𓏲★. bel gioco, amore mio.
PÁGINA CATORCE
Bel gioco, amore mio.
Maratona: 2/3.
—¡No puede ser posible!
Grité encabronado, han pasado tres meses desde que Miki desapareció de mi vida, no la podía encontrar por ninguna parte del puto mundo, aunque los negocios no se han ido a la mierda, mi estabilidad emocional sí que se fue al carajo debido a que no encontraba a mi esposa, sentía que todo mi mundo se está yendo a la mierda desde que acepté este puesto, lo menos que creí fue que ella sería capaz de hacer algo como esto, no obstante, parecía que las personas que vivían en esta mansión sí lo sabían. Trataba de mantenerme cuerdo, pero cuerdo nunca estuve en mi vida, así que cada vez que pasaban los segundos, minutos y las horas, algo dentro de mí se enciende como fósforos alrededor de la nafta. Me levanté de la silla bruscamente, sí ninguno de estos hombres iban a hallarla, mejor hacer el trabajo uno mismo, y la puerta se abre dejando que pueda observar a Lee Minho con sus manos dentro de sus bolsillos y a un lado de él está Jeongin.
—Apa, ¿llegamos en un mal momento?
—¿Qué quieres?—pregunté fríamente.
—Son los negocios que me mantienen tan cerca de ti, Hwang Hyunjin.
Cuando Minho mencionó eso, Jeongin me da un sobre marrón con una siglas que las conocía muy bien. Mientras que lo miraba enojado, opté por desplegar la carpeta, observando fotografías de mi esposa con sus amigos y un hombre que pude saber que era Valerio Lombardi, todavía no tenía el placer de conocerlo cara a cara, pero estaba muy seguro de que eso pasaría pronto. Devolví la carpeta.
—¿Qué quieres, Minho?
El hombre miró a Yang Jeongin con gracia y sarcasmo en su mirada, dando un giro de cuello por todo el despacho del padre de mi esposa. Hasta que me observa, mostrándome una sonrisa fingida, pensando que yo podría saber lo que él realmente deseaba.
—Hyung...
—I.N, entiendo que éste es tu mejor amigo.
—No tengo amigos.
—Uh...—hizo un gesto gracioso, mirando a Jeongin de reojo.—, acabas de romperle el corazón a mi socio más íntimo, Hwang.
—No es verdad...—Jeongin dijo a su defensa.
—Ve al grano, Minho. Tengo cosas más importantes que hacer.
—¿Cómo buscar a tu mujer?—rio.
—Puta mierda, ¡¿qué quieres?! Me estás sacando de mis cabales, hombre, si quieres algo de mí es mejor que lo digas.
—Los negocios de Japón. Eso quiero.
Eché una risotada.
Porque estaba completamente loco si pensaba que le iba a dar los negocios de Japón, eso sí que no, si hago eso estaba muy seguro de que estaría muerto a la mañana, o... algo así. Lee Minho sabe muy bien que la información que tengo sobre eso puede llegar a complicar mi vida, no solo la mía, sino también las vidas de todas las personas que estaban viviendo en esta casa.
—Jamás te los daré.
—I.N, ya vámonos. No tenemos nada más que hacer aquí.—ordenó, marchándose.
Coloqué mis manos sobre el escritorio, tratando de pensar con claridad, porque quería tener a mi esposa entres mis brazos, la necesitaba conmigo antes de volverme aún más loco de lo que ya estaba por su desaparición.
—Si te sirve de algo, hyung...
Paré la oreja cuando escuché la voz de Jeongin, pensé que se ha marchado detrás de su jefecito, el cual me caía muy mal debido a que hace un mes nos volvimos a reunir en una fiesta de negocios, donde pude verle la verdadera cara y eso me caía del carajo. Además, aún no entendía muy bien por qué Yang estaba siempre detrás de su culo, sabía que eran socios, pero no novios. Me volteé, observándolo sobre mis hombros, el movimiento de cabeza que hice le dio el paso a que me siga hablando.
—Miki está en Seúl.
Nuevamente, volví mis ojos al frente, viendo mis manos blancas temblorosas. ¿Cómo es que nadie de aquí sabía su jodido paradero? ¿Y por qué Yang Jeongin lo sabía? Ahora es cuando tengo dos cosas en la cabeza, tenía ganas de decirle que trabaje para mí y a la vez tenía ganas de hacerle varias preguntas sobre ella. Una de ellas era saber cómo estaba, porque la extrañaba y tenía miedo de que esté en problemas.
—¿Por qué trabajas con él?
—¿Umh? ¿Con Minho hyung?
