𝟬𝟭𝟳 blood trial
CAPÍTULO DIECISIETE: JUICIO DE SANGRE.
Después de entregarle a Reiji los cabellos de murciélago, Yusuki marchó hacia su habitación. Estaba tan cansada que ni siquiera tenía el espíritu para teletransportarse hasta allí. Sino que continuó haciendo un esfuerzo para arrastrar sus pies escaleras arriba hacia su habitación.
Mientras subía, se permitió cerrar los ojos, embelesada con la idea de tomar un baño caliente en la tina y, luego, acostarse entre las suaves sábanas de su cama. La idea la calmó un poco, y le hizo creer que el mundo no estaba tan mal.
Sin embargo, antes de llegar a la cima, Ayato se cruzó en su camino. El pelirrojo tenía el ceño fruncido, y sus brazos estaban cruzados por sobre su pecho mientras la miraba como si le hubiera hecho algo para molestarlo. Yusuki suspiró.
—Ayato, quiero irme a dormir. Lo que sea que tengas para decir, ¿no puede esperar a la noche?
Ayato no respondió, sino que se le acercó y tomó su muñeca, alzándola hasta su muñeca. Pero antes que lograra hacer nada, la pelirosa la apartó de su alcance—. ¿Qué crees que haces?
—Quiero probar tu sangre.
—Qué bueno, pero no voy a dejarte.
Ayato se acercó, su mirada oscureciendo—. Laito ya la probó. Es injusto que yo, Ore-sama, no la haya probado.
—No me importa lo que piensa Ore-sama —sentenció Yusuki, ya haciéndose a un lado para retomar el camino a su cuarto.
Ayato la tomó por el hombro, deteniéndola. Pero entonces, se escucharon pasos provenientes de la planta baja. El pelirrojo chasqueó la lengua antes de levantar a Yusuki y correr a velocidad sobrehumana hasta el pasillo del primer piso, en un lugar lo suficientemente oscuro como para que nadie los viera desde la planta baja.
—Ayato, basta —gruñó la vampira, luchando contra su agarre.
—¿Por qué no me dejas probar? ¡A Shu lo dejaste! —recriminó, y Yusuki dejó de pelear en cuanto reconoció la emoción en su voz—. Dejaste a Shu tomar de tu sangre cuando estabas conmigo. ¿Cómo crees que me tomo eso?
Yusuki frunció el ceño—. Tú tomaste de la sangre de Yui cuando estábamos juntos, ¡no puedes reclamarme nada!
—¡No es lo mismo! —Ayato alzó la voz, aunque mantenían la discusión en susurros sabiendo que, si alguien se enteraba, solo causaría problemas para ambos—. Yui es humana. Todos tomamos de su sangre, ¡no significa nada! ¡No es lo mismo!
Yusuki vaciló ante aquello. Escuchar a Ayato decir que la humana no significaba nada para él era como un respiro de aire fresco, que llenó sus pulmones y la apartó del sueño al que previamente se encontraba esclava.
Esto lo cambiaba todo.
—Está bien —cedió Yusuki, desabotonando los primeros botones de la blusa del uniforme para mostrarle su cuello—. Solo un poco, ¿sí? Laito tomó esta mañana y-- ¡hpm!
Ayato hincó sus dientes en su cuello sin previo aviso. En cuanto recibió el sí, sus ojos brillaron con deseo y sus orejas dejaron de escuchar. Soltó un suspiro cuando finalmente su lengua entró en contacto con la sangre de la pelirosa, y Yusuki arrojó la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso.
Un jadeo escapó de los labios de la vampira en cuanto Ayato enterró los colmillos con más profundidad. Ahora que la había probado, se encontró incapaz de parar. Su sangre era deliciosa. Lo llenaba de energía, y sentía que podía conquistar el mundo. Ya entendía por qué Richter había dicho que podía volver loco a un vampiro, porque definitivamente se veía a sí mismo perdiéndose en un círculo de adicción si no tenía demasiada voluntad para existir.
