a la muerte, las últimas palabras que siempre quiso decirle a la pelirroja, pero que nunca pudo encontrar el momento adecuado. Así fue como todos en esa habitación se quedaron en silencio, la máquina que estaba conectada al cuerpo del antiguo Don de la Mafia Italiana pudo confirmar a los presentes que ya estaba muerto.

Finalmente descansaría.

Las oportunidades únicas en la vida, esas que una vez perdidas no vuelven, se habían esfumado para él. El amor, ese sentimiento profundo y abrumador que sentía por Miki Stefano, se quedó atrapado en su pecho, sin poder ser completamente expresado. Su vida había estado llena de momentos perdidos, de palabras no dichas, de amor no compartido. Y ahora, todo eso se ha ido con él.



THE END


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