—Sí, Yang.
—Somos socios, hyung, trabajé con él desde que era un adolescente.—contestó, mirándome con sorpresa en sus fanales.—Nuestras familia son amigos desde antes de que nosotros naciéramos. Supongo que esa es la razón principal.
—¿Quieres trabajar para mí?
Jeongin se queda petrificado.
—¿De qué ha...?—lo interrumpí, caminando cerca de él. Se encontraba cerca de los sillones que estaban en el medio del despacho.
—No digo que seas parte de esto, necesito que me des información de Miki Stefano, nada más. ¿Podrías hacerlo? Te pagaría bien.
Yang Jeongin miró el suelo, parece que estaba debatiendo con su propia cabeza de si era una buena idea espiar a una persona.
—No es necesario, lo haré.
—Bien. Gracias, Innie.
Le sonreí, bebiendo un poco del líquido que me acabo de servir en el vaso de vidrio. Necesitaba que mi garganta se encuentre húmeda antes de que sepa lo que en verdad estaba preparando la loca de mi hermosa esposa conmigo. Cuando Yang se fue de la oficina decidí por tomar una decisión con respecto a las personas que han trabajado para el señor Stefano todos estos últimos años, y era que no podía seguir más en Calabria, tenía que volver a Seúl, charlaría bien con los demás socios sobre mi estadía.
Podía hacer lo mismo que hago acá, pero en mi propio país, por demás de que no quería sentirme un estorbo entre estas personas, esta era su casa y yo lo entendía, era momento de devolverles su espacio y yo volver al mío. Es por eso que le dije a Giovanni que organice una reunión con los socios, ya que quería solucionar este problema lo antes posible.
—Grazie mille, Hyunjin.
Vittoria Stefano me envolvió entre sus débiles brazos pálidos, dándome un abrazo maternal, diciéndome de una manera física que estaba agradecida conmigo y por lo que estaba haciendo por su familia.
Empero, no hay necesidad de hacerlo, era el cargo que yo decidí tomar, era lo que hacía y debía de hacer. Felix vendría con nosotros, se estaría hospedando en un hotel alejados de nosotros, por muy obvias razones. Ya estaba cómodo en los asientos del jet privado, mientras que me mantenía en comunicación con Yang Jeongin, quien me estaba informando sobre lo que estaba haciendo mi esposa. Me mandó una foto de la pelirroja riéndose con sus típicos grupos de amigos, saliendo del edifio en donde ella está trabajando, lo triste de todo esto es que se veía muy feliz, esa emoción que no tuvo cuando llegó a Calabria a la fuerza. Traté de no pensar en eso, quería descansar un poco antes de volver a Corea del Sur con mi familia. Porque es lo que pasaría.
Me quedé asombrado.
El departamento estaba vacío, no había ningún mueble, absolutamente ninguno, simplemente, los que venían con el departamento. Siquiera se podía escuchar el sonido de los perros, ya que los hemos dejado al cuidado de nuestros amigos y que cuando volvamos los íbamos a recoger, sin embargo, no hay nada. Únicamente, pude ver unos vidrios rotos en el suelo, también hay floreros tirados en el suelo y una mancha roja que conocía muy bien.
Cuando asesiné a su amigo.
—Jefe, ya ten... Guau.
Valentino se quedó callado, mirando lo mismo que veían mis ojos celestes. La nada misma. Sabía que en cualquier instante explotaría de la rabia, que por eso mismo se fue de mi costado a dejarme a solas. No obstante, no quería hacer una escena en estos momentos, solamente subí las escaleras, buscando alguna señal de que ella estuvo aquí en su momento.
Pero no.
No había nada de Miki Stefano.
—¿Dónde se fue?
—Me dio esto para usted.
El dueño del edificio me entregó una hoja de papel, puedo ver la letra de mi esposa impresa en aquella hoja. La tinta parecía fresca, por eso es que estoy anonadado, empecé a dar unos que otros pasos, alejándome dentro del edificio. Para que el sol le dé a la carta.
« Hola, mi amor.
Sé que pasó mucho tiempo desde la última vez en que nos vimos, pero capaz ahora comprendas por lo que tengas que pasar por traicionarme de esa forma. Sí, también sé que mandaste a Jeongin a perseguirme, no creas que soy idiota. Recuerda que Lee Minho siempre le fue fiel a mi papá, solamente iba a seguir sus órdenes y las de nadie más. Yo que tú, dudo hasta de Giovanni Conte.
Bueno, sin tanta cháchara.