Mientras se ahogaba con la sangre, la idea de tener acceso a ella cada momento del día lo distrajo lo suficiente para permitir que Yusuki lo empujara lejos de su cuerpo. Los colmillos hicieron el ruido como de un tapón al desconectarse, y la pelirosa presionó una mano contra la nueva herida para detener el sangrado.
Ayato pestañeó, volviendo a la realidad que los rodeaba cuando se encontró con los ojos de la chica. Entonces, su mirada se desvió un momento al hilo de sangre que bajó por su cuello, llegando a su pecho. Se forzó a sí mismo a volver a mirar los ojos escarlata.
—Te dije un poco —masculló Yusuki.
Ayato se relamió los labios, no desperdiciando ni una gota de sangre que había osado a caer en su rostro. Ante el sabor de tal manjar, no pudo evitar que una sonrisa se estirara en su rostro—. Perdón.
Yusuki sabía que no lo sentía en lo más mínimo. Y entonces, la voz de Reiji resonó en su cabeza.
Probablemente no quieres a un tercer vampiro adicto a tu sangre...
Sin dar tiempo a decir nada más, e intentando alejar aquella frase de su mente, Yusuki se teletransportó a su baño.
──────────────
Ya una vez que la tina estaba llena con agua hasta el borde, y las burbujas eran tantas que estaba segura que sería tragada por ellas, Yusuki se quitó la ropa y se metió a la masa de agua tibia. No pudo evitar que un suspiro de placer escapara de sus labios cuando encontró la posición perfecta, y apoyó su cabeza contra el borde la tina antes de cerrar los ojos.
Se esforzó por blanquear su mente, intentando olvidar todo lo sucedido ese día para despertar en la noche de buen humor y lista para seguir con su vida. Sin embargo, era algo imposible con todo lo pasado.
Cuando estaba a punto de rendirse y marchar a la cama, dos manos rodearon sus hombros.
—Princesa —ronroneó Laito a su oreja.
—Ya estaba por irme a acostar —se excusó.
—No, todavía no —rogó—. Tengo sed, princesa.
—Laito, no. Estoy cansada. Ya tuviste suficiente en la mañana. Además--.
—Ayato te mordió —musitó el castaño, el tono juguetón y ligero ya no estaba en ningún lugar. Sino que sus emociones se habían ido, y Yusuki se tensó—. ¿Sabes? —susurró, volviendo a adoptar su tono usual—. Lo que hiciste hoy me calentó como no te imaginas.
Yusuki rodó los ojos—. Por supuesto. ¿Qué no te calienta, Laito?
El aludido rió—. Por eso, necesito tu sangre, princesa.
—Ya te dije que no —instó la pelirosa—. Tal vez mañana, pero hoy ya no. Quiero irme a dormir.
—Pero tengo algo que decirte, princesa.
—¿Qué?
—Te amo, Yusuki.
Los ojos de la pelirosa se abrieron de par en par pero, antes que pudiera responder, los colmillos se hundieron en su cuello. Un jadeo fue a escapar de sus labios, pero Laito colocó una mano sobre su boca y lo amortiguó. Y así, siguió chupando.
—Laito —Yusuki intentó luchar, pero su cuerpo ya no le respondía. Se sentía mucho más débil de lo usual, y su control sobre su voz se había desvanecido ya que lo único que escapaba de sus labios eran suspiros y jadeos—. Laito, nn--.
—Princesa, que gimas mi nombre solo me calienta más —musitó Laito contra su oreja, mordiendo su lóbulo, antes de morder el otro lado de su cuello—. Quiero marcarte... para que nadie más vuelva a morderte. Mis hermanos sabrán que eres mía, y ni Ayato ni Shu volverán a mirarte cuando vean que estás repleta de mis marcas —explicó, mordiendo sus hombros, su nuca...
—Laito —exclamó Yusuki, sacando fuerza de un lugar que no conocía, y se alejó de él, patinando hasta el otro lado de la tina—. Basta.
El castaño pestañeó—. Oh, princesa. Me dejé llevar. Lo siento tanto, es solo que tu sangre es tan cautivante... realmente lo siento. ¿Quieres que te lleve a la cama?
—No, está bien —negó la pelirosa—. Quiero... uh- quiero quedarme un poco más en la tina. Solo... ¿puedes dejarme sola?
Laito asintió—. Si es lo que realmente quieres —cedió, y desapareció en un instante.
Yusuki se percató del nudo que se había formado en su garganta, al mismo tiempo que se percató que la sensación de impotencia crecía y crecía. Sentía que la fuerza se le escapaba de las manos con cada mordida que recibía su cuerpo, y aquello era tan semejante a los humanos que la hizo querer dormir para siempre.
──────────────
Ya entrada la medianoche, mientras Yusuki se dirigía a una de sus clases, reconoció el aroma de Yui. Sin dudarlo, siguió el rastro, en el camino encontrándose con Kanato para que los dos acabaran alcanzando a la chica juntos. No pudo evitar sorprenderse cuando la humana estaba en la escuela como si no hubiera estado desaparecida por días.
—¿Nos dejaste por ellos? Así que eso es lo que sucedía —acusó Laito. Yusuki volvió a inspirar, y se percató que apestaba a los Mukami.
—Y lo peor, tuviste que escoger a esos que ni siquiera se sabe si son vampiros —dijo Kanato con desdén. Cubrió la mitad de su rostro con Teddy, miraba a Yui con asco—. No puedo creerlo.
—Kanato--.
—Qué desagradable.
—Lo siento mucho —balbuceó Yui.
—Bueno, alguien estuvo buscando a bitch-chan todo este tiempo —sonrió Laito.
—¿Hablas de Ayato o de Yusuki? —inquietó Kanato, a lo que la cabeza de Yui se giró a la mencionada con sorpresa, su boca ligeramente abierta.
La vampira chasqueó la lengua, desviando la mirada a un lado antes de volver a mirar a la humana—. No seas estúpida, no puedes quedarte con ellos —soltó rápidamente, pero solo obtuvo una mirada de confusión por parte de la rubia. Yusuki rodó los ojos—. Mira, sé que vivir con nosotros no es exactamente lo mejor, pero sigues viva. Si te quedas con esos idiotas, lo más probable es que mueras.
—Uuh, ¿princesa? ¿Desde cuándo te preocupas por Bitch-chan? No sabía que eran mejores amigas —comentó Laito, Yusuki le ignoró.
Yui bajó ligeramente la cabeza—. Uh, Yusuki-chan, aprecio tu preocupación. Pero estoy bien, en serio. Yo--.
—No me estás escuchando —interrumpió Yusuki—. Los Mukamis fueron transformados en vampiros, lo que significa que no tienen el mismo control sobre su sed como nosotros. Pueden matarte aunque no quieran.
El rostro de Yui demostró que estaba tomando su advertencia en serio. Pero, antes de que pudiera responder, Reiji se les acercó.
—Qué pena que Ayato no haya venido a la escuela hoy —dijo al unirse al grupo, mirando a Yui—. Lo hubiera calmado ver que estás a salvo.
—Ah, faltó. Qué suerte, ¿verdad, bitch–chan?
—¿Ayato no vino hoy? —preguntó Yui, pero los Sakamaki desaparecieron en un parpadeo. Ella miró a su alrededor, aún no acostumbrada a su poder para teletransportarse. Entonces, se percató que Yusuki seguía allí, y no pudo evitar preguntar la duda que rebotaba en su mente—. ¿Por qué me buscaste?
La pelirosa desvió la mirada, suspirando—. ¿Acaso importa el por qué?
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