No me busques más, porque necesito espacio en estos momentos, quiero pensar bien antes de cometer una locura con respecto a nuestro matrimonio. No me hagas enojar, amore mio.
—Tu bella esposa.
PD: Vendí el departamento.
PD2: Eso te pasa por estúpido.
PD3: Kkami está con Park Seojung.
PD4: Si no sabes quién es, es tu asistente.
PD5: Te amo, aunque ahora no me caes tan bien que digamos. »
Arrugue la nota que me dejó.
Mientras me tragaba las ganas de lanzar un grito mandando al carajo a Miki Stefano, empero, me tenía que tranquilizar antes de que algo malo pueda pasar conmigo. Eché un suspiro, le dije a Felix que iríamos a buscar un departamento para quedarnos juntos, ya que su hermana me dio una gran advertencia de que no era buena idea buscarla y él era muy bueno deteniéndome sobre todos mis actos.
—¿Estás bien?
Preferí no decirle nada luego de haber dejado nuestras maletas en la sala del hotel en donde nos estaríamos quedando por mientras. Pero la carta que me dejó la pelirroja me hizo dudar por lo tanto, miré al pecoso con seriedad, entre que cerraba mis ojos, pensando si era una buena idea el proponerle esto.
Sabiendo que era mala idea.
—Felix.
—¿Qué, Hyunjin?—tomó asiento frente a mí, cruzando sus manos, prestándome atención.
—Quiero que seas el consigliere. Mí consigliere.
Fueron los ocho meses más frustrantes.
Cada día que pasaba me recordaba que nunca más tenía que jugar con fuego, muchísimo menos con Miki Stefano. Eso me quedó más que en claro, solamente que las cosas ya no eran más como antes, la pelirroja estaba muy equivocada si creía que esto sería a su manera cuando decida volver, debido a que si de algo aprendí estando trabajando para la mafia italiana es que este rubro te cambia el pensamiento por completo.
Si antes estaba loco para ella.
No me quería conocer ahora.
—Jefe, la tenemos.
—¿Valerio?—indagué, viendo la gran ventana.
—Se fue a Italia en cuanto Valentino le dijo lo que estábamos planeando para él.—demandó fríamente Franco Russo, viéndome desde la puerta de mi nueva casa. Una que está un poco alejado al resto de las casas, era una zona para gente adinerada.
—Ya saben que hacer con Valentino.
—Ya mandé a mis hombres, jefe. Hay que dar la orden solamente.
—Da la orden entonces.
Respondí seriamente, terminando de tomar el vino tinto, que al paso del tiempo, terminó siendo algo pasable para mi garganta. Franco Russo asintió, sencillamente que antes de cruzar la puerta para irse se gira, observándome.
—Señor.
—¿Qué necesitas, Russo?
—Sobre su esposa, ¿qué hacemos?
Volteé a observarlo, sin saber muy bien lo que teníamos que hacer con respecto a la pelirroja que en su momento sentía cariño, aun cuando ahora era lo mismo, simplemente que de una manera que llegaba a dar demasiado miedo.
—Déjala, iré yo.
Franco asintió, marchándose.
Prendí un cigarrillo, inhalando un par de veces hasta que dejé que el humo salga de mis labios. Mientras que mis luceros estaban viendo todo el patio delantero, algunas mujeres se encontraban tomando té con otras, unos hombres fumaban su típico tabaco con otros hombres. Era una agradable fiesta abajo, una fiesta de la cual era el anfitrión, sin embargo, prefería estar arriba, porque la pareja que quería tener conmigo no se encontraba presente.
Tuve que ir a buscarla, por el distrito de Guro-gu estaba con sus amigos de siempre, paseando con una alegría en su mirada, una expresión que no he visto por casi un año. Aceleré el auto cuando veo que ellos suben a la camioneta de Myungjun y empecé a seguirlos, hasta que Kim dejó a la mujer de pelo rojo en su nuevo apartamento. Estuve esperando a que suba a su piso, porque eran de esos apartamentos que eran casas, por lo tanto desde aquí podía verla en su habitación con las luces prendidas y quitándose una de sus prendas, si no tuviera tanta necesidad de tenerla entre mis brazos, juraría que me hubiese quedado a ver cómo se desvestía.
Subí cada escalón con lentitud.
Parecía que le estaba dando la oportunidad de escapar de mí. Solamente que no lo hizo, o es lo que trató de hacer hace pocos segundos, ya que no fue tan necesario tocar a su puerta. Porque Miki Stefano abrió la puerta de su apartamento, viéndome con esos ojos marrones preocupantes.
—Hola, Miki.